martes, 24 de junio de 2025

¿POR QUÉ INSISTEN EN LLAMAR PRESIDENTES A LOS EXPRESIDENTES?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Entrevistar al presidente de la República suele asumirse como un privilegio periodístico por todo lo que representa para una sociedad como la colombiana que lo asume como una figura emblemática con un aura especial, casi como una deidad.  

El escenario se torna mágico y trascendental cuando dichas entrevistas se realizan en la Casa de Gobierno a la que la prensa suele llamar el Palacio de Nariño, como si en su interior pernoctara un inmaculado Rey, acompañado de doncellas, la guardia real e incluso mosqueteros como Atos, D'Artagnan, Portos y Aramis preparados para ofrendar sus vidas al momento de proteger la del encopetado soberano.

Cuando entrega el poder el presidente de la República, abandona el frío Palacio y adquiere la condición de expresidente, hay periodistas que lo siguen llamando “presidente” en lo que bien se puede catalogar como una actitud zalamera más propia de un súbdito que la de un reportero preparado para confrontarlo por lo hecho durante su periodo de gobierno o consultarlo por asuntos coyunturales.

A diario escuchamos en la radio y la televisión a periodistas aduladores que llaman a Uribe, Duque, Gaviria y a Santos “presidentes” cuando ya no ostentan esa condición. Y lo que es peor: ninguno de los exmandatarios es capaz de corregir a sus interlocutores porque quizás les fascina oír la palabra presidente como una manera de sobrellevar la viudez del poder.

Si ya no ostentan la condición de jefes de Estado ¿por qué los periodistas de la prensa tradicional insisten en llamar “presidente” a los expresidentes de la República?  Trataré de encontrar respuestas a esa actitud lisonjera y servil de los colegas. Es posible que haya una excesiva admiración hacia el exmandatario, lo que justifica llamarlo “presidente”. También es probable que por filiación política al reportero poco o nada le importa que lo califiquen como adulador y sumiso; quizás la línea editorial “les ordena” a los periodistas, presentadores y directores de medios llamar presidente a quien ya no lo es como una manera de mantener las relaciones con el poder económico y político que aún mantenga a pesar de la condición de expresidente.

Ese periodismo melifluo en lugar de generar confianza en las audiencias produce dudas por cuanto se piensa que ese periodista adulador será incapaz de confrontar las ideas que exprese el expresidente durante la entrevista. Hoy, en la emisión central del Noticiero Caracol Noticias, Juan Roberto Vargas, su director, entrevistó junto a una colega a Juan Manuel Santos Calderón, a quien por lo menos tres veces lo llamaron “presidente”. Los apartes televisados de la entrevista confirman el talante zalamero, sobón, cobista, quitamotas y empalagoso de los dos periodistas interesados más en aprobar todo lo dicho por Santos, en particular cuando hizo una lectura catastrofista del actual gobierno al decir que el “país va a la deriva”.

Sin caer en la grosería y sin desconocer al “calificado” interlocutor, los periodistas deberían de abstenerse de llamar “presidente” a quien ya no ostenta esa condición. Por respeto a las audiencias y en una clara muestra de independencia, lo correcto es llamarlo expresidente o señor Santos, Uribe, Duque o Gaviria. A lo mejor a los colegas les gusta actuar como periodistas lisonjeros y quitamotas. Bueno, esa también es una opción de vida.

 

entrevista a juan manuel santos en caracol - Búsqueda Imágenes

FISCALÍA PIDE QUE URIBE SEA CONDENADO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En la etapa final de alegatos de conclusión del juicio en contra del expresidente Álvaro Uribe Vélez la Fiscalía solicitó a la jueza que emita fallo condenatorio contra el político antioqueño por los delitos de fraude procesal, soborno en actuación penal y soborno.

La solicitud del ente acusador constituye un hecho jurídico-político que compromete la cacareada probidad del exmandatario y pone en cuestión las lealtades políticas de los congresistas, empresarios y ciudadanos del común que siguen pensando que Uribe Vélez es el Gran Colombiano, esto es, un hombre probo, virtuoso, ejemplar y que el proceso penal que enfrenta de tiempo atrás obedece a una “persecución política orquestada por los comunistas”.

Si la jueza Sandra Heredia acoge la solicitud de la Fiscalía, ese fallo debería de ser suficiente para que sus seguidores y defensores abandonen las huestes del llamado uribismo y por esa vía la sociedad colombiana en su conjunto pueda superar todo lo que ética y moralmente representó el ejercicio del poder de parte del político colombiano con más cuestionamientos ético-políticos de los últimos 50 años. Su pasado como director de la Aerocivil, la intempestiva salida del alcaldía de Medellín, las violaciones a los derechos humanos que le endilgan en su paso por la gobernación de Antioquia y las responsabilidades políticas y penales que aún le exigen que asuma por los 6402 falsos positivos, la captura mafiosa de entidades del Estado por parte de los paramilitares ocurrida durante su paso por la Casa de Nariño, así como la compra de su reelección presidencial inmediata, ponen en duda su presumida honorabilidad.

En una sociedad con criterios morales claros y una eticidad probada dichos cuestionamientos y el juicio mismo serían suficientes razones para que el país político y empresarial decida proscribir el uribismo, entendido no como una doctrina política, sino como un conjunto de prácticas sociopolíticas y económicas ancoradas a una visión premoderna, feudal, violenta y autoritaria de la política que aportaron a la operación de un Estado que, fundado en la relación amigo-enemigo y en la aplicación extendida y sin límites de la doctrina del enemigo interno violó los derechos humanos y por esa vía se estableció entre 2002 y 2010 un Estado autoritario, policivo y militarista.  

Independientemente de la decisión que adopte la jueza Heredia, es tiempo de que la sociedad y en particular agentes de la sociedad civil hagan un acto de contrición que inexorablemente los lleve a retirar todo apoyo político a Uribe. Para Luis Eduardo Celis “el uribismo es la fuerza política más retrograda, la que está abiertamente ligada a los clanes políticos que se han construido vía corrupción y apropiación del Estado para sus intereses, sin mencionar sus abiertos, o velados, vínculos con las mafias que se han articulado con la política, lo que en su momento conocimos como la parapolítica y que en parte fue judicializado por un aparato de justicia probo y comprometido con el Estado de derecho”.

Ya en la recta final de su agitada vida pública y arrinconado moral y éticamente, ojalá el expresidente Uribe entienda que es el momento de dar un paso al costado y retirarse de la política. El país necesita de nuevos liderazgos que lo lleven a estadios de modernidad. Para lograrlo se requiere repensar la idea de la seguridad democrática para remplazarla por la de la seguridad humana.

Al ser Uribe Vélez una invención mediática, urge que la Gran Prensa bogotana asuma la tarea de proscribir el uribismo invisibilizando las reacciones de los defensores y amanuenses del expresidente y expresidiario si la jueza lo declara culpable; de igual manera, si la misma operadora judicial lo absuelve de los delitos que le fueron imputados. Los colombianos deben entender que los tiempos del Embrujo Autoritario hacen parte de un doloroso pasado que como sociedad civilizada debemos superar, pero sobre todo, evitar que esos aciagos años y las condiciones que impuso la seguridad democrática regresen.


fiscalia pide que uribe sea condenado - Búsqueda Imágenes

lunes, 23 de junio de 2025

LO QUE HAY DETRÁS DEL SECUESTRO DE 57 MILITARES EN EL CAUCA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El secuestro o retención ilegal de 57 militares en la zona rural de El Tambo (Cauca) deja en evidencia dos hechos incontrovertibles: de un lado, la instrumentalización de los civiles por parte de los bandidos que operan en el territorio y del otro la férrea formación de los uniformados en el respeto de los derechos humanos.

