Por Germán Ayala Osorio
Al apostarle a la transición energética
expresada en negarse a nuevas exploraciones de combustibles fósiles, entre
otras medidas, el presidente Petro sacudió a los ambientalistas
aletargados y a los amigos de las actividades desarrollistas insostenibles ecológica
y ambientalmente como la ganadería extensiva de baja producción, los monocultivos
legales e ilegales como la coca, caña de azúcar y palma africana y la gran
minería.
A veces con una mirada catastrofista
alrededor de una eventual extinción de la humanidad, el presidente Petro enfrentó
a los sectores de poder tradicional que jamás valoraron aquello de ser un país
biodiverso por ser amazónico y contar con las riquezas del Chocó Biogeográfico.
En medio de una incontrastable crispación
ideológica y política provocada en gran medida por su intención de recuperar el
Estado para ponerlo al servicio del pueblo, candidatos presidenciales como
Claudia López Hernández sumaron un ingrediente más a ese ambiente de
polarización: volver a las prácticas extractivistas como el fracking. El uso de
esa técnica había sido prohibido en 2023 por “el senado de la república con
62 votos por el sí y 9 en contra, aprobó el proyecto que prohíbe el fracking,
la exploración y producción de los Yacimientos No Convencionales (YNC) de
Hidrocarburos, se ordena la reformulación de la política de transición energética
y se dictan otras disposiciones”. Posteriormente, la Corte Constitucional en
un fallo histórico de 2024 ordenó hacer una consulta previa para los proyectos
piloto de fracking en la región del Magdalena Medio, en particular en el
municipio de Puerto Wilches, Santander.
La candidata presidencial Claudia
López “alborotó” las redes sociales y a los ambientalistas con su promesa de
hacer fracking si en el 2026 resulta elegida como la primera mujer
presidente de Colombia. Suele pasar que los candidatos presidenciales, en
escenarios electorales, se comprometen con desarrollar políticas y acciones a
pesar de que en el pasado se opusieron a las mismas. Es el caso del
fracturamiento hidráulico o fracking, que la exalcaldesa de Bogotá rechazó con
vehemencia en el 2017. Quedó en evidencia que la exalcaldesa de Bogotá no tiene
convicciones en materia de protección ambiental y ecológica de los ecosistemas.
Su incoherencia y capacidad de acomodarse a las circunstancias la convierten en
una veleta ideológica con todo y los riesgos que conlleva actuar de esa manera.
Con tal de ganar el apoyo de las
empresas interesadas y en capacidad de aplicar dicha técnica para extraer gas,
Claudia López desestima los efectos negativos y los riesgos ecológicos y
ambientales que produce el fracking. Manuel Rodríguez Becerra,
quien fuera el primer ministro del medio ambiente de Colombia sostiene que “por
cada pozo se inyectan al suelo entre 9 y 29 millones de litros de fluidos (lo
cual no debería permitirse en regiones con escasez de agua). Y existe
el riesgo de que estos, así como los gases del pozo (incluyendo metano y
compuestos orgánicos volátiles), migren hacia los acuíferos (aguas
subterráneas) y los contaminen, ya sea a consecuencia de una defectuosa
construcción de los pozos o a través de las fracturas inducidas en el proceso,
y otras vías”.
El principio de precaución consagrado
en la Ley 99 de 1993 no se puede desestimar a la hora de autorizar pilotos del
fracking. La institucionalidad ambiental estatal siempre será débil y precaria
cuando se juntan los intereses económicos y políticos de agentes de poder que además
de negar los efectos del cambio climático, subvaloran los ecosistemas naturales-históricos.
No olvidemos entonces que la polémica promesa de Claudia López se da en medio de una fuerte polarización ideológica y política entre el progresismo y la derecha, a lo que se suman desde ya posturas desarrollistas para intervenir valiosos y frágiles ecosistemas y de esa forma rechazar la transición energética a la que le apostó el actual gobierno. Días atrás, la candidata Vicky Dávila dijo que una vez electa presidenta mandaría a construir una prisión en alguna de las selvas de Colombia, para encerrar allí a corruptos de cuello blanco. Tanto la propuesta de López como la de Dávila se asumen desde una sostenibilidad basada exclusivamente en criterios económicos y políticos, olvidándose de los efectos ecológicos y ambientales que generarían las dos propuestas. Quizás López Hernández está sufriendo del síndrome de la Chimoltrufia. Y Dávila se está dejando llevar de su ignorancia supina.
claudia lopez dice si al fracking - Búsqueda Imágenes
No hay comentarios:
Publicar un comentario