jueves, 30 de mayo de 2024

ABORTOS Y CORRIDAS DE TOROS

 Por Germán Ayala Osorio  

 

La reciente aprobación de la ley con la que se prohíbe en adelante las corridas de toros en el país despertó la indignación de aquellos ciudadanos que gozan como niños en piñata, del cruel asesinato de estos animales no humanos durante faenas transmitidas por los noticieros de televisión, investidas caprichosamente como un espectáculo o de una tradición cultural.  

Hay ganaderos y latifundistas que quieren poner en evidencia un dilema moral y ético entre quienes defienden el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo en las circunstancias que la Corte Constitucional (CC) avaló en su memorable sentencia y los que celebran la prohibición de las corridas de toros y, por ende, defienden la vida de los toros de lidia asesinados salvajemente durante el grotesco, violento y anacrónico espectáculo de las corridas de toros 

Entre aquellos ciudadanos que rechazan la aprobación de dicha norma está Juan José Lafaurie, hijo del ganadero y latifundista José Felix Lafaurie y la congresista María Fernanda Cabal. El vástago de las dos figuras políticas escribió esto en su cuenta de X: Vamos muy mal como sociedad cuando valoramos más la vida de un toro que la de un bebé en el vientre”. Por su parte, la señora Cabal en el Congreso afirmó que “no les importa desmembrar un bebé en el vientre, les da más pesar un toro de 1600 kilos con cachos”.

Vamos por partes, como diría Jack el Destripador. El primer error en el que incurre la señora Cabal está en subvalorar la vida del sintiente animal no humano en relación con la vida de una criatura que sobrevive aún en el vientre de una madre. Insiste el tuitero en la posición dominante del ser humano (también somos animales) y por ende se ubica ideológicamente en la defensa del antropocentrismo. Justamente, quienes impulsaron la ley que hoy tiene ad portas la proscripción de las corridas de toros se alejan de la defensa a ultranza de esa visión del mundo que hizo posible establecer unas relaciones tormentosas y violentas entre los seres humanos y las otras especies de animales no humanos.  

Al ubicarse en el vetusto y nefasto discurso antropocentrista, la Cabal y su hijo validan el asesinato cruel y público de los toros de lidia por cuanto el espectáculo deviene legitimado por la cultura dominante liderada, claramente, por todo tipo de Machos cabríos que ven a los toros y a otros animales como bestias irracionales cuyas vidas están sujetas a los delirios de grandeza y a las necesidades de entretenimiento. Que una parte de la sociedad haya asumido el castigo a los toros como una suerte de acto circense o espectáculo cultural, no significa que en este no haya dolor en quienes son sacrificados salvajemente. Esa fiesta brava que defiende este “pichón” de la élite conservadora y su madre es el correlato del machismo y de las múltiples violencias que sufren las mujeres en Colombia y en el mundo. Las violaciones que terminan en embarazos no deseados hacen parte de esas prácticas sistemáticas de la violencia de género.  

Al oponerse al aborto de bebés concebidos bajos esas violentas condiciones, Lafaurie termina por legitimar el machismo y las violencias basadas en género. Y es así porque está alineado (o quizás alienado) con la moral de la iglesia Católica responsable en gran medida de los largos procesos de dominación masculina sobre las mujeres y por supuesto, de la subvaloración de los animales no humanos por considerarlos inferiores.  

No acepta el joven tuitero que las mujeres puedan ejercer su derecho a ser madres cuando les dé la gana y no cuando sus parejas, la iglesia Católica, las familias o la sociedad se los indiquen. Es más, si no quieren tener hijos, eso también es un derecho que les asiste y que nadie debe atreverse a juzgar.  

No existe un dilema moral y ético en defender de un lado la vida de los toros de lidia y el derecho que le asiste a las mujeres a interrumpir cuando así lo deseen un embarazo que posiblemente les arruinará sus vidas, frenará sus expectativas de vida, pondrá en pausa proyectos personales e incluso, que ponga en riesgo su supervivencia y salud.  

