Por Germán Ayala Osorio
Mientras atiende las audiencias del juicio al que comparece en calidad de acusado por fraude procesal y manipulación de testigos, el expresidente Álvaro Uribe Vélez se alineó con el presidente argentino Javier Milei. El ladino político y sub judice ciudadano ahora se declara enemigo del Estado: "Este partido se compromete, con palabra de gallero, si gana el gobierno, a reducir sustancialmente el tamaño del Estado". Este anuncio lo hizo en su correría electoral y política por Armenia. En su desespero por recuperar la Casa de Nari, prometió, además, "una rebaja sustancial de los impuestos". Lo mismo prometió su títere Iván Duque y ya sabemos lo que provocó la impopular reforma tributaria del ministro Carrasquilla. "Menos impuestos, más salario mínimo" fue la consigna con la que timaron a millones de colombianos.
De esa manera, el expresidiario
antioqueño entra en la moda libertaria de Milei con la que se pretende reducir
el tamaño del Estado con un solo fin: debilitarlo ante el poder privado, al
tiempo que se promueve su privatización o por lo menos su operación alejada de
los preceptos constitucionales que se desprenden de aquello que se conoce como Estado Social de Derecho. Su ahijada y candidata presidencial de los Gilinski y
el Clan Gnecco, Victoria Dávila de Gnecco ya se había alineado con la visión que del
Estado tiene el intemperante presidente de la Argentina.
Cuando fue jefe de Estado, Uribe Vélez debilitó, por ejemplo, el Ministerio del Medio Ambiente al fusionarlo con la cartera de Vivienda. Son ese tipo de acciones que nos recuerdan que al político antioqueño jamás le interesó consolidar el Estado como una forma de dominación moderna, eficiente y eficaz. Uribe desprecia la cara civil del Estado, pero adora su rostro violento. Con su Seguridad Democrática lo demostró: "acabar con lafarc" fue el propósito. En esa tarea el Ejército asesinó a por lo menos 6402 inocentes; igualmente, el DAS asesinó a profesores como Alfredo Correa de Andreis.
Sin decirlo, el exmandatario vuelve
sus ojos sobre su propio Manifiesto Democrático con el que engañó a millones de
incautos, con la ayuda de las empresas mediáticas que se hincaron ante su intimidante
poder. En los 100 puntos de Uribe se leen las promesas que incumplió en los 8
años que estuvo en la Casa de Nari: Punto 4. “Sueño con un Estado al
servicio del pueblo y no para provecho de la corrupción y la politiquería.
Hoy el Estado es permisivo con la corrupción, gigante en politiquería y avaro
con lo social”.
En la última frase de la vieja promesa se esconde el talante enredador de este viejo culebrero: culpar al Estado de la corrupción evitando señalar con nombres propios a los responsables del desgreño administrativo y del robo de los recursos públicos: los partidos, la clase dirigente y política de la que él hace parte sustantiva. En sus 8 años el ethos mafioso se naturalizó en todas las instituciones del Estado.
No cabe la menor duda que el
mendaz dueño del Centro Democrático quiere volver sobre los puntos neurálgicos de
su Manifiesto Democrático, esta vez copiándole a Milei la estrategia y la idea
de usar la motosierra para reducir el Estado a los justos intereses de
contratistas, empresarios y los sempiternos politicastros. En el punto 6 de ese
documento se lee: “El Estado burocrático y politiquero ha engañado al
pueblo con un discurso social que no ha cumplido
porque los recursos se han ido en clientelismo y corrupción. El modelo
Neoliberal abandona lo social a la suerte del mercado, con lo cual aumentan la
miseria y la injusticia social”.
Este consumado neoliberal está de
vuelta para retomar las recetas que tanta miseria y desigualdad generaron desde
el gobierno de César Gaviria, pasando por los de Pastrana y Santos, hasta llegar
al de Duque. A Uribe Vélez le encanta vender las empresas del Estado a multinacionales.
Durante su aciago periodo presidencial vendió Telecom a Telefónica. Y así con
otras empresas. Lo que nadie sabe es qué hizo con esos recursos.
En el punto 17 se puede leer: “Necesitamos
crear la cultura de buena administración de lo público. Las
empresas estatales son las empresas privadas más importantes porque pertenecen
a toda la comunidad. Es un delito de lesa comunidad hacer fiesta con lo
estatal. Para salvar al Seguro Social, al Sena, al Bienestar Familiar,
al Sisben y la educación pública, cero politiquería. Cuando los politiqueros se
sienten amenazados salen con el cuento de que las van a privatizar”.
Con las frases en negrillas quiero
recordar a la política pública Agro Ingreso Seguro (AIS), con la que le pagó a empresas
y familias ricas que financiaron su reelección presidencial inmediata. Con AIS hizo
una enorme fiesta Andrés Felipe Arias, pero a Uribe se le olvidó declararla
como un “delito de lesa comunidad hacer fiesta con lo estatal”.
De aquella política pública se
dijo en su momento que “…más de 40 personas pertenecientes a las familias
más adineradas de la Costa, del Valle y Norte de Santander resultaron
involucradas por haber recibido varios millones de pesos como beneficiarios del
programa de riego y drenaje”. Incluso, varios medios de comunicación, entre
estos Noticias Uno publicaron notas en las que aseguraban que la hacienda El
Ubérrimo, propiedad de Uribe, recibió subsidios de AIS: “Para la Sociedad
Agropecuaria El Ubérrimo SAS, que cuenta con distrito de riego, le fueron
distribuidos recursos de la siguiente manera: en 2008, recibió 903 millones; en
2009, 1.404 millones de pesos, y en 2010, 990 millones en subsidios, gracias al
decreto firmado”.
Vuelve y juega el Gran Culebrero
con sus promesas de campaña, esta vez en medio de un escenario internacional caótico
liderado por Trump en los Estados Unidos y seguido de cerca por Javier
Milei, un neoliberal consumado que se presenta como “libertario”, esto es,
enemigo del Estado y cómplice de la mezquindad de lo privado. ¿Volverán a caer en
el engaño los colombianos?
Amanecerá y veremos.
Uribe promete “rebaja de impuestos” si el Centro Democrático regresa al poder
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