Esta es la tercera vez, en siete meses de ejecución de la Operación Perseo, que ocurren este tipo de asonadas que terminan con el secuestro colectivo de militares y policías y la posterior intervención humanitaria para lograr su liberación. Se trata de una estrategia de los grupos al margen de la ley que le disputan al Estado la autoridad y el control del territorio usado por las narcoguerrillas para cultivar coca, procesar la pasta, producir y exportar la cocaína.

Dichas maniobras les funcionan muy bien a los bandidos porque los ciudadanos instrumentalizados jamás construyeron una relación voluntaria de sometimiento al poder y a la autoridad del Estado porque esta forma de dominación jamás se legitimó en ese territorio. Más claro: las estructuras criminales han sido por largo tiempo el Estado. Con ese tipo de acontecimientos pareciera que la lucha social que libran las narcoguerrillas y el Estado la están ganando los ilegales. Es posible que en la confrontación militar el gobierno Petro esté acorralando a los ilegales, pero socialmente se ganará el desprecio de la población que vive a “gusto” con la "autoridad" que ejercen los bandidos. Claro que no se descarta que de las asonadas y del secuestro o retenciones hayan participado civiles por voluntad propia e incluso miembros de las organizaciones criminales que operan en esa zona.

La responsabilidad política del rechazo a las acciones del Estado la tienen que asumir todos los gobiernos centrales, incluidos alcaldes y gobernadores, por no haber sabido construir esa relación de respeto entre la ciudadanía y las autoridades civiles y militares que representan al Estado en ese territorio. El clientelismo, la corrupción, el crecimiento de las economías ilegales, el asistencialismo y la falta de procesos educativos de largo plazo contribuyeron en gran medida a la fusión temporal o definitiva entre los intereses de los grupos al margen de la ley y la población civil que vive de los cultivos de uso ilícito y que reconoce como autoridad a los ilegales. Una educación contextualizada es urgente en esa parte del Cauca. 

Es claro que falló la construcción de una ciudadanía política fincada en el reconocimiento del Estado como única forma de dominación en ese territorio. Son los bandidos los referentes culturales, sociales, económicos y políticos de una población civil secuestrada por la ilegalidad, pero sobre todo, por la inaplicabilidad de conceptos claves en la formación ciudadana. Hablo de categorías como legalidad, legitimidad, autoridad y poder que por largo tiempo estuvieron ausentes de los procesos educativos adelantados en ese disputado territorio en el que se asentaron la premodernidad, la barbarie, la rudeza y el salvajismo.

No puede haber desarrollo económico y mucho menos triunfará el gobierno Petro en su apuesta por recuperar el control del territorio a través de programas de restitución de cultivos de uso ilícito y el uso de la fuerza. Hay que intervenir los procesos civilizatorios que truncaron los ilegales y la desidia de alcaldes, gobernadores y de los anteriores gobiernos. Esas expresiones de incivilidad ameritan apelar a otras formas de intervención estatal.

Mientras se entiende la crisis civilizatoria allí expresada, la prensa hegemónica hará el trabajo que les corresponde: culpar al gobierno y en particular al ministro de la Defensa por lo ocurrido con el objetivo de consolidar la narrativa que apunta a que el país va mal. Y quedarse en la manida discusión de si se trata de un secuestro o de una retención. No les interesa examinar las razones y los factores que facilitaron que los procesos civilizatorios en esa zona devienen truncos o quizás fallidos.

 



57 militares secuestrados en el cauca - Búsqueda

 

domingo, 22 de junio de 2025

LA “SIONIZACIÓN” DEL MUNDO Y LA “CACERÍA” ÉTNICA EN ESTADOS UNIDOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 Véase: https://www.youtube.com/watch?v=tIzJcft_650&t=52s


El genocidio en Gaza que ejecuta en estos momentos Israel contra el pueblo palestino hace parte de lo que aquí llamo la “sionización” de las relaciones internacionales, acompañadas del silencio cómplice de varios países europeos que tácitamente aprueban semejante atrocidad; a esa andanada deshumanizante se suma la persecución de los migrantes latinos por parte del fascista de Donald Trump.

En ambos casos subsiste una supremacía étnico-cultural que legitima la limpieza en la franja de Gaza y las actividades de “caza” de latinos ejecutadas con precisión por las autoridades migratorias estadounidenses. El desprecio hacia los migrantes africanos y sudacas en los mismos países europeos que guardan silencio frente a la barbarie israelí, termina validando la “cacería” que se adelanta en territorio americano, así como la limpieza étnica en Gaza.

A ese deshumanizante escenario se suma el provocador ataque estadounidense contra instalaciones militares iraníes en las que supuestamente el régimen del ayatolá Alí Jamenei estaría construyendo bombas nucleares. Las armas de destrucción masiva, de acuerdo con el mensaje entregado a Irán y al mundo solo pueden estar en manos de los “buenos” y de ese selecto grupo hacen parte Rusia, Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.

La decisión inicial de Israel de atacar a Irán y la posterior intervención militar de USA se explica por la sospecha de que ese país musulmán estaría enriqueciendo uranio para la fabricación de bombas atómicas que lanzaría contra Israel. Bajo esas mismas aprensiones se atacó y se invadió a Irak en marzo de 2003. Ya veremos si Estados Unidos le apunta a conformar una alianza militar parecida a la que derrocó a Sadam Hussein, para sacar del poder al ayatolá Jamenei. 

Lo cierto es que ningún Estado que fabrique armas nucleares puede autoproclamarse como defensor de la humanidad. Todos constituyen un peligro para el devenir de la humanidad, pero sobre todo son los mejores ejemplos para explicar aquello de la perversidad del ser humano y de su “estúpida inteligencia”.

Mientras que los más catastrofistas hablan de una eventual tercera guerra mundial, los fabricantes, comerciantes de armas y banqueros convierten el planeta en un “festival bélico” en donde los últimos gozan alborozados porque el negocio seguirá moviéndose por un largo periodo. Queda claro que a los Señorones de la Guerra no les conviene que el mundo llegue a una tercera guerra mundial. Los conflictos regionales para ellos son excelentes negocios; incluye por supuesto a quienes fabrican armas no letales usadas en refriegas callejeras como las que han ocurrido en los Ángeles (California) a raíz de la persecución y limpieza étnica ordenada por el convicto y presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

De inmediato, los pacifistas y los llamados a “desescalar el conflicto” aparecen como un bálsamo en medio de los miedos e incertidumbres generadas por las confrontaciones militares. Pero olvidan que en el mundo en estos momentos hay cientos de miles de seres humanos gozando de la guerra. En este punto es preciso recordar a Estanislao Zuleta cuando habló de la “felicidad de la guerra”.