Eso sí, lo dicho por el retoño Lafaurie-Cabal sirve para insistir en la necesidad que tenemos como sociedad de ir proscribiendo aquellas prácticas que, asociadas a la preponderancia del del Macho societal, nos “dio el derecho” de disponer del cuerpo de las mujeres para garantizar la procreación de la dañina especie humana. El triunfo del gran macho cabrío que suele vanagloriarse de su masculinidad por el solo hecho de “haber preñado” a la mujer o a varias, para someterlas a las labores domésticas y de crianza de los hijos o simplemente para anularlas profesionalmente, hace parte de todo lo que ha estado mal dentro de la sociedad colombiana.  

No más olé. Y en cuanto a los abortos, que sean las mujeres las que tomen la siempre difícil, pero respetable decisión. Y no olvide, joven tuitero, que Usted también es un animal. Le recomiendo que siga el consejo que su madre les dio a unos cuantos de sus críticos: !estudie (n) vago(s)! 


Imagen tomada de Infobae

martes, 28 de mayo de 2024

ASAMBLEA CONSTITUYENTE, ACUERDO DE PAZ Y LA REELECCIÓN DE PETRO

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La propuesta de usar el Acuerdo de Paz de La Habana como excusa para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) resulta a todas luces inconveniente políticamente. No solo por la actual crispación política e ideológica por la que atraviesa el país, sino porque usar ese documento para ese propósito sería reconocer que el Estado ha incumplido con lo acordado y consignado en ese texto, lo que sería mal visto por los países garantes y acompañantes y por la misma ONU que evalúan de cerca la etapa de implementación en la que está el proceso de paz de La Habana. Es decir, después de tres gobiernos, incluido el de Petro, al Estado le quedó grande cumplir con lo pactado en territorio cubano.

Aunque la propuesta fue lanzada por Álvaro Leyva Durán, esta coincide con el deseo del presidente Petro de ir a la ONU a reconocer que el Estado efectivamente está incumpliendo lo acordado en temas como la reforma agraria, la desconcentración de la tierra, la protección de la vida de los firmantes de paz (más de 400 ya fueron asesinados) y el catastro multipropósito, entre otros temas centrales.

Esto dice el párrafo con el que Leyva Durán cree viable y justificable convocar a una ANC: “…el Gobierno de Colombia y las FARC-EP…convocarán a todos los partidos, movimientos políticos y sociales, y a todas las fuerzas vivas del país a concertar un gran ACUERDO POLÍTICO NACIONAL encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales necesarios para atender los retos que la paz demande, poniendo en marcha un nuevo marco de convivencia política y social” (p.7).

Otro elemento que se suma a la inconveniencia de lo propuesto por el exministro y excanciller es el resultado negativo de las votaciones del plebiscito por la paz del 2 de octubre 2016. El triunfo del No es un obstáculo social, histórico y político insalvable en la medida en que quienes votaron negativamente al acuerdo de paz hacen parte del constituyente primario. Insistir en dividirlo entre amigos y enemigos del gobierno o de la paz, resulta poco democrático. Las democracias modernas no pueden validarse sobre el poder exclusivo de las mayorías, y por esa vía, atropellar las aspiraciones de quienes resulten derrotados en cualquier escenario electoral. Aunque ese triunfo fue pírrico, sigue siendo una de las causas que ayudan a mantener altos los niveles de crispación ideológica y política que el país soporta desde el 7 de agosto de 2022 cuando se posesionó como presidente de la República, Gustavo Petro Urrego.  

La interpretación que Álvaro Leyva de una parte del texto firmado por los plenipotenciarios del gobierno de Santos y los de las Farc-Ep sacudió a los expresidentes Gaviria, Uribe, Santos y Duque, todos ellos políticos serviles al viejo Establecimiento colombiano. El primero de aquellos propuso una coalición para llegar a las elecciones de 2026 con un solo candidato. Gaviria estaría buscando revivir el Frente Nacional, lo que abocaría al país a regresar al cerramiento democrático que implicó la alternancia en el poder entre liberales y conservadores.

