lunes, 5 de febrero de 2024

NO A LA REELECCIÓN DE GUSTAVO PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Se equivocan quienes proponen revivir la reelección para que el presidente Gustavo Petro se quede cuatro años más en la Casa de Nariño y afianzar así su proyecto político, en particular la aplicación sistémica y sistemática de su plan nacional de desarrollo.

Manosear nuevamente la estructura de los pesos y contra pesos de la democracia y someterla a los caprichos de un presidente constituye un exabrupto político que no se tapa con la posibilidad jurídica que se abre ante la facilidad de cambiar un articulito.

No me imagino lo que pueda pasar en el país si ese escenario reeleccionista llegare a darse (es improbable porque no hay las mayorías en el Congreso) en medio de semejante crispación ideológica y política, atada a la “ruptura institucional” que denuncia el presidente de la República.

Proponer la reelección de Petro es meterle más candela a la encendida hoguera de las vanidades, incertidumbres, miedos y taras que evidenció y despertó en el establecimiento la llegada de Petro a la presidencia. En el 2026 Petro debe dejar el cargo para que, en unas elecciones libres y democráticas, se valide o se castigue en las urnas lo que hizo o dejó de hacer en sus cuatro años.

Lo que si hay que dejar claro es que 4 años es poco tiempo para que un mandatario como Petro logre modificar sustancialmente lo que ha estado mal por doscientos años.  Tratar de cambiar en algo a este maltrecho país es una tarea titánica que amerita por lo menos 12 años continuos de políticas públicas de Estado, diseñadas para favorecer a las mayorías y no a las sempiternas élites que se han servido de la captura mafiosa del Estado. El escritor Julio César Londoño lo explica magistralmente: “este gobierno no nos sacará del foso (tiene dos siglos de profundidad) pero los cambios propuestos -las reformas, la descarbonización, el proyecto hídrico, la justicia legal y la justicia social- tienen que ser políticas de Estado si queremos ser un país viable algún día”.

En lugar de estar pensando en modificar otra vez la constitución para permitir la reelección de Petro, en lo que tienen que concentrarse el presidente y sus seguidores más cercanos es en formar cuadros y líderes políticos que recojan las banderas del progresismo para dar continuidad al proyecto político, revisando eso sí, lo que en estos cuatro años se haga mal o de manera deficiente.

Es deleznable el argumento que señala que como la derecha pudo reelegirse, ahora la izquierda tiene derecho a hacerlo. No. Por el contrario, lo que hay que tratar de hacer es no parecerse a la derecha, pues sus miembros más visibles son los responsables de los graves problemas que el país soporta y exhibe al mundo. 

Propongo más bien que se discuta en el Congreso modificar el periodo presidencial, pensando en un periodo de seis años, eso sí, con cambios profundos en la cultura política y en las maneras como operan hoy la Contraloría, el Ministerio Público y la Fiscalía. Más claro: no puede volverse a dar que la procuraduría esté en manos de una ficha de un clan político como es el caso de la procuradora Cabello Blanco, defensora de los intereses de la familia Char. Eso es vulgar y asquea. Y mucho menos, que un presidente de la República terne a un amigo suyo, para que este ponga el ente investigador al servicio de un expresidente con el firme propósito de no procesarlo por sus cochinas andanzas, como es el caso de Barbosa, que viene promoviendo la preclusión del proceso penal por manipulación de testigos y fraude procesal que se sigue contra Uribe Vélez (está en calidad de imputado).

Hay que insistir en un pacto nacional para sacar adelante al país. Para ello, urge que de cada clan político señalado, investigado y procesado por corrupción, por lo menos uno de sus miembros, pague cárcel en prisiones del Estado. Y lo mismo para las familias ricas cuyos hijos hayan incurrido en delitos graves. Si Usted leyó hasta aquí y esbozó una sonrisa o quizás exclamó “cuánta inocencia en este columnista”, entonces hace parte del grupo de colombianos que ya aceptaron que a Colombia no la cambia nadie. Que seguiremos siendo un platanal con bandera y que continuaremos gobernados por reyezuelos que solo se crían en repúblicas bananeras.

Para que siga Usted riendo, le digo que hay que acabar con las prácticas clientelistas en las altas cortes y esa perniciosa relación entre el fiscal general y los magistrados de aquellas, que deviene atada a la entrega de cargos públicos a familiares de los togados.

Termino con esto: ya el país vivió los perversos efectos sociales, económicos y políticos que dejaron la reelección de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos Calderón, dos dañinos neoliberales. En particular, durante los 8 años del caballista y latifundista antioqueño, la institucionalidad democrática sufrió en materia grave, hasta quedar sometida a la insolencia, al patrioterismo y a los caprichos de Uribe Vélez, quien al final quedó convertido en un sátrapa que mandó a chuzar a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, convirtió el DAS en su policía política para perseguir a sus críticos y detractores y convirtió al Ejército en una temible fuerza que terminó asesinando civiles para inflar las cifras de la perversa política de seguridad democrática.

Los perversos ejemplos reeleccionistas en Nicaragua, Venezuela y El Salvador deben hacernos pensar en que reelegir a Petro bien podría llevarlo a perder su talante democrático y traicionar así el propio ideario del M-19.

Hasta tanto no logremos como sociedad proscribir el ethos mafioso que guía de tiempo atrás la vida de empresarios, militares, policías, rectores de universidades privadas, decanos, profesores, políticos y clanes políticos, toda reelección presidencial solo servirá para hundirnos en el clientelismo y la corrupción público-privada.








1 comentario:

  1. Lo que usted escribe no produce risa, quien ríe de esta radiografía del país, en realidad está llorando por dentro de su estupidez.

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