sábado, 16 de marzo de 2024

COLOMBIA EN EL CONCIERTO INTERNACIONAL: UN LABORATORIO DE LA INFAMIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

De los complejos problemas de Colombia son responsables su pueblo, las empresas mediáticas, la élite tradicional, esto es, los clanes políticos que históricamente usan su poder para capturar y privatizar el Estado y agentes sociales, económicos y políticos de la sociedad civil que actúan bajo los principios del ya naturalizado ethos mafioso. Digamos que esa es una verdad de Perogrullo que, además de incontrastable, tiene el grave problema de esconder las responsabilidades que hay que endilgarles a otros agentes. Esos otros, hacen parte de lo que se conoce etéreamente como la comunidad internacional.

Y dentro esa espectral comunidad aparecen los fabricantes de armas y pertrechos militares, a quienes siempre les convino y les conviene aún, la extensión en el tiempo el conflicto armado interno. Se suman a estos señorones de la guerra y las multinacionales mineras y madereras a las que solo les interesa venir a saquear los recursos, en el contexto de una economía de enclave que solo las beneficia a ellas. La operación de estas en buena medida viene coadyuvando a que millones de colombianos vivan en condiciones miserables.

Así, Colombia vive en una eterna esquizofrenia entre la paz y la guerra, alimentada esa condición mental, de un lado, por los señorones de la guerra y sus espejos locales, y por el otro, por quienes de manera equivocada invocaron la revolución armada, para terminar recibiendo 10 curules del régimen, y sin haber logrado modificar las co-relaciones de fuerza al interior del régimen de poder. En este aspecto, logró más el Pacto Histórico y las vario pintas corrientes que lo conforman, en cuatro años y sin echar al aire un solo tiro: 20 escaños en Senado y 25 en Cámara de Representantes.

Justamente, a varios agentes y actores de esa comunidad internacional les conviene que el Estado colombiano siga operando bajo las mismas condiciones de debilidad institucional, incapacidad para copar el territorio, pero sobre todo, que lo haga bajo la égida de gobiernos neoliberales entregados a esta doctrina, y por supuesto, capaces de articularse a las redes de corrupción que van de la mano de lo que se conoce como la cooperación internacional.

No se escucha abogar a estas fuerzas económicas y políticas internacionales para que Colombia se consolide como un Estado moderno, capaz de garantizar una vida digna para todos sus nacionales. No. Por el contrario, entre más dificultades ofrezca el país, sus intereses crecen y también las ganancias de quienes están detrás de las organizaciones internacionales que aportan, por acción u omisión, a las desgracias del país.

A pesar de que la corrupción es ya reconocida como el principal problema del país, no se proponen, desde esas instancias internacionales, estrategias de presión contra las élites locales para que, quizás siguiendo a Turbay Ayala, logren reducir la corrupción a sus justas proporciones. Por el contrario, ese escenario en el que opera el ethos mafioso es el que más les conviene a multinacionales de todo tipo, pues saben que acá todo se logra con el pago de millonarias coimas, “inversión o gasto” que se recupera con las exenciones de impuestos de renta o el irrisorio pago de regalías.

Además, a lo anterior hay que sumar que somos el perfecto laboratorio político, social y económico con el que cuentan las fuerzas internacionales del tráfico de drogas, incluyendo, por supuesto, la banca internacional. Esas mismas fuerzas saben que, para el caso colombiano, de tiempo atrás, los narcotraficantes ponen presidentes para que les hagan el juego a la obtusa lucha contra el narcotráfico; también saben que el sistema bancario nacional está dispuesto para el lavado de activos. Y socialmente, saben que el ethos mafioso, derivado de esa actividad ilícita, permitió y permite aún que la sociedad entera termine validando el ascenso social soportado en las prácticas criminales que se derivan de la lucha contra el tráfico de drogas. Hay que decirlo sin ambages, Colombia y sus problemas constituyen uno de los más grandes laboratorios de la infamia que este moderno orden criminal del mundo creó hasta el momento.

Por todo lo anterior, no basta con proponer cambios al interior del país, cuando lo que hay poner en cuestión son las relaciones con una comunidad internacional igualmente mafiosa y criminal, así como a quienes dentro del país operan como sus espejos de poder. Así las cosas, vuelvo e insisto, Colombia necesita de una revolución cultural y ello implica, ponerle límites a los intereses de una comunidad internacional que sigue viendo a Colombia y a su pueblo, como instrumentos con los que logran saciar las costosas vidas de presidentes de compañías multinacionales. 



Imagen tomada de Cromos

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