Más allá de las reacciones temerarias de Gaviria, lo cierto es que el presidente Petro se equivoca al insistir en convocar a una ANC por cuanto no tiene las mayorías en el Congreso, los medios corporativos están en su contra y hay actores económicos que no lo respaldarían en esa aventura, lo que podría dar al traste con su apuesta de reformar la carta política para, como ocurrió en 1991, pacificar el país y llevar al Estado y a la sociedad al esquivo escenario de modernidad.

Nadie niega que hay fuerzas políticas que están usando las bancadas de los partidos políticos para torpedear el trámite de las reformas sociales propuestas por el gobierno y sobre las cuales hay consenso alrededor de su necesidad para allanar los caminos que lleven al país algún día a operar como una verdadera República y no como un orden feudal atado a la voluntad de unos Señores Feudales a los que no les interesa soltar el poder y mucho menos perder privilegios de clase.

Es evidente el desespero del presidente de la República porque sus reformas sociales mueren lentamente en un Congreso cuyos legisladores están cumpliendo órdenes de sus financiadores (EPS, banqueros, industriales y clanes políticos) consistentes en negarse a tramitar y aprobar las reformas a los sistemas pensional y salud y al régimen laboral.

Lo mejor que puede hacer el jefe del Estado es insistir hasta donde se pueda para lograr sacar adelante las reformas. Si el fracaso es inminente, el camino que queda es consolidar la narrativa de la frustración que le permita en las elecciones de 2026 echarle la culpa a la derecha uribizada de lo ocurrido con sus fallidas reformas. Esa narrativa podría resultar más beneficiosa electoralmente para el petrismo y el progresismo, que insistir en una ANC que por ahora la derecha rechaza con vehemencia. Tanta insistencia en esa salida institucional a los eternos problemas del país puede llevar a que agentes poderosos del Establecimiento le “cojan la caña” a Petro, con el riesgo que subsiste de que una vez en ese escenario constituyente, el país puede terminar regresando a los tiempos de la constitución de 1886.

El factor reelección presidencial aparecerá inexorablemente una vez se convoque a la ANC. Una vez ahí, la derecha haría ingentes esfuerzos por hacer posible el regreso del inefable expresidente Álvaro Uribe Vélez. Aunque Petro ha dicho varias veces que no está interesado en reelegirse, la senadora del Pacto Histórico, Isabel Cristina Zuleta, manifestó lo contrario: “Sí queremos la reelección del presidente Petro y la promovemos”.

Revivir la reelección para el propio beneficio del actual presidente hace recordar la mezquindad y la avaricia de Uribe Vélez cuando hizo comprar su reelección para beneficiarse directamente. Luego de ocho años, se quiso quedar 4 más.  Lo que menos puede hacer Petro es parecerse a Uribe. Presidente Petro: termine su mandato y váyase a descansar un tiempo. Para que su proyecto político se haga realidad, se necesita de un cambio cultural, casi civilizatorio, en el que la derecha no está interesada porque el escenario predilecto de sus más visibles miembros es la violencia, la pobreza extrema y el desarrollo económico soportado en el modelo de la gran plantación  y el extractivismo. 


Imagen tomada de El Colombiano.com

lunes, 27 de mayo de 2024

OLMEDO LÓPEZ: LA VEDETTE DEL ETHOS MAFIOSO

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los medios corporativos que le hacen oposición política al actual gobierno convirtieron al corrupto Olmedo López en una vedette del ethos mafioso que se naturalizó en varias entidades del Estado, y en particular en la UNRGD. En esas andan Semana, Caracol y Blu radio. 

