Por Germán Ayala Osorio
La unión - re-unión- entre los expresidentes
César Gaviria Trujillo y Álvaro Uribe Vélez representa el regreso al pasado y
es en sí misma una forma de negarse a superar la concepción mafiosa del
desarrollo económico con la que se ha impulsado el bienestar de unas minorías
que convirtieron la política en una transacción, en un negocio y por esa vía les
negaron la ventura a las grandes mayorías en el país. De esa manera, la política
perdió su carácter público y su sentido colectivo para quedar reducida a un arreglo
o a un cruce entre perfumados politicastros.
Esa idea mafiosa del desarrollo está
amparada en una economía de enclave pensada para que el valor agregado de la explotación
de materias primas no se quede en el país. Y ello incluye, claro está, a la producción
de la cocaína que bajo la misma lógica de los modelos exportador primario y el
de gran plantación garantiza que el valor agregado y las ganancias se
quedan en el exterior y en el sistema financiero internacional. Y
por supuesto que esa idea mafiosa del desarrollo está asociada y atada a la
operación de castas políticas, casas y clanes políticos, gobernantes locales,
regionales, presidentes de la República, generales de la República y comandantes
paramilitares y guerrilleros. Todos juntos aportando su grano de arena para mantener y extender en el tiempo las precarias condiciones sociales y económicas propias de un país subdesarrollado.
Veamos el caso del expresidente Uribe Vélez.
Es un vulgar capataz, ordinario, apocado, marrullero y violento, con una visión
reducida del desarrollo por su misma condición de ganadero y latifundista, de
la que se desprende su carácter premoderno, incivilizado y feudatario.
El procesado y condenado en primera instancia por delitos no políticos jamás se atrevió a impulsar en sus ocho años de gobierno un desarrollo superlativo por una sola razón: solo le interesó sacar adelante a sus hijos ayudándoles con negocios como el de la zona franca de Mosquera (Cundinamarca) y la construcción de centros comerciales apalancados con el negocio de las pensiones tal y como lo reconoció Thomas Uribe[1], uno de los vástagos del expresidente antioqueño. Y claro, devolver los recursos económicos y políticos a los agentes que apoyaron la compra de su reelección presidencial inmediata a través de Agro Ingreso Seguro. Y jugar a la guerra en el país, para beneficiar a los War Lord de los Estados Unidos e Israel y a sus amigos ganaderos y latifundistas, en particular a los señores de los proyectos agroindustriales que empezaron a instalarse en la Orinoquia y a copar los territorios que dejaron las desmovilizadas Farc-Ep y en los jamás hizo presencia el Estado.
Así las cosas, al exdirector de la
Aerocivil y exgobernador de Antioquia jamás le interesó reindustrializar al
país. Él, como a otros políticos y poderosos actores económicos les interesa
mantenerse como rentistas, esto es, vivir de la teta del Estado. Por
ello insisto en que se autodenominan capitalistas y creen que pueden
desarrollar el país con peajes caros y sin trenes. Son rentistas. No les gusta
competir, les fascina concentrar el poder económico y político. Su apuesta es
privatizar el Estado. Por eso somo lo que somos: un platanal con bandera.
Entre tanto, César Gaviria
Trujillo deviene como el sepulturero del Partido Liberal, en especial del ala
progresista y de izquierda de esa colectividad con la que en el pasado se
lograron avances en un país como Colombia que aún está lejos de ser una República.
Gaviria Trujillo es un iliberal y comerciante de puestos al que solo le interesa asegurarle
a su hijo Simón un lugar en la política. A lo mejor en lo hablado con Uribe acordó
el lugar que él cree que se merece su vástago. El país no olvida que Simón Gaviria siendo “presidente de la Cámara de Representantes, firmó la conciliación de
la reforma a la Justicia sin revisarla artículo por artículo. Esto incluyó
"micos" (cláusulas polémicas) que no detectó, lo que llevó a que la
ley fuera calificada como un "engendro" por la prensa. En
declaraciones a medios como Semana y La W Radio, admitió: "Acepto el error
y le pongo la cara al país por esto. Reconozco que leí la conciliación 'por
encima' antes de firmarla" y "No vi la minucia de la ley ni revisé la
ley artículo por artículo".
La cumbre
entre estos personajes constituye un retroceso para el país. Los 20 años de uribismo y
los cuatro años de Gaviria sumieron a Colombia en un profundo subdesarrollo y en una
insana premodernidad. Quienes hoy aplauden la reunión entre dos carcamales que
huelen a gladiolo mustio lo hacen porque son igualmente rentistas o porque
comparten su visión mafiosa y empobrecida del desarrollo económico y de la
política. Nuevamente el futuro del país queda comprometido por estos dos
politicastros. Así las cosas, bienvenidos al pasado. El país podría pasar en el
2026 del Pacto Histórico al Pacto Prehistórico (Vladdo).
[1] Según Grok, tienen cinco centros comerciales: Nuestro
Montería Montería, Córdoba, 2017, con una inversión de $120.000 millones; Nuestro
Apartadó Apartadó, Antioquia 2017, $61.000 millones; Nuestro Soledad Soledad,
Atlántico 2017, $91.000 millones. Nuestro Cartago, Cartago, Valle del Cauca, 2019,
$100.000 millones, Nuestro Bogotá, Bogotá, D.C.,2021 $650.000 millones.