Por Germán Ayala Osorio
La renuncia de la Señorita
Antioquia, Laura Gallego
Solís a representar a su departamento en el Reinado Nacional de la Belleza obedece
claramente a la presión en las redes sociales que soportó por haber incitado,
deseado y propuesto que le dieran bala y cachazos al presidente Petro y al
exalcalde de Medellín, Daniel Quintero.
En lugar de ofrecer disculpas por
el irresponsable y apologético acto de habla que publicó en dos videos que se
hicieron virales, Gallego Solís convirtió su animadversión hacia todo lo que representan
social y políticamente Petro y Quintero en una causa legítima amparada en su
derecho a la libertad de expresión. Así las cosas, la exseñorita Antioquia confunde
la actividad política y su derecho a expresar sus ideas, con la exaltación que hizo
de la “necesidad” de que los dos políticos fueran eliminados.
Desde una perspectiva comunicacional,
Laura Gallego se negó a reconocer a los dos políticos como actores con los que
es posible sostener una confrontación de ideas políticas, así sea en medio del
clima de polarización política y crispación ideológica por el que atraviesa el
país y que se vive con intensidad en las redes sociales, convertidas en fétidas
trincheras ideológicas. Al proponer silenciarlos a bala, Gallego Solís se
puso por encima de los derechos que les asisten a Petro y a Quintero a
defenderse en una deseada situación de comunicación que la modelo se negó a
sostener, al acudir a las redes sociales para usar un lenguaje violento con el
que hizo apología a la comisión del delito de homicidio.
Leamos la carta de renuncia a su
condición de Señorita Antioquia: “Hace unos días fui elegida Señorita
Antioquia, un honor que recibí con profunda gratitud y con la ilusión genuina
de representar a la tierra que amo. Sin embargo, también soy una mujer con
criterio, con una trayectoria de activismo cívico y con una voz política que
jamás he ocultado ni ocultaré. Se han señalado mis posturas
políticas como si pensar, opinar y defender principios fuera incompatible con
ser reina. Pretenden que la participación de una Señorita
Antioquia en la vida pública sea un adorno pasivo, un cuerpo silencioso
destinado a complacer el espectáculo”.
En este pasaje de su misiva, Laura
Gallego establece una conexión amañada de dos escenarios públicos: el de la
opinión y el que cobija a los certámenes de belleza. Y cae en una falacia
argumentativa con la que crea una inexistente acción de censura. De esa manera
se niega a reconocer que se equivocó y que su apología a la comisión del delito
de homicidio está muy lejos de lo que ella llama “defender principios, pensar y
opinar”.
Parece olvidar la modelo y
abogada que el “éxito” de la sociedad patriarcal y de su correlato el machismo está
fundado en los reinados de belleza, escenarios perfectos para cosificar a las
mujeres, convertirlas en objetos sexuales y consolidar el imaginario colectivo
que señala que las “reinas de belleza son brutas”. Ese tipo de certámenes,
concentrados en la “autoridad” del Concurso Nacional de la Belleza (CNB)
sirvieron además para alejar a las aspirantes a Señorita Colombia de la
política proscribiendo su libertad de expresión.
Los reinados son instrumentos de
dominación física y simbólica en los que las mujeres aceptan las condiciones
propias en las que deben modelar sus cuerpos y guardar prudente silencio frente
a hechos y situaciones propias de la política. A pesar del tibio comunicado del
CNB, en este le recordaron a la Señorita Antioquia que “el Concurso Nacional
de la Belleza no participa, ni en su nombre ni en el de las aspirantes a
Señorita Colombia en política. Por lo tanto, rechaza cualquier
pronunciamiento de las participantes en torno a la actividad política… y conmina
respetuosamente a las candidatas a abstenerse de participar en política
mientras ostenten la representación de sus municipios, departamentos o
regiones”.
Sigamos con otros apartes de la
mencionada carta. “Incluso, se han emitido ataques públicos
provenientes de figuras como Daniel Quintero y Gustavo Petro, a quienes he
cuestionado abiertamente desde la ciudadanía por sus actuaciones y discursos
que considero dañinos para Colombia. Ante esta realidad, me niego a
permanecer callada”.
En el citado párrafo, de manera
sinuosa Gallego Solís se victimiza para negar que su actuación en los ya
referidos videos niega la posibilidad de discutir con Petro y Quintero
alrededor de sus “dañinos discursos”. ¿Por qué sugerir eliminarlos a bala si se
tiene la posibilidad de cuestionarlos verbalmente en un encuentro dialógico?
Las respuestas del presidente de la República y del exalcalde fueron proporcionales
a la violenta insinuación o deseo de la joven abogada.
“Me niego a ser parte de
un sistema que exige obediencia en lugar de pensamiento propio. Me
niego a que una corona se convierta en mordaza. Por lo anterior,
presento de manera irrevocable mi renuncia como Señorita Antioquia 2025”. ¿A qué sistema se referirá la dimitente y
agraciada modelo? El CNB en sí mismo es un sistema que le impone a las candidatas
participantes y a las reinas, virreinas y princesas específicas condiciones que
suelen acatar por todos los beneficios que reciben de la organización de esos
certámenes de belleza. Tardíamente comprendió que llevar una corona constituye
una mordaza. Lo llamativo es que esa constatación deviene contaminada de la
rabia que muy seguramente le produjo las reacciones que en su contra circularon
en las redes sociales y la animadversión que la llevó a sugerir la eliminación
del presidente de la República y al exalcalde de Medellín.
La epístola de Laura Gallego
Solís termina así: “La libertad de expresión no puede ser privilegio
de unos pocos, ni mucho menos un instrumento para callar a quienes piensan
distinto. No renuncio a mis sueños, no renuncio a mi voz,
no renuncio a mi compromiso con Antioquia y con Colombia. Esta decisión es
personal y definitiva, pero mi lucha por una Colombia libre y pensante continúa.
¡Gracias a todos los que me han apoyado en este camino! Seguiré adelante con la
frente en alto”.
Gallego Solís exhibe una evidente
confusión conceptual entre la libertad de expresión y el hacer apología a un
delito. Ella tiene derecho a decir todo lo que quiera mientras que no calumnie,
injurie o desee la muerte a Petro y Quintero o la de otras figuras públicas que ella
considera que le están haciendo daño al país. Los dos políticos
están dentro de la legalidad y están actuando de acuerdo con las reglas del
sistema democrático colombiano. Y en cuanto a su lucha por una Colombia
libre y pensante, parece ser que la abogada y modelo vive en una
realidad paralela porque hasta donde se sabe, no estamos viviendo los
colombianos en una dictadura o bajo las condiciones del Estatuto de Seguridad
de Turbay Ayala e incluso la Seguridad Democrática, políticas públicas con las
que se restringieron derechos a opinar, a reunirse, a pensar y a criticar a los
gobiernos que las aplicaron.