En su ensayo Sobre la guerra, Zuleta dijo: “Porque si se quiere evitar al hombre el destino de la guerra hay que empezar por confesar, serena y severamente la verdad: la guerra es fiesta. Fiesta de la comunidad al fin unida con el más entrañable de los vínculos, del individuo al fin disuelto en ella y liberado de su soledad, de su particularidad y de sus intereses; capaz de darlo todo, hasta su vida. Fiesta de poderse aprobar sin sombras y sin dudas frente al perverso enemigo, de creer tontamente tener la razón, y de creer más tontamente aún que podemos dar testimonio de la verdad con nuestra sangre. Si esto no se tiene en cuenta, la mayor parte de las guerras parecen extravagantemente irracionales, porque todo el mundo conoce de antemano la desproporción existente entre el valor de lo que se persigue y el valor de lo que se está dispuesto a sacrificar”.

Quizás sea tiempo de aceptar que somos una plaga que fue poblando el planeta hasta convertirlo en un colosal botadero de basuras de todo tipo y en un infame, pero aplaudido escenario bélico. Los que en estos momentos oran y oran por la paz en el mundo deberían de leer a Zuleta, en particular cuando dijo que “para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”.

Mientras esa deseada condición de Zuleta se hace realidad, la “sionización” de las relaciones internacionales y la “cacería” étnico-cultural desplegada por Trump contra los migrantes latinos van abriendo el camino para que cualquier líder político gringo, europeo, asiático o chino el día de mañana declare a determinado pueblo y a su cultura como “inconvenientes” para la humanidad y se ordene su exterminio.




JUAN DAVID, EL JOVEN QUE PROMETIÓ ASESINAR A PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La historia de Juan David es tan común en Colombia, que si no fuera porque en su corta vida se atravesó la figura de un presidente de la República, no habría trascendido jamás.  Este joven, que de acuerdo con el jefe del Estado no sabe leer, ni escribir, pero si odiar, prometió en redes sociales asesinarlo.

Sin mayor estructural moral y con una ética en ciernes, Juan David prometió “darle piso, acostarlo” o simplemente asesinar al presidente Gustavo Petro. Lo curioso es que ese sentimiento primario y violento de Juan David es compartido por cientos de miles de colombianos que desean lo mismo. Y contradictoriamente, entre estos malquerientes del presidente de la República muchos saben leer y escribir; incluso, tienen maestrías y doctorados; y hacen parte de ese grupo social que en Colombia se conoce como la “gente de bien”.

Dice el presidente que lo mandó a buscar para preguntarle por qué quería asesinarlo. Aunque no trascendieron las razones, ojalá el abrazo entre Juan David y Petro sirva como semilla para superar la animadversión política que desde el 7 de agosto de 2022 se tomó la discusión pública de asuntos públicos en este país que carga una larga historia de magnicidios y asesinatos de campesinos, defensores de DDHH y de la naturaleza.

El presidente Petro en su cuenta de X expuso lo siguiente: “Dijo por redes que me mataría donde me viera. Lo busqué y hoy le perdoné y lo abracé antes de hablar en público. Juan David fue abandonado por sus padres, no sabe leer ni escribir, me pidió perdón y lo abracé”.

El riesgo es que la ignorancia de Juan David y la inquina de los más estudiados suelen juntarse en la figura del niño, adolescente o joven sicario. En este caso se evitó, pero no sucedió lo mismo en el del precandidato presidencial, Miguel Uribe Turbay, atacado por un adolescente, al que llaman el “niño sicario”. Las historias de Juan David y Juan Sebastián Rodríguez Casallas, el joven sicario tienen muchas cosas en común. Al primero, el odio lo llevó a prometer lo deseado por muchos colombianos; al segundo, la promesa de dinero fácil y sin inquina hacia su víctima, lo convirtió en una figura ya usada en el pasado por la “gente de bien”.

 


Imagen tomada de la red X. 


viernes, 20 de junio de 2025

PETRO Y LA GRAN PRENSA: RELACIONES TORMENTOSAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las relaciones entre la prensa bogotana y el presidente de la República han sido tirantes desde el 7 de agosto de 2022, por dos razones fundamentales: la primera, porque el jefe del Estado es un consumado polemista acostumbrado a debatir y confrontar versiones y lecturas sin importar el bando desde donde se promuevan o difundan; y la segunda, porque por primera vez las más grandes empresas mediáticas decidieron fungir o se vieron obligados a actuar como agentes políticos en oposición.

Bajo esas circunstancias se entienden varios de los rifirrafes, correcciones y confrontaciones hechas por Petro a los periodistas de los medios corporativos. El más reciente de esos encontronazos ocurrió el 20 de junio. En su cuenta de X, el presidente de la República confrontó a Noticias Caracol por la información publicada en torno al caso Miguel Uribe Turbay.

Esto dijo Gustavo Petro: “en este momento estoy viendo la información de @NoticiasCaracol sobre el atentado al senador Miguel Uribe. Casi no veo televisión, ya no me gusta, pero si millones de colombianos. Y entiendo el mensaje subliminal, que enredan en información, sugieren que la fiscalía dijo que había un fin político. Eso no se puede decir, aún hoy, y aunque es una hipótesis de investigación, aún no se puede decir con certeza que haya fines políticos en el atentado y peor aún cuál interés políticos tendría el verdadero asesinoCaracol debe ser responsable con la sociedad colombiana. No se conviertan en heraldos de la muerte, sean heraldos de la vida y la verdad. Sean responsables”.

Más allá de si detrás del atentado sicarial contra el político uribista hay móviles políticos, lo cierto es que es inevitable pensar que la planeación y ejecución del ataque hace parte del propósito político-electoral de generar desazón y miedo en la población para finalmente recuperar la narrativa de la seguridad democrática a través de frases que se vieron impresas en pancartas y camisetas durante la Marcha del Silencio: “sin seguridad no hay paz”. De manera concomitante, varios políticos señalaron como responsable de la tentativa de homicidio al presidente Petro por su “discurso incendiario y provocador”.

Volvamos a los agrios enfrentamientos entre Petro y la gran prensa bogotana. La revista Semana, convertida en la plataforma ideológica y política del clan Gilinski, el 12 de mayo de 2023 tituló así una nota sobre el espinoso asunto: “El ataque de Gustavo Petro contra la prensa: una estrategia peligrosa que tiene encendidas todas las alarmas”. En el sumario del texto periodístico se lee que “el presidente convirtió a los medios de comunicación en el blanco de sus ataques. Su discurso atenta contra la libertad de expresión y la democracia”.

Según Semana y otros medios, al presidente no se le pueden criticar sus decisiones y mucho menos evaluar su gestión. La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) señaló que los mensajes del presidente Petro “…terminan restándoles credibilidad (a los medios); buscando presionar la agenda mediática para que aborde favorablemente su gestión; alimentando un discurso en el que la prensa es antagonista, y así abre la puerta a la criminalización de los medios.

Después del 7 de agosto de 2022, la prensa hegemónica, siguiendo las instrucciones de sus patrones, convirtieron al presidente Petro, a su familia y a su gobierno en un solo “objetivo periodístico”, lo que significó la implementación de un cubrimiento noticioso cargado de "mala leche" y una inusitada y jamás vista animadversión, resultado del clasismo, el racismo y la aporofobia que desde la prensa tradicional se impulsa desde los orígenes de la República.

Nunca la prensa tradicional se volcó para esculcar las decisiones de un gobierno. Por el contrario, los medios tradicionales fueron cómplices de gobiernos como los de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque Márquez. Con Uribe naturalizaron lo que se conoció como el unanimismo ideológico y político. Esas empresas mediáticas se hincaron ante el poder intimidante del político antioqueño. Con Santos mantuvieron la misma actitud complaciente. Y con Duque, periodistas de derecha como Néstor Morales (Blu radio) y Luis Carlos Vélez (de La FM) actuaron de forma complaciente y lo trataron como un amigo más, como un “parcero”, lo que significó el abandono de la actividad periodística, en particular de aquel principio de “molestar al poder”.

