domingo, 31 de marzo de 2024

PETRO, GOBERNABILIDAD Y CONSENSOS POLÍTICOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La gobernabilidad está atada a la consecución de consensos políticos. Esa parece ser una verdad que nadie discute, aunque haya factores ético-políticos, históricos y culturales que irrumpen como obstáculos insalvables que terminan impidiendo la consecución de los anhelados consensos políticos.

Al presidente de la República, Gustavo Petro se le endilga que ha sido incapaz de lograr consensos con las fuerzas políticas tradicionales, esto es, con la derecha colombiana de la que hacen parte todos los partidos políticos, incluido el Liberal. Esta colectividad, de la mano de César Gaviria Trujillo, eliminó el ala de izquierda y si se quiere progresista, con la que el actual gobierno podría haber establecido los puentes para dialogar sobre las reformas sociales que el Congreso no quiere tramitar. Ese mecanismo y salida institucional no funcionó por culpa de la intemperancia del presidente de la República, sino por el giro ideológico que Gaviria le dio al partido Liberal, en buena parte, fruto de las transacciones políticas y económicas que estableció con los mecenas que patrocinan las campañas electorales y garantizan el funcionamiento del partido.

En parte tienen razón quienes critican a Petro por su insistencia en “meterle pueblo” a la discusión, en lugar de buscar dentro de los canales institucionales los momentos y los mecanismos para discutir las reformas que prometió hacer en campaña y que hoy, institucionalmente hablando, se las tienen bloqueadas en la corporación que arrastra la responsabilidad histórica de haber legislado en contra de los intereses de las grandes mayorías y del desarrollo armónico y sostenible del país: el Congreso de la República.  

También hay que señalar que los consensos no se lograron porque hay agentes poderosos del “viejo” establecimiento colombiano que no están dispuestos a ceder privilegios por el solo hecho de que a un presidente de izquierda le dio porque es posible transformar las históricas condiciones de inequidad, pobreza y desigualdad que abruman a millones de colombianos. En el fondo, esos actores de poder le apuestan a que en el 2026 recuperarán la Casa de Nariño para seguir naturalizando esas condiciones de marginalidad y esos sempiternos “estados de cosas inconstitucional” ya advertidos por la propia Corte Constitucional.  

Esos agentes de poder, que hacen parte de la élite más conservadora y neoliberal del país, temen que jugársela por esas transformaciones los puede llevar a perder poder político, en particular el que está asociado a los partidos políticos que ellos mismos patrocinan, con los que han sabido consolidar el clientelismo, es decir la corrupción, y el asistencialismo, gracias a que los niveles de pobreza, desigualdad e inequidad se han mantenido a lo largo del tiempo. A estos, nunca les preocupó en demasía aquello de la gobernabilidad.

Petro cree que es posible instaurar en Colombia un Estado de Bienestar. Y ese es quizás el factor que distancia más a Petro de las fuerzas políticas con las que ya no fue posible “negociar” y lograr los señalados consensos políticos. La columnista Cristina Carrizosa dicelo siguiente: “A Petro se le puede criticar todo, pero no se puede negar que nos puso a conversar, en serio, sobre la tragedia de la desigualdad. Ese es, sin duda, su principal logro hasta hoy. Es una lástima que no logre sentarse erguido en la cabecera para conciliar divergencias y liderar fórmulas que nos permitan superarla”.

Si aceptamos como verdad incontrastable la frase subrayada y en negrilla, entonces las resistencias a los cambios de poderosos agentes de la dirigencia política y empresarial no estarían soportadas en miedos a perder privilegios, sino en la situación vergonzante en las que los expone el discurso reivindicativo del presidente Gustavo Petro. Nunca un jefe de Estado confrontó al establecimiento como lo hace el actual presidente. Ese atrevimiento lo asumen como una herejía, pues dentro de su particular ética empresarial y política han hecho todo para “sacar adelante al país”. No es fácil soportar que un exguerrillero venga y les diga de un momento a otro que lo que han hecho por más de 50 años solo benefició a sus cerrados círculos de poder.

Claro que hubiese sido mejor lograr consensos políticos, pero no solo para garantizar condiciones de gobernabilidad, sino para intentar reversar lo que se viene haciendo mal de tiempo atrás. Y de esta última idea nace el abismo moral y ético que separa a Petro de quienes siempre asumieron la operación del Estado para extender en el tiempo privilegios y consolidar el Estado de derecho que les ha sido funcional a sus mezquindades, apelando exclusivamente al imperio de la ley para asegurar gobernabilidad.

Así entonces, estamos ante dos formas de incapacidad para generar consensos políticos. Empeora la situación porque no se vislumbra un tercero que sirva de mediador entre esas dos maneras de asumir e interpretar lo que sucede en el país. Y no aparecerá ese tercero mediador porque venga de donde viniere, también será responsable, por acción u omisión de las ominosas condiciones sociales y económicas que llevan soportando millones de compatriotas.  



Imagen tomada de Diario As. 

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