Por Germán Ayala Osorio
Hay asuntos que siempre aparecen
de manera reiterada en las campañas electorales en Colombia. En el listado están la paz, la defensa de la Patria y los sempiternos procesos de negociación
política con los grupos al margen de la ley que le disputan el control del
territorio al Estado y retan su autoridad y legitimidad; también, los problemas
que vienen atados a la operación de grupos armados ilegales (paracos y “guerrillas”)
como el secuestro, la extorsión y los “paros armados”; así como el desempleo y
la ya naturalizada corrupción público-privada.
Al escenario electoral de 2026
llegaría uno nuevo: la invocación a Dios. En ese aspecto
ya candidatas y precandidatos empezaron a usar sus creencias religiosas para
atraer votantes, en particular a aquellos que, camándula en mano, rosarios, velones
y cuanta imagen de santos conocen han pasado por el improvisado altar que montaron
a las afueras de la clínica Santa Fe para pedir por la recuperación del
precandidato Miguel
Uribe Turbay. Por supuesto que buscarán cautivar a otros cientos de miles
que desde sus hogares ruegan al mismo Dios que salve al nieto del expresidente
Julio César Turbay Ayala (1978-1982).
Vicky
Dávila y María Fernanda Cabal
en varias ocasiones dejaron claro que comparten el mismo Dios y que su proyecto
político está fincado en el poder divino para sacar adelante al país. Al
mostrarse solidarias y apesadumbradas por lo sucedido con Miguel Uribe se
acercan a los valores cristianos y a la misma iglesia católica.
La congresista del Centro
Democrático y precandidata de esa colectividad gritó a voz en cuello que “… Colombia
no se arrodilla a los violentos, Colombia no es socialista, somos un país libre,
Dios nos hizo libres, el pueblo colombiano no es de Gustavo Petro”.
Entre tanto, la candidata de los
clanes Gilinski y Gnecco también aludió a Dios al momento de registrar su movimiento
Valientes, plataforma con la que espera recoger firmas que avalen su candidatura.
Esto dijo la periodista candidata: “por un país seguro, justo, por un país
unido, ¡por un país valiente! ¡El Movimiento Valientes está aquí, y no nos
detendremos! Dios nos protege y nos guía”.
Santiago Botero, el candidato antioqueño fue más lejos que Cabal y Dávila. Botero quiere ser presidente porque Dios le mandó un mensaje que él acogió como una obligación moral y patriótica para “salvar a Colombia”: “Dios me hizo un llamado para combatir el mal, hoy en día no es la izquierda contra la derecha, quiero que menos colombianos se quieran ir del país”.
Cuando se invoca a Dios y se
incluye como parte de las ideas políticas, la razón y la fe entran en escena
haciendo aún más complejo el diálogo político, la discusión de las propuestas en
un escenario electoral ideológicamente crispado y violento. Quien exprese con
mayor fervor su devoción y miedo a Dios quizás termine siendo elegido
presidente o presidenta, lo que contribuirá a ahondar la crisis de la política
y por esa vía a minimizar la posibilidad de que los colombianos discutan de
manera razonada asuntos públicos que deben atenderse anteponiendo a la fe el conocimiento
técnico y la razón argumental como factores claves para que las decisiones
políticas no terminen contaminadas por fanatismos religiosos.
Al parecer, el presidente Petro
ya se dio cuenta de que Dios jugará un papel clave en las venideras elecciones
presidenciales y congresionales. La llegada del “Pastor” cristiano Alfredo Saade
Vergel al gobierno en calidad de “jefe de gabinete” confirmaría que
efectivamente viviremos una campaña presidencial “contaminada” por la Fe y las
creencias en un poder sobrenatural.
Saade Vergel es un activista petrista que usó la religión y sus particulares creencias para disipar en el pasado los señalamientos que recaían sobre Petro por ser “ateo”. Esto respondió ante el llamado del jefe del Estado: “Gracias presidente @petrogustavo por su confianza. A Dios todo honor y toda gloria, a mis detractores los invito a tomar café, el país nos necesita para que el amor pueda vencer al odio. Levántate, Colombia cautiva de esperanza”. Saade propuso cerrar el Congreso e incluso medios de comunicación, muy seguramente con la bendición de su Dios.
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