Por Germán Ayala Osorio
La familia Gilinski compró la
revista Semana y la convirtió en una trinchera ideológica y política desde
donde ataca con mentiras, medias verdades, titulares engañosos e
interpretaciones amañadas, al gobierno con el que hace negocios. Es posible además
que la use como plataforma y laboratorio electoral de cara a las elecciones presidenciales
del 2026.
Al haber sepultado la historia
periodística de la otrora revista de análisis, los Gilinski dejaron ver con
preocupante claridad su desprecio por el oficio “más bello del mundo”, según
Gabo. Ahora parece que le están apostando a impulsar la candidatura presidencial
de su directora, la señora Victoria Eugenia Dávila, lo que confirma que
efectivamente tienen una mirada utilitarista del periodismo. Esa apuesta de los
Gilinski, muy seguramente con el apoyo económico y político del clan Gnecco, puede
representar una división aparente al interior de la derecha colombiana, en
particular, significaría una toma de distancia con lo que se conoce como el uribismo.
Parece que los Gilinski
comprendieron que, si las fuerzas uribistas fueron capaces de poner en la Casa
de Nariño al petimetre e incapaz del Iván Duque Márquez, por qué ellos, junto
con los Gnecco, no pueden sentar en el Solio de Bolívar a la lenguaraz periodista
Vicky Dávila. Ella cumple con el mismo perfil que la élite económica y política
diseñó para Duque: es obediente, sumisa, joven, le gusta el poder y el dinero;
le encanta que la adulen, es vengativa y sabe odiar a quienes osan retarla y confrontarla.
Su animadversión hacia Petro y su admiración incondicional hacia Uribe
constatan que ella es una periodista y mujer de amores y odios.
Vicky Dávila comparte con Iván
Duque que desconoce los más mínimos elementos conceptuales y prácticos de la
economía; su discurso político es básico, lo que es fruto de su poca lectura.
Además, no tiene claro el funcionamiento del Estado, aunque sí sabe de las
maneras como este ha sido capturado por sus familiares del clan Gnecco. Duque
supo ocultar su debilidad oratoria y discursiva, hablando un inglés igualmente
básico. Su referencia a los 7 enanitos, en una conferencia mundial, da cuenta
de su talante infantil y de su nula comprensión sistémica del mundo de la vida,
como diría Habermas.
Dávila está en todo su derecho de
aspirar a ese cargo, así como los colombianos también el derecho a decidir si
vuelven a equivocarse como lo hicieron quienes respaldaron con sus votos al
fatuo de Iván Duque Márquez. Votar por Dávila daría cuenta del desprecio total
hacia el país de quienes así lo hagan e incluso, se entendería como una forma
de violencia política similar a la que ejercieron quienes votaron por “el gordo
marica” del Iván Duque, llamado así por
su copartidaria María Fernanda Cabal.
Con la candidatura de Dávila, los
Gilinski y los Gnecco tomarían distancia del llamado uribismo, por varias
razones: la primera, por los líos judiciales que enfrenta el expresidente y
expresidiario Álvaro Uribe Vélez, lo que provocaría una estampida al interior del
Centro Democrático; la segunda, por arrebatarle el protagonismo a la Antioquia
y a la Medellín uribista que aún respalda al latifundista que enfrenta desde
ayer un juicio en calidad de imputado por 3 graves delitos, para trasladar ese
protagonismo a la ciudad de Cali; además, los Gilinski no comulgan con los
perfiles de eventuales competidoras de Dávila, como María Fernanda Cabal y
Paloma Valencia.
Parece haber una decisión
política y coyuntural, tanto del bloque Gilinski-Gnecco, como del uribismo, de
apoyar la candidatura presidencial de una mujer, aprovechando la irrupción del
feminismo dentro de la política y la conquista de las mujeres de espacios
tradicionalmente ocupados por hombres. Eso sí, no se trataría de un feminismo que
se oponga a la Colombia patriarcal y machista, sino de uno sometido a las ideas
y a las lógicas de los viejos “Barones electorales”. Es decir, estaríamos ante
un tipo de feminismo hecho a la medida de la política tradicional de la
derecha.
Si se confirma la candidatura de
la señora Dávila, el mensaje de campaña estará conectado a la idea de que
Colombia está lista para ser gobernada por una mujer, aunque detrás de ella
estarán hombres de negocios y de la política tradicionalmente contrarios al
movimiento feminista, al que consideran inocuo e inconveniente para salvaguardar
las características de la sociedad conservadora que añoran: las mujeres en el
hogar esperando a sus maridos y alejadas de la toma de decisiones.
Convertida Semana en plataforma y
laboratorio electoral, además de trinchera ideológica, no es nada raro que un
país como Colombia, una candidatura de Vicky Dávila termine cuajando. La verdad
es que después de Duque cualquiera puede ser presidente de la República. Lo
único que tiene que hacer quien decida aspirar a ese cargo es obedecer, asentir
y de cuando en cuando vociferar y hacer pensar, con la ayuda de revistas como
Semana, que está gobernando o por lo menos, aprendiendo. ¿Recuerdan la portada aquella
con la cara de Duque y el titular, Un año de aprendizaje? Algo así harían con
la primera mujer presidenta del eje Gilinski-Gnecco.
Imagen tomada de la red X.
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