Los constantes encontronazos entre Petro y los periodistas de los medios hegemónicos se dan en medio de procesos de editorialización de las noticias y de la conversión de los reporteros, comentaristas y conductores de programas informativos en activistas políticos.

A pesar del llamado generalizado a “desescalar el lenguaje violento” al que han apelado el presidente Petro y los agentes más visibles de la Oposición mediática y política, lo más probable es que hasta el 7 de agosto de 2026 el jefe del Estado confrontará a los periodistas bien porque considere que están mintiendo, exagerando o haciendo lecturas parciales e interesadas de los hechos noticiosos.

Eso sí, el rol hasta ahora cumplido por los medios masivos expone con claridad que por razones políticas e ideológicas muchos de los periodistas que le hacen oposición al gobierno Petro corrieron la línea ética y por ese camino pusieron en cuestión la deontología de un oficio como el periodismo que siempre estuvo asociado a los sectores de poder económico y político que al igual que los directores, conductores y periodistas no imaginaron jamás que por primera vez en Colombia llegara a la Casa de Nariño un presidente progresista.

Es tan alto el nivel de pugnacidad entre Petro y la gran prensa bogotana que las audiencias no saben si el jefe del Estado es quien ataca a la prensa o es esta última la que puso en la mira lo que haga y deja de hacer el presidente de la República.


petro y la prensa colombiana - Búsqueda Imágenes


PETRO Y LA OCTAVA PAPELETA (I)

Por Germán Ayala Osorio

 

El presidente Petro confirmó hace pocas horas que en las próximas elecciones de 2026 a cada colombiano se le entregará una papeleta con la que podrá votar si desea o no que el país vaya hacia un escenario constituyente que le haga ajustes sustanciales a la carta política de 1991 o se derogue para darle vida a otro texto constitucional.

Las reacciones en contra del anuncio presidencial no se hicieron esperar de parte de la derecha uribizada. Varios de sus agentes más visibles intentan desde ya revivir el fantasma del castrochavismo que se presumía superado o proscrito dado que después de tres años de la administración Petro no hubo expropiaciones, como tampoco se nacionalizaron multinacionales y mucho menos se eliminaron los pesos y contrapesos de la democracia. Por ejemplo, Paloma Valencia espetó que “los que reciban esa papeleta tienen que romperla para decirle a Colombia que aquí defendemos nuestras instituciones, que Colombia no va a ser Venezuela”.

Al hablar de lo que sería la “octava papeleta” de inmediato la prensa y en general los colombianos recuerdan al movimiento de la “séptima papeleta” que abrió el camino para derogar la carta de 1886 en el contexto de una grave crisis institucional originada por la operación criminal de los carteles de la droga de Medellín y Cali, cuyos jefes alcanzaron a permear y controlar entidades públicas. Hubo consenso social y político en varios sectores de poder en torno a que para superar la violencia política vivida en aquella época era necesario convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).

Aunque Colombia no atraviesa hoy por una coyuntura social y política de las magnitudes que llevaron a convocar a la Asamblea Nacional Constituyente en marzo de 1990, si subsiste un proceso reformista liderado por el presidente Petro que va más allá de las reformas pensional y laboral aprobadas recientemente, en medio de un agrio enfrentamiento político e ideológico entre el jefe del Estado y el presidente del Senado, Efraín Cepeda. Petro le está apostando a profundizar la democracia con una Asamblea Popular que de verdad recoja el sentir del constituyente primario. El presidente de la República está en modo democracia plebiscitaria.

Hábilmente, el presidente Petro agita el ambiente político y la conciencia popular para terminar consolidando la narrativa que devela el miedo que le produce a la derecha cualquier ejercicio de democracia directa que se proponga desde la Casa de Nariño.

Petro busca convertir la entrega de la “octava papeleta” y una posible respuesta masiva y positiva de parte de los electores en un plebiscito que le entregue de manera anticipada la suficiente legitimidad a quien finalmente el Pacto Histórico avale como el o la candidata presidencial del progresismo.  

Hay que esperar a que lleguemos al escenario electoral de 2026. La colérica reacción de varios agentes de la derecha y el exceso de confianza que puedan dejar ver los miembros del gobierno servirán para extender en el tiempo los enfrentamientos ideológicos y políticos entre la derecha y el progresismo, así como la ya exacerbada violencia verbal; de igual manera, Petro le da motivos a la derecha para que insista en meterle miedo a las audiencias y al pueblo con el regreso del fantasma del comunismo o del castrochavismo.




jueves, 19 de junio de 2025

35 AÑOS DEL GOL DE RINCÓN CONTRA ALEMANIA Y UN “MONTÓN DE COSAS FEAS”

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los periodistas deportivos insisten en revivir cada cierto tiempo lo que bien se puede llamar los “triunfos o las victorias morales” de la Selección de Fútbol[1]. Por estos días se recuerda el agónico gol de Freddy Rincón frente a la Selección Alemana en el Mundial de 1990, que llenó de gloria e historia el empate ante los teutones. A esa famosa igualdad se suma la goleada 5 a 0 que el seleccionado nacional le propinó a su similar de Argentina en el Monumental de Núñez en el contexto de la eliminatoria mundialista. 35 años después de la “hazaña”, la prensa deportiva habla del suceso deportivo como si se tratara de una gesta nueva.

En esta columna no hablaré de lo que significó para el fútbol nacional el sorpresivo empate ante los alemanes y la aplastante victoria contra los gauchos. Siempre quise escribir acerca de lo que dijo el periodista argentino Oswaldo Alfredo Webhe en la narración del gol de Freddy Rincón. Así cantó el gol el narrador argentino:

“…Hermano colombiano trepate a un árbol, andá gritá, andá festejá, gol de Colombia; a los 47 minutos el pase de Valderrama, la encarada de Rincón, el grito de Colombia en las plantaciones de café, en una tierra golpeada por un montón de cosas feas; Colombia con Rincón, Colombia 1, Alemania 1; el milagro no es alemán, el milagro es colombiano.

En perspectiva histórica, lo dicho por Webhe debió haberse considerado como un llamado de atención a sus colegas colombianos por el silencio guardado frente a los graves hechos de violencia política que acaecieron en el país entre finales de la década de los 80 y comienzos de la del 90.

Mientras que el periodista argentino movía las fibras de las audiencias con la alusión clara a las múltiples formas de violencia que soportamos los colombianos en aquella coyuntura, los narradores colombianos prefirieron hacerlo únicamente a partir del significado del gol de Rincón. Quizás se pueda explicar esa diferencia porque muchos periodistas deportivos colombianos creen que el fútbol nada tiene que ver con la política a pesar de que la historia de ese deporte está cargada de ejemplos que dicen lo contrario. Basta con recordar que el Mundial de Argentina 78 obedeció a una estrategia política de la dictadura para distraer a los argentinos y al mundo que ya veían con preocupación la violación de los derechos humanos por parte de los militares argentinos.

Aunque el narrador argentino ya no está en este mundo, los colombianos sabemos que a pesar de esas “victorias morales” en el país siguen y seguirán pasando cosas feas que no cesarán ni siquiera quedando Campeones del Mundo. Por el contrario, el día que Colombia gane un título mundial, las celebraciones, como siempre sucede, sacarán lo peor de  nuestra cultura y condición humana.




