Por Germán Ayala Osorio
El ofrecimiento de bala para Petro
y Quintero que volvió famosa a la entonces Señorita
Antioquia hizo reaccionar a las huestes de la derecha que vieron en lo dicho por
Laura Gallego Solís como una especie de reivindicación de las mujeres
colombianas sometidas por la ya entronizada cultura machista. Cientos de
colombianos le compraron el confuso discurso con el que Gallego
dio a conocer su renuncia irrevocable a representar a su departamento en el Reinado
Nacional de la Belleza. Al final, vieron en la modelo a una “mujer empoderada”
y digna representante de la “mujer antioqueña”.
En apoyo a la vociferante “abogada”
(al parecer, aún no se gradúa, pero se presenta como tal) salió la
exvicepresidenta Martha Lucía Ramírez, quien en su cuenta de X se atrevió a
decir que Gallego Solís es una “colombiana empoderada. Nunca más las
lindas como decoración y su criterio silenciado por órdenes superiores”.
Sin duda alguna, la curtida política conservadora le compró todito el vago
discurso con el que dimitió la reina.
El trino resultó tan desafortunado
que Ramírez, política conservadora, lo borró sin explicación alguna. Sin
embargo, lo expresado por la vicepresidenta de Iván Duque y ministra de defensa
de Uribe entre 2002 y 2003 sirve para señalar que la violencia verbal y la
apología a cometer un homicidio de la Señorita Antioquia es bien vista por la
derecha tradicional de la que hace parte Martha Lucía Ramírez por una única razón:
iba dirigida exclusivamente hacia Petro y Daniel Quintero, los dos grandes enemigos
del uribismo y de las mesnadas godas de las que hace parte la exministra de Defensa
del primer gobierno de Uribe Vélez. Más claro: al decir Ramírez que la reina es
una “mujer empoderada” desestimó la gravedad de la amenaza de muerte contra el
presidente de la República y el exalcalde de Medellín.
Por haber sido ministra en varios
gobiernos y vicepresidenta del homúnculo de Iván Duque, Martha Lucía Ramírez
está obligada a defender la institucionalidad y en particular la dignidad
presidencial a la que Gallego
Solís amenazó con el ofrecimiento de una bala. A Ramírez y a la destronada
reina las une el odio y la animadversión hacia todo lo que huela a izquierda y
progresismo.
Haber borrado el trino confirma
el carácter ladino y los acomodaticios valores éticos y morales de Martha Lucía
Ramírez, la flamante exvicepresidenta de la República. Ramírez no puede hablar de
mujeres empoderadas porque su llegada a esos cargos obedece a transacciones
políticas (burocráticas) lideradas por hombres acostumbrados a minimizar a las féminas.
Ramírez jamás fue y será una mujer empoderada. Siempre será una ficha del sistema
político, correlato del sistema patriarcal y del machismo que las usa y
las exhibe en los reinados de belleza, y de la mano de la publicidad sexista como
si se tratara de “semovientes” en cualquier feria agrícola. Y en la política las pone siempre de segundonas o de adornos para simular que se cumple con la política de paridad de género.

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