El afán de entrevistarlo al aire y en directo no es conocer las razones y las circunstancias personales que lo llevaron a actuar de manera dolosa en el manejo de los recursos públicos, sino en tratar de sacarle con tirabuzón el titular que necesitan: el presidente Petro sí sabía, esto es, estaba al tanto de los torcidos detrás del contrato de los carrotanques de agua para La Guajira y de los convenios interadministrativos firmados, con los que supuestamente usaron millonarios recursos del presupuesto de la UNRGD para comprar congresistas, incluidos los presidentes de Cámara y Senado.

Los periodistas no le preguntan a Olmedo por los contratistas porque a lo mejor se encuentran con desagradables sorpresas. Solo indagan por los nombres de políticos cuestionados de tiempo atrás, que podrían estar envueltos en los actos de corrupción a los que viene aludiendo López, sin pruebas contundentes. El espectáculo mediático que montaron con el corrupto exfuncionario está fundado, por ahora, en la intriga, en el señalamiento y en insinuaciones, a la espera de que la “matriz entregada a la Fiscalía” le haga el milagro de irse para la casa a pagar una pena mínima de restricción a la libertad y sin devolver un solo peso al Estado.

La gran prensa bogotana intenta, usando a Olmedo López, convertir ese caso de corrupción público-privada de la UNRGD en un escándalo superior a los hechos que dieron vida al proceso 8.000, con el que, en su momento, esa misma prensa respaldó a los sectores de la derecha que quisieron tumbar al presidente de la época, Ernesto Samper Pizano. En varias ocasiones los “acuciosos” periodistas han sembrado la duda a través de la pregunta: ¿Cómo es posible que el presidente no se diera cuenta de lo que sucedía en la UNRGD o de lo que hacían los ministros y asesores que, según López, hicieron parte del matute y de la compra de conciencias? La pregunta se traduce en la célebre frase de Samper: “los dineros de la mafia entraron a mis espaldas”. Y claro que la pregunta tiene sentido y es preciso hacérsela sin olvidar que ese interrogante debieron expresarlo públicamente en otros casos como el de Centros Poblados y los Falsos Positivos durante los gobiernos de Uribe y Santos.

Queda claro que Olmedo usa a los medios para presentarse como un “político que lleva 30 años luchando por Colombia”, que se equivocó, que cometió un error. Es curioso pero tanto Olmedo como sus entrevistadores se cuidan de no usar la palabra delito. Olmedo se presenta arrepentido, pide perdón al país, lo que explica su gran gesto de contar lo que pasó al interior de la UNRGD de la que fue su director. Con su lastimero show, Olmedo presiona a la Fiscalía para que lo acepte como testigo estrella y logre así un tratamiento especial que le permita en el corto plazo disfrutar en libertad de los dineros que muy seguramente se embolsilló porque resulta poco creíble que se haya prestado para ese entramado de corrupción y no haya sacado una millonaria tajada.

Por su parte, las empresas mediáticas usan a Olmedo para deslegitimar al gobierno de Gustavo Petro. Es decir, se trata de una relación política en la que ambas partes ganan: Olmedo visibiliza su acomodaticia ética y su inmoralidad política y los medios ganan rating y de paso afectan la imagen del gobierno al que le hacen la oposición política que jamás le hicieron a Uribe, Santos y al presidente que más “mimaron”: el eterno aprendiz, Iván Duque Márquez, el puppet de Uribe Vélez.

Aunque Petro asumió la responsabilidad política por haber puesto en la UNRGD al torcido del Olmedo López, para los medios no es suficiente, porque lo que están buscando es su caída. Cuando se perdieron los 70 mil millones de pesos en el sonado caso de corrupción de Centros Poblados, el entonces presidente, Iván Duque Márquez, en lugar de pedirle la renuncia a la ministra Karen Abudinen responsable administrativa y políticamente de ese contrato, la respaldó y la mantuvo en su cargo. Aunque Olmedo no ostenta la dignidad ministerial, se le abona al presidente de la República que tomó la decisión de sacarlo de la entidad.

