Por Germán Ayala Osorio
Gobernar a Colombia es quizás una de las tareas más difíciles para aquellos que sueñan con ser presidentes de la República. Diría que este país es ingobernable, por varias razones: la pobreza estructural en la que sobreviven millones de compatriotas y los truncos procesos civilizatorios derivados de esa condición; la incapacidad de sus élites de consolidar un proyecto de Nación en el que quepamos todos, su insaciable avaricia, que terminó por impedir que el país alcanzara condiciones modernas en su desarrollo; el naturalizado ethos mafioso, practicado y aceptado por el grueso de la sociedad; y finalmente, el no tener idea alguna de qué hacer con una prodigiosa biodiversidad y una diversidad cultural que en lugar de asumirla como algo positivo, se entendió siempre como un problema y como una vergüenza, fruto del clasismo y el racismo de la élite "blanca".
Édgar Revéiz lo puso en estos términos: "Mediante ensayos de prueba y error, el Estado se connvirtió en el asegurador de amplios sectores que lograron la institucionalización de los riesgos, la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias...la vieja tradición de concesiones y privilegios, rezago de la colonia, que en Colombia ha imperado hasta hoy, la ambigüedad entre el interés público y el privado, llevó a largo conflicto en la construcción del Estado: la democracia política y económica son formales, no hay reglas para la organización de la competencia política y económica. Se consolidó la ética de la cooptación y de la transacción, que se trasladó a la economía en forma milimétrica como modelo de competencia no económica".
Bajo esas circunstancias, tardíamente llegó a la Casa de Nariño el primer presidente de izquierda a tratar de cambiar circunstancias y costumbres, lo que supuso, por supuesto, meterse con los intereses de unos cuantos "intocables" que se acostumbraron a poner presidentes para imponerles su racionalidad económica, fincada en el perverso espíritu del neoliberalismo.
Inicio con los logros, esto es, con las acciones positivas del gobierno de Petro. Y luego expondré los desaciertos, muchos de estos compartidos con actores económicos, sociales y políticos a los que no les interesa cambiar al país.
LOGROS
El más importante a nivel político y electoral es el de haber pulverizado el fantasma del "Castrochavismo" con el que la derecha construyó la narrativa que indicaba que nos "convertiríamos en Venezuela y que el Comunismo acabaría con el país". A dos años de terminar, Colombia sigue haciendo parte de la OEA, sigue las recomendaciones-recetas obligatorias- del FMI y del Banco Mundial (BM) y mantiene relaciones comerciales, diplomáticas y políticas con los Estados Unidos, lo que supone estar instalados en las dinámicas propias del capitalismo salvaje. La economía va bien, aunque podría haber mejores indicadores si la Junta del Banco de la República no hubiese actuado con la exagerada y calculada cautela en el manejo de las tasas de interés.
Así las cosas, los candidatos del progresismo y la izquierda para el 2026 no tendrán que luchar contra ese miedo que la derecha inoculó en millones de colombianos desinformados e ingenuos que le siguen creyendo a empresas mediáticas como RCN y Caracol. Tan efectista fue la mentira, que aún hay gente que dice que a Colombia llegó el comunismo.
En cuanto a la lucha contra el narcotráfico el logro más importante es haberle ganado el pulso a los Estados Unidos con el asunto de seguir criminalizando al campesinado que sobrevive de la siembra de la coca. Los gringos entendieron que era mejor golpear a los empresarios de la cocaína, y sacar de la ecuación a los campesinos que se ven obligados a sembrar la mata de coca, por presiones de los grupos al margen de la ley, y en razón al sempiterno abandono del campo por parte de sucesivos gobiernos neoliberales a los que solo les interesó potrerizar las selvas y jugársela por los monocultivos de caña de azúcar y palma aceitera, para alimentar los vehículos con el jugoso negocio de la producción de alcohol carburante. Si algo hicieron Gaviria y sus sucesores fue atacar al campesinado y arruinar el campo y la soberanía alimentaria.
Otro logro importante del gobierno es haber puesto a hablar al país de reforma agraria, del regreso del tren y de haberle dado un giro político y de clase a la lucha contra el narcotráfico. Si bien no habrá logrado hacer la reforma agraria que tiene en su mente el presidente Petro, revivió el sueño del campesinado organizado, lo que supondrá que las reclamaciones y la lucha agraria continuarán. Las razones del "fracaso" agrario pasa por la avaricia y el carácter rentista de ganaderos, terratenientes y latifundistas que se oponen tanto a la industrialización del campo, a la posibilidad de hacer convivir el minifundio con el latifundio y a conservar los ecosistemas frágiles que hacen parte de la biodiversidad.
