Por Germán Ayala Osorio
En su más reciente columna, titulada
Una buena izquierda, Juan Carlos Botero se va lanza en ristre contra el
gobierno de Gustavo Petro, apelando a una lectura crítica que arrastra mucho de
los lugares comunes que la prensa hegemónica y uribizada usa desde el 7 de
agosto de 2022 para deslegitimar a la actual administración.
Haré referencia a las lecturas
parcializadas y ligeras que hace Botero, pero también a los silencios o a lo
que deja de decir el buen columnista vaya uno a saber si por miedo a que la
derecha lo ataque, o simplemente por la simpatía que generó en él los viejos
agentes de poder de ese espectro ideológico por su histórico dominio de la cosa
pública.
Esto dijo Botero en su columna: “Porque,
seamos honestos: lo que Colombia más necesitaba en el 2022 era una buena
izquierda. Pero buena significa moderna, no una empeñada en desempolvar
tesis obsoletas que han sido rebatidas por la Historia”. Y buena significa
eficaz, no una grandilocuente en sus discursos y promesas de cambios
fantásticos, pero incapaz de poner gasolina en los aeropuertos o ejecutar un
presupuesto. Y buena significa pragmática, lista a lograr consensos y a
trabajar con otros grupos políticos, y no prolífica en insultos que solo
dividen y azuzan la polarización. Y buena significa demócrata, no una
dispuesta a validar dictaduras vecinas. Y buena significa seria, no una
regida por la improvisación, como se ha visto tantas veces en este gobierno,
empezando con el escándalo de los pasaportes que terminó, meses y pleitos y
peleas después, en el mismo lugar donde empezó”.
Vamos por partes como diría Jack el
Destripador. La izquierda que representa Gustavo Petro exhibe condiciones
modernas que la derecha se resiste a tener o a generar entre sus huestes. Justamente
sus más visibles agentes son premodernos en temas como el reconocimiento de los
derechos reproductivos de las mujeres, el cuidado de los ecosistemas naturales
y el respeto a la diversidad cultural, entre otros asuntos. Ese es el primer silencio en el que incurre
Botero.
Lo de “poner gasolina en los
aeropuertos” responde más a una lectura mediática coyuntural, cuyos hechos
fueron desestimados por las propias autoridades aeroportuarias. Ni siquiera
alcanzó la dimensión de crisis. Así que, en este punto, Botero fue ligero y visceral.
En lo que toca al “pragmatismo
político” es posible que el columnista tenga razón, pero deja de exponer la
resistencia de los agentes de la derecha a discutir con argumentos los
proyectos de ley presentados al Congreso. Los insultos han venido de lado y
lado y no podemos caer en la actitud infantil de empezar a buscar quién inició
la pelea. Botero deja de nombrar hábilmente la actitud hostil de las empresas
mediáticas hacia la figura y la persona de Gustavo Petro. Jamás en la historia
reciente se vio ese nivel de animadversión desde la prensa tradicional hacia un
mandatario.
Dudar del carácter democrático
del presidente de la República y de sus más cercanos defensores porque no se cortaron
relaciones diplomáticas, políticas y económicas con el régimen venezolano es
desconocer que para el gobierno Petro es prioridad cuidar las condiciones socio
económicas generadas en la frontera entre Venezuela y Colombia por un fuerte
intercambio comercial. Parece que Botero hubiese quedado contento si Petro
emula lo hecho por Iván Duque Márquez, que terminó afectando la vida de cientos
de familias colombo venezolanas que viven y sobreviven del comercio en la
extensa y porosa frontera.
Lo de los pasaportes va bien
hasta donde se puede observar. ¿O acaso se detuvo la expedición de los
documentos? Insisto en que Botero está consumiendo demasiadas noticias en
Caracol y dejando de escuchar a la Cancillería.
En un segundo momento, Botero, en
el mismo texto de opinión, señala que “en vez de trabajar con el
sector privado para sacar adelante proyectos y reformas, sus choques con los
empresarios han sido estériles. Y en vez de un presidente capaz
de administrar el Estado con talento ejecutor, tenemos uno que no le
gusta gobernar sino vivir en campaña electoral. Estatizar la salud es un
retroceso, no un avance. Reformar el trabajo de modo que aumente la
informalidad es un contrasentido. Sacar adelante una ambiciosa reforma
tributaria para que se esfumen los recursos por ineptitud, al punto que el
presidente proponga imprimir billetes, es una vergüenza. Y en vez
de proponer un proceso de paz realista, con un solo objetivo claro, como
desmovilizar al ELN, este presidente y su ego cósmico propuso nada menos que la
Paz Total, la cual solo ha multiplicado los frentes criminales en todo
el territorio nacional, y ha fortalecido a las disidencias de las FARC al
recibir, de parte del gobierno, legitimidad política, en vez de ser
tratadas como lo que son: simples asesinos dedicados a negocios ilegales”.
