miércoles, 26 de junio de 2024

PETRO Y LOS RIFIRRAFES CON OSPINA Y DUZÁN

 

Por Germán Ayala Osorio 

El presidente de la República  prácticamente sostiene, desde el 7 de agosto de 2022, un enfrentamiento discursivo y político con la prensa del Establecimiento. Y lo viene haciendo a través de su cuenta de X. Petro defiende su gobierno, confrontando a los periodistas que de manera deliberada mienten, tergiversan y ocultan datos claves para entender los hechos noticiosos. Sin duda alguna, los medios masivos tradicionales hoy fungen como actores políticos que usan la información y los hechos noticiosos para propósitos desestabilizadores o por lo menos, deslegitimadores de la gestión del actual gobierno.

En las últimas horas el jefe del Estado confrontó a dos periodistas: a Ricardo Ospina de Blu radio, reconocido por ser de las entrañas del uribismo y a la columnista María Jimena Duzán, quien a pesar de no militar en esa seudo doctrina, ha usado un par de veces su espacio periodístico para criticar al gobierno progresista. Entre los dos hay notables diferencias. El primero es un periodista obsecuente, obligado a informar con rigor, tarea que no cumple. Mientras que Duzán es una columnista reconocida por su rigurosidad y capacidad analítica. 

El rifirrafe entre Petro y Ospina se produce por el ejercicio amañado y tendencioso del periodista, quien  alude en un trino a un informe de la Contraloría General de la República (CGR) en el que sale mal parada la Sociedad de Activos Especiales (SAE) por actos de corrupción y problemas de ejecución. El reclamo del presidente se da porque el locutor de Blu radio evitó decir que la desaparición de bienes incautados y administrados por la SAE se dio durante el gobierno de Iván Duque Márquez, al que Blu radio insiste en proteger su imagen, a pesar de los notables desaciertos y actos probados de corrupción. Frente a la administración actual de esa entidad, el informe sugiere problemas de ejecución. Claramente Ospina oculta un dato clave con la clara intención de que los lectores y los oyentes asuman que los hallazgos de corrupción del ente de control obedecen a la actual administración. Ospina informa de manera tendenciosa. 

Ante la reacción del presidente de la República, el locutor uribista de inmediato se victimiza. Esto dijo en su cuenta de X:   "Usted debe garantizar la libertad de expresión y la tarea de los medios de comunicación. Su permanente hostigamiento a la prensa desdice de una persona que defiende los valores democráticos".

Hagamos un alto en lo dicho por Ospina. De manera temeraria el periodista crea la narrativa de que el gobierno de Petro no está garantizando la libertad de expresión. Eso es un duro y falaz señalamiento que confirma que lo que hace Ospina en Blu radio no es periodismo, sino Oposición política. Es curioso que el comunicador habla de libertad de expresión y no de libertad de prensa. La alusión a la primera la hace Ospina porque sabe que está opinando y no informando. Usa los hechos, en este caso un comunicado de la CGR, para emitir su tendenciosa opinión.

En la segunda parte, Ospina habla de "hostigamiento a la prensa". Se equivoca el colega. Lo que hace el jefe del Estado es defenderse de los permanentes ataques que salen desde Blu radio. No hay día en el que Néstor Morales y el propio Ospina, entre otros más, ataquen al gobierno, digan verdades a medias y expongan juicios de valor con el claro objetivo de deslegitimar al gobierno. Es al contrario, quienes están apelando al hostigamiento son los periodistas del señalado programa radial, que sigue un agenda de Oposición política.

Olvida Ospina que la prensa durante el gobierno de Uribe Vélez fue chuzada y perseguida. El olvido del locutor es explicable porque es afín a esa seudo doctrina llamada uribismo. Que se sepa, el gobierno de Petro no chuza a los periodistas y mucho menos, los irrespeta como sí lo hizo Uribe, en especial a quienes osaron criticar su gestión y su pasado. Otra cosa es que por tendencioso, Ospina tenga que lidiar con los petristas y las llamadas bodegas. Eso es más una consecuencia por hacer un ejercicio periodístico éticamente cuestionable, que el efecto de una directriz presidencial para que sea atacado.

En cuanto al rifirrafe con María Jimena Duzán, hay que decir que está cruzado por sentimientos mutuos de admiración y respeto. Las preguntas que hace la columnista en torno al hermano de Laura Sarabia, la mano derecha de Petro, motivaron la reacción presidencial. Los cuestionamientos que hace Duzán son legítimos periodística y legalmente a través de un derecho de petición que elevó para exigir respuestas sobre asuntos que tienen que ver con el posible aprovechamiento de Andrés Sarabia de las relaciones y del poder de su hermana.

Las preguntas de Duzán llegan en medio de hechos prepolíticos fundados en chismes, contradicciones, celos y malquerencias que hacen parte de lo que se conoce como "fuego amigo". El mismo que la primera Dama denunció ante la Fiscalía. Eso sí, Sarabia y el gobierno están en la obligación de responder el derecho de petición elevado por la columnista, así haga parte de un inocultable hostigamiento mediático hacia el presidente y su más cercano círculo de poder.

Estos dos rifirrafes, más lo que vendrán en el futuro, no pueden asumirse como actos de censura o de hostigamiento del presidente de la República hacia la prensa. Por el contrario, deben entenderse como un ejercicio de confrontación discursiva que obliga a la prensa a ser más responsable, al presidente más tolerante con los periodistas opositores, en particular con aquellos que siguen al pie de la letra una agenda política que sus jefes les han entregado para que ejecuten.

Un presidente tuitero es una circunstancia nueva para los periodistas y para los colombianos. Y se valida por el carácter del presidente Petro, acostumbrado a debatir y a confrontar a sus contradictores. Esa actitud del jefe del Estado resulta más democrática y de mejor recibo que usar el poder del Estado para chuzar, perseguir y calificar a los periodistas como "amigos del terrorismo" como lo hizo el inefable Álvaro Uribe Vélez entre 2002 y 2010.




Imagen tomada de la Silla Vacía.


martes, 25 de junio de 2024

JULIÁN ASSANGE, LIBRE: ¿VALIÓ LA PENA?

 

Por Germán Ayala Osorio


Con la puesta en libertad de Julián Assange, su caso debería de convertirse en un emblema para la humanidad porque logra conectar a dos actores de poder social y político que, en sus ejercicios diarios, se sirven el uno del otro para legitimarse y auto proclamarse como formas civilizadas que el ser humano creó para estar en el mundo. Eso sí, de ambos actores sabemos que guardan, al mismo tiempo, los más oscuros intereses de los seres humanos, así como las más sublimes acciones y deseos. Esos actores son el Estado y el periodismo. 

Lo que hizo Assange fue develar los siempre oscuros informes militares de Estados comprometidos en guerras internacionales, actividades de espionaje y mensajes cruzados entre embajadores, políticos y presidentes  de varias Repúblicas. Assange conmocionó al mundo con las revelaciones conocidas como Wikileaks porque expuso el poder político de los Estados Unidos, dejando clara la vileza del ejercicio del poder de la potencia militar. 

"Entre los documentos filtrados por WikiLeaks, se encuentran informes militares que detallan operaciones en las guerras de Irak y Afganistán, así como cables diplomáticos que revelan actividades de espionaje y política exterior de EEUU. Estos documentos expusieron operaciones secretas y tácticas cuestionables empleadas por el gobierno estadounidense. Además, se filtraron detalles sobre las condiciones de los prisioneros en Guantánamo, incluyendo prácticas de tortura y detenciones sin juicio. Estas revelaciones generaron una fuerte crítica internacional y demandas de reformas en la política de derechos humanos de EEUU". 

Más allá de los cables y de las interpretaciones y los efectos internos en los países comprometidos en la información que circuló ampliamente, lo que hizo Assange fue poner en la picota pública mundial a los Estados Unidos y por ese camino, dejó muy claro que el Estado como forma de dominación no puede jamás asumirse como un actor político moralmente superior a cualquier otra forma de consolidación del poder político, económico y militar dentro de un territorio nacional y mucho menos superior a sus asociados.  

No hay, ni habrá jamás un Estado en el mundo del que sea posible esperar acciones con niveles superlativos en lo moral y en lo ético porque su diseño y operación están atados a la siempre aviesa condición humana. Insisto en que el gran aporte de Assange es que logra conectar la operación de los Estados con el periodismo, otra actividad humana cargada de buenas intenciones como aquella de "buscar la verdad", pero también sujeta a la mezquindad de los propios periodistas y la de los propietarios de las empresas mediáticas que se sirven de estas para legitimar al Estado en el que "informan" de manera interesada. 

Assange es un defensor radical de la libertad de prensa. Es un hombre que creyó que con exponer las guarradas del poder político en los Estados Unidos el mundo podría ser mejor. Doce años pasó Julián Assange encerrado y perseguido por el poder político mundial comprometido en los hechos revelados en los Wikileaks. Siete de esos años, los pasó al interior de la embajada de Ecuador en Londres de donde fue sacado a la fuerza y cinco en una prisión en el Reino Unido. 

Ese poder, sucio y criminal que este defensor radical de la libertad de prensa le expuso sus vergüenzas al mundo, lo sometió hasta obligarlo a aceptar cargos. La pregunta es: ¿valió la pena el sacrificio cuando hay periodistas en todo el mundo que defienden a dentelladas al Estado bajo el que ejercitan el oficio, y que a diario lo legitiman como forma de dominación, a pesar de la inmoralidad de sus acciones? 

Quizás no haya actividad humana en la que haya más mezquindad y ruindad que en el oficio del periodismo. Bueno, la política le compiten en honores. Hay periodistas capaces de ofrecer sus vidas por defender al Estado y en particular a los gobiernos que los usan como estafetas y "cajas fuertes" en las que guardan secretos e intimidades de presidentes, empresarios, militares, embajadores y políticos. En Colombia, por ejemplo, hay un sinnúmero de reporteros, presentadores de televisión, directores de medios  y conductores de programas radiales a los que les encanta que agentes de poder económico y político los manoseen y los usen como mandaderos. A esos colegas les fascina ir a cocteles y reuniones para luego ufanarse de que están "bien relacionados", a pesar de saber que esos amigos poderosos actúan a diario bajo un inocultable ethos mafioso. 

También hay otros que evitaron la tarea de confrontar a estructuras guerrilleras y paramilitares por simpatías ideológicas, pero también, para obtener beneficios económicos. Unos y otros son periodistas indignos. Hay también columnistas que, amparados en la libertad de expresión, legitiman a diario a agentes del Establecimiento responsables de haber convertido a Colombia en un insufrible platanal con bandera.  

Aunque sectores de la opinión pública formada en criterio ya sabían de antemano de la presencia de estos periodistas-estafetas, con la llegada del primer presidente progresista a la Casa de Nariño, estos mismos colegas se encargaron de mostrarse al país tal cual son: defensores de los agentes de un Establecimiento criminal y mafioso que lleva operando el Estado más de 50 años. Sin vergüenza alguna estos "perros rabiosos de la democracia" mienten, tergiversan los hechos, esconden verdades y actúan como opositores políticos. Estos periodistas odian a Assange porque lo que hizo los confronta ética y moralmente.

La libertad que hoy obtiene Assange es demasiado costosa para él y para un mundo que jamás valorará el haber desafiado a semejante poder. Las mentiras y la ruindad del poder siempre tendrán al periodismo y al Estado como sus más insignes formas de dominación. 



Imagen tomada de El Mundo. 

  

lunes, 24 de junio de 2024

OTTY PATIÑO Y LA MUERTE DE HERMES GUERRERO

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Dos golpes contundentes recibieron en las últimas horas las disidencias de Iván Mordisco y la Segunda Marquetalia. De la estructura del primero, conocida como EMC (Estado Mayor Central) fue abatido por miembros de las Fuerzas Especiales del Ejército nacional, alias Fito, mientras que del grupo que lidera Iván Márquez, cayó Hermes Guerrero. Entre los dos abatimientos hay diferencias sustanciales:  contra la organización que lidera Iván Mordisco se dispuso, por orden presidencial, de una fuerte contra ofensiva militar como respuesta a los últimos ataques terroristas y dinamiteros perpetrados en Jamundí y Robles(Valle del Cauca) y Timba (Cauca), así como en Taminango (Nariño), mientras que con los "marquetalianos", se inauguró recién la mesa de diálogo con miras a buscar una salida política negociada de quienes abandonaron el proceso de paz de La Habana, por los hechos que tienen que ver con los entrampamientos organizados por la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez Neira. 

Lo llamativo del asunto no está en los perfiles de los delincuentes "dados de baja", sino en la reacción del alto comisionado de paz, Otty Patiño ante la muerte de Hermes Guerrero. Patiño lamentó así el hecho político-militar: "Lamentar profundamente los acontecimientos de ayer, acontecimientos que no pueden llamarse incidentes porque es volverlos leves e insignificantes. Es algo fatídico y hemos maltratado la confianza que hemos ido creando desde febrero con la Segunda Marquetalia. Quiero darle un abrazo muy sincero por la capacidad de superar las crisis. Reciba mi abrazo de condolencia y confianza porque superada esta situación podremos avanzar con pie firme y mayor entendimiento".

La reacción de Patiño se entiende en el marco de las buenas intenciones y si se quiere de la diplomacia que surge cuando se emprenden procesos de negociación política entre el Estado y las "guerrillas". Eso sí, lo expresado por el alto comisionado de paz lo considero exagerado en la medida en que las operaciones militares vienen legitimadas por el clamor de los colombianos que sufren por la presencia de esos grupos al margen de la ley que imponen sus condiciones en zonas rurales en las que históricamente el Estado jamás se consolidó como un orden legítimo. 

Expresar las condolencias por la muerte de Hermes Guerrero, en un ambiente político e ideológico caldeado como el que atraviesa el país desde el 7 de agosto de 2022, constituye un desafío moral y ético-político. Patiño se sobreactuó en esta oportunidad. No importa si los militares usaron información privilegiada para dar el golpe. Así es la guerra. Señalar a los militares como enemigos del proceso resulta peligroso, aunque no se puede ocultar que históricamente siempre actuaron como una rueda suelta en los procesos de paz adelantados. 

Hay que recordarle a Otty Patiño que durante las negociaciones de paz entre el Estado y las entonces Farc-Ep en Cuba, fue abatido Alfonso Cano. Las condiciones en las fue ultimado el líder fariano y el deceso mismo no pusieron en vilo las conversaciones de paz. El país no olvida que Cano fue abatido en condiciones de indefensión. Por el contrario, se continuó adelante pues se consideró que el operativo hacía parte de las confrontaciones militares que se llevaban a cabo, pues no se había pactado aún un cese bilateral del fuego. 

Calificar como "fatídico" el suceso y de "maltratar la confianza" tiene un efecto político-mediático que Patiño pudo evitar, matizando su reacción: de inmediato, lo dicho por el alto comisionado de paz fue usado por la Oposición como arma ideológica para tratar de indisponer a los militares que desarrollan las operaciones, con el gobierno nacional. Parece olvidar Otty Patiño que una buena parte de la sociedad colombiana sigue sin aceptar que hoy el presidente de la República es un exguerrillero. Es más, al compartir Patiño su pasado en armas con Petro, su reacción va a servir para que los enemigos del gobierno insistan en la narrativa que señala que el jefe del Estado está "debilitando la moral de la tropa con la salida de más de 65 generales y que tiene amarrados a los militares".

Si de verdad la Segunda Marquetalia tiene voluntad de paz, la muerte de Guerrero debe asumirse como parte de la naturaleza de un conflicto armado en el que cada bando está dispuesto a asestarle golpes contundentes a su contraparte. El ambiente de confianza se consolidará cuando en la mesa se pacte el cese bilateral de hostilidades y se dé inicio a las negociaciones de una agenda que no puede ser distinta a la que en el pasado reciente Iván Márquez aceptó cuando hizo parte de la delegación de paz de las Farc-Ep que firmaron el armisticio en Cuba. 

Si, se perdió una vida y eso es lamentable, pero a diario perecen soldados, policías y civiles, hechos que Patiño tendría que haber lamentado de igual manera como hoy lo hizo con la muerte de Hermes Guerrero. 



Imagen tomada de W radio. 


domingo, 23 de junio de 2024

LA ESCALADA TERRORISTA Y LA UNIÓN ENTRE ILEGALES Y AGENTES DEL ESTABLECIMIENTO

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Si para algo ha servido el conflicto armado interno es para consolidar el poder político y económico de Señores de la Guerra regionales, que al ser cercanos a agentes del Establecimiento colombiano, usan las dinámicas de la guerra interna como elemento de presión política contra el gobierno de Gustavo Petro, con el claro objetivo de deslegitimarlo y desacreditar su gestión en específicas zonas rurales. Al ver que las variables macroeconómicas están controladas, al viejo establecimiento no le queda otro camino que apalancarse en los problemas de orden público y tratar de golpear políticamente al actual gobierno; de igual manera, las dinámicas del irregular conflicto han servido para naturalizar  la corrupción al interior de las fuerzas armadas por cuenta de miembros que le venden municiones y pertrechos a las guerrillas. A pesar de la purga a la que ha sido sometido el Ejército desde el 7 de agosto de 2022, lo más probable es que aún existan reductos de oficiales y suboficiales que negocian armas y municiones con grupos al margen de la ley; todo lo anterior sirve, además, para  vender la idea de que el Estado jamás podrá tener el control del territorio, lo que supone la sobrevivencia territorial de los grupos armados al margen de la ley y sus economías ilícitas, situación que asegura que esos negociados continúen en el tiempo. 

Con las últimas arremetidas dinamiteras y terroristas en Nariño,  Cauca y el sur del Valle del Cauca, surge la inquietud alrededor de qué habrá detrás de esas acciones contra la población civil de Toribío, Suárez y Timba (Cauca) y de Robles y Jamundí, en el Valle del Cauca. El gobierno dice que se trata de retaliaciones por los sistemáticos golpes que la fuerza pública viene asestándoles a las "guerrillas" que delinquen en el Cauca y el Valle del Cauca, corredor estratégico para sacar cargamentos de cocaína y marihuana hacia el Pacífico, a través del Naya. Propongo la siguiente hipótesis explicativa:

La estrategia del gobierno de afectar las finanzas de las disidencias de Iván Mordisco y de las otras organizaciones al margen de la ley despertó la furia de agentes políticos y económicos legales que se benefician de la producción y venta de la cocaína. No se puede negar que hay sectores formales e informales de la economía colombiana que sirven para lavar las millonarias sumas de dinero que produce y mueve el mercado del narcotráfico. Bajo esas circunstancias, lo que está sucediendo en esos tres departamentos es la expresión clara de la confluencia de intereses de sectores políticos y económicos de la derecha colombiana, con los propios de las disidencias farianas e incluso, con los de una nueva generación de paramilitares que estarían esperando  a que finalice el periodo presidencial de Petro para iniciar la contraofensiva militar de cara a frenar los avances de la reforma agraria que viene implementando el actual gobierno. 

La lucha frontal que Petro viene liderando en contra de las finanzas de los narcotraficantes que sostienen la operación de las estructuras de las disidencias de las Farc-Ep, las de otros grupos ilegales y los negocios legales de actores económicos formales de la sociedad civil, permitió que agentes económicos y políticos legales se unan para contrarrestar esos efectos negativos, con la única forma que les queda: los ataques terroristas contra la población civil, con el objetivo de minar la legitimidad y el apoyo popular que el gobierno de Petro viene tratando de acumular con sus políticas agrarias y de apoyo al campesinado.  

Las violentas acciones perpetradas en Nariño, Cauca y Valle del Cauca son aprovechadas por la derecha uribizada para construir la narrativa que señala que el Estado central perdió definitivamente el control de esos departamentos. Sin duda alguna, un relato que les sirve política y socialmente para intentar reconquistar la Casa de Nariño en el 2026, vendiendo la idea de que el país, sí o sí, necesita el regreso de la Seguridad Democrática, la temida política de seguridad que implementó el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. 

Eso sí, la unión de esfuerzos entre los viejos agentes del Establecimiento y los grupos ilegales no tendría la pretensión de generar el caos y la crisis institucional que produjo en su momento la escalada terrorista del criminal Pablo Emilio Escobar Gaviria, que terminó con el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). No. Estaría prohibido poner bombas en centros comerciales de ciudades capitales, porque bajo esas circunstancias le estarían dando al presidente de la República elementos de juicio para insistir en que el país necesita convocar a una ANC. Generar zozobra, miedo y terror en centros poblados y en municipios pequeños por ahora sería suficiente para esta unión temporal de intereses legales e ilegales con la que se busca afectar la imagen del actual gobierno. 

Le corresponde a la contrainteligencia militar examinar la consistencia y la existencia objetiva del entramado criminal que supone la hipótesis aquí planteada. Lo cierto es que el negocio de la guerra le va ganando la partida a la paz, como negocio y como forma de estar en los territorios. 



Imagen tomada de EL TIEMPO.COM 

sábado, 22 de junio de 2024

¿EXISTE EL CENTRO POLÍTICO EN COLOMBIA?

 

Por Germán Ayala Osorio 

La discusión sobre la existencia o no de un centro político en Colombia no cesa. Su vigencia se mantiene gracias a que la narrativa de la "polarización política" entre izquierda y derecha parece triunfar en un país históricamente gobernado por la derecha y que apenas ahora está aprendiendo a reconocer qué es eso de la izquierda democrática y del progresismo. Creo que es importante matizar aquella narrativa, diciendo que lo que hay realmente de fondo es una lucha entre dos caminos: uno, que le apuesta a que Colombia siga atada a las maneras de una derecha corrupta y el otro, el que ofrece el progresismo que, con todo y errores, propone un orden más justo social, económica, política y ambientalmente. 

En medio de la discusión sobre el espinoso asunto hay que reconocer que resulta mucho más fácil ubicarse o alinearse a la derecha, bien sea por conveniencia económica y política o por miedo a ser violentado o rechazado al momento de reconocer que se simpatiza con las ideas de una izquierda demonizada por la presencia otoñal y equivocada de las guerrillas. Hay que decir que estas últimas se auto denominaron de izquierda, pero que al revisar sus relaciones con los civiles en los territorios dominados, parecían más cercanos al ideario conservador. Baste con recodar las "reglas" que impusieron las Farc-Ep en los pueblos y veredas que quedaron bajo su mando cuando el irresponsable presidente Pastrana les entregó 42 mil kilómetros cuadrados sin verificación internacional y nacional, para entender que de liberales muy poco tuvieron los señores farianos. 

El columnista Juan Carlos Botero hace una defensa del centro y lo hace exponiendo las cosas que deberían defender quienes señalen públicamente simpatizar con el aún difuso espectro ideológico en un país godo, violento y manejado por una derecha mafiosa, criminal y apegada a ideas retrógradas en lo social, indebidas en lo político e insostenibles en lo ambiental-ecológico. 

Dice Botero en su columna Una defensa del centro que los del centro defienden "la Constitución y el Estado de derecho, la necesidad de jueces y entes de control autónomos, medios independientes que no estén sujetos a los abusos del poder o de grupos económicos. Y jamás rechazar unos crímenes mientras se toleran o disculpan otros". Al revisar las circunstancias institucionales y culturales de la historia reciente del país, incluso, a partir de la promulgación de la Carta Política de 1991, lo dicho por el columnista termina por anular la posibilidad de que el centro, como realidad política, pueda aparecer en el quehacer de sus propios políticos profesionales. 

Por tradición, los entes de control han estado al servicio de clanes políticos regionales guiados por un evidente e insuperable ethos mafioso. El ejemplo más claro es la gestión de la actual procuradora Margarita Cabello Blanco, quien opera como defensora de oficio de la derecha y en particular, del clan Char. Otro ejemplo más de la captura clientelista y de la operación ideologizada de la Procuraduría General de la Nación fue el entonces procurador y quemador de libros, Alejandro Ordóñez Maldonado, una especie de Torquemada moderno. Y ni para qué hablar de la Contraloría General de la República, otro fortín clientelista. 

En la ya referida columna, Botero insiste en decir que el centro es la salida que le queda al país en medio de la "polarización política" "porque  es la mejor opción para el país en este momento, la más incluyente y sensata, no basada en el odio y el rechazo sino en la tolerancia del otro y en la aceptación de nuestra identidad compartida. Incluso por encima de nuestras diferencias". 

Los argumentos de Botero son claros. La pregunta que surge es: ¿Quiénes son las figuras políticas capaces de actuar bajo las premisas y las ideas que el columnista propone y reconoce para ser considerado y actuar desde el Centro? 

Se equivoca si está pensando en políticos como Claudia López Hernández, Sergio Fajardo e incluso, los hijos de Galán. Muy seguramente la exalcaldesa se presentará a las elecciones de 2026 como una opción de centro. Se tratará, claro está, de un estratagema para engañar votantes ingenuos o cansados de la "polarización". Entre tanto, el exgobernador de Antioquia insistirá en que él representa el centro político, apalancado más en las "buenas maneras" de su discurso, que en realidades políticas fruto de sus decisiones cuando manejó los destinos de Antioquia y Medellín. La cercanía de López y Fajardo al uribismo los inhabilita y les impide presentarse como políticos de centro. 

En cuando a los hijos de Galán hay que decir que son funcionales a la derecha por decisión propia. El peso del legado de su padre lo llevan y lo sienten como un enorme piano de cola. Por eso, optaron por la salida más fácil: estar con la derecha, en la medida en que no están obligados a pensar y actuar como su padre y mucho menos lo están para defender su ideas liberales. 

Ojalá aparezcan figuras que defiendan un centro político que le apunte a cambiar las formas en las que se hace política en Colombia. Por ahora, el centro seguirá siendo espectral y el sueño de aquellos que se cansaron de la derecha mafiosa y de otros que, un tanto desanimados por los resultados parciales del primer gobierno progresista, creen que es posible trasegar por un camino alternativo. 


Imagen tomada de Razón Pública

viernes, 21 de junio de 2024

JESÚS BENDIGA LA COPA AMÉRICA

 

Por Germán Ayala Osorio


En la inauguración de la Copa América la organización del evento deportivo permitió que un par de pastores leyeran, en inglés y español, una corta pero emotiva alusión a Dios o al Señor Jesús. Con frases como "Dios bendiga a América" y el "mensaje de Cristo es de paz y perdón" los enviados de dios en la tierra sorprendieron a más de uno con la invitación a creer y a confiar en la palabra divina. 

Desconozco si los periodistas deportivos colombianos que exigen a sus colegas no meterle política al deporte, hicieron algún comentario a lo sucedido durante la ceremonia de apertura del torneo continental que en esta oportunidad se realiza en territorio de los Estados Unidos de América. Imagino que no, porque muy seguramente la FIFA o las cadenas radiales y televisivas previamente les hicieron la "recomendación" de guardar silencio ante la piadosa inclusión (o intromisión) de la Fe en un evento que presenciaron millones de seres humanos en el continente americano y otros tantos millones en el resto del mundo. Una ceremonia deportiva que se da en medio del genocidio en Gaza contra el pueblo palestino, perpetrado por el ejército sionista del Estado de Israel. El fútbol debe servir para ocultar la barbarie y la estupidez humana a gran escala, parece ser el mensaje. 

A pesar de la llamativa presencia de los mensajeros de Cristo, no se puede negar que el fútbol está atravesado como ningún otro deporte espectáculo por la política y la religión. La FIFA, en su ejercicio como órgano rector del fútbol mundial es un poderoso actor político capaz de incidir en decisiones al interior de los Estados miembros, en particular aquellas decisiones que intenten minar el poder de ese monstruo extraterritorial, adoptadas por jueces, mandatarios locales y por supuesto, por los presidentes de la República. En consecuencia, el balompié está inexorablemente atado al poder político. 

Son muchas las figuras de ese deporte que agradecen a "Dios" por haberles dado la gracia de hacer goles, ganar partidos, de permitirles jugar o por haberse recuperado de una lesión, entre otras tantas "razones" atadas a la fe individual y colectiva. En las entrevistas, los jugadores suelen decirlo sin ninguna prevención: "primero, gracias a Dios..." repiten sin cesar los más creyentes. Otros se persignan antes de entrar a la cancha. Otros miran al cielo en señal de agradecimiento y admiración. De igual manera los hinchas se encomiendan a su santo de devoción o de manera directa al Señor para que les ayude a conquistar un título. Todas esas expresiones y demostraciones de la fe individual arrastran la intención de universalizar (imponer) una idea única de Dios. No hay lugar al politeísmo y mucho menos se puede permitir creer en otra deidad. Por supuesto que el derecho a no creer o a dudar está proscrito.  

La presencia de los dos pastores en la inauguración de la Copa América podría atarse a los intereses de los sectores más conservadores de los Estados Unidos, interesados en mostrarse como una nación piadosa, creyente y sobre todo, que promueve la paz en el mundo tal y como lo predicó Jesús, según la narrativa de la iglesia Católica, una multinacional tan poderosa como la propia FIFA. Claro, se trata de una paz sepulcral, resultado del genocidio que el propio gobierno de Biden patrocina al brindarle todo el apoyo político, económico y militar a su socio Israel, el Estado que está detrás del objetivo de borrar de la faz de la tierra al pueblo palestino. 

El mensaje de los dos pastores era para el resto del mundo y no tanto como una forma de bendecir al fútbol, a los jugadores, técnicos y las selecciones. Lo sucedido ayer se compara, en la intención de universalizar una única verdad, cuando después de los ataques del 9/11 en territorio americano, de inmediato el presidente Bush lanzó una "cruzada contra el terrorismo". Así, entonces, en la inauguración de la Copa América se usó el fútbol y ese especial momento, para universalizar la existencia de un Dios para Occidente. Un Dios que se opone a Alá y a cualesquiera otra deidad que un pueblo en el mundo se atreva a exponer como guía espiritual. Esa decisión es política y es al mismo tiempo, un acto de Fe. Y todos sabemos que ante la Fe no hay la posibilidad de razonar,  pues la razón misma se torna débil. 

Como invención humana, cualquier idea que se tenga de Dios siempre estará conectada con la política, el poder,  y por supuesto, con la Fe, como hilo conductor; y qué mejor si se usa un deporte de masas como el fútbol, para invocar la presencia  de esa deidad y garantizar su existencia a través de un único relato universal y universalizante que representa al siempre piadoso y bienintencionado Occidente. 

Adenda: imagino que los problemas con el sonido que se presentaron durante el show del artista colombiano no fueron cosas de Dios, sino de un inolvidable error técnico.  


Imagen tomada de Youtube.com

jueves, 20 de junio de 2024

TRES ESCENARIOS DE FUTURO PARA SUPERAR EL URIBISMO

 

Por Germán Ayala Osorio

La llegada del primer gobierno progresista debería de servir de punto de quiebre ético-político con el que sea posible superar, culturalmente, ese conjunto de prácticas y valores atados a un evidente ethos mafioso que llamamos uribismo. El país fue testigo de su aparición y naturalización entre el 2002 y el 2010 durante la administración del inefable Álvaro Uribe Vélez. 

Más allá de las promesas de cambio del gobierno de Petro, hay una evidente toma de conciencia colectiva alrededor de los responsables de los graves problemas sociales que afronta el país, fruto de la aplicación a raja tabla de recetas neoliberales aplicadas por los gobiernos de César Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque. 

Esa toma de conciencia colectiva que permitió identificar a los políticos responsables de la extrema pobreza, la inequidad, el hambre y un desarrollo a todas luces insostenible tuvo en el estallido social a su punto más alto de inflexión y consolidación. Sin embargo y a pesar de que hay sectores societales que actúan cada vez más en función de sus derechos, es urgente que Colombia supere el uribismo como forma de hacer política, de gobernar, de relacionarse y vincular las fuerzas privadas y públicas. Se necesita de un quiebre cultural, casi que de una reinvención de aquello de ser ciudadano o simplemente, de actuar bajo principios universales de humanidad. 

Para poder que ese parte aguas cultural se dé en el país se requerirán de escenarios posibles en los que de manera explícita quede proscrito ese ethos mafioso que se asocia al ismo que mayores daños produjo tanto al ejercicio de la política, como en el actuar ciudadano. Vislumbro tres escenarios de futuro en los que podría quedar superada esa narrativa violenta, conservadora, ética y moralmente perturbadora y ecológica y ambientalmente insostenible que se asocia y representa el uribismo. 

Al primer escenario de futuro que se requerirá para lograr ese objetivo lo llamo la Refundación cultural del sentido de lo público y de lo privado. Los empresarios y en general la clase política debe entender que un Estado sometido a los intereses de unos cuantos particulares resulta inviable por varias razones. El Estado, como forma de dominación territorial debe ser para los ciudadanos asociados a su territorio un referente de eficiencia, eficacia y de construcción de humanidad, a partir del cumplimiento de sus funciones constitucionales. Su operación bajo la égida de contratistas, empresarios y banqueros a los que lo único que les interesa es saquear sus finanzas solo sirve para generar todo tipo de formas de violencia social, económica y política. Justamente bajo esas circunstancias fue que Uribe logró consolidar su pérfida manera de asumir el Estado y la función pública. 

Para que este primer escenario de futuro sea posible no es necesario convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. No. Bastaría con que todos los agentes económicos se sentaran a revisar sus prácticas, en particular aquellas dolosas y mafiosas que les permitieron debilitar el Estado, para someterlo a sus mezquindades y vanidades.  

El segundo escenario de futuro lo llamo la Proscripción pública del ethos mafioso. Los agentes más representativos de todas las esferas de la sociedad civil cercanas al uribismo deben hacer un acto de contrición público en el que reconozcan que de manera directa o indirecta se beneficiaron y aplaudieron políticas y decisiones adoptadas durante los 8 años de Uribe y los 4 de Iván Duque que resultaron contrarias a un deber ser moral y éticamente superior. Dicho reconocimiento no podrá asumirse como una confesión extrajudicial susceptible de ser reconocida por los jueces como violación a las leyes y concomitante a la comisión de delitos. El valor de la Proscripción pública del ethos mafioso es en sí mismo un acto de verdad y de reconciliación, en particular con las víctimas visibles e invisibles por la aplicación diaria de ese malicioso ethos que los colombianos, de la mano de la Gran Prensa bogotana, naturalizaron. 

Y un tercer y último escenario de futuro tiene que ver con el surgimiento de un nuevo periodismo. A este escenario lo llamo Hacia la construcción de un periodismo ciudadano, resuelto a modificar sustancialmente la lógica noticiosa atada a los intereses de las corporaciones que hoy sostienen a las empresas mediáticas. Los daños que la prensa corporativa le hizo a las audiencias son incomensurables por cuanto terminaron por invertir los valores y las realidades, en su afán de consolidar narrativas contrarias al bien común y otras, para matizar y esconder delitos cometidos por quienes deberían de ser referentes morales en una sociedad como la colombiana que deviene confundida moralmente y con claros indicios de practicar una ética acomodaticia. 

Quedó demostrado que la corporativización del periodismo le hizo y le hace daño al ejercicio periodístico. Uno de sus primeros efectos negativos es que convirtió a los medios masivos en actores políticos y a muchos de sus periodistas, en particular a los más obedientes, en estafetas de un régimen oprobioso y violento. 

Si como sociedad no logramos proscribir el uribismo, seguiremos con los mismos estándares de violencia e inmoralidad. Quizás no colapse el Estado, pero nos mantendremos alejados de la modernidad y de los criterios que definen a una sociedad como civilizada y preparada para discutir, dialogar y pensar en libertad y sin miedo a ser perseguida y asesinada por pensar diferente o por criticar al gobierno. 



Imagen tomada de 

https://prensarural.org/spip/spip.php?article26632



BETTY, LA FEA: EL REGRESO

 Por Germán Ayala Osorio


La producción televisiva suele estar atada a la cultura dominante, de allí que su objetivo estratégico sea aportar a su mantenimiento como única forma de estar en el mundo, en un territorio, afianzar relaciones entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza. Las novelas en particular llevan la batuta en esa intención de los canales privados de televisión e incluso, de los públicos, de promover los valores de esa cultura dominante, sin que importe que con estos se consoliden símbolos y prácticas como el machismo, el racismo y el ethos mafioso.

Betty La Fea fue una novela exitosa no solo por las actuaciones memorables de varios de sus protagonistas (hombres y mujeres), sino porque gran parte de la sociedad colombiana se vio  representada y retratada en cada uno de los capítulos. El regreso al aire de dicha novela, al parecer con nuevos actores, bien puede entenderse como un esfuerzo de RCN por insistir en la supervivencia de los valores (in) morales y la acomodaticia ética individual que está en el ADN de los personajes y del nicho en el que cada uno actúa y en la historia misma, que convirtieron a la novela en una exaltación de todo lo perverso que como sociedad arrastramos: la trampa, la codicia, la explotación laboral, el acoso sexual, la violencia de género y el clasismo, entre otras más. Y claro, la intención de recuperar el rating que el canal RCN ha venido perdiendo sistemáticamente por haberle apostado de tiempo atrás a ser auspiciador de lo que se conoce como el uribismo y desde el 7 de agosto de 2022, como el canal oficial de la Oposición política contra el gobierno de Gustavo Petro. 

La referida novela no es otra cosa que una oda al machismo estructural sobre el que camina cómoda gran parte de la sociedad colombiana. El "cuartel de las feas" recoge con claridad esa forma de dominación del Macho sobre las mujeres, a las que se les exige, sin atenuantes, ser bellas, esbeltas y jóvenes. Mujeres viejas, gordas y poco agraciadas son el hazmerreír de una sociedad que históricamente subvaloró a las mujeres, a las que les entregó el rol de reproductoras de la especie, metidas en la cocina y en las noches, como dóciles damas en función de atender a los maridos. Hace parte de ese "cuartel de las feas" la mujer soltera y un tanto "resbaladiza" en su actuar cotidiano frente a los hombres, a los que desea con un frenesí que no le sirve para consagrarse como una mujer liberal, sino como mujer "fácil". Como dijo alguna vez Jaime Garzón: "el hombre que sale con muchas mujeres es el putas; y la mujer que tiene varios hombres, una puta". 

Ojalá la nueva versión de Betty La Fea modifique en algo ese perverso ADN que le dio tanto éxito en los años 90. Aunque hemos cambiado en algo, la sociedad colombiana sigue siendo altamente machista y sobre todo, violenta, física y simbólicamente, con las mujeres. 

El asunto estético es quizás la forma de violencia más naturalizada. A las empresas deben de ir maquilladas, peinadas, es decir, hacer el esfuerzo por verse hermosas ante la mirada escrutadora de jefes y compañeros. Envejecer para ellas constituye una doble amenaza: los hombres ya nos las desean y el resto de la sociedad las juzga sin piedad. Para ellas, envejecer sigue siendo una pesadilla, en particular para aquellas reconocidas socialmente como íconos de la belleza nacional. Ejemplo de ese martirio es Margarita Rosa de Francisco quien reconoció haberlo sufrido: "Pues yo empecé a tener crisis de vejez como desde los 45. Empezó a preocuparme que se me marcaban las arrugas y no tanto en el cuerpo, pero sí en la cara, y alcancé a caer en las soluciones de emergencia. Me puse bótox en todas partes, me puse relleno en los labios también, porque esa es otra cosa de la vejez, que se empiezan a adelgazar los labios, como a meterse para adentro...Creo que he sido consciente ya como mujer adulta de que esa fue una decisión que tomé, pero no fue que hubiera dicho "voy a ocuparme de ser bella", porque además me ocupé de otras cosas, no solamente de ser bonita. La belleza era muy importante para mí, era una prioridad, pero también me preparé como profesional"(Tomado de la BBC mundo). 

Esperemos a ver qué tan Fea será esta versión de la novela Betty La Fea. Y también habrá que esperar que las nuevas audiencias se sienten a pensar sobre lo que la novela quiere naturalizar en una sociedad machista y violenta como la colombiana. 

Sus defensores dirán que se trata de una representación y no de una realidad objetiva. Pero al mirar el día a día, ese tipo de novelas suelen convertirse en espejos en donde nos podemos mirar, siempre y cuando tengamos la intención de hacerlo. Para hacerlo, hay que saber separar el producto que entretiene, de aquel que insiste en que sigamos como estamos. 



Imagen tomada de Youtube.com



miércoles, 19 de junio de 2024

‘Para-justice’ or vigilante justice in Colombia

 The citizens’ weariness with street thieves naturalised revenge and punishment as instruments of a kind of dangerously vindictive “para-justice”.

 

German Ayala Osorio*

 

Every day, videos are posted on social media showing citizens, particularly men, subjecting thieves to violent punishments they call “paloterapia” (lynching), cognitive recalibration, therapeutic massages (punching the thief), brain resetting or brain reprogramming“.

All of them are striking euphemisms that produce hilarity and at times distract us from their real meaning and the impact they have on the rest of society: they are primitive reactions of those who, in a gang and in a cowardly manner, savagely beat the rascals.

This legitimises revenge, vigilante justice and, in many cases, the murder of the “owners of other people’s property”.

These cowardly and primitive reactions take place before the arrival and intervention of the police. Even when the perpetrators are already in the hands of the police, the punishment continues with the consent of the uniformed officers who are outnumbered by the horde of savages who are present at the scene to participate in the massive and public “lynching”.

We hear cries of “hit him hard, in the head, kill him, kill that rat bastard”. All adjectives and tenebrous harangues that clearly seek to strip the thugs of their human condition, to give them the precise place with which to facilitate “cognitive recalibration” and their death: they are a “filthy rat” and therefore do not deserve to live.

Despite calls from the authorities themselves for people not to take the law into their own hands, the violent spectacles continue. On account of the “therapeutic massages”, the street and the public space become spaces where people fight for survival, in a jungle where the most violent, the most macho will always triumph. On the side of the muggers, their lives are in danger because they know that if they fall into the hands of the “furtive and violent judges”, they can suffer serious injuries and die. And on the side of the permanent street users, they know that the value of their lives depends, basically, on the high commercial value of the watch, bracelet, ring or mobile phone they carry and on what the bandits who have also become “judges” receive from them, whose decisions are based on the thieves’ reason: “I am hungry and you have plenty of money”.

Victims and perpetrators are children of the same society and of the same cultural, political, social and economic systems that reproduce the problems and virtues of a community that has become accustomed to the absence of the state as a moral reference point for an order that has not yet been consolidated.

Vigilante justice is justified because kleptomaniacs regain their freedom a few hours or days after committing their crimes. The police explain that they comply with bringing them before judges, but in the face of a minor crime and prison overcrowding, the rogues are then ordered to be released and return to the streets to make a living, even if it means exposing their own lives and determining which of their victims they do not murder.

Under these circumstances, then, the “right to take justice into one’s own hands” comes to life. The sum of this right allows the violent public spectacles called “paloterapia” (stick beatings; lynching) to be legitimised by the inaction of congressmen and judges who walk these same streets protected by the accumulated rage of hundreds of thousands of citizens who know that public space in Colombia is the place where everything is at stake.

Those who participate in the cruel “lynchings” should know that by their actions they end up resembling petty thieves. The contempt for the lives of the thieves does not make them better citizens. On the contrary, it puts them on the same level of immorality that the crooks have long since settled into.

*German Ayala Osorio: Journalist, writer and political scientist, with a Ph D in Sustainable Regions. Author of the blog La otra tribuna.

 

 (Translated by Cristina Popa – Email: gcpopa83@gmail.com) – Photos: Pixabay


EL SOMBRERO DE PIZARRO

 

Por Germán Ayala Osorio


El reconocimiento como símbolo de paz y objeto de memoria del sombrero que portaba Carlos Pizarro Leóngomez, entonces comandante del M-19, se suma a la lista de hechos y acciones simbólicas de este gobierno que dividen y generan polémicas en una sociedad en la que la reconciliación parece un imposible político y socio cultural. 

Quienes fustigan la decisión del Ministerio de Cultura hacen parte de grupos de poder hegemónico que representan a los sectores más conservadores y godos de Colombia. Sus más visibles miembros solo reconocen como símbolos de unidad cultural y patriotismo al busto de Laureano Gómez, conocido como el Monstruo; o el carriel y el poncho antioqueños, que simbolizan "berraquera, arrojo, emprendimiento y capacidad de trabajo", sin mayores consideraciones ecológicas y ambientales de parte de la "cultura" arriera a la que están atados esos dos elementos. Por lo anterior, no es posible que acepten el sombrero de Pizarro como símbolo de paz y objeto de construcción de memoria histórica. Poco valoran la decisión del entonces comandante de esa guerrilla de hacer la paz con el Estado. Recordemos que un mes después de haber dejado las armas y firmado el armisticio con el gobierno de Virgilio Barco Vargas, fue asesinado. El sicario actuó con la anuencia de autoridades y agentes estatales. Un crimen de Estado que aún no se aclara.

Por el contrario, a la derecha colombiana le parece una herejía y una provocación de parte del presidente de la República, cuya vida ha estado atada a símbolos como la Espada de Bolívar, la bandera del M-19 y todos aquellos que den cuenta de la lucha revolucionaria que dio en el pasado. 

La lista de esos hechos y acciones simbólicamente significativas no es larga, pero si tormentosa para quienes ven en Petro a una figura diabólica por haberse levantado en armas contra el Estado. El primer hecho simbólico inaceptable para la godarria colombiana está atado a la figura de Gustavo Petro. Su llegada a la Casa de Nariño es símbolo de decadencia de la justicia que lo perdonó y quizás de debilidad del Estado militarista en el que creen ciegamente, justamente por no haber "dado de baja" a quien hoy es el presidente de la República. 

El segundo hecho simbólico se dio durante la ceremonia de transición de mando, el 7 de agosto de 2022. El presidente Petro dio la orden a la Guardia Presidencial de traer la Espada de Bolívar, una vez investido de Jefe del Estado. Esa acción simbólica pudo entenderse como un gesto de paz y reconciliación, pero también como el regreso triunfal de las ideas que guiaron la lucha armada del M-19. Para la derecha tradicional, la presencia de la Espada de Bolívar resultó ser una infame provocación política de un presidente que a pesar de resultar electo por la vía de la elección popular, su victoria siempre será ilegítima por toda la carga libertaria y contestataria que arrastra la vida política de Gustavo Petro Urrego. 

El otro gesto ocurrió durante las movilizaciones por el Día del Trabajo, de las que participó el presidente de la República. Mientras daba su discurso, Petro recibió las banderas de Colombia y del M-19. Al ondear juntas,  con la complicidad del viento, pareció darse una fusión o un entrelazamiento momentáneo que también molestó a la derecha colombiana, que asumió el gesto como una revictimización de las adoloridas familias que perdieron familiares en el holocausto del Palacio de Justicia de 1985. La toma de una célula del M-19 de esa edificación y la retoma aún más violenta del Ejército, terminó con el asesinato de por lo menos 94 personas, entre ellas, 11 magistrados de la entonces Corte Suprema de Justicia.   

Más allá de la polémica moral, ética y política, la decisión del Ministerio de Cultura sirve para reiterar que somos la única especie capaz de generar símbolos y de crear cultura. Ese elemento nos diferencia de los animales no humanos. Junto al sombrero de Pizarro o quizás rodeándolo, debería de aparecer su memorable frase: "Para que la vida no sea asesinada en primavera". 

Nos falta mucho como sociedad para entender que tanto la figura de Laureano Gómez, el poncho y el carriel y el sombrero de Pizarro, la Espada de Bolívar, la Bandera del M-19, así como la "escopetarra" y el "balígrafo" con el que Santos y Timochencko firmaron el Acuerdo de Paz, entre otros más, hacen parte sustancial de nuestra historia política. Una historia cargada por la insuperable incapacidad cultural de aceptarnos en la diferencia y de respetar la vida de aquellos que no piensan igual. 


Adenda: muy seguramente para las elecciones de 2026, o quizás antes, un candidato o candidata de la derecha prometa en campaña que su primer acto de gobierno, de resultar electo o electa presidente de la República, será anular la resolución que reconoce el sombrero de Pizarro símbolo de paz y memoria. O pedirle al mismo ministerio de Cultura que reconozca a la boina que usó en vida  Carlos Castaño como símbolo de la captura mafiosa y paramilitar del Estado. 


Imagen tomada de la Silla Vacía. 


martes, 18 de junio de 2024

QUE VUELVAN LOS BOMBARDEOS: ALCALDE CALI

Por  Germán Ayala Osorio


La reciente escalada dinamitera y terrorista de las disidencias de Iván Mordisco en Jamundí y el norte del Cauca hicieron que el alcalde de Cali, Alejandro Eder, le exigiera al gobierno nacional volver a los bombardeos de los campamentos guerrilleros, a sabiendas de que estos están prohibidos por el presidente Petro por razones humanitarias, cuando en estos se tenga conocimiento de la presencia de menores de edad. 

La instrucción del presidente de la República se explica porque durante el gobierno de Iván Duque se bombardearon campamentos del ELN en los que, de acuerdo con actividades de inteligencia militar, en esos lugares se sabía de la presencia de niños y niñas. Esos crímenes constituyen violaciones al DIH que el actual gobierno no está pensando en perpetrar. 

Una vez la prensa recogió lo dicho por Eder, el mandatario local intentó matizar su exigencia, mostrando preocupación por el reclutamiento de adolescentes por parte de esas estructuras armadas que operan en el norte del Cauca y el sur del Valle del Cauca, al mando del "guerrillero" Iván Mordisco. Eder señaló que las disidencias farianas usan a los menores como escudos humanos, violando así el DIH. 

Sobre lo propuesto y exigido por el alcalde de Cali hay que hacer varias consideraciones. La primera, que las lógicas operativas de esas agrupaciones armadas ilegales ya no contemplan establecerse en campamentos visibles por los riesgos de ser sorprendidos por la fuerza pública. Es claro que se mimetizan entre la población civil, lo que hace difícil someterlos a fuego intensivo. De tiempo atrás, esos grupos ilegales volvieron a la estrategias propias de una guerra de guerrillas. Bajo esas circunstancias, exigir el regreso a los bombardeos no tiene mayor sentido en una guerra irregular en la que esas "guerrillas" optaron por las prácticas terroristas contra blancos civiles, justamente para provocar reacciones como las del alcalde la capital del Valle del Cauca. Así las cosas, para la estructura "Jaime Martínez"  es relativamente fácil mover pocas unidades en los cascos urbanos de pueblos como Jamundí, con el objetivo claro de generar zozobra y miedo en la población civil. 

La segunda consideración tiene que ver con el reclutamiento de los menores de edad. Esa responsabilidad es del Estado en su conjunto en la medida en que el ingreso forzado  o no a esas estructuras armadas ilegales se produce por la presión y coacción de las disidencias, pero también porque lo ofrecido a los menores, poder y dinero, los seduce justamente porque sus familias y ellos mismos sobreviven en condiciones de pobreza, abandono y falta de oportunidades. También juegan factores como las conexiones familiares por la presencia de tíos, hermanos mayores, o primos que hace rato son miembros de esos grupos "subversivos". Así, la preocupación de Eder por los menores no es genuina y más bien la usa para presionar al presidente y a los militares para que regresen a los bombardeos, como si con estas acciones se tuviera la certeza de que los grupos armados ilegales desaparecerían de un día para otro. En el gobierno de Duque se usaron bombas contra esas instalaciones rurales de las "guerrillas" y esos grupos no desaparecieron. 

Lo que hace Eder obedece a un cálculo electoral y político en la medida en que se aprovecha del dolor, la desazón y el miedo que generan las acciones terroristas y cobardes perpetradas por las disidencias de Iván Mordisco. Es muy fácil  salir a hacer exigencias de tipo militar que podrán ser muy efectistas mediáticamente, pero que no resultan ser efectivas a la hora de menguar la presencia armada de esas agrupaciones ilegales. A Eder parece importarle muy poco los impactos ecológicos y ambientales que producen los bombardeos en las zonas rurales en las que, posiblemente, estén ubicados los campamentos que el alcalde desea que se sometan a una descarga de artillería pesada. Cali será sede la COP16 y le queda muy mal al alcalde de la ciudad sede de esa cumbre ambiental, salir a los medios a exigir bombardeos en zonas rurales biodiversas. Hay que recordarle al burgomaestre que en la zona rural de Jamundí, en un paraje llamado Mesetas, están los Farallones de Cali. Se trata de una zona en la que subsiste el bosque de niebla. Sería bueno que se diera una pasada por ese hermoso paraje. 

Es posible que falte contundencia en las fuerzas armadas. Quizás el estar más concentrados en golpear las finanzas y las economías ilegales esté facilitando a esas "guerrillas" la ejecución de la estrategia político-militar de golpear blancos civiles y estaciones de policía. Es decir, golpear y salir corriendo. 

Lo que sí va quedando claro es que al "traqueto" del Iván Mordisco, como lo llamó el presidente Petro y los hombres bajo su mando no los guía una lucha política: están metidos en el negocio de las drogas y la minería ilegal y de allí no les interesa salir. Cualquier conversación de paz solo les sirve para afianzar su presencia en el norte del Cauca, Jamundí y el Naya, triángulo en el que están sus negocios ilegales. 



Imagen tomada de Youtube.com

lunes, 17 de junio de 2024

FÚTBOL, POLÍTICA, PERIODISMO Y REDES SOCIALES

 

Por Germán Ayala Osorio

El fútbol, la política, el periodismo y las redes sociales son formas de poder en las que suelen confluir las maneras en las que las sociedades tramitan sus diferencias, exponen sus frustraciones, resquemores y anhelos de felicidad y paz. 

El primero es un deporte espectáculo que el poder político usa para despresurizar esas ollas a presión que llamamos sociedades, en particular las más desiguales y violentas que, en momentos históricos muy precisos, necesitan de este para que opere como válvula de escape a través de la cual se suelen escapar sentimientos de rabia, frustraciones y miedos. 

La segunda es la más perfecta de las creaciones humanas dado que a través de ella, de su ejercicio, los seres humanos insisten en la posibilidad de vivir juntos a pesar de las mezquindades propias del poder, esencia misma de la política y expresiones claras de una condición humana que deviene aviesa y peligrosa.

El periodismo, como oficio, le sirve y se sirve del fútbol para hacer posible el "arte" de la manipulación de la conciencia colectiva, en especial la de los fanáticos que cada domingo y por largos 90 minutos, se olvidan de las angustias de vivir en medio de difíciles condiciones socioeconómicas  generadas por agentes políticos que actúan en defensa de sus propios intereses y los de sus patrones corporativos que financian sus campañas. 

Y las redes sociales que juegan un doble juego: de un lado, son las vitrinas en las que los usuarios exponen sus vanidades, éxitos y miserias; y del otro, fungen como calderas en las que justamente se ponen a arder los egos, las mentiras y los discursos políticos y prepolíticos de periodistas, operadores políticos, artistas y figuras de la farándula, estas últimas, los mayores exponentes de esa hoguera de las vanidades que llaman redes sociales. Las redes sociales son el escenario propicio en el que la comunicación fracasa porque sobre esta se imponen el odio, la violencia discursiva, intereses particulares y empresariales, así como las mezquindades de todos aquellos que necesitan que sus ideas circulen y sean comentadas positiva o negativamente. 

Es en ese marco en el que hay que inscribir y comprender las violentas reacciones de cientos de usuarios de la red X y de hinchas del fútbol en contra del periodista deportivo, Carlos Antonio Vélez, conocido como el "doctor". El linchamiento al que ha sido sometido el comentarista de fútbol se explica no exclusivamente por su incontrastable ego y sus tendenciosos "análisis" de los partidos de balompié, en particular, el que hizo del juego de la final en el que resultó campeón el Atlético Bucaramanga, sino porque él representa a esa seudo doctrina llamada uribismo y porque trabaja para la cadena RCN, que juega el rol de opositor político al actual gobierno de Gustavo Petro. 

Insultos como "Calvo HP o Malparido" dicen mucho de quienes se los lanzaron una vez el Bucaramanga se alzó por primera vez con la copa, después de una espera de 75 años. Eso sí, los "análisis" del "doctor" Vélez realmente son provocaciones que dicen mucho del carácter de quien los hace. El solo hecho de hacerse llamar "doctor" sin tener el título que lo acredite como tal, da cuenta del enorme ego del comentarista deportivo, convertido en una "figurita" que una parte de la hinchada del fútbol colombiano rechaza y odia porque en su intención de sobresalir entre el competido mundo del periodismo deportivo, apela a diario a una indescifrable verborrea futbolera.   

En la misma red X en la que ha sido escaldado el alopécico periodista, su hijo, Luis Carlos Vélez, también ha corrido la misma suerte de su progenitor, casi por las mismas razones: su incontrastable ego, es uribista y hace comentarios que resultan ser verdaderas provocaciones. Lo único que los diferencia es que el "doctor" Vélez habla de fútbol y su vástago, de política. En su magacín La FM, no hay día en el que no critique al actual gobierno por el solo hecho de ser de izquierda. En esa misma tribuna, durante el gobierno anterior, optó por aplaudir y defender la administración del responsable del estallido social: Iván Duque Márquez, presidente-títere, entre el 2018 y el 2022.

Así entonces, los Vélez son la más clara representación de que el fútbol, la política, las redes sociales y el periodismo son formas de poder que, para el caso, poco o nada ayudan a que las audiencias comprendan el valor de la política como manera de tramitar los conflictos y las diferencias. El uso ideologizado que de los hechos de la realidad sociopolítica, económica y futbolera hacen a diario Luis Carlos y el "doctor" Vélez solo tiene una explicación: son uribistas pura sangre, sostenidos en sus programas radiales por cuenta de RCN, un actor político al que solo le interesa confundir a una parte de las audiencias que siguen su programación, mientras que a la otra parte, le apuntan a mantenerla distraída y adormecida con los partidos de fútbol. 

  


Imagen tomada de Kienke

domingo, 16 de junio de 2024

EL ESTABLECIMIENTO DEBE AUTO DEPURARSE

 

El Establecimiento colombiano está en mora de auto depurarse, si quieren sus más visibles miembros recuperar la Casa de Nari en el 2026.  Más allá de si el gobierno de Petro saca adelante las reformas sociales propuestas en la campaña electoral, se viene consolidando una narrativa que expone a la derecha como responsable de la incontenible corrupción público-privada, resultado de la previa captura mafiosa del Estado. 

Les va a quedar muy difícil anular los impactos psico sociales y culturales que ya deja en la conciencia colectiva esa narrativa que Petro y sus más fieles escuderos construyeron para legitimarse y develar la historia de un país cuyas autoridades civiles, militares, académicas y eclesiásticas vienen operando de la mano de un naturalizado ethos mafioso. 

Quizás vaya a resultar exagerada la promesa del cambio que enarboló el petrismo en la medida en que modificar lo que ha estado mal durante más de 30 años es un imposible institucional, pero sobre todo, cultural. Lo que no se puede ocultar es que hay una toma de conciencia en una parte importante de los colombianos alrededor de que la pobreza, la inequidad, la corrupción, la informalidad, la inseguridad en las calles y la violencia política es fruto de una derecha mezquina y corrupta que al capturar el Estado, dispuso de todas sus instituciones e instancias del poder para convertir al país en una finca al servicio de unos pocos. 

En el 2022 perdieron la Casa de Gobierno, pero conservaron instituciones públicas gracias a las redes clientelares que han venido tejiendo de tiempo atrás, lo que les permitió a sus agentes políticos y congresistas, manejar el erario a su antojo ante la ceguera de los organismos de control que han actuado sigilosamente para asegurar la vigencia de los clanes políticos tradicionales que suelen defender sus propios miembros, sus abyectos congresistas, con el concurso de la gran prensa bogotana. 

Tienen aún en su poder a la Procuraduría, sectores de la Fiscalía y lo más probable es que tengan  algunas fichas claves en las tres altas Cortes, en particular en la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. Cuentan, además, con las empresas mediáticas que apunta de tergiversaciones y mentiras le hacen creer a la opinión pública que consume sus noticias que antes del triunfo de Petro, vivíamos en un paraíso, algo así como la "Suiza de América Latina"; y, por supuesto, cuentan con el poder económico de los mecenas que por largos años financiaron las campañas al Congreso de los alfiles que legislaron en contra de los derechos colectivos y en beneficio de particulares que se fueron quedando con las empresas del Estado. 

La Fiscalía de Luz Adriana Camargo Garzón está en mora de retomar los procesos que acumulan polvo, en los que están involucrados poderosos agentes sociales, económicos y políticos inmersos en actos de corrupción y en crímenes asociados al fenómeno paramilitar. La condena a la multinacional Chiquita Brands por parte de la justicia americana debería servir de impulso para que la Fiscalía tome la iniciativa de acelerar todos los procesos relacionados con esos hechos que reposan en sus propias manos, así como los que están en los modelos de justicia transicional Justicia y Paz y JEP. Lo mismo debería de suceder con el caso de Odebrecht, en el que están involucrados poderosos agentes sociales, económicos y políticos. 

Está claro que el actual gobierno no acudirá a la ONU para conformar la comisión internacional que investigue los casos más emblemáticos de corrupción público-privada acaecidos en el país en los últimos años. El Establecimiento estaría dispuesto a sacarlo del poder, si de verdad está empeñado el presidente de la República en cumplir con lo que prometió en campaña. Colombia no es Guatemala, aunque le urge vivir la experiencia que en su momento lideró el hoy ministro de Defensa, Iván Velásquez. 

Quizás para las elecciones de 2026 resulte valioso y de gran impacto electoral que una fuerza política agite la bandera de la revolución cultural soportada en la urgente necesidad de depurar la operación del Estado, la reconstrucción de una idea distinta de la que hasta al momento tenemos los colombianos de lo que son las instituciones públicas, muchas de estas puestas al servicio de los más privilegiados; una revolución cultural que de la mano de la industrialización del país y de unas relaciones distintas con los ecosistemas naturales, tracen los caminos que lleven a la sociedad a alcanzar la esquiva modernidad.

Plantear nuevamente la lucha contra la corrupción como bandera electoral será un error. Es una lástima que no haya un Centro político en el país capaz de confrontar al Establecimiento y que esté interesado en dar continuidad a las políticas sociales que dejará este gobierno progresista, al igual que los procesos que dejará caminando en torno a potenciar el campo y el tren como instrumento de un desarrollo sostenible que aún es tarea pendiente. 

Si ese Centro aparece y se consolida, deberá hacerlo sobre la base de que el Establecimiento debe auto depurarse si de verdad quieren sus fichas más visibles, recuperar la Casa de Nari.




Imagen tomada de Valora Analitik

sábado, 15 de junio de 2024

FINAL DEL FÚTBOL COLOMBIANO: PASIÓN, IGNORANCIA, ESTUPIDEZ Y PERIODISMO



La final del fútbol colombiano entre Santafé y el Atlético Bucaramanga tiene acaparada la atención de los hinchas de ambos equipos y la preocupación de las autoridades, que dispusieron de 3000 policías para cuidar el antes, el durante y el después del suceso deportivo. 

Como deporte espectáculo, el fútbol suele ser la expresión de los problemas, frustraciones y anhelos de la sociedad. Para el caso colombiano, el balompié representa con sorprende claridad lo que somos como nación: división, violencia, desigualdad, pobreza, pero sobre todo, procesos de socialización truncos que hacen posible que la violencia surja como vía para dejar salir frustraciones, miedos y la pasión desmedida de hinchas que previamente le entregaron a los jugadores la responsabilidad de hacerlos felices. Quizás ahí esté la semilla y la razón de la violencia en los estadios. Se trata de un error mayúsculo: no podemos depender de un tercero para alcanzar la felicidad. 

Pero más allá de ese factor que es la génesis de nuestros mayores problemas, los periodistas deportivos suelen pasar de agache al momento de asumir responsabilidades cuando las pasiones se desbordan. Y es así porque desde las propias pasiones de sus periodistas-hinchas, se alientan las confrontaciones y se activan las pasiones, en particular en partidos en donde se define un título. Para el caso que nos ocupa, se nota el favoritismo en los periodistas del noticiero Caracol Noticias. Alfredo Vargas aparece vestido de rojo y no puede disimular que en ese momento actúa más como hincha, que como periodista. Error garrafal. Aunque él mismo y sus colegas invitan a que la "fiesta del fútbol" transcurra en paz y que "gane el mejor", sus preferencias deportivas vuelven sus invitaciones, frases de cajón que solo sirven para intentar matizar sus tendenciosos tratamientos informativos.

En las notas dan cuenta del dispositivo de seguridad, pero jamás hay una invitación a reflexionar en torno a la necesidad de que la Policía disponga de 3000 hombres para cuidar la "fiesta del fútbol". Si fuera una fiesta de verdad, en una sociedad civilizada, educada y formada para gozar del deporte espectáculo, esa estrategia policial sobraría. Todos sabemos que "la fiesta del fútbol" es un eufemismo.  Claro que los periodistas deportivos no están formados para hacerse este tipo de preguntas y mucho menos para cuestionar a los hinchas-oyentes que deben ser vigilados por la policía porque no se saben comportar o porque pueden ser víctimas de los bárbaros que siempre aparecen en los estadios para ensuciar el espectáculo. 

Los periodistas deportivos saben manipular muy bien las pasiones de los hinchas. Son ellos los que invitan a que se llenen los estadios, pero jamás los confrontan porque muy seguramente temen que los hinchas no los vuelvan a escuchar o ver en la televisión. Los reporteros deportivos no pueden quedarse narrando y comentando los goles y las incidencias de los partidos. Tienen la obligación ética y moral de hacer recomendaciones y de confrontar al aire a las hinchadas, en particular a aquellos miembros de las barras bravas que asisten a los estadios anclados a ese error original del que hablé líneas atrás.

Igual responsabilidad deben asumir los dirigentes de los equipos,  técnicos y líderes de las barras bravas. Es evidente que a la dirigencia de los clubes en Colombia solo les interesa el recaudo de dinero por cuenta de la venda de las boletas y jugadores. Poco o nada les importa la ansiedad de cientos de miles de hinchas que cometieron el error, por ignorancia y algo de estupidez, de entregar la tarea de ser felices, a lo que hagan 11 deportistas en una cancha, durante 90 largos minutos.   

Ya veremos qué sucede en esta esperada final. No siempre gana el mejor y en el fútbol, como en Colombia, cualquier cosa puede suceder. Una veces por la suerte, el destino y otras por la estupidez, la ignorancia y los nocivos tratamientos periodísticos de unos periodistas deportivos que hablan e informan como hinchas. 




Imagen tomada de EL PAÍS

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...