Por Germán Ayala Osorio
Las cabalgatas en las ferias de
Cali y Manizales están atadas al afán exhibicionista de los jinetes y las
amazonas que adornan el espectáculo. Aunque oficialmente en la pasada versión
de la feria caleña la tradicional cabalgata no se dio, si se registró en redes
sociales la salida de caballistas espontáneos lo que obligó a los defensores de
los animales a exigirle al alcalde de la capital del Valle del Cauca que las evitara
porque siempre terminan con equinos maltratados por los largos recorridos a
los que son sometidos para el goce humano. En esas mismas redes se informó de
algunos problemas en la cabalgata organizada en el marco de la feria de
Manizales. Están en mora las autoridades
y la sociedad manizaleña en proscribir la penosa y violenta actividad.
Mostrarse en este tipo de comparsas es una manera de esconder las miserias y problemas de auto estima, así como para hacer alarde de los perfiles egocéntricos de los y las montadores; y por supuesto que las cabalgatas son el mecanismo con el que se insiste en darle un sentido de "práctica cultural" a los caprichos de unos machitos que se sienten poderosos, pero sobre todo que creen a pie juntillas que son figuras destacadas de la sociedad. Demostrar en ferias el dominio de los caballos está asociado a una idea máxima de aquello de ser macho, guapo y con poder económico pues los equinos sobre los cuales cabalgan los y las caballistas suelen costar altas sumas de dinero. A lo mejor estos machos cabríos quieren reeditar los comerciales del Hombre Marlboro, publicidad que sirvió en su epoca para consolidar el machismo.
Sin duda alguna las cabalgatas recrean
el siempre petulante antropocentrismo de un colectivo que, a pesar de vivir en
medio de una exuberante diversidad biológica, el haber tomado distancia de la
Naturaleza los hace sentir “superiores”. Caballos, toros de lidia y gallos de pelea
suelen ser las víctimas que deja esa toma de distancia y el asumirnos como
especie dominante e “inteligente” capaz de someter ecosistemas y mirar con
desdén a esos otros animales tan sintientes como nosotros.
En épocas pasadas en la feria de
Cali los narcos y “lavaperros” también participaban de las pomposas fiestas
equinas exponiendo la mixtura de intereses entre la clase “emergente” y algunos
hijos de la élite citadina que se apoyaron en los “mágicos” para sacar adelante
sus proyectos políticos. No sé si ese “fenómeno” se presenta en la cabalgata de
Manizales.
Bien por la feria de Cali que dejó
atrás la cabalgata como actividad principal. Falta que la feria de Manizales
haga lo mismo y proscriba el grotesco espectáculo que también confirma que como
sociedad seguimos anclados a formas de violencia y sometimiento animal que de
manera errónea son cubiertas con un manto cultural que las legitima a pesar de
su anacronismo veleidoso.
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