Volvamos a la técnica usada por
Jack el Destripador. Parece que Botero desconoce que, en el sur del país, de la
mano del clan Gilinski, se está trabajando en un proyecto de industrialización de
la producción de cacao. Dejo este enlace como prueba de la existencia de esa
iniciativa: “Misión
cacao': alianza entre el Gobierno Petro y el grupo Gilinski con Nutresa”. En
ese punto, Botero deja de señalar las actitudes hostiles hacia el jefe del Estado
de los presidentes de Fenalco, Jaime Alberto Cabal y de la Andi, Bruce Mas
Master.
En cuanto a que Petro aviva las masas
y que parece estar siempre en campaña, hay que reconocerle a Botero que tiene
razón. Esa actitud presidencial bien puede explicarse por su carácter mesiánico-
en eso se parece a Uribe- y por las constantes acciones institucionales orientadas
desde las altas cortes y el Congreso a tumbar sus decretos y frenar sus iniciativas
legislativas.
Frente al caso de la salud, Botero
se alinea con la defensa que el exministro de Salud, Alejandro Gaviria, viene
haciendo de un sistema de aseguramiento en salud que permitió la corrupción y
la permanente conculcación del derecho a una vida digna y a una salud de calidad
por cuenta de unas EPS cuyas juntas directivas se dedicaron a malgastar los
recursos públicos y a consolidar sus redes privadas de clínicas en detrimento
de la calidad de los servicios de salud requeridos por los pacientes.
Juan Carlos Botero guarda
silencio ante el ethos mafioso que se naturalizó en un sistema de salud que
nació para que unos pocos se enriquecieran, haciéndole creer al país que
estaban prestando un excelente servicio de salud. Botero omite reconocer que el
proyecto de ajuste y cambio a la ley 100 de 1993 contó con el aval de varias
EPS y que fue la bancada opositora en el Congreso la que evitó discutir la
propuesta con argumentos.
En lo que respecta a la reforma
tributaria el columnista de El Espectador deja de decir que el propio gobierno
reconoció errores en los cálculos de las fuentes y los recursos a recoger.
También evita señalar el sobre endeudamiento en el que incurrió el anterior
gobierno y la evidente evasión y elusión de las familias ricas de este país.
Y en lo que toca a la Paz Total,
Botero tiene razón en que Petro se equivocó al apostarle a pacificar el país con
una propuesta maximalista que terminó siendo irreal. Eso sí, no se puede dejar de
decir que para hacerla paz con los grupos armados ilegales hay que desmontar
primero las mafias que durante años la derecha permitió y quizás alentó su
crecimiento al interior de las FFAA, en beneficio de los señores de la guerra y
la supervivencia de las “guerrillas”. Las
constantes purgas de oficiales del Ejército y la Policía en algunos casos están
directamente relacionadas con esas mafias. Olvida el columnista que el propio
presidente Petro desdice de la naturaleza política del ELN y de los otros
grupos armados dedicados a la minería ilegal.
Todos esperábamos más del primer gobierno de izquierda en un país dominado histórica y culturalmente por una derecha mediocre, violenta, neoliberal y acostumbrada a desangrar al Estado. La presencia de políticos como Benedetti le hicieron mucho daño a la imagen del gobierno. Pero avanza una tímida reforma agraria que la derecha le viene negando al país sistemáticamente. También, la recuperación del tren como sistema de transporte en oposición a las mafias del transporte terrestre. Hay otra mirada hacia la Naturaleza que hay que valorar.
Estimado Juan Carlos: no llegó el castrochavismo, ni nos convertimos en Venezuela, como la derecha señaló. No estamos tampoco en el abismo. Basta con revisar los indicadores macroeconómicos. Tu mirada catastrofista también puede ser fruto de tu cercanía al discurso de la prensa tradicional. Así termina la columna “Una buena derecha”: “…le costará mucho a la izquierda reponerse de este desastre. Y le costará mucho al país recuperar tanto tiempo perdido y tantas oportunidades desperdiciadas para siempre”.
JUAN CARLOS BOTERO - Búsqueda Imágenes (bing.com)
En estos dias Asocaña empezo a financiar un proyecto de produccion de cafes especiales en el Norte del Cauca. Se vincularon varias familias campesinas. Es una muestra de que los empresarios si pueden aportar al desarrollo de las comunidades campesinas
ResponderEliminarSin duda, mi estimado Lucho. Gracias por leer y comentar.
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