Por Germán Ayala Osorio
La candidata presidencial de los
clanes Gnecco y Gilinski, Vicky
Dávila Hoyos registró ante la autoridad electoral su Movimiento
Valientes. Se trata de otra microempresa electoral que fenecerá una
vez la contienda electoral termine o quizás antes si sus patrocinadores aceptan
que Dávila
es una débil candidata y que un eventual gobierno de ella se parecería a la
nefasta administración de Iván Duque Márquez.
En el acto de oficialización de
su aspiración presidencial señaló que luchará “por un país seguro,
justo, por un país unido, ¡por un país valiente! ¡El Movimiento Valientes está
aquí, y no nos detendremos! Dios nos protege y nos guía”.
El nombre de Valientes
suena ridículo e infantil, propio de una candidata que exhibe un discurso básico,
propio de quien suele reducir la complejidad del país y de su historia a
consignas efectistas muy parecidas a los titulares y tratamientos amarillistas que
caracterizaron su carrera periodística.
Quizás la mayor debilidad de Vicky
Dávila esté en su pobreza conceptual, fruto de su poca lectura y la incapacidad
para establecer relaciones y lecturas cruzadas de los fenómenos. Además, es obediente,
sumisa, racista, clasista,
cizañera y arribista.
Si leemos con cuidado la consigna,
encontramos que apela a lugares comunes: un país seguro, justo, unido
y valiente. Su arenga la acerca más a una “coach política”, que a
una candidata presidencial formada y capaz de gobernar a un país complejo como Colombia.
Además de conservadora y goda, Dávila
Hoyos suele revolver política y religión, peligroso cóctel ideológico en una
sociedad creyente, camandulera
y “provida” que niega y conculca los derechos a morir con dignidad, al aborto y
al matrimonio igualitario. Esos mismos “provida” legitimaron los 6402 crímenes
de lesa humanidad cometidos durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
Al igual que el candidato Santiago
Botero, un Mesías
moralizante, la periodista-candidata se presenta como una enviada de Dios,
esto es, como una mujer salvadora, quizás la soñada Mesías en un país de Mesías
hombres y de machos mesiánicos. Además, ofrece lo mismo que el candidato
antioqueño: bala, bala y bala; o mejor, balín, balín y más balín.
Dávila de Gnecco desconoce cómo opera el Estado. Su experiencia periodística es quizás su más negativa experiencia agenciando lo público: fue gobiernista, en particular, siempre defendió a Uribe Vélez y a su círculo de poder. La periodista-periodista siempre fue la estafeta de los agentes más retardatarios del Establecimiento colombiano. Eso sí, con su candidatura gana -descansa- el periodismo, pero pierde la Política (en mayúscula).
Bajo ese nombre de Valientes,
Dávila
de Gnecco recogerá firmas para un movimiento ciudadano que, como todos,
terminará capturado o sometido a las fuerzas clientelistas de los partidos tradicionales.
De resultar electa, Dávila Hoyos gobernará de la mano del uribismo, de Vargas
Lleras, Peñalosa y de toda la rancia derecha bogotana. Todos los movimientos
ciudadanos por firmas no son otra cosa que una fachada y una estratagema
política-electoral de quienes creen posible engañar a los votantes,
presentándose como independientes cuando los acompañan los vicios y las
prácticas politiqueras que convirtieron la democracia colombiana en una
formalidad.
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