Haber compartido la responsabilidad de mejorar las vías terciarias y secundarias con las JAC constituye un hecho positivo, a pesar de la equivocada intervención del Consejo de Estado que terminó anulando los contratos de asociación, por las demandas y presiones de las firmas privadas de contratistas. Si el asunto de fondo era técnico (en la construcción de las placas huellas), bien pudieron acercarse al gobierno y a las JAC para brindar asesoría. Al final, el mejoramiento de la red de vías secundarias y terciarias beneficia a todos los colombianos que viven en veredas y corregimientos.
Otro acierto es el de haber puesto al país a hablar de transición energética, a pesar de las reticencias y de la no existencia de una institucionalidad suficiente para asumir con rigor y seriedad los procesos de transición derivados de esa apuesta medio ambiental. No será fácil lograrlo porque aún seguimos apegados a la idea de conseguir un desarrollo sostenible, cuando el camino que la actual crisis climática está determinando va en otro sentido.
Sin duda alguna, haber llegado al poder de la mano de una mujer afro, como Francia Márquez, dispuso que el país empezara a revisar lo que social y étnicamente ha significado años y años de racismo estructural. La narrativa anti racismo logrará consolidarse gracias a este gobierno. Eso sí, la vicepresidenta tiene la responsabilidad de acelerar las acciones simbólicas y las institucionales que hagan posible que los propios pueblos afros e indígenas asuman el control de sus territorios desde el orgullo, evitando que al interior de estos florezcan "capataces negros e indígenas" que erosionen sus procesos comunitarios.
Un acierto más político es haber desnudado a la prensa uribizada que le sirvió por años al "viejo" régimen de poder. La gran prensa bogotana fue confrontada por un presidente tuitero que desmintió a periodistas- estafetas, y pudo develizar las intenciones de la prensa de deslegitimar su mandato.
DESACIERTOS
Haberse aliado con la clase política tradicional es quizás la mancha más grande con la que saldrá Petro de la Casa de Nariño. Al inicio buscó co-gobernar con los viejos agentes del Establecimiento colombiano, pero salió mal. Aún así, mantuvo relaciones con políticos como Armando Benedetti, cuestionado moral y éticamente y en particular, por sus comportamientos propios de un misógino. La corrupción que afloró deja un mal sabor en un candidato presidencial que juró combatirla y que siendo congresista, denunció los entramados criminales de más de un corrupto.
En términos comunicacionales, Petro no sabe comunicar porque concentra, pero sobre todo amarra el manejo de las acciones de gobierno a su imagen, a su enorme ego. Se suma a lo anterior, que desconfía de los periodistas, incluso de aquellos cercanos a su causa. Tardíamente acudió a los medios alternativos, en medio de una muy bien organizada oposición mediática jamás vista en el país. Todos los grandes medios masivos se unieron para deslegitimarlo y el presidente de la República jamás entendió la importancia de tener un vocero de la Casa de Nariño para desmentir a la prensa afecta al viejo régimen.
Su manejo de la red X, aunque efectista por momentos, al final termina siendo negativo porque no supo articular sus respuestas y la exposición de sus decisiones, con programas en radio, prensa y televisión y otros, que destacaran sus aciertos en política económica y social.
No haber logrado consolidar consensos políticos es un desacierto que debe ser compartido con la clase política y empresarial del país. Las dos partes ideologizaron las relaciones, las diferencias y las apuestas institucionales privadas y las estatales. Petro los atacó en razón a su origen de clase y del lado de la élite tradicional, jamás le perdonaron el haberse levantado en armas contra el Estado, a pesar de haber sido indultado y de jugar con las reglas de la democracia, las mismas que lo llevaron a la presidencia de la República. Quizás a Petro y a los empresarios, banqueros y demás les faltó grandeza para entender que lo primero era trazar los caminos para transformar al país. Y ello implicaba ceder poder, bajarle a la avaricia y proscribir el ethos mafioso que los miembros de la clase social, política, militar y empresarial validaron desde siempre, en particular desde el 2002, con la llegada de Uribe al poder.
Al final, el cambio prometido, no llegó porque Petro lo vendió desde un carácter maximalista. Y cualquiera otro candidato presidencial que lo prometa, caerá en un engaño porque al país nada lo podrá cambiar hasta tanto no haya una revolución cultural que nos haga cambiar ese perverso ethos mafioso que guía nuestras vidas. Y eso incluye, la avaricia de una élite empresarial racista y clasista. Mientras no superemos la tara cultural que encarna el uribismo, jamás avanzaremos como sociedad y Estado, hacia estadios modernos y civilizados. Estaremos condenados a la corrupción y a matarnos entre nosotros.
Imagen tomada de Semana.com