Por Germán Ayala Osorio
El indulto dado por Trump al
expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado por narcotráfico y
corrupción en su país y su denodado apoyo al virtual ganador de las elecciones
en el país centroamericano, Nasry Asfura naturaliza la intrusión de USA y
exhibe sin pudor la doble moral y el interés en poner en las casas de gobierno
de los países de América Latina a juiciosos mandaderos y ejecutores de la
particular política antidrogas diseñada por los Estados Unidos caracterizada
por el control del negocio, esto es, la no persecución a los empresarios y
políticos proamericanos que hagan ingentes esfuerzos por mantener sometidos a
sus países a los intereses gringos que van más allá de la producción de la
droga: explotación de oro y otros minerales; para el caso de Colombia, extender en el tiempo las dinámicas del “conflicto
armado interno” en beneficio de los Señores de la Guerra, exploración y producción de hidrocarburos y conservación de ecosistemas naturales para
fines de investigación genética, entre otras actividades.
Para el caso del escenario electoral que se avecina en Colombia se espera que Trump haga lo mismo señalando a quien le gustaría que llegara a la Casa de Nariño. Juan Carlos Pinzón Bueno podría ser el ungido de Trump, decisión que, consultada o no con el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez, confirmaría al presidente norteamericano como una variable electoral a tener en cuenta en las elecciones de 2026. El tío de Pinzón Bueno, Jorge Bueno Sierra, condenado a cadena perpetua por narcotráfico en los Estados Unidos y la actitud cipaya del precandidato presidencial pueden ayudar a que Trump le diga a la derecha colombiana que ese es su candidato preferido. ¿Estará de por medio la propuesta de indultar al tío de Pinzón?
Abelardo
de la Espriella parece no contar con la total simpatía del gobierno gringo por
sus relaciones con Alex Saab y por esa vía con el régimen de Nicolás Maduro
Moros. En la actual campaña electoral en Colombia, precandidatos presidenciales
como Abelardo de la Espriella, Juan Carlos Pinzón y Vicky Dávila han dejado ver
una incontrastable actitud cipaya que termina legitimando y naturalizando la
intromisión de USA en nuestros asuntos internos. Recordemos que Pinzón Bueno dijo que en una "sentada" - Petro le preguntó si en una "arrodillada"- arregla las relaciones con Washington.
Eso sí, ese virtual “dedazo” de
Trump hace parte de un proceso injerencista en Colombia del que hacen parte decisiones
como la descertificación y la inclusión del presidente Petro en la Lista
Clinton. Se trata de disposiciones jurídico-políticas ambientadas por los
agrios enfrentamientos entre Trump y el mandatario colombiano. La llamada “guerra contra las drogas” es la
fachada con la que se encubren los procesos de intervención americana en
Colombia con los que se pretende controlar la llegada de millones de dólares al
país por cuenta de la venta de la cocaína en el enorme mercado norteamericano,
así como la producción y distribución del alcaloide en manos de agentes locales
(políticos y traquetos) que cuentan con el aval de la CIA y por ende de la Casa
Blanca.
Las finas relaciones entre la
derecha colombiana con el gobierno republicano en cabeza de Donald Trump están
atadas a la vieja agenda narcotizada con una variación reciente: la llegada por
primera vez a la Casa de Nariño de una fuerza progresista es vista por el
uribismo, congresistas gringos de origen colombiano y el propio Trump como un riesgo
castrochavista o neocomunista al que hay que enfrentar política y
electoralmente. Lo anterior permite concretar acciones injerencistas que para
el caso colombiano se han movido entre los esfuerzos de la prensa local
hegemónica por deslegitimar al gobierno Petro, descertificar al país y
calificar al presidente colombiano como “líder de organizaciones del
narcotráfico”.
Las acciones injerencistas de los
Estados Unidos en los procesos electorales y en la política interna de los
países de América Latina son de vieja data. Con la CIA, por ejemplo, planearon
el derrocamiento de Salvador Allende y el inicio de la dictadura militar al
mando de Augusto Pinochet Ugarte. Los Contras en Nicaragua y los intentos de
golpes contra Chávez en Venezuela y diversos planes político-militares en Colombia
confirman el poder injerencista de los gringos en las dinámicas domésticas de
los países que componen su “patio trasero”. La Alianza para el Progreso, el
Plan Laso y el Plan Colombia son formas de intrusión aprobadas por las élites
locales y presidentes en ejercicio que disfrutan de los beneficios de haber
entregado la soberanía estatal al Tío Sam y por esa vía extender en el tiempo
la dependencia económica y política frente a lo que hagan y digan los gringos. De esa manera, se garantiza las condiciones de un sistémico subdesarrollo provocado por los Estados Unidos y aceptado por el Establecimiento colombiano.
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