Por
Germán Ayala Osorio
A
Petro lo odian millones de colombianos por haber militado en la guerrilla del
M-19. Y esa inquina creció más, cuando hace poco expuso en la red X una foto de
la bandera alusiva a esa agrupación armada ilegal. Sin duda, un acto de
provocación para aquellos que aún no entienden y mucho menos aceptan que un
exguerrillero (de hecho, le dicen guerrillero) esté hoy como jefe del Estado.
A esos
enemigos del presidente de la República poco les importa el hecho de que el Estado
lo hubiese indultado a él y a otros tantos de sus compañeros de armas y los
acogiera por haber firmado la paz durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas.
En lo que sí creen a pie juntillas es en que Petro estuvo en la toma del
Palacio de Justicia, y, por lo tanto, es responsable de las muertes de los
magistrados y empleados, provocadas por la retoma del edificio que hizo el
Ejército nacional. Por eso, quizás, le
gritan “asesino, guerrillero y terrorista”. Cuando quedó claro que Petro no
participó de ese criminal operativo.
Lo
curioso de esa evidente animadversión es que para esos cientos de miles de
compatriotas parece haber guerrilleros del M-19 “buenos” y Petro, el único “malo”.
Los “buenos” subversivos son aquellos que en lugar de insistir en realizar o aplicar
las ideas con las que se levantaron en armas, pero dentro del marco democrático
como lo viene haciendo Petro, tomaron la decisión de aliarse o someterse a la
voluntad de líderes de la derecha como Álvaro Uribe Vélez. Optaron por el
camino más cómodo: legitimar al régimen de poder contra el que se levantaron en
armas en los años 70.
Al
parecer, para estos “buenos” guerrilleros del M-19 no era suficiente recibir el
perdón del Estado: necesitaban el perdón social de la derecha, por ello
corrieron a buscarlo, dejando atrás la dignidad, el proyecto político y la
coherencia ideológica en torno a un ideario que en su momento cautivó a otros
tantos millones de colombianos que, por ejemplo, votaron por quienes llegaron
finalmente a la Asamblea Nacional Constituyente para redactar la carta política
de 1991, junto a indígenas, negros, campesinos, liberales y conservadores.
Son
varios los exguerrilleros “buenos” del M-19 y todos, curiosamente, militantes
del Centro Democrático (CD), uno de los partidos, junto a Cambio Radical, con
el mayor número de políticos investigados, procesados y condenados por delitos
de corrupción. Para entender qué es eso de ser incoherente, baste con revisar los
casos de estos exguerrilleros para comprender el sentido de aquel concepto. Me
pregunto: ¿para los detractores o enemigos de Petro, Bustamante, Pabón, Chávez
y Osorno, también son asesinos y terroristas? ¿O Petro era el único que
disparaba?
Quienes
aterrizaron en el CD fueron los revisionistas Everth Bustamante, quien hizo
parte de una lista cerrada del partido de Álvaro Uribe Vélez con la que finalmente
se convirtió en congresista; lo mismo Eduardo Chávez; entre tanto, Rosemberg
Pabón Pabón, exalcalde de Yumbo por el Polo Democrático, apodado el “comandante
uno”, terminó en un cargo público en el gobierno de Uribe Vélez, impulsor del
perdón a los entonces guerrilleros del M-19. Y Augusto Osorno, quien también
fue compañero de Petro, terminó trabajando en el gobierno del político antioqueño.
Muy
seguramente mañana 1 de Mayo en las marchas pro gobierno veremos ondear la bandera
del M-19 (y quizás, alguien se atreva a quemarla). A la incoherencia política
de Bustamante, Pabón, Chávez y Osorno, se suma la de millones de colombianos
que dicen apoyar los procesos de paz, siempre y cuando ello no les implique
dejar de odiar al. único “guerrillero malo” del M-19: Gustavo Francisco Petro
Urrego.
El perdón moralmente selectivo de estos compatriotas es quizás hoy el mayor obstáculo para que como nación encontremos la paz, sobre la base de pasar la página y reconciliarnos. Ellos prefieren que sigan robando los mismos políticos de siempre y sometiendo el Estado a los caprichos de dos o tres familias poderosas, porque jamás se levantaron en armas. Y porque ser de izquierda es peor que ser corrupto.
Esos millones de colombianos seguirán sobreviviendo de
manera angustiante en ese remolino de odio al que siguen atados y en el que, finalmente,
terminarán ahogados en su propio reflujo biliar. ¡Ajúa! se les escucha gritar,
mientras tragan cucharadas de té de manzanilla y gritan, ¡Petro, asesino!; ¡Petro,
guerrillero!
Imagen tomada de Infobae