miércoles, 1 de noviembre de 2023

EFECTOS POLÍTICOS DE TRANSMILENIO Y EL METRO DE BOGOTÁ

 

Por Germán Ayala Osorio

Bogotá no tiene metro, pero tiene un infame, costoso e ineficiente sistema de transporte masivo, llamado Transmilenio. La construcción del Metro lleva más de 50 años, lo que deja en entredicho el profesionalismo de los planificadores y la visión de ciudad de todos los alcaldes que promovieron su construcción. Al final, en la ya novelada concepción del Metro aparecen la mezquindad de unos cuantos, los intereses partidistas y por supuesto los egos de varios de los actores intervinientes.

La verdad es que los peores enemigos del Metro de Bogotá han sido los vendedores de buses. La capital tuvo Tranvía y buses eléctricos, pero sus administradores dieron prioridad al transporte tipo buses a gasolina y diesel, que dieron vida a la “guerra del centavo” y aportaron a que los bogotanos respiraran un aire contaminado.

Con la llegada de la tecnología y la “modernidad”, emergió Enrique Peñalosa como el más dañino de los vendedores de buses, pues logró poner por encima del Metro, el sistema de buses articulados movidos por diesel. Un sistema que en pocos años colapsó y ahora constituye una vergonzosa apuesta de transporte público.

Peñalosa, el vendedor de los buses articulados marca Volvo, logró que aspirantes a sucederlo en la alcaldía, e incluso, presidentes de la República, le copiaran su “gran idea” de imponerle a los bogotanos el sistema Transmilenio. Incluso, el mismo Peñalosa se atrevió a decir que esos buses cumplían mejor la función que el Metro de Nueva York.

En la presentación de los planes de su construcción, aparecen también los intereses político-electorales de los presidentes de la República, que vienen incidiendo en el desarrollo de la capital del país.

Durante la administración del presidente Álvaro Uribe Vélez se dio prioridad a la consolidación del sistema de buses que trajo e impuso Peñalosa. En un titular de prensa de la época y en la propia bajada de la nota periodística, se lee lo siguiente: “Uribe sugiere que la prioridad de Bogotá sea el Transmilenio antes que el metro. El presidente Álvaro Uribe le sugirió a la alcaldía de Bogotá que termine el proyecto de Transmilenio, tal y como estaba previsto, antes de pensar en la construcción del metro”.

En perspectiva histórica y política, lo que hizo Uribe fue “quemar” para el futuro, las aspiraciones presidenciales de Enrique Peñalosa, un ladino personaje que se vendió a los bogotanos como un urbanista moderno, con criterio ambientalista y un excelente administrador. Al final, los bogotanos y el resto de los colombianos se dieron cuenta que era un timador.

La injerencia política del presidente Petro en el aprobado proyecto de Metro terminó por quemar a su ungido Gustavo Bolívar, a quien los medios masivos bogotanos lo presentaron como un opositor al Metro y por lo tanto, un enemigo de los bogotanos que ya están “mamados” de moverse en los destartalados buses rojos.

Después de Peñalosa, llegaría la alcaldesa Claudia López Hernández, admiradora del vendedor de buses Volvo y de su sistema Transmilenio. Ella, a pesar de sus críticas en medio de la campaña electoral, dio continuidad al nefasto sistema una vez resultó electa alcaldesa, y logró que el modelo de Metro que se construirá esté prácticamente supeditado a la operación de los buses articulados.  Lo más probable es que al haber condenado a los bogotanos a continuar usando Transmilenio, López Hernández no logre llegar a la Casa de Nariño, aspiración que sin duda la mueve a continuar en la arena política.

Con la llegada de Carlos Fernando Galán al Palacio Liévano, el modelo Peñalosa-López continúa, ahora con una primera línea de Metro elevado, lo que bien podría terminar muy mal desde el punto de vista paisajístico y estético. Ya veremos si Galán también sale quemado, porque lo más probable es que aspire, en el 2026, a gobernar a todos los colombianos desde la Casa de Nariño.

Mientras inicia la construcción del anhelado Metro, los bogotanos deben seguir moviéndose en los contaminantes y vejestorios buses de Transmilenio y mirando con miedo la operación del Tren de Aragua.



Imagen tomada de la Empresa Metro de Bogotá.


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