En su perverso juego de contra poder, las empresas mediáticas olvidan o dejan de lado la función educativa que se les reconoce. Al convertir a López en una vedette del ethos mafioso, la lucha contra la corrupción pierde sentido porque a la opinión pública no se le está entregando un análisis de los elementos de la ética individual bajo los que actuó el exdirector de la UNGRD, Olmedo López. Y lo que es peor, los periodistas no están haciendo un llamado a los más reconocidos agentes sociales y económicos de la sociedad civil, y mucho menos a los directores de los partidos políticos para que fustiguen los hechos de corrupción. Ni los presidentes de Fenalco, Andi, Comité Intergremial y Acopi salieron a los medios a gritar ¡basta ya con la robadera!

Convertir un caso de corrupción como el presente en un espectáculo mediático, con fines políticos, habla muy mal de unos medios corporativos poco interesados en informar y analizar unos hechos noticiosos que están dando cuenta de un problema mayúsculo: la naturalización del ethos mafioso, fruto de la avaricia, el hambre de poder, la codicia y la perversidad de la clase política y de los políticos de ese arcoíris de la corrupción al que viene aludiendo Olmedo, la celebridad del ethos mafioso.



Imagen tomada de Blu radio

domingo, 26 de mayo de 2024

JUICIO CONTRA URIBE: CUIDADO CON CONSTRUIR UN MÁRTIR

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el ocaso de su azarosa vida pública y privada, Álvaro Uribe Vélez enfrenta un juicio por graves delitos penales. Ese vergonzoso escenario debería de servir para que sus áulicos y seguidores entiendan que nadie puede estar por encima de la ley. Aunque se sabe que, si algo guía a los uribistas es la intransigencia, una lealtad amañada a intereses económicos y políticos cercana a la que se produce y reproduce en clanes y mafias y la ceguera que brota de la confusión moral y ética en la que deambulan. Al final, esas circunstancias terminan por afectarles la razón, hasta llevarlos a actuar bajo principios propios de la irracionalidad.

Aunque la prensa corporativa que lo protege de tiempo atrás hace ingentes esfuerzos por minimizar lo escandaloso que suena ser el primer expresidente de la República acusado y llevado a juicio, la solidez del material probatorio les hace casi imposible construir un mártir sobre el supuesto de que es un perseguido político y víctima de sus detractores, todos estos amigos del “terrorismo, apátridas, castrochavistas y comunistas consumados”.

Aunque el propio imputado lo ha intentado presentándose en universidades privadas, la verdad es que parece casi imposible que de ese juicio brote un mártir. Hay que recordar que desde el preciso momento en el que la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) lo vinculó a la comisión de los delitos y ordenó su detención domiciliaria, varias empresas mediáticas afectas a la causa uribista le abrieron los micrófonos para que Uribe pudiera despotricar de la justicia, burlarse de su majestad, así como poner en duda la idoneidad de las juezas que negaron las impúdicas solicitudes de preclusión emanadas desde la Fiscalía de Francisco Barbosa.

Aunque lo sigan intentando, la vejez del hoy acusado y el creciente rechazo social, cultural y político que genera su pasado y decadente presente se erigen como reales obstáculos al temerario objetivo de convertirlo en una víctima del aparato de justicia.  Eso sí, el juicio, sí o sí, debe terminar en una declaratoria de culpabilidad. De suceder lo contrario, y a pesar de su evidente decrepitud, el golpeado uribismo se reencaucharía de tal manera que terminaría por legitimar candidaturas presidenciales de sus gregarios o fichas políticas que hoy se ven lejanas de alcanzar la presidencia en el 2026, justamente por estar atadas a la controvertida figura del expresidente y expresidiario, identificado por el Inpec con el número 1087985.

La posibilidad de que los delitos por los cuales hoy está en condición de acusado prescriban en el 2025 debe ser anulada por la propia jueza 44 o por otra instancia judicial, en la medida en que la prescripción de los delitos se tomaría como un triunfo político, lo que serviría a la construcción de ese controvertido mártir. En ese escenario, para las elecciones de 2026 Uribe recuperaría su papel de gran elector y ayudaría al envalentonamiento de sus seguidores y de quienes resulten favorecidos de sus guiños.

