Por Germán Ayala Osorio
Con las marchas adelantadas por la oposición en contra del gobierno progresista de Gustavo Petro, algunos comentaristas se preguntaron por cuál sería o debería de ser la reacción de quienes se ubican en el medroso centro político. Para infortunio de quienes insisten en ubicarse en esa instancia política e ideológica, figuras públicas como Sergio Fajardo, auto proclamadas como de centro, informaron que participarían de las marchas del 21 de abril, gritando a voz en cuello, “fuera Petro”, “abajo la dictadura” y en defensa de los agentes privados que dominan las pensiones y la salud en Colombia.
Por supuesto que Fajardo no
podría ubicarse como alternativa política a las polarizantes sectores de la
izquierda y la derecha. El ex gobernador de Antioquia es y será siempre de derecha,
así algunos medios masivos, líderes de opinión y el propio profesor insistan en
ubicarlo en el espectral sector político.
En un país históricamente
dominado por una derecha mafiosa y criminal la respuesta natural a esos
procesos ignominiosos que lideraron sus más connotados miembros que terminaron
en la captura del Estado, sobrevino de una izquierda mal representada por unas
guerrillas que jamás entendieron qué era eso de hacer la “revolución” y mucho
menos de ser y comportarse como revolucionarios.
Mientras la derecha se
consolidaba como única opción de poder, la izquierda, originalmente fragmentada
por el dilema de apoyar o no la lucha armada liderada por los grupos
subversivos levantados en armas en los años 60, apenas si lograba ganar un
lugar en una sociedad derechizada, goda y poco leída gracias a la manipulación
de los hechos por parte de la gran prensa del establecimiento.
La presencia otoñal de esas
guerrillas jamás puso en riesgo la hegemonía de esa derecha, pero le sirvió a
la élite dominante recrear la narrativa de un riesgo inminente de que llegara
al país el “comunismo” en sus versiones modernas: el castrochavismo o ahora, el
petrismo. De allí, entonces, que dispusieron llevar a la Casa de Nariño al más
cruel y despiadado político que sirviera a sus propósitos económicos y
políticos, ajustados a las tesis del neoliberalismo: Álvaro Uribe Vélez.
Bajo esas circunstancias, el centro político jamás sirvió como alternativa al enfrentamiento ideológico en el que ha vivido Colombia en los últimos 60 años. Quienes de manera temprana quisieron ubicarse en ese sector ideológico y político, asociado a los planteamientos de la Tercera Vía, no tuvieron el arrojo y la sagacidad para construir un ideario visible y creíble alrededor de qué es eso de ser de centro. La verdad es que en Colombia no emergieron líderes de centro capaces de tomar distancia ética de los errores y delitos cometidos por quienes siempre estuvieron y están aún atornillados a una derecha inmoral porque su proyecto de país y de desarrollo económico es socio ambiental y ecológicamente insostenible. En estos tiempos de crisis climáticas y civilizatorias a decir de Enrique Leff, el centro y la izquierda deberían de confluir en el propósito de ahondar el proyecto progresista que hoy medianamente manda en Colombia. Pero no. Aquellos que se auto proclaman de centro o en la centro derecha e incluso, en la centro izquierda, exhiben miedo de perder los privilegios alcanzados o de simplemente ser señalados como traidores por unos, y de tibios, por otros.
La presencia del centro político
ha sido más bien espectral por la incapacidad de quienes se auto proclaman
militantes de ese espectro ideológico, de consolidar una narrativa diferenciada
de las apuestas de la derecha y por esa vía un ideario sólido y creíble. Han
sido tibios en sus posturas y han evitado confrontar con firmeza a quienes,
desde esa derecha corrupta, criminal y privilegiada, convirtieron a Colombia en
un país feudal, desigual, violento y pobre, en medio de una exuberante riqueza
ambiental.
Lo cierto es que el centro
político ha servido más bien como estratagema electoral de políticos y
ciudadanos del común que a pesar de sentir algo de vergüenza por los hechos de
corrupción en los que han estado involucrados congresistas y presidentes de la
República y de corporaciones privadas, optaron
por guardar silencio para evitar confrontar, por ejemplo, a aquellos
movimientos y partidos como el Centro Democrático y Cambio Radical, dos de las
colectividades con más miembros investigados, procesados y condenados por corrupción,
entre otros delitos.
Imagen tomada de Youtube.com
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