[1] Se sobre entiende que refiere a la Selección de Fútbol de Mayores (Hombres).

miércoles, 18 de junio de 2025

DIOS Y PATRIA EN LAS ELECCIONES DE 2026

 

Por Germán Ayala Osorio

Hay asuntos que siempre aparecen de manera reiterada en las campañas electorales en Colombia. En el listado están la paz, la defensa de la Patria y los sempiternos procesos de negociación política con los grupos al margen de la ley que le disputan el control del territorio al Estado y retan su autoridad y legitimidad; también, los problemas que vienen atados a la operación de grupos armados ilegales (paracos y “guerrillas”) como el secuestro, la extorsión y los “paros armados”; así como el desempleo y la ya naturalizada corrupción público-privada.

Al escenario electoral de 2026 llegaría uno nuevo: la invocación a Dios. En ese aspecto ya candidatas y precandidatos empezaron a usar sus creencias religiosas para atraer votantes, en particular a aquellos que, camándula en mano, rosarios, velones y cuanta imagen de santos conocen han pasado por el improvisado altar que montaron a las afueras de la clínica Santa Fe para pedir por la recuperación del precandidato Miguel Uribe Turbay. Por supuesto que buscarán cautivar a otros cientos de miles que desde sus hogares ruegan al mismo Dios que salve al nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala (1978-1982).

Vicky Dávila y María Fernanda Cabal en varias ocasiones dejaron claro que comparten el mismo Dios y que su proyecto político está fincado en el poder divino para sacar adelante al país. Al mostrarse solidarias y apesadumbradas por lo sucedido con Miguel Uribe se acercan a los valores cristianos y a la misma iglesia católica.

La congresista del Centro Democrático y precandidata de esa colectividad gritó a voz en cuello que “… Colombia no se arrodilla a los violentos, Colombia no es socialista, somos un país libre, Dios nos hizo libres, el pueblo colombiano no es de Gustavo Petro”.

Entre tanto, la candidata de los clanes Gilinski y Gnecco también aludió a Dios al momento de registrar su movimiento Valientes, plataforma con la que espera recoger firmas que avalen su candidatura. Esto dijo la periodista candidata: “por un país seguro, justo, por un país unido, ¡por un país valiente! ¡El Movimiento Valientes está aquí, y no nos detendremos! Dios nos protege y nos guía”.

Santiago Botero, el candidato antioqueño fue más lejos que Cabal y Dávila. Botero quiere ser presidente porque Dios le mandó un mensaje que él acogió como una obligación moral y patriótica para “salvar a Colombia”: “Dios me hizo un llamado para combatir el mal, hoy en día no es la izquierda contra la derecha, quiero que menos colombianos se quieran ir del país”.

Cuando se invoca a Dios y se incluye como parte de las ideas políticas, la razón y la fe entran en escena haciendo aún más complejo el diálogo político, la discusión de las propuestas en un escenario electoral ideológicamente crispado y violento. Quien exprese con mayor fervor su devoción y miedo a Dios quizás termine siendo elegido presidente o presidenta, lo que contribuirá a ahondar la crisis de la política y por esa vía a minimizar la posibilidad de que los colombianos discutan de manera razonada asuntos públicos que deben atenderse anteponiendo a la fe el conocimiento técnico y la razón argumental como factores claves para que las decisiones políticas no terminen contaminadas por fanatismos religiosos.

Al parecer, el presidente Petro ya se dio cuenta de que Dios jugará un papel clave en las venideras elecciones presidenciales y congresionales. La llegada del “Pastor” cristiano Alfredo Saade Vergel al gobierno en calidad de “jefe de gabinete” confirmaría que efectivamente viviremos una campaña presidencial “contaminada” por la Fe y las creencias en un poder sobrenatural.

Saade Vergel es un activista petrista que usó la religión y sus particulares creencias para disipar en el pasado los señalamientos que recaían sobre Petro por ser “ateo”. Esto respondió ante el llamado del jefe del Estado: “Gracias presidente @petrogustavo por su confianza. A Dios todo honor y toda gloria, a mis detractores los invito a tomar café, el país nos necesita para que el amor pueda vencer al odio. Levántate, Colombia cautiva de esperanza”. Saade propuso cerrar el Congreso e incluso medios de comunicación, muy seguramente con la bendición de su Dios.

 Cabal, Botero y Dávila, en nombre de Dios, ofrecen bala o balín; mientras que Saade, en nombre de la misma Deidad, quiere que el país "se levante", no sin antes cerrar el Congreso y los medios de comunicación. 

Imagen tomada de Infobae

martes, 17 de junio de 2025

SALVADAS LAS REFORMAS PENSIONAL Y LABORAL: TRIUNFOS AGRIDULCES

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La aprobación de la reforma laboral y los subsanables vicios de trámite que encontró la Corte Constitucional (CC) en el texto de la pensional constituyen triunfos políticos amargos para el gobierno Petro, logrados en gran medida por la presión que ejerció sobre las fuerzas opositoras a dichas reformas el decretazo de la consulta popular. El jefe del Estado, en un nuevo consejo de ministros señaló que “lo que ha salvado la reforma laboral es que decidimos hacer una consulta, sino estábamos enterrados hace tiempo”.

Más claro: las bancadas de oposición en el Congreso y quizás los mismos magistrados de la CC entendieron que era mejor negocio aprobar la reforma laboral casi tal cual como había sido aprobada en la Cámara de Representantes y devolver la pensional para que en el legislativo se subsanen los vicios de forma, que afrontar una consulta popular que bien podría convertirse en un plebiscito que señaría la continuidad del proyecto progresista en el 2026.

La pregunta es: ¿Insistirá Efraín Cepeda en su tarea de torpedear la aprobación de dichas iniciativas? Lo cierto es que los grandes derrotados en la jornada de hoy son los partidos Centro Democrático, Mira y facciones del Conservador, Liberal y Alianza Verde. Quedarán en la memoria del país político las celebraciones de Paloma Valencia y demás congresistas en los momentos en que rompían el quorum y negarse a debatir las propuestas. Al final, el Congreso, como institución, perdió legitimidad y ganó en desprestigio.

Eso sí, en todo este tira y afloje entre los congresistas en oposición y el gobierno Petro se generó el ambiente de polarización política y crispación ideológica que terminó por ahondar sentimientos de animadversión entre las clases sociales, aprovechados muy bien por quienes planearon el atentado sicarial contra Miguel Uribe Turbay. Los autores intelectuales del ataque imaginaron muy bien lo que sucedería después de la agresión: se alborotó el clasismo, el racismo y la narrativa expresada en el estribillo escuchado en la Marcha del Silencio: “sin seguridad no hay paz”. Esa arenga empezó a darle un aire de viabilidad electoral a los candidatos y precandidatos interesados en meter miedo para vender seguridad… y ojalá democrática.

Será bajo ese ambiente de animosidad, alimentado por prácticas y los discursos clasista y racista, que los colombianos regresarán a las urnas para decidir si le dan continuidad al proyecto progresista o permiten el regreso de la derecha uribizada que le apostó todo el tiempo a mantener los estados de cosas inconstitucionales en los que deviene el país de tiempo atrás en materia de salud, pensión y trabajo.

