Por Germán Ayala Osorio
La dignidad presidencial y la
figura del presidente de la República suelen asumirse con el encanto propio de
los cuentos de hadas en los que, infortunadamente para el caso colombiano, no
aparecen hermosas doncellas, princesas, reinas y mucho menos apuestos y
deseados príncipes y reyes de ojos y sangre azules. Hay, para pesar de muchos, presidentes,
primeras damas y sus vástagos, todos con la siempre repudiada sangre indígena y
negra, fruto de negados procesos de mestizaje. Eso sí, el Palacio de Nariño en
algo satisface a los infantilizados ciudadanos colombianos que asocian a los
jefes de Estado con las irreales estampas de reyes y reinas.
Atado al poder que ostenta el
presidente de la República de Colombia y
con el que para bien o para mal gobierna a un país clasista, arribista, racista
y con los frenesíes propios de una sociedad pacata, farandulera, morbosa,
mojigata, gazmoña, puritana, morronga, machista, atontada, mafiosa, corrupta y
misógina, Gustavo Petro Urrego pasará a la historia como el presidente que
sufrió más hostigamientos morales y cuestionamientos por sus gustos más íntimos
que van desde el uso de zapatos Ferragamo, pasando por las misteriosas
actividades durante sus días de “agenda privada”, hasta la ya famosa visita a
un club nocturno en Portugal. De Petro han dicho los medios y las redes
sociales que es gay, que le gustan los travestis, que consume “perico” y que es
borracho. Eso sí, nadie podrá decir que es paraco, o que se reunió con narcoparamilitares
en lejanas haciendas.
“Con la visita de Petro al
club nocturno en Portugal, acabó con la dignidad presidencial”, gritan
adoloridos y con camándula en mano estos misioneros, árbitros, defensores y
policías de la moralidad pública. La visita de Petro al Ménage Strip Club
tiene alarmados a cientos de miles de tuiteros y ciudadanos de la Colombia puritana,
así como a columnistas homosexuales que públicamente reconocieron haber
consumido marihuana y a la goda precandidata presidencial, Vicky Dávila, la
misma que armó en el pasado un tremendo escándalo mediático con la llamada “comunidad
del anillo” que operaba al interior de la Policía Nacional.
Mientras destrozan moralmente al
presidente Petro, niegan la importancia ético-política de ser el primer
presidente de la República en solicitarle a la UIAF que publicara sus movimientos
financieros con el objetivo de mostrar que no hay transacciones provenientes de
actos de corrupción o lavado de dinero, sugeridas por el gobierno de los Estados
Unidos que lo incluyó en la lista Clinton. Recordemos que el presidente Trump,
señalado de violar niñas en la famosa isla Epstein, lo calificó de ser el líder
de las mafias del narcotráfico. Esos mismos que hoy ven a Petro como el “diablo”,
viajaron a los Estados Unidos a pedirle al señalado pederasta que descertificara
al país y que impusiera sanciones económicas al país.
Con la compra de ropa marca
Gucci, Adidas y Ralph Lauren, Petro cae, de acuerdo con la lectura moralizante
de aquellos mojigatos, en una inaceptable incoherencia ideológica por ser
de “izquierda” y abogar por los derechos de millones de colombianos sometidos
por inmorales presidentes neoliberales que no solo privatizaron el Estado, sino
que se aliaron con grupos paramilitares que desplazaron ciudadanos, empalaron y
violaron mujeres y niñas y perpetraron masacres. Esas actividades criminales
fueron planeadas en lujosos clubes, en donde se consume cocaína, marihuana y
costosas botellas de whisky.
Sobre anteriores presidentes de
la República de Colombia hay crudos señalamientos políticos- sin sentencias judiciales-
de haber violado mujeres, de haber participado de orgías con niñas en la famosa
isla del degenerado de Jeffrey Epstein; de haber dado la orden para que el Ejército
asesinara inocentes y presentarlos como guerrilleros dados de baja en ficticios
combates. De ordenar la compra ilegal de Pegasus; y de estar detrás de la
malversación de los fondos de la paz (OCAD-Paz).
A los falsos puritanos y gazmoños
que hoy oran por la recuperación de la dignidad presidencial en el 2026 les
vendría bien, antes de exigirle coherencia al presidente de la República, revisar
muy bien el pasado de varios de los candidatos presidenciales que hoy se presentan como los adalides y defensores de la moral y las buenas costumbres. A lo mejor se
llevan sorpresas.
En su cuenta de X y frente a
su visita al referido club en Portugal, el presidente Petro dijo: “Bueno, algún día contaré por
qué me gasté 40 euros en ese sitio, pero por ahora me interesa que todos los
que examinen mis cuentas, puedan ver el tipo de arbitrariedad cometida contra
Colombia, al descertificarla, y contra su presidente”.
Mientras estos y otros
faranduleros y morbosos gastan tiempo imaginando a Petro en “comprometedoras
situaciones íntimas”, les dejo este párrafo escrito por Carolina Sanín a
propósito de la corrupción en la Colombia mafiosa: «El colombiano no es
corrupto por naturaleza, sino por costumbre: un desmadre donde el que no roba,
pierde, y el que roba, es aplaudido por su astucia. Así sobrevive la nación, a
punta de picardía y olvido.»
Quizás debamos reconocer que los
marcos morales y éticos que el ser humano construye solo sirven para advertir
lo que muchas veces olvidamos: que somos una especie aviesa de la que se puede
esperar lo más sublime y lo más perverso. Y en cuanto a gustos sexuales,
el consumo de trago y psicotrópicos es
mejor no opinar, salvo que haya delitos de por medio.
Adenda: ser de izquierda o progresista no es sinónimo de pulcritud. En este gobierno se destaparon prácticas corruptas. Petro es tan humano como cualquier otro presidente de la República, pero su vida privada, mientras no haya delitos de por medio, no debe ser escrutada. Eso sí, habría que examinar cuánto de los señalamientos inmorales de los que ha sido víctima él mismo los facilitó por lo que bien llamarse "imprudencias".
La UIAF revela las cuentas, pagos y transacciones que movió Petro en 3 años
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