martes, 11 de febrero de 2025

EL OSO YOGUI Y PAPÁ PITUFO EN LA HISTORIETA LLAMADA COLOMBIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El país político ya debe estar acostumbrado a que cada cierto tiempo y en particular antes, durante o después de elecciones presidenciales siempre aparece un escándalo de corrupción capaz de superar al anterior, así como poner en cuestión a toda la institucionalidad estatal y sacudir las correlaciones de fuerza sin que ello signifique que la sociedad está a punto de proscribir el ethos mafioso, fuente de todos los escándalos públicos y privados que aparecen por cuenta de la naturalizada corrupción.

Después del lamentable espectáculo en el que terminó el consejo de ministros y la esperada crisis ministerial aparecieron en la escena preelectoral dos hechos noticiosos con implicaciones políticas, morales y judiciales que sin duda sacudirán a una parte del establecimiento colombiano: de un lado, el tardío reconocimiento público y mediático del poder criminal de Diego Marín Buitrago, alias Papá Pitufo, el zar del contrabando en el país.

Este personaje lleva por lo menos 20 años delinquiendo de la mano de oficiales  de la Policía nacional, agentes aduaneros, de la propia DIAN y muy posiblemente de políticos y presidentes de la República; y del otro lado está la carta que Héctor Amaris Rodríguez, alias el Oso Yogui, escribió y envió a la Fiscalía en la que expresa su intención de desenmascarar a los miembros del Clan Char, en particular al alcalde de Barranquilla, Alex Char por hechos delictivos como lavado de activos y malversación  de recursos públicos.

En la referida misiva, el Oso Yogui da pistas de los hechos delictivos de los que tiene pruebas: “En primer lugar, Triple A: Desvío de recursos públicos a través de contratos manipulados y apropiación indebida de activos que afectaron al patrimonio de Barranquilla”; Iarco: “Esquemas fraudulentos de licitación para favorecer a empresas vinculadas al clan Char; Aida Merlano: financiación irregular de campañas políticas, compra de votos y obstrucción de la justicia. Aportaré nuevas pruebas que esclarecerán definitivamente este caso; Tiendas Olímpica: Lavado de activos y triangulación de recursos de origen ilícito mediante esta red empresarial”.

Hasta el momento el caso de Papá Pitufo toca tangencialmente a la campaña Petro presidente, situación que ya fue aprovechada por la Oposición mediática y política que le apuesta a convertir la versión que indica que dineros del zar del contrabando entraron o pudieron entrar a dicha campaña presidencial en lo que sería un nuevo Proceso 8.000. Logrado ese objetivo, la derecha pondría sobre Gustavo Petro una mácula que lo dejaría en el mismo nivel de indignidad que alcanzó la imagen del entonces presidente Ernesto Samper después de la probada entrada de dineros del cartel de Cali a su campaña. Una vez logrado ese objetivo moral y político, la derecha espera “herir de muerte” el proyecto progresista que defiende e impulsa el presidente Petro.

Con el visto bueno de un tribunal de Portugal para que Diego Marín Buitrago sea extraditado a Colombia, y con el interés del presidente Petro de traerlo de vuelta al país para que exponga a aquellos agentes de poder que desde varias instituciones le ayudaron a convertirse en el más grande contrabandista, los colombianos estarían avocados a ver por televisión un escándalo político que impactaría las elecciones presidenciales de 2026. Si todo sale como Petro lo está imaginando, la derecha sería el sector ideológico y político más golpeado si alias Papá Pitufo prende el ventilador.

La verdad que logre entregar el zar del contrabando al país tendría efectos políticos negativos que se sentirán en mayor proporción en Bogotá, centro de poder en el que la corrupción y el ethos mafioso se volvieron paisaje en instituciones estatales desde las que se facilitó el trabajo de importación ilegal y ficticia de mercancías y el lavado de millones de dólares gracias al emporio mafioso que agentes oficiales le permitieron consolidar a Papá Pitufo.

Entre tanto, el ventilador que prenda el amigo íntimo y exasesor de Alex Char, actual alcalde de Barranquilla solo sacudirá los cimientos del poderoso Clan Char, sobre el que recaen toda suerte de señalamientos y cuestionamientos por asuntos de compra de votos y uso indebido de recursos estatales.

Así las cosas, el país político y mediático aportará cada uno su grano de arena a la consolidación de la narrativa que indica que los colombianos, el Estado, sucesivos gobiernos y miembros de la élite política actúan bajo el influjo de un incontrastable ethos mafioso, el mismo que nos hace ver ante el mundo como una sociedad corrupta.

La aparición en escena de alias Papá Pitufo y del Oso Yogui sumergen al país en una especie de territorio propicio para las series animadas. Para el caso de Papá Pitufo, aún el país no sabe quién representará a Gargamel, aunque podría pensarse que la Fiscalía usará su poder para perseguirlo por toda la Aldea que el viejo contrabandista construyó Hay que advertir que dentro del ente investigador y al interior de otras entidades estatales hay agentes prestos a dar rienda suelta a sus más oscuros propósitos al momento en el que Papá Pitufo decida hablar. Estaríamos ante un Gargamel espejo.

Entre tanto, la tierna figura del Oso Yogui, la tira cómica, hace pensar en que se aprovecharon de su inocencia quienes usaron el poder para enriquecerse de manera ilícita. Eso sí, en esta historieta de país no hay cabida para la Pantera Rosa, personaje animado que casi siempre triunfa en su “lucha” contra aquel recordado hombre blanco y bigote. Convertida Colombia en una tira cómica, la justicia, con todo y su majestad, está representada en el Coyote. Y los corruptos y criminales que se burlan de ella y la timan están muy bien representados por el Correcaminos.


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