Por Germán Ayala Osorio
El asesinato del coronel (retirado)
Elmer Fernández, director de la cárcel La Modelo deja tres hechos claros: el
primero, que las autoridades de policía, el mismo INPEC y la UNP le sirvieron a
alias Pedro Pluma en bandeja la vida del funcionario para que cumpliera la
temeraria amenaza que había lanzado días atrás contra el director. Es decir, el
Estado dejó solo a Fernández y por eso, está muerto.
El segundo, que es tal el poder
criminal de los bandidos que están presos en cárceles como La Modelo y la Picota, entre otras, que se
dan el lujo de amenazar, de activar call center y de mandar a matar a guardianes
del INPEC y a directores de prisiones que se atrevan a trasladarlos, a ordenar
requisas o afectar las estructuras criminales que operan desde varios centros
de reclusión. Y el tercero, que la reacción paquidérmica de la UNP y del INPEC
facilitó la ejecución del plan sicarial. La misma Policía Nacional es
responsable porque como institución está en la obligación moral de preocuparse
más por sus hombres que en uso de buen retiro, cumplen funciones de alto riesgo
como dirigir cárceles. No es necesario esperar a que las amenazas lleguen para
proteger a los oficiales que le sirvieron a la institución.
El poder económico y criminal de
las bandas y de sus líderes que operan desde las cárceles estatales les permite
sobornar, atemorizar y mandar a matar a quienes se atrevan a tocar sus
intereses. Disímiles gobiernos han probado todo tipo de estrategias fallidas
para enfrentar ese poder mafioso: los trasladan de penitenciaría, los aíslan y
hasta los vigilan las 24 horas. ¿Cuál es la solución?
La más evidente es endurecer las
condiciones en las que estos criminales pagan sus condenas. Deben estar
aislados y vigilados, evitando al máximo el contacto con guardianes. Bastaría
con la amenaza proferida por alias Pedro Pluma, para que, en juicio sumario,
sea condenado por el asesinato de Fernández. Las garantías procesales deben
perderse ante la peligrosidad de estos criminales. Las condiciones de reclusión
deben ser extremas para que el escarmiento lo sientan también sus compinches.
Es claro que el miedo a ir preso se perdió porque al interior de las cárceles
encuentran las condiciones propicias para continuar delinquiendo. El porte de
los celulares, por ejemplo, debe prohibirse. El aislamiento debe ser total y
extendido en el tiempo.
La narrativa de los derechos humanos
debe empezar a sopesarse con los crímenes ordenados desde las cárceles y las incertidumbres, la desazón y la rabia que
generan en la sociedad hechos como el asesinato del director de La Picota.
Insisto en que hay que someterlos a condiciones extremas de aislamiento, lo que
implica cero contacto con el mundo exterior por periodos de seis meses continuos.
Dejar avanzar y crecer el poder
criminal de bandas y de sus líderes al interior de las cárceles, permitirá que
en el 2026 el discurso de Bukele coja tal fuerza, que el o la candidata
presidencial que ofrezca mano dura como la que aplicó en su país el presidente
centroamericano, muy seguramente recibirá el respaldo de millones de colombianos
víctimas de extorsiones por parte de criminales detenidos y de otros tantos que
se “mamaron” de la alcahuetería de la
autoridad penitenciaria frente a personajes como el que habría ordenado el
asesinato del director de La Modelo.
El Estado está en mora de
construir guarniciones para que en estas vivan los guardianes, directores y
subdirectores del INPEC. De esa manera se minimizan los riesgos y se enfrenta
el poder criminal de bandas y de bandidos de “renombre” como alias Pedro Pluma.
La sempiterna corrupción de los guardianes que han cedido a las presiones de
los criminales se acaba ofreciéndoles mejores condiciones de vida y eso incluye
el alojamiento. Es una actividad de alto riesgo que debe ser acogida dentro de
las condiciones laborales.
Está en mora el gobierno de Petro
de endurecer su mano para afrontar el problema carcelario. Ojalá no se queden
sus funcionarios lamentando el crimen de Fernández. El coronel Fernández murió
abandonado y solo. Ya muerto, irá hasta su última morada acompañado por una
enorme caravana de funcionarios que pudieron haber hecho más para proteger su
vida. Paz en su tumba a quien alcanzó a molestar a los bandidos y en particular
a quien finalmente firmó su sentencia de muerte con una pluma ensangrentada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario