Por Germán Ayala Osorio
Durante años el conflicto armado
interno, sus dinámicas y efectos en la sociedad fueron un factor electoral importante
que definió en las urnas las aspiraciones de varios candidatos presidenciales.
Pastrana terminó derrotando a Samper con la imagen de su reunión con Tirofijo y
Álvaro Uribe Vélez llegó a la Casa de Nariño gracias a dos hechos, uno interno
y el otro externo. El primero, por el fortalecimiento militar de las Farc-Ep y sus
arremetidas contra la población civil; y el segundo, los ataques terroristas, contra
las Torres Gemelas en los Estados Unidos. Auto infringidos o no, ese suceso le
sirvió a Uribe para justificar su política de seguridad democrática porque, según él, en
el país no había conflicto armado sino una "amenaza terrorista".
A partir de la negociación en La
Habana entre Juan Manuel Santos y Timochenko, las dinámicas del conflicto
cambiaron radicalmente. La conversión de las entonces Farc-Ep en el partido Comunes
fue un fuerte golpe político a la guerrilla del ELN en la medida en que su lucha
armada perdió sentido histórico, lo que terminó acrecentando sus divisiones
internas, pero sobre todo su consolidación como una estructura armada
narcotizada a la que no le interesa negociar curules y proyectos productivos
porque tienen el músculo económico suficiente para extender las hostilidades
por varios años más. Las economías ilegales les quitaron el ropaje político a
los elenos.
Con el triunfo político de Gustavo
Petro sectores de la sociedad pensaron que por haber militado en el M-19 sería
más fácil negociar y firmar un armisticio con los elenos. Tanto Petro y los miembros
del ELN llegaron a sendas conclusiones que alejaron la posibilidad de alcanzar
la paz. El presidente Petro confirmó que el Ejército de Liberación Nacional abandonó
su espíritu revolucionario y se convirtió en un conjunto de “traquetos con camuflado”. Mientras
que la dirigencia del Coce llegó a la conclusión de que Petro no era el líder
de izquierda que ellos pensaron que era.
En el presente hay asuntos
electorales muchos más importantes y definitivos para la sociedad y los grupos
de poder que se disputan el control del Estado: uno de ellos es la continuidad
o no del proyecto progresista que encarna Petro o el regreso de la derecha
uribista y neoliberal responsable de la privatización del Estado, la pobreza y
la inequidad estructurales, así como de los efectos socioambientales y ecológicos
que deja un modelo de desarrollo fincado en un tipo de Sostenibilidad
Asistémica Funcional.
Hay un aparente despertar de una ciudadanía que habla más de condiciones laborales dignas, del cuidado de la naturaleza, del disfrute de la vida y del tiempo libre; de la superación de la pobreza, del clasismo y el racismo, dos de las taras civilizatorias que arrastramos como sociedad; de sectores interesados en reindustrializar el país y de superar los años de atraso que garantizó una élite conservadora, retardataria, mediocre e incapaz de leer los cambios societales.
Eso sí, ya hay candidatos presidenciales que intentarán poner como tema central la consecución de la paz a partir del fracaso de la apuesta maximalista de la Paz Total del gobierno Petro. Por ejemplo, María Fernanda Cabal ya salió a los medios a decir que ella “impondrá la paz”. La goda y neoliberal congresista quiere poner en la agenda electoral de 2026 el tema de la paz sin reconocer la existencia del conflicto armado interno. Hábilmente la “generala o muñeca” de Uribe evita hablar de conflicto armado porque ello iría en contravía de la doctrina de su patrón. Ella habla de paz porque le sirve para despotricar de Petro, de su pasado guerrillero y de la fracasada Paz Total. El país sabe que a la Cabal le gusta es la bala, la bala y la bala.
He venido diciendo que no tiene sentido de realidad hablar hoy de la existencia de un conflicto armado
interno en Colombia. Como tampoco el país enfrenta una “amenaza terrorista”,
apelativo con el que sagazmente Uribe borró
la historia de años y años de un conflicto social, económico y político que,
gracias al proceso de paz de La Habana, a los avances territoriales que en varias
materias dejará la administración Petro, pero sobre todo a la lumpenización
y traquetización de los elenos y las disidencias perdió ese rimbombante nombre
que tanto le sirvió a políticos y a la academia para justificar hechos de paz y
de guerra.
Ya es tiempo de dejar de llamar conflicto armado interno a unos hechos de violencia originados por la traquetización de las organizaciones “postguerrilleras”. Que hay que combatirlos, por supuesto, pero no tiene mayor sentido hablar de paz en términos de una negociación política cuando todos los actores ilegales, con los que eventualmente se piense dialogar, se comportan como bárbaros, salvajes y agentes anacrónicos. Hay que poner mucho cuidado a los agentes de la derecha que quieran hablar de paz y de guerra a sabiendas de que lo único que les interesa son los lucrativos negocios del narcotráfico, la minería legal e ilegal y la comercialización de armas. Entonces, estaríamos hablando de Pactos Prepolíticos que terminan sirviendo a la derecha mafiosa y criminal y a esas "guerrillas" que dejaron atrás su espíritu revolucionario para convertirse en traquetos que dejaron de patrullar para montarse con Toyotas de alta gama.
maria fernanda cabal dice que impondrá la paz y la paz total - Búsqueda Imágenes
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