Por Germán Ayala Osorio
En Colombia los expresidentes de
la República mantienen su vigencia política básicamente por tres circunstancias:
la primera, porque la “viudez del poder”, como enfermedad catastrófica, los
obliga a opinar sobre los problemas que ellos en el ejercicio de la presidencia
jamás resolvieron y sobre los cuales sus sucesores suelen “restregárselos” cuando
activan el “espejo retrovisor”; la segunda, porque conservan las redes
clientelares que construyeron durante sus mandatos, lo que se traduce en que las
fichas que dejaron en sus partidos o en cargos burocráticos en instituciones
como la Procuraduría, Contraloría, Defensoría del Pueblo y otras entidades, estarán prestas a devolver favores políticos;
y la tercera, porque aún el Estado no construye la casa de retiro en la que
deberían de pasar la mayor parte del tiempo. Alfonso López Michelsen dijo en su
momento que los expresidentes “son muebles viejos que estorban”.
Pues bien, el expresidente César
Gaviria Trujillo es uno de los “muebles viejos” que siguen dando lora en virtud
de la permanencia de las tres señaladas circunstancias. Convertido en el más visible
iliberal de estos tiempos, el propietario del Partido Liberal hizo público un
comunicado de prensa, cuyo contenido fue recogido por la prensa hegemónica que suele
hacer eco de lo que espetan los serviles momios del Establecimiento.
El título del comunicado da
cuenta del verdadero talante democrático de Gaviria: “la arbitrariedad
de Petro nos puede llevar a desconocerlo como presidente”. Habría que preguntarle al político
pereirano ¿qué significa “desconocer a Petro como presidente”? ¿Acaso tumbarlo
o simplemente ignorar su llamado al “pueblo” para que sea este y no el Congreso
el que apruebe las reformas sociales que el Legislativo no quiere discutir,
siguiendo las directrices de los mecenas que les regalaron las curules a
quienes fungen hoy como los sepultureros de los proyectos
del gobierno Petro?
Estamos ante una grave amenaza al
orden constitucional de parte de un expresidente de la República, acostumbrado
a manosear a los presidentes electos, pidiéndoles puestos para sus hijos o para
sus entrañables amigos. El país recuerda que “César Gaviria le habría pedido
el ministerio de Hacienda a Gustavo Petro”. La afirmación la hizo el entonces
excandidato presidencial Rodolfo Hernández. La revista Cambio recogió la
versión de esta manera: “Gaviria le dejó saber a Petro que su partido
aspiraba a manejar los ministerios de Hacienda y Defensa. Luego
de un silencio, el líder de la Colombia Humana respondió en tono jocoso: “Ah,
no quiere nada. Solo las armas y la plata”.
Volvamos al comunicado publicado
por el carcamal, responsable de la quiebra de cientos de empresas con su “audaz”
apertura económica de los años 90 para la que jamás preparó al país.
Gaviria le dice a Petro que “A
usted no lo elegimos dictador sino presidente de todos los colombianos y no
solo presidente del Pacto Histórico”. Curiosa acepción del concepto de
dictadura que maneja César Gaviria. Petro puede ser visto como agitador de las
masas y un “pelión” profesional, pero “graduarlo” de <<dictador>>
por el solo hecho de “echarle
encima al pueblo a la oligarquía” es un bufido propio de quien no encuentra
sosiego por la viudez del poder que padece.
Y tal como lo anunció en el título
del comunicado, Gaviria Trujillo insistió en la idea de desconocer la autoridad
del presidente de la República: “Señor presidente, si insiste en
imponernos una Constitución paralela a la de 1991, nos veremos en la obligación
de desconocer su autoridad como jefe del Estado”. ¿De qué constitución
paralela hablará Gaviria? Ahora resulta que apelar a los mecanismos de participación
ciudadana consagrados en la Carta de 1991 es aplicar una constitución
particular.
¿Quiénes hacen parte del
colectivo al que alude Gaviria cuando habla de “nos veremos en la obligación…”?
¿Cuenta acaso con el respaldo de un grupo de militares, neo paramilitares,
narcos, de gremios económicos, de los clanes políticos tradicionales y de los
partidos tradicionales?
El tono desobligante y agitador
del comunicado de César Gaviria continúa cuando dice que “Hoy nos
enfrentamos al reto de restablecer el Estado de Derecho y asegurar el
acatamiento pleno a las decisiones de nuestras tres altas cortes: la Corte
Suprema de Justicia, la Corte Constitucional y el Consejo de Estado. Son ellas
las llamadas a dirimir las profundas diferencias que estamos enfrentando con el
actual gobierno en materia constitucional".
Cualquier parroquiano
desprevenido que lea el comunicado del expresidente iliberal podría pensar que
efectivamente los pesos y contrapesos de la democracia colombiana están en
riesgo de colapsar por culpa de Petro.
El excanciller Luis Gilberto
Murillo reaccionó así a lo dicho por el carcamal iliberal: “Me preocupa profundamente
el tono y el contenido de ese pronunciamiento. Llamar a desconocer la autoridad
presidencial no solo trasciende los límites de la crítica política legítima,
sino que roza la incitación a la desobediencia institucional, un riesgo inadmisible
para la estabilidad democrática. Calificar de <<autoritarismo>> el
uso de la consultar popular es cuando menos una contradicción”.
Después de leer el comunicado de
César Gaviria, de 78 años, hay que decir que el expresidente Alfonso López
Michelsen tenía razón: los expresidentes son “muebles viejos”. “El
expresidente español Felipe González decía en alguna ocasión que “para mí, los
expresidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. Se
supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en
realidad estorban en todas partes (…). Nadie sabe bien dónde ponerlos y
todos albergan la secreta esperanza de que, por fin, algún día un niño travieso
le dé un codazo y lo haga añicos”[1].
Sin duda, se necesita con
urgencia un Conpes que garantice la construcción de la Casa de Retiro para
arrumar en ella a esos “jarrones chinos” o “muebles viejos” que no solo
estorban, sino que hacen daño cuando de repente cobran vida.
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