Por Germán Ayala Osorio
Los insultos y el hostigamiento
que sufrió Antonella Petro, la hija menor del presidente de la República, están
enmarcados en un ambiente político y económico maliciosamente ideologizado, cuyas
responsabilidades las comparten los medios masivos que unieron esfuerzos para
deslegitimar a diario las acciones presidenciales y la lenta respuesta del
Estado para solucionar los problemas históricos y el malestar social que dejaron
la pandemia del covid19 y la nefasta administración del presidente-títere, Iván
Duque Márquez. Se suman otras circunstancias: la incultura política, incluida,
por supuesto, la ciudadana, de los hinchas de la Selección de fútbol y todos
aquellos que creen a pie juntillas en lo que dicen los medios masivos que hacen
oposición a Petro y, por supuesto, los cientos de miles que podrían sentirse
descontentos con el actual presidente. Y finalmente, las posturas asumidas por
el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y el Banco de la República.
De manera articulada, medios como
EL TIEMPO, SEMANA, El Colombiano, La W, La FM y Blu Radio, entre otros, a diario
atacan al gobierno y sus ejecutorias, las que jamás pasaron por el compas de
espera que esas mismas empresas mediáticas sí le dieron al gobierno de Iván
Duque. ¿Recuerdan la portada de SEMANA, Iván Duque, un año de aprendizaje?
No hay día en el que locutores
como Néstor Morales, de Blu radio y Luis Carlos Vélez, de la FM, ataquen al
gobierno y en particular al presidente de la República. Se trata de una labor
sistemática que inocula y alienta odios, miedos e incertidumbres en la opinión
pública. Aunque las redes sociales le vienen haciendo contrapeso al poder
hegemónico de los media, todavía hay un porcentaje importante de colombianos
que consumen desprevenidamente lo que a diario dicen e informan (y desinforman),
las señaladas empresas mediáticas.
En cuanto a las responsabilidades
del gobierno hay que decir que el origen de toda la violencia discursiva que se
viene expresando en calles y estadios y que sufrió Antonella Petro, está en
haber vendido de manera maximalista la idea del cambio. Quizás como jamás sucedió
con otras campañas y eslóganes, millones de colombianos creyeron, con la fe del
carbonero, que era posible cambiar en Colombia lo que viene mal desde hace más
de 50 años. Así, agitar las banderas del cambio, en lugar de animar a la
población, terminó por impacientar a cientos de miles de compatriotas que no
ven el cambio por ninguna parte. Ya la vicepresidenta, Francia Márquez, dejó ver
su preocupación por los lentos procesos de transformación que están asociados a
la idea del cambio.
También hay que indicar que desde
el propio Estado hay resistencias a transformar lo que viene operando mal en el
país. Lo han demostrado las bancadas en el Congreso y en particular aquellos
congresistas-lobistas que trabajan en pro de defender, exclusivamente, los
intereses de los grandes cacaos y de los administradores de las EPS. La decisión
que acaba de tomar la Corte Constitucional, con la que tumba el artículo de la reforma
tributaria que impedía a las empresas extractivas deducir de las regalías el
impuesto de renta, constituye un golpe económico a los programas
asistencialistas propuestos por el actual gobierno. El exministro de Hacienda de Petro, José Antonio
Ocampo, espetó que “…no comparto la decisión de la Corte Constitucional de
permitir la deducibilidad de las regalías en el impuesto de renta. Las regalías
no son un costo de producción sino la participación del Estado en las
utilidades que se generan al explotar un recurso natural. Es decir, son
equivalentes a un dividendo, que no es deducible como costo en el impuesto de
renta”. Una vez el presidente de la República conoció la decisión del alto
tribunal, de inmediato conminó al Ministerio de Hacienda a recortar el
presupuesto de las tres ramas del poder público.
Los fallos del Consejo de Estado
con los que quitaron la investidura a tres congresistas del Pacto Histórico sin
duda alguna contribuyen a la crispación política. Los autos de este tribunal de
lo contencioso administrativo se asumen desde el gobierno y el petrismo como parte
de una persecución política. Y, por último, la insistencia del Banco de la
República de mantener las altas tasas de interés aporta al estancamiento de la economía,
agravando así el malestar social evidente, pero alimentado por los medios
masivos.
Termino con el asunto de la incultura
política y ciudadana. El odio que expresaron varios hinchas del fútbol a la hija
menor de Petro está atado, inexorablemente, a un problema real de incultura política
y ciudadana de millones de colombianos. Mientras sigamos asumiendo la Otredad
como eventual enemigo, no habrá forma de construir empatía, respeto y tolerancia.
No podemos olvidar que a los estadios de fútbol sus hinchas asisten para sacar
todo el veneno y las frustraciones acumuladas. Curioso que quienes insultaron a
Antonella Petro, guardaron silencio frente a los miembros del clan Char
presentes en el estadio Metropolitano de Barranquilla, y la exministra Karen Abudinen, señalados de corrupción. Al parecer, es mejor defender clanes políticos, responsables
en buena medida de los problemas históricos que arrastra el país, y rechazar
propuestas de cambio, así resulten o se asuman como quiméricas.
Imagen tomada de Colombia.com