De cualquier modo, el país perdió porque las figuras políticas más visibles y los periodistas vedettes “pelaron el cobre”: apelaron a los improperios y a las amenazas para hacerlas pasar como posturas políticas y editoriales legítimas. De esa manera, se negaron a dialogar, a deponer intereses. Y lo que es peor: sembraron odio entre sus seguidores.



El detrás de cámaras de la aprobación de la reforma laboral en el Senado: ¿Qué viene para la conciliación?

VICKY DÁVILA: ¿COACH O CANDIDATA PRESIDENCIAL?

Por Germán Ayala Osorio

 

La candidata presidencial de los clanes Gnecco y Gilinski, Vicky Dávila Hoyos registró ante la autoridad electoral su Movimiento Valientes. Se trata de otra microempresa electoral que fenecerá una vez la contienda electoral termine o quizás antes si sus patrocinadores aceptan que Dávila es una débil candidata y que un eventual gobierno de ella se parecería a la nefasta administración de Iván Duque Márquez.

En el acto de oficialización de su aspiración presidencial señaló que luchará “por un país seguro, justo, por un país unido, ¡por un país valiente! ¡El Movimiento Valientes está aquí, y no nos detendremos! Dios nos protege y nos guía”.

El nombre de Valientes suena ridículo e infantil, propio de una candidata que exhibe un discurso básico, propio de quien suele reducir la complejidad del país y de su historia a consignas efectistas muy parecidas a los titulares y tratamientos amarillistas que caracterizaron su carrera periodística.

Quizás la mayor debilidad de Vicky Dávila esté en su pobreza conceptual, fruto de su poca lectura y la incapacidad para establecer relaciones y lecturas cruzadas de los fenómenos. Además, es obediente, sumisa, racista, clasista, cizañera y arribista.

Si leemos con cuidado la consigna, encontramos que apela a lugares comunes: un país seguro, justo, unido y valiente. Su arenga la acerca más a una “coach política”, que a una candidata presidencial formada y capaz de gobernar a un país complejo como Colombia.  Además de conservadora y goda, Dávila Hoyos suele revolver política y religión, peligroso cóctel ideológico en una sociedad creyente, camandulera y “provida” que niega y conculca los derechos a morir con dignidad, al aborto y al matrimonio igualitario. Esos mismos “provida” legitimaron los 6402 crímenes de lesa humanidad cometidos durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Al igual que el candidato Santiago Botero, un Mesías moralizante, la periodista-candidata se presenta como una enviada de Dios, esto es, como una mujer salvadora, quizás la soñada Mesías en un país de Mesías hombres y de machos mesiánicos. Además, ofrece lo mismo que el candidato antioqueño: bala, bala y bala; o mejor, balín, balín y más balín.

Dávila de Gnecco desconoce cómo opera el Estado. Su experiencia periodística es quizás su más negativa experiencia agenciando lo público: fue gobiernista, en particular, siempre defendió a Uribe Vélez y a su círculo de poder. La periodista-periodista siempre fue la estafeta de los agentes más retardatarios del Establecimiento colombiano. Eso sí, con su candidatura gana -descansa-  el periodismo, pero pierde la Política (en mayúscula).

Bajo ese nombre de Valientes, Dávila de Gnecco recogerá firmas para un movimiento ciudadano que, como todos, terminará capturado o sometido a las fuerzas clientelistas de los partidos tradicionales. De resultar electa, Dávila Hoyos gobernará de la mano del uribismo, de Vargas Lleras, Peñalosa y de toda la rancia derecha bogotana. Todos los movimientos ciudadanos por firmas no son otra cosa que una fachada y una estratagema política-electoral de quienes creen posible engañar a los votantes, presentándose como independientes cuando los acompañan los vicios y las prácticas politiqueras que convirtieron la democracia colombiana en una formalidad.





lunes, 16 de junio de 2025

A LA REUNIÓN DE PETRO, CEPEDA Y ALTAS CORTES FALTARON LOS MEDIOS MASIVOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Encomiable la mediación de la iglesia católica, a través de la Conferencia Episcopal, para que los principales actores políticos del país se comprometan a bajarle a la pugnacidad verbal que terminó escalando la polarización política y la crispación ideológica.

Al almuerzo de trabajo asistieron el jefe del Estado, Gustavo Petro, el presidente del Senado, Efraín Cepeda, así como la fiscal general, la defensora del pueblo, el registrador nacional, el procurador y los presidentes de las altas cortes.

Previo a la reunión el mensaje de la Curia fue claro y contundente: “Como altas autoridades de las instituciones del Estado colombiano, invitamos a todo el país a valorarnos y respetarnos como hermanos, a desarmar y armonizar la palabra, y a rechazar todo tipo de violencia como forma de resolver los conflictos políticos y sociales”.

Nadie puede oponerse o criticar los buenos oficios de los máximos jerarcas de la iglesia católica. Por el contrario, la invitación a bajarle el tono resulta a todas luces plausible. Más allá de si se logra desescalar el lenguaje, a ese almuerzo debieron asistir los voceros de Fenalco y la Andi, así como los directores de los medios corporativos de información.

En buena medida la hostilidad verbal es responsabilidad de la gran prensa bogotana cuyas directivas optaron por participar de la confrontación política en calidad de actores políticos. Medios como Blu radio, La FM, La W, El Tiempo, El Espectador y Semana; así como los noticieros de televisión RCN y Caracol tomaron partido y se alinearon con los sectores de la derecha que de manera insistente le apostaron a deslegitimar al gobierno Petro e incluso a replicar hechos noticiosos con potencial para generar condiciones de ingobernabilidad.

Aquello de “hacer invivible la República” ha hecho parte de las intenciones y de los tratamientos periodísticos de unas empresas mediáticas que fungen como los aparatos ideológicos de los sectores de poder cuyos privilegios no han sido tocados por el actual gobierno, pero aún así, se oponen a las transformaciones que necesita el tercer país más desigual del mundo: Colombia.

No sé si por ingenuidad o por un exagerado tacto político la Curia dejó por fuera a los propietarios de las empresas mediáticas y a sus directores. En cualquier caso, la ausencia de los voceros de la gran prensa bogotana constituye un error de procedimiento de parte de la iglesia católica.

Es tiempo de que la sociedad colombiana haga consciencia del rol político de los medios masivos de información, en particular el que juegan los medios corporativos también llamados hegemónicos. Sus tratamientos periodísticos cada vez se alejan de la ética periodística, para acercarse a los siempre pérfidos intereses políticos, en particular cuando quienes mueven esos hilos del poder político y económico son responsables de la captura mafiosa del Estado.

La crisis de credibilidad del periodismo, que también es deontológica, debería de llamar la atención de la Curia. Quizás el escalamiento de la violencia verbal al que asistimos de tiempo atrás tiene en el lenguaje periodístico-noticioso, incluida la editorialización de las noticias, a su más perverso aliado.



Imagen tomada de la Silla Vacía. Arranca reunión de Petro, Cepeda y poderes públicos con Iglesia - La Silla Vacía


¿ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE O CAMBIO CULTURAL?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Nuevamente habla el país de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), camino jurídico-político con el cual el gobierno Petro cree posible hacer las reformas que la oposición en el Congreso le impidió; y una vez en ese escenario, apostarle a modificar las instancias institucionales que impiden que los deseos y clamores del constituyente primario se tramiten e impongan sobre las inveteradas lógicas jurídicas en las que se ampara la división de poderes. Justamente, los pesos y contrapesos de la democracia colombiana están permeados por un ethos mafioso que convirtió la separación de poderes en el sistema perfecto para que la corrupción público-privada se naturalizara. Los presidentes ofrecen millonarios contratos a los congresistas para que aprueben sus iniciativas legislativas; mientras que en las altas cortes e incluso en la Fiscalía se negocian investigaciones o sentencias  a través del sistema de elección de los magistrados, incluida la del fiscal general, en los que los congresistas meten sus manos. 