Una virtual condena por los delitos de fraude procesal y manipulación de testigos sería un gran golpe político a esa seudo doctrina llamada uribismo y para quienes insisten en la narrativa de que Uribe ha servido como “muro de contención contra el comunismo”, y que, si se ha equivocado, es por “su inmenso amor de patria”.

El Establecimiento que creó a Uribe y que lo usó para ver hasta dónde podría estirar su línea ética debe también entrar en razón y tomar la decisión de abandonarlo políticamente. Ya una parte de este lo hizo, pero aún hay agentes con poder político y económico que lo respaldan; eso sí, ese respaldo está fundado en un profundo agradecimiento por los beneficios económicos recibidos entre 2002 y 2010 y entre el 2018 y el 2022.

Los señores del Establecimiento colombiano deben reconocer que el triunfo de la izquierda y el progresismo en buena parte se produjo por los daños institucionales que dejó la hegemonía uribista en los dos periodos señalados. Los líos judiciales de Uribe aportaron al desprestigio del proyecto político de la derecha. Dejarlo solo es la alternativa que les queda, aunque desearían verlo como un mártir para dar continuidad al proceso de privatización del Estado, objetivo número 1 de Uribe Vélez, la más efectiva ficha que en los últimos años el Establecimiento ha logrado poner en la Casa de Nari.



Imagen tomada de YouTube.com



The human condition in the face of genocidal practice

 People such as Benjamin Netanyahu are necessary for humanity. Yes, this sentence sounds terrible, but it makes sense in reality. 

 Germán Ayala Osorio

 

Let me explain. Being inherently genocidal, Netanyahu has had some judgmental parties remind him, and especially the rest of the world, that, despite the terrible crimes against humanity committed by his obedient Zionist army, his judgement socially, politically, in the media and possibly by the International Criminal Court (ICC), is occurring within a universal moral system that usually serves to punish too late those who act the wrong way to humanity. There are already almost 40,000 dead and months of “war” and nobody has wanted to stop Netanyahu on his infernal path to pain and uncertainty, sowing death across the Gaza Strip.

Upon becoming a media spectacle, live broadcasts of the criminal actions of the State of Israel usually serve to naturalise the massacres and the genocide itself. The universal moral system is designed to make violence seem customary. This moral system operates in almost the same way for the West and the East, because it is founded on this human condition that, being wicked and profoundly religious, from and within it usually come genocides, the dropping of atomic bombs and, in general, international wars and domestic armed conflicts which are usually justified.

Palestinians “are not human beings, they are animals or beasts”, meanwhile the members of the Zionist army are “beings of light, illuminated by a true God”. There is nothing more immoral in the history of humanity than religions and churches.

The world needed Harry Truman to see how the “dream” of many people to hurl the atomic bomb at civilians became reality. In the end, Hiroshima and Nagasaki were the targets in a political and military decision, but also a moral one from a handful of Americans who have always wanted us to accept the United States as a dazzling moral beacon in a world dominated by immoral economic, social and political systems. This same world had needed Adolf Hitler to validate the possibility of hating other nations, considered to be heathens, barbarians, animals or beasts. Nazi genocide was immoral because the economic crisis of ’29 was too.

Now, part of the world jeers and rejects the genocidal actions launched by Israel on the Palestinian people, while the other part silently applauds or simply allows these crimes against humanity.

The latter are forced by economic interests that cross political and diplomatic relations between Powers that see this bloody stage as an opportunity to improve their systems of defence and create weapons that are more lethal and effective.

