miércoles, 28 de mayo de 2025

ÉTICA PERIODÍSTICA, YERROS JURÍDICOS Y CONSULTAS INEXISTENTES

 

Por Germán Ayala Osorio

En tiempos de guerra o de paz, los periodistas suelen prestarse o ser obligados para recrear narrativas, consolidar versiones y construir realidades a favor o en contra de los bandos que las empresas periodísticas optaron por defender. Ello explica el carácter quimérico con el que deviene la búsqueda de la Verdad.

El complejo escenario de convulsión ideológica y política por el que atraviesa el país entre la derecha retardataria y premoderna y el progresismo que en su versión moderna tardíamente llegó a la Casa de Nariño ha puesto de presente la más grave crisis deontológica del oficio. La actual crisis del periodismo terminó proscribiendo a la ética o haciéndola acomodaticia y complaciente con quienes asumieron el control de los medios masivos para agregarlos a la lista de actores políticos con los que suelen jugar en escenarios electorales.

Por cuenta de esa conmoción ideológica, los medios tradicionales de información cerraron filas en torno a los intereses de los sectores de poder que desde el 7 de agosto de 2022 se propusieron “hacer invivible la República”, por cuenta de la llegada al poder presidencial de Gustavo Petro, en representación de la “izquierda” y el progresismo.

La historia del periodismo y la política deberá registrar que en Colombia operó, durante y en contra del mandato de Petro, la más sólida y vergonzosa cofradía mediática[1] inspirada en la frase del líder de la ultraderecha colombiana, Laureano Eleuterio Gómez Castro. Con mentiras, lecturas amañadas de los hechos, nocivos tratamientos noticiosos, tergiversaciones y verdades a medias, esa cofradía de medios es en gran medida responsable de los altos niveles de crispación ideológica por los que atraviesa el país. A lo anterior se suman los egos y las prácticas propias de una interminable Hoguera de las Vanidades en la suelen vivir periodistas y políticos.

Dos nuevos hechos noticiosos confirman el juego político en el que están las empresas mediáticas aquí nombradas: el primero tiene que ver con el anuncio en la red social X que hizo el exministro de Justicia, Wilson Ruiz: “presenté denuncia penal ante la Corte Penal Internacional contra Gustavo Petro por crímenes de guerra, lesa humanidad y omisión”. La denuncia de Ruiz fue divulgada por varios medios radiales que usan la mismas red X para hacer eco y servir de ruedas de transmisión de los actores políticos que le apostaron a desestabilizar y deslegitimar al gobierno de Petro.

El que hayan recogido la versión y la actuación misma del exministro se justifica porque es un miembro visible de la ultraderecha colombiana. Ruiz fue ministro de Justicia durante el gobierno de Iván Duque Márquez. Pero los periodistas, muy dados a no leer y mucho menos a confrontar a las fuentes, no vieron el yerro jurídico en el que incurrió el abogado demandante: ese tipo de acciones legales en contra de mandatarios solo se pueden hacer desde otro Estado que haya aceptado la jurisdicción de la CPI. El abogado penalista Elmer José Montaña, en la misma red social confrontó a su colega: “el exministro desconoce que las denuncias ante la CPI no pueden ser presentadas por particulares, sino por los Estados”.

El segundo hecho noticioso tiene que ver con la aclaración pública que hizo de manera obligada la Corte Constitucional (CC) ante la información amañada y perniciosa que hizo la congresista Katherine Miranda en torno a una consulta que ella elevó ante el alto tribunal. En su pronunciamiento, la CC desmintió la existencia de ese concepto al que hizo referencia pública la señora Miranda, en torno a la exequibilidad de la consulta popular que el gobierno estaría pensando decretar.

En el ejercicio del periodismo dudar y contrastar lo dicho por las fuentes, así estas sean oficiales o no, son dos principios de ineludible compromiso. En estos dos casos la prensa tradicional falló por exceso de credibilidad y simpatías ideológicas con el exministro Ruiz y la congresista Miranda, ambos consagrados enemigos del gobierno Petro. Eso de “hacer invivible la República” agranda la crisis de legitimidad y credibilidad de la prensa hegemónica, hoy en manos de banqueros que desprecian el ejercicio ético del periodismo; y convierte a los periodistas tradicionales y a sus vedettes en activistas políticos y azuzadores ideológicos






[1] Hacen parte de esa cofradía El Tiempo, Semana, El País de Cali, El Colombiano de Medellín, El Espectador, El Heraldo, de Barranquilla; medios radiales como Blu, La FM y la W y los noticieros de televisión Caracol Noticias y RCN. Se suman columnistas y otras vedettes del periodismo bogotano.

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