El presidente del Senado, Efraín Cepeda, consumado enemigo del presidente de la República y ficha del Establecimiento expuso con claridad en dónde está el cerrojo institucional que impide profundizar la democracia: “No se puede acudir al pueblo sin el permiso del Senado y el Senado no lo dio”.  Más allá de las razones jurídicas que prohíben al presidente decretar la consulta popular y de las motivaciones políticas que inspiran a Petro a poner en cuestión la validez y legitimidad social de esas reglas de juego, subsiste la creencia de que al derogar las constituciones es posible superar los graves problemas de convivencia que exhibimos como Nación.

Ajustar o derogar la constitución hace parte de las dinámicas sociopolíticas del poder en Colombia, sin que esos nuevos marcos legales hayan servido de mucho para modificar las disímiles formas de violencia que por lustros nos han impedido avanzar como sociedad civilizada. Se trata de un manoseo político e ideológico que no ha servido para transformar a la sociedad.

Al derogar la Constitución de 1886, soñamos en que por fin Colombia transitaría y llegaría a estadios civilizatorios modernos. Pero no fue así. Se avanzó en asuntos ambientales y la protección de los derechos, en particular a la salud, a través de la tutela, la misma a la que han tratado de quitarle poder; nadie niega que la Carta del 91 es garantista, liberal y moderna, pero ¿cuánto de esos cambios legales transformaron a la sociedad?

Los cambios constitucionales están atados a unas taras civilizatorias que van y vienen entre todos los estratos sociales; entre las diferentes nociones alrededor de ideas de a quién debe servir el Estado, qué hacer con la biodiversidad y, sobre todo, cómo proscribir el racismo, la tara civilizatoria y cultural que mejor nos representa como sociedad.

La pugnacidad ideológica y política por la que atraviesa el país es el resultado de la infranqueable distancia que hay entre lo prescrito en el papel constitucional y las necesidades de una sociedad escindida en clases sociales y ad-portas de enfrentamientos callejeros, fruto de lecturas contrarias alrededor del papel que debería jugar el Estado, instancia a la que contratistas, políticos y empresarios siempre llegan con el ánimo de capturarlo o privatizarlo para su propio beneficio. Antes de pensar en una ANC y de promover marchas que para lo único que sirven es para ahondar en la lucha de clases, lo primero en lo que deberíamos de estar pensando es en un profundo cambio cultural que apunte a superar las taras civilizatorias con las que validamos las violencias, naturalizamos la corrupción e invisibilizamos el racismo, la  desigualdad y la pobreza.


petro propone la asamblea nacional constituyente en cali - Búsqueda Imágenes


domingo, 15 de junio de 2025

LAS DIFICULTADES PARA MARCHAR EN SILENCIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el inicio de la Marcha del Silencio, en la capital del país, se escuchó el estribillo “Fuera Petro”, arenga que contradice el sentido de la movilización e imposibilita que el mutismo propuesto sirva para reflexionar sobre las disímiles formas de violencia que naturalizamos en Colombia: la estructural, la simbólica y la discursiva.

No estamos preparados como sociedad para asumir el silencio como una oportunidad para conversar con nosotros mismos; de reflexionar en torno a nuestras creencias y animadversiones alimentadas en muchos casos por el veneno mediático y político, el clasismo, el arribismo y el racismo, factores y circunstancias históricas que fueron llevando al país a este punto de inflexión: la llegada, por primera vez, de un presidente progresista, en una nación de godos retardatarios, de una dirigencia política y económica premoderna, feudal y algunos de sus más visibles voceros, con ideas fascistas. “Dar balín”, “bala es lo que viene”, “se calla o los callamos”, “esos jóvenes no estarían cogiendo café”, “sicario, sicario, sicario” y “ustedes sobran, Senador”, dan cuenta de los altos niveles de intolerancia y odio frente al que piensa distinto.

En tantos años de República hemos dejado de construir dos escenarios fundamentales: el primero, una Nación en donde se practique el pluralismo, en lugar de maldecir nuestra riqueza étnica y esa biodiversidad que no nos merece, vistas estas dos como obstáculos para quienes creen que el desarrollo económico  es para el goce y beneficio de una clase en particular; y el segundo, una verdadera República soportada en la participación, la transparencia, el respeto al diferente y a lo público, que es todo lo que nos interesa a todos.  

No es la vida del senador herido lo que realmente los motivó a proponer la Marcha del Silencio. No. A muchos los alentó el racismo, el clasismo y el miedo a ceder, perder o reconocer los privilegiados lugares de enunciación en los que siempre han vivido. Quienes salieron hoy a marchar y gritaron arengas como aquella de “Fuera Petro” perdieron la oportunidad de revisar su interior.

¿De verdad creen que Colombia está viviendo una dictadura? ¿Recuerdan a Stroessner, a Videla, a Pinochet, entre otros crueles dictadores? O más cercano a nosotros: los violentos gobiernos de la Seguridad Democrática y el Estatuto de Seguridad? Son ese tipo de confusiones conceptuales las que llevaron a muchos a vivir en una burbuja de la que salen por momentos, llevados por los efectistas mensajes de los medios masivos, interesados en que se mantengan los niveles de polarización política y crispación ideológica porque los beneficia como empresas mediáticas. No olviden que el lenguaje periodístico deviene con un carácter moralizante desde el que es posible dividir la sociedad entre “buenos y malos”. Y ya sabemos qué consignas se desprenden de esa peligrosa relación entre Buenos y Malos: “los buenos somos más”, “vamos a recuperar el país y nuestra democracia”.

Para marchar en silencio se necesita una gran dosis de comprensión de los problemas del país, generados muchos de estos por la mezquindad de una élite que desdice de los procesos de mestizaje de la que son hijos. Ese es el origen de las disímiles formas de odiar que hemos aprendido como sociedad premoderna. Y si usted, de casualidad, hace o se considera parte de un grupo social, político y económico privilegiado alineado con el señalado desprecio por afros, campesinas y campesinos, entonces Usted jamás estuvo listo para vivir en sociedad y mucho menos para Marchar en Silencio.



Imagen tomada de la red social X. 

viernes, 13 de junio de 2025

EL TIEMPO NO SE DETIENE CUANDO DE MENTIR SE TRATA

Por Germán Ayala Osorio

 

La llegada del primer gobierno progresista en Colombia sirvió para develar hasta dónde los propietarios de los medios masivos, de la mano de sus periodistas y editores podían estirar la ética periodística. Corrieron tanto la línea de la eticidad del oficio que además de consolidarse como actores políticos, naturalizaron la mentira, la mala leche como herramienta de confrontación ideológica y la intención manifiesta de forjar estados de opinión pública proclives a generar incertidumbres, miedos y animadversión entre agentes de la derecha y la izquierda. Es decir, la prensa hegemónica viene actuando desde el 7 de agosto de 2022 como estructuras políticas en las que, en lugar de trabajar periodistas, laboran activistas políticos.