What is happening in Gaza is like an enormous “war dealer” in which arms manufacturers are delighted and imagining new prototypes of weapons so that violence becomes eternal. Then, they talk of deaths, of war, but not of crimes against humanity. The particular use of language also becomes immoral because it serves to mask facts: what is happening in Palestine is not a war. It is an exercise in genocide. The subsistence and legitimacy of universally accepted moral frameworks needs the immorality of wars and genocidal practices because, almost immediately, humanitarian narratives make us dream that it is possible to live in peace and harmony, at the same time as trying to make us think that the underlying problems are people like Truman, Hitler and Netanyahu, when it is not like that.

The underlying problem is the human condition, from which we can expect the most sublime, but also the most abominable. We are a cursed species and a damned species. Netanyahu, Hitler and Truman, among other world leaders, represent an important part of humanity which professes an overwhelming hatred towards others.

And those others are the ones who have a different culture, another language or simply, by chance, had to endure ethnic persecution from others who, at some point in their life, decided to put themselves on the moral high ground. Today that is Netanyahu. Other genocides will come. The world needs it.

(Translated by Donna Davison – Email: donna_davison@hotmail.com) – Photos: Pixabay

sábado, 25 de mayo de 2024

LOS DEMONIOS DE LA CONDICIÓN HUMANA EN LAS ARTES

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En su columna intitulada Picasso era terrible. ¿Y? el columnista Juan Carlos Botero expone un dilema moderno y postmoderno entre arte y moral. En su exposición sostiene que “…hay una confusión esencial: arte y moral son dos cosas distintas. La tarea del artista no radica en desinfectar la condición humana para que luzca ética y placentera, sino expresarla en toda su complejidad para que la persona entienda que esa complejidad es parte de la realidad y que tarde o temprano tendrá que enfrentar dilemas, pruebas y dificultades que vienen con vivir en un mundo desafiante, lleno de grises”. Para consolidar su tesis, aludió a los casos de Picasso, Wagner, Beethoven y hasta Borges.

Lo cierto es que ese dilema entre arte y moral está anclado a una aviesa condición humana que suele minimizarse, justamente, a través del goce estético de la literatura, la música clásica y la pintura y la adoración mediatizada que se genera hacia los escritores, músicos y pintores universalmente reconocidos por sus obras, pero de cuyos demonios poco se habla con el claro propósito de no manchar la “probidad, grandeza y la excelencia” que se les otorga por la calidad de sus obras.

Si bien no está bien demonizar a quienes le han aportado al goce estético de las artes, hay que reconocer que las sociedades humanas insisten en crear estos artificiosos referentes para dar la sensación de una deseada, pero imposible perfección humana, fundada en marcos culturales que, si bien devienen inmorales, el mundo los ha interiorizado como moralmente correctos con el fin de generar tranquilidad, sosiego y esperanza.

Claro que se puede admirar a Picasso a pesar de su violento machismo, sin que el goce de sus obras nos convierta en cómplices de este maltratador de mujeres. Pero lo que no se puede hacer es negarse a ver en este artista y en otros tantos, esa parte de su condición humana que debemos rechazar con vehemencia, sin dejar de incluirnos en esa posibilidad de comportarnos, pensar y actuar como Picasso, Wagner, Beethoven y Borges, de acuerdo con lo dicho por Botero.

Quienes apelan a la “cultura de la cancelación” de la que habla Botero en su columna, caen en un purismo ciego que quizás les sirva para darle manejo a sus propios demonios y por esa vía ocultar alguna práctica inmoral que los impulsa a rechazar a un artista reconocido y talentoso porque encuentran en él un reflejo inesperado, esto es, una similitud inmoral que solo el talento del artista logra separarlos.

Nada de lo que ha creado el ser humano hasta el momento podrá admirarse por fuera de su compleja condición. Somos seres de luces y sombras, de pulsiones cuya dimensión y alcances solo las artes logran medianamente encubrir.


