Por Germán Ayala Osorio
Con aciertos y desaciertos, el gobierno
de Gustavo Petro
dejará en proceso de consolidación cinco hechos políticos e ideológicos
que sí o sí la derecha, la izquierda, el progresismo y una eventual centroizquierda
deberán recoger para construir con ellos los escenarios en los que sus posibles
candidatos y programas de gobierno tendrán sentido, legitimidad y viabilidad. Estos
son: 1. La anulación del carácter político de las “guerrillas”. 2. Unas
élites desprestigiadas. 3. Unas bases sociales empoderadas y desafiantes. 4. En
ruina la credibilidad de los medios masivos de información. Y 5. La obligación
moral de construir una centroizquierda.
En medio del fracaso de la Paz
Total, el presidente Petro logró lo que ni siquiera pudo alcanzar Álvaro
Uribe Vélez con su temida política de seguridad democrática y la guerra a
muerte que libró contra “lafar”: la anulación del carácter político de las “guerrillas”,
a cuyos miembros llamó “traquetos de camuflado” y apéndices del cartel de
Sinaloa. Así las cosas, cualquiera sea el candidato que llegue a la Casa de
Nariño en el 2026 deberá lidiar con esa realidad política e ideológica que será
determinante para los procesos de paz o de pacificación violenta que decida adelantar
el próximo gobierno. Recordemos que en la entrevista que concedió a Juanpis
González, el presidente Petro dijo que “en Colombia ya no hay guerrillas”.
Esa conclusión a la que llegó el presidente de la República pone en “cuidados
intensivos” a la categoría conflicto
armado interno, cuya vida jurídica casi que se reduce a la aplicación del Protocolo
II de Ginebra.
Con su discurso anti-oligarquía,
Petro expuso a las élites tradicionales a un constante escarnio público, lo que
le sirvió para reinstalar en los imaginarios colectivos la lucha de clases y la
siempre latente posibilidad de que suceda en el país un nuevo estallido social,
quizás superando los errores cometidos durante ese levantamiento: organización
y liderazgo. En su última intervención, Petro señaló que “miedo es poner
presos a 3.000 jóvenes y sacarles los ojos a decenas, solo por protestar,
asesinar a 65 de ellos. Democracia y vivir sin miedo, es proteger el derecho de
la ciudadanía a expresarse, a protestar y a la huelga”. Con unas élites
desprestigiadas, los candidatos presidenciales deberán cuidarse de recibir
apoyos y terminar defendiendo los intereses de aquellos empresarios
que mandaron a sus lobistas al Congreso con la directriz de torpedear las
reformas sociales presentadas por el Ejecutivo.
Gustavo Petro sale de la Casa de Nariño convertido en un caudillo popular y quizás en nuevo elector capaz de “poner” en la presidencia a quienes se comprometan con extender en el tiempo la promesa del cambio y por supuesto, la consolidación de este. Todas las marchas y movilizaciones dan cuenta de un despertar popular que bien se puede expresar en una realidad política que antes del 2022 el país no reconocía: unas bases sociales empoderadas y desafiantes. El trabajo social en las calles y comunidades adelantado por varios congresistas del Pacto Histórico podrá evaluarse positivamente si este escenario de conciencia colectiva se consolida y da vida a movimientos y líderes sociales con vocación de poder. Sin la formación de cuadros será imposible naturalizar las apuestas del progresismo.
En el pasado reciente ningún presidente de la República había confrontado a los medios masivos y a sus periodistas vedettes como lo hizo Petro desde su cuenta en la red X. El jefe del Estado los desmintió, contradijo y refutó con vehemencia, pero sin caer en amenazas de censura oficial como le “aconsejaron” varios petristas entre ellos Alfredo Saade. Semana, el medio que más oposición política le hizo a Petro, recogió el deseo del pastor: Alfredo Saade propone que el Gobierno Petro cierre medios de comunicación, “sin contemplaciones”. El gobierno Petro se abstuvo de chuzar e intimidar a los periodistas, tal y como ocurrió en los ocho años de Uribe Vélez.
La cofradía de empresas mediáticas
que optaron por atacar sin piedad al gobierno Petro terminó en la ruina la
credibilidad de los medios masivos de información, circunstancia que
permitió la irrupción de Youtubers e Influencers de izquierda, convertidos
todos en periodistas-activistas. Al final, los periodistas de los medios
hegemónicos y esas nuevas figuras de las redes sociales terminaron actuando de
la misma manera, afectando en materia grave la deontología del periodismo. La
autocensura, las medias verdades, tergiversaciones y tratamientos periodístico-noticiosos
amañados lograron poner en evidencia los mezquinos intereses de los propietarios
de los medios masivos y la obsecuencia de sus más reconocidos periodistas, convertidos
en amanuenses y estafetas de sectores privilegiados.
El quinto hecho y posible escenario político-electoral solo será posible si candidatos como Claudia López, Vicky Dávila de Gnecco, Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria optan por abandonar sus egos y sus sórdidas relaciones con la derecha tradicional, para acercarse a la imperiosa necesidad de dar vida a un partido de centroizquierda o de centro, que recoja las banderas del cambio. Habrá que esperar por quién se decide el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe, si por la Cabal, Paloma Valencia, Guerra u Holguín. Eso sí, los candidatos del CD son los más débiles frente a los anteriores porque quieren llegar a la Casa de Gobierno a cumplir las órdenes que el expresidente antioqueño les dé.
Quizás la figura política que pueda liderar
ese proceso de conversión política sea Roy Barreras quien con su camaleónico carácter y experiencia en
varios gobiernos pueda servir como puente para acercar a los eventuales candidatos del progresismo. Hablo de Camilo Romero, María José Pizarro, Carolina
Corcho, Luis Gilberto Murillo, Daniel
Quintero y Carlos Caicedo.
Urge que la clase política y empresarial
le apueste a bajar los altos niveles de crispación política e ideológica, dado
que sus más visibles y connotados líderes dejaron ver su avaricia y el
desprecio por lo popular y hacia todos aquellos que se atrevieran a confrontar
sus privilegios, así cómo su clasismo, racismo y aporofobia.
Si se acepta que los cinco hechos y/o escenarios aquí planteados están interrelacionados, entonces todos los agentes políticos y económicos de la sociedad civil deben asumir como una obligación moral construir una centroizquierda que le acabe de demostrar a la derecha uribizada que su tiempo ya expiró, que el país cambió y que Uribe Vélez jamás fue el referente moral y ético que la prensa bogotana inventó en su momento. Proscribir el uribismo es una apuesta cultural que podría acercar al país a estadios de modernidad, lo que significa superar las taras civilizatorias de una derecha premoderna y violenta.
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