Bajo esas circunstancias se entiende la actitud asumida por el diario EL TIEMPO de tergiversar los hechos noticiosos, alimentar el odio desde sus tribunas de opinión y lo que es peor, decir mentiras con el propósito de generar pánico económico y preocupación en los colombianos.

El diario conservador[1], en manos de Sarmiento Angulo, mintió al decir que el gobierno estaría contemplando incrementar el IVA del 19% al 26%. Semejante falsedad circuló por varias horas en las redes sociales, en particular en la red X. La reacción no coordinada de varios tuiteros e incluso de periodistas obligó al diario capitalino a reconocer el “error” y ofrecer disculpas. Aunque en la “corrección” publicada El Tiempo reconoce que se trató de un error, todo indica que se trató de una acción deliberada de alguien de la redacción que pretendió afectar la imagen del gobierno Petro y generar rabia en los agentes económicos responsables del IVA y pánico económico.

Esto dijo el periódico del poderoso banquero: “El Tiempo aclara que en una versión inicial de la noticia sobre los anuncios de una eventual reforma tributaria se informó de manera errónea de un supuesto aumento del 19% al 26% del IVA en Colombia, información que no corresponde a lo anunciado por el Gobierno”.

Por supuesto que no se trató de un error involuntario, sino de una acción deliberada, por cuanto el gobierno en ningún momento dijo estar contemplando el incremento del impuesto de valor agregado, IVA.

Lo hecho por El Tiempo es una prueba más de que corrieron la línea ética del oficio, afectando en materia grave la credibilidad del periódico, convertido por Sarmiento Angulo en su más poderosa trinchera ideológica y política desde donde se “dispara” hacia la Casa de Nariño toda suerte de mentiras, pullas y lecturas amañadas de los hechos noticiables.  La frase-lema con la que el diario bogotano se identifica dice que “El Tiempo no se detiene”. Por las mentiras y exageraciones publicadas parece que a la frase-lema hay que sumarle una idea complementaria: “El Tiempo no se detiene cuando se trata de mentir y afectar al gobierno Petro”.











[1] Cuando perteneció a la familia Santos, en su Manual de Redacción se presentaba como un diario liberal. A partir de la compra por parte del banquero Sarmiento Angulo, esa condición de liberal cambió. Hoy parece defender las ideas conservadoras de los sectores más retardatarios del país.

A PROPÓSITO DE LA MARCHA DEL SILENCIO DEL DOMINGO 15 DE JUNIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Llamar Marcha del Silencio a las movilizaciones que el Centro Democrático convocó para este domingo 15 de junio bien puede obedecer al interés de convertir el atentado sicarial contra Miguel Uribe Turbay en un acontecimiento político atado inexorablemente a un proceso de persecución ideológica y política adelantado por la izquierda en cabeza del gobierno Petro.  Más claro: el uribismo busca equiparar su Marcha del Silencio a la ocurrida en Bogotá en 1948, cuando Jorge Eliécer Gaitán Ayala organizó y lideró una movilización bajo ese nombre, en protesta por la persecución política encabezada por el gobierno de Mariano Ospina Pérez en contra los campesinos liberales.

En su informe, la Comisión de la Verdad se refiere en estos términos a la Marcha del Silencio convocada por Gaitán Ayala: “Ante el hostigamiento que vivían los gaitanistas y su impunidad, el 11 de abril de 1947 Gaitán le remitió al presidente Mariano Ospina y al ministro de Gobierno un «Memorial de Agravios». Pero la violencia era tanta que el 7 de febrero de 1948 Gaitán convocó su famosa Marcha del Silencio, probablemente la manifestación ciudadana más multitudinaria de la historia de Bogotá, si se toma en cuenta su tamaño en ese momento”.

Sin duda alguna, dicha pretensión del uribismo es una exageración política e histórica en la medida en que hay circunstancias que hacen pensar que el atentado contra el precandidato conservador Miguel Uribe Turbay pudo ordenarse desde las mismas mesnadas de la derecha para afectar la legitimidad y la gobernabilidad del gobierno progresista que encabeza Gustavo Petro, un caudillo tan popular como lo fuera en su momento el inmolado líder del partido liberal, Jorge Eliécer Gaitán.

Convertida la Marcha del Silencio del 48 en un referente histórico de la violencia política desatada en la época, su escritura entre altas y bajas representa una forma de reconocimiento por su importancia histórica, hasta el punto de que su forma escritural se asemeja a las diferencias que hay cuando se hace referencia a la violencia como práctica sociopolítica y a la Violencia como la etapa sangrienta protagonizada por liberales y conservadores. De allí que no sea lo mismo escribir Marcha del Silencio o Marcha del silencio.

Varios titulares de prensa ayudan a que el objetivo político de esta “nueva” Marcha del Silencio se cumpla. Otros, por el contrario, reducen el sentido de las movilizaciones al hecho criminal en el que está comprometida la vida del senador del Centro Democrático. Veamos algunos ejemplos, que dan cuenta de unas lecturas ambiguas de parte de los editores. Caracol radio tituló así una nota: “Marcha del Silencio por la vida de Miguel Uribe: hora, ciudades y puntos de movilización 15 de junio”.

Entre tanto, W radio le apostó a validar la dimensión histórica que el pretende dar el uribismo. El titular y la bajada dicen: “Marcha del silencio en Bogotá y más ciudades: Fecha, horarios y razones de la manifestación”. “El próximo domingo 15 de junio se llevarán a cabo una serie de manifestaciones en distintas ciudades del territorio colombiano como una muestra de rechazo a la violencia y el terrorismo”. Aunque W radio escribió sin mayúscula la palabra silencio, quizás en un intento por no hacer referencia a la Marcha del 48, en el resumen de la nota periodística aporta a la consolidación de una narrativa catastrofista al momento de señalar que las movilizaciones del domingo se dan en rechazo a la violencia y el terrorismo, como si estas prácticas hicieran parte de un proceso del cual el atentado contra el precandidato conservador deviene con un carácter cruelmente ejemplarizante.

Noticias Caracol y El Colombiano son dos medios que hacen parte de la cofradía mediática que le viene haciendo oposición política al gobierno Petro. Sus titulares son similares. El noticiero privado tituló así una nota: “Marcha del Silencio el domingo 15 de junio: los puntos de concentración en Bogotá y otras ciudades”. Nótese que Caracol Noticias usa la misma nomenclatura con la que históricamente los colombianos recuerdan la movilización ocurrida en Bogotá en 1948. En la “bajada o resumen” del mismo texto informativo se lee que “la marcha es convocada por el Centro Democrático, como rechazo al atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay, quien permanece en estado crítico en la Fundación Santa Fe de Bogotá”. El periódico antioqueño, entre tanto, tituló así su texto informativo: “Marcha del silencio: puntos de concentración y horarios de la manifestación en solidaridad con Miguel Uribe”.

Más allá de las suspicacias que surgen del uso de las mayúsculas al momento de nombrar las movilizaciones programadas para el domingo 15 de junio, lo cierto es que llamar Marcha del Silencio a la jornada de protesta es en sí mismo un acto político cuyo carácter se pretende minimizar e incluso ocultar por las manifestaciones de pesar y las cadenas de oración en favor de la vida del senador atacado.




COLOMBIA: EL PAÍS DEL ABSURDO, LA ESTOLIDEZ Y LA BELLEZA

  Por Germán Ayala Osorio   Colombia es el país del absurdo y de la belleza. En el 2016 el triunfo del No en el plebiscito por la paz co...