sábado, 25 de mayo de 2024

LOS DEMONIOS DE LA CONDICIÓN HUMANA EN LAS ARTES

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En su columna intitulada Picasso era terrible. ¿Y? el columnista Juan Carlos Botero expone un dilema moderno y postmoderno entre arte y moral. En su exposición sostiene que “…hay una confusión esencial: arte y moral son dos cosas distintas. La tarea del artista no radica en desinfectar la condición humana para que luzca ética y placentera, sino expresarla en toda su complejidad para que la persona entienda que esa complejidad es parte de la realidad y que tarde o temprano tendrá que enfrentar dilemas, pruebas y dificultades que vienen con vivir en un mundo desafiante, lleno de grises”. Para consolidar su tesis, aludió a los casos de Picasso, Wagner, Beethoven y hasta Borges.

Lo cierto es que ese dilema entre arte y moral está anclado a una aviesa condición humana que suele minimizarse, justamente, a través del goce estético de la literatura, la música clásica y la pintura y la adoración mediatizada que se genera hacia los escritores, músicos y pintores universalmente reconocidos por sus obras, pero de cuyos demonios poco se habla con el claro propósito de no manchar la “probidad, grandeza y la excelencia” que se les otorga por la calidad de sus obras.

Si bien no está bien demonizar a quienes le han aportado al goce estético de las artes, hay que reconocer que las sociedades humanas insisten en crear estos artificiosos referentes para dar la sensación de una deseada, pero imposible perfección humana, fundada en marcos culturales que, si bien devienen inmorales, el mundo los ha interiorizado como moralmente correctos con el fin de generar tranquilidad, sosiego y esperanza.

Claro que se puede admirar a Picasso a pesar de su violento machismo, sin que el goce de sus obras nos convierta en cómplices de este maltratador de mujeres. Pero lo que no se puede hacer es negarse a ver en este artista y en otros tantos, esa parte de su condición humana que debemos rechazar con vehemencia, sin dejar de incluirnos en esa posibilidad de comportarnos, pensar y actuar como Picasso, Wagner, Beethoven y Borges, de acuerdo con lo dicho por Botero.

Quienes apelan a la “cultura de la cancelación” de la que habla Botero en su columna, caen en un purismo ciego que quizás les sirva para darle manejo a sus propios demonios y por esa vía ocultar alguna práctica inmoral que los impulsa a rechazar a un artista reconocido y talentoso porque encuentran en él un reflejo inesperado, esto es, una similitud inmoral que solo el talento del artista logra separarlos.

Nada de lo que ha creado el ser humano hasta el momento podrá admirarse por fuera de su compleja condición. Somos seres de luces y sombras, de pulsiones cuya dimensión y alcances solo las artes logran medianamente encubrir.


Imagen tomada de El Español

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