Imagen tomada de El Español

viernes, 24 de mayo de 2024

URIBE VÉLEZ: DE “GRAN COLOMBIANO”, A SEÑOR ACUSADO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El llamado a juicio al expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez por los delitos de fraude procesal, manipulación y soborno a testigos es un hecho jurídico-político importante para la opinión pública en la medida en que es el primer expresidente de la República llevado a juicio por graves delitos no asociados a las acciones y decisiones tomadas durante su paso por la jefatura del Estado.

Igualmente, esa etapa procesal constituye un ejercicio de afectación directa a la ego-identidad del “combativo y frentero” político antioqueño, en virtud del lenguaje jurídico usado por la señora Jueza 44, Sandra Liliana Heredia Aldana, para referirse al expresidente de la República.

En un pasaje de la audiencia y después de la intervención de Uribe Vélez, este le agradece a la señora en tono sumiso y cordial: “gracias señora juez”. La jueza Heredia le responde con firmeza, “gracias, señor Imputado”.

Durante la misma audiencia (la segunda), celebrada hoy 24 de mayo, la operadora judicial se había referido a Uribe como “señor procesado, señor imputado; o en otras ocasiones como el procesado o el imputado”. En ningún momento ha hecho uso del vocablo que da cuenta de su condición de expresidente, lo que sin duda transmite seriedad, independencia y autonomía en Heredia Aldana, jueza que deberá decidir si Uribe es culpable o inocente de los delitos que se le imputan.

El uso de esos vocablos no constituye de ninguna manera una afrenta contra la persona, la identidad o el ego del expresidente de la República. Por el contrario, se debe entender como la expresión clara de la limitación del poder social, político y económico y el reconocimiento con el que llega a esta instancia judicial Álvaro Uribe Vélez: como un simple mortal, un ciudadano que, de acuerdo con el material probatorio, cometió delitos por los cuales fue llamado a juicio. Sin privilegio alguno por su condición de expresidente, Uribe es tratado sin condescendencia alguna por parte de la jueza 44.

Estas denominaciones sin duda alguna son fuertes “pinchazos” al enorme ego del sub judice ciudadano y a su encumbrada identidad política asociada a su condición de expresidente de la República que le hizo pensar y creer que podía estar o ponerse por encima de la justicia por su condición de exmandatario y porque contó hasta hace poco con la protección de la fiscalía de Francisco Barbosa; las punzadas provocadas por el uso de esos vocablos que hacen parte de la jerga jurídica se tornan aún más difíciles de asumir para el exgobernador y latifundista antioqueño en la medida en que él mismo pueda creer que aún tiene el poder que alguna vez ostentó como presidente de la República. Los áulicos que insisten llamarlo “presidente”, en una clara y reverencial lagartería, hacen que los efectos de las voces Señor Imputado o Señor Procesado sean mayores en la ego-identidad del propietario del partido-secta, el Centro Democrático.

Los efectos de esos pinchazos a la ego-identidad del expresidente se acrecientan por la condición de mujer de la juez. No debe ser fácil para el reconocido procesado tener que soportar que una juez-mujer le interrumpa, lo regañe y le ponga límites a sus largas y amañadas intervenciones con las que pretende desvirtuar los hechos y señalar que está acusado injustamente. El país sabe que el expresidente es un macho cabrío acostumbrado a gritar, a “dar en la cara marica” y a imponer sus ideas. Las prácticas machistas de Uribe brotan de la subcultura arriera a la que pertenece el también caballista y domador de bestias.

Terminada la audiencia de hoy, la jueza negó la solicitud de nulidad presentada por la defensa del Gran Imputado. Así las cosas, Uribe en adelante será llamado por la jueza 44 como Señor Acusado o simplemente, el Acusado. Los colombianos también podrán usar esa misma denominación. 

Al humillante, pero merecido escenario al que está sometido el Gran Acusado  se suma un hecho que puede resultar siendo una simple curiosidad: el apellido Heredia significa “pureza, sabiduría, amor y que eres un tanto pacifista”. Es decir, todo lo contrario al talante del procesado de marras.



Imagen tomada de EL ESPECTADOR

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...