Por Germán Ayala
Osorio
Que el ELN haya secuestrado y tenga
aún en su poder a Luis Manuel Díaz, confirma que dentro de esa organización
armada ilegal hay estructuras que operan de manera autónoma, lo que significa
que el Coce (Comando Central) exhibe un liderazgo y un control político parcial
de todos los frentes, fruto del carácter federado que caracteriza a esa
guerrilla; igualmente, la misma retención ilegal del padre del jugador de fútbol,
Luis Díaz, reafirma lo que históricamente se ha dicho de esa guerrilla al
momento de hablar de paz y firmar un
armisticio: que no hay voluntad real por parte de varios de sus frentes, cuyos
miembros operan como ruedas sueltas y gravitan bajo la misma lógica de ladrones
de celulares, de ganado y bandidos de poca monta: sin formación política y con una
nula capacidad para entender el momento histórico por el que atraviesa el país.
Las reacciones mediatizadas de rechazo
al secuestro del papá del afamado “crac” del fútbol mundial también confirman
que desde los medios de comunicación se revalida la existencia de “secuestrados
de primera, segunda y de quinta categoría”, clasificación que es el resultado
de una sociedad profundamente clasista, circunstancia que obviamente compromete
las acciones y la eficacia del Estado a la hora de rescatar a los plagiados.
En los tratamientos periodístico-noticiosos,
los colegas periodistas ponen tanto el foco en lo que representa para el fútbol
el secuestro del señor Luis Manuel Díaz, que anulan su existencia como víctima,
al insistir en hablar casi exclusivamente del secuestro del Papá de Lucho Díaz.
Por supuesto que ambos son víctimas, pero al hacer el énfasis en la figura del
jugador de fútbol, se recrea una sutil subvaloración de su progenitor.
Los periodistas que se rasgan las
vestiduras por la mala imagen que genera la retención ilegal del padre del astro del fútbol, olvidan que ya el mundo entero conoce de qué hemos sido capaces de crear,
recrear y aguantar como sociedad y como Estado: criminales como Garavito, Pablo
Escobar Gaviria y los Rodríguez Orejuela; Salvatore Mancuso y alias Don Berna,
entre otros tantos bandidos de renombre; que como país ocupamos los primeros
lugares en corrupción y desplazamiento interno de comunidades campesinas; que
el Estado asesinó a más de 6402 jóvenes en el marco de la política de la
Seguridad Democrática; y que por delitos graves está incriminado, investigado y
procesado un expresidente de la República. A lo que hay que sumar que hay “gente
de bien” (blancos y mestizos que se creen arios) que sale a asesinar indígenas
y manifestantes que reclaman la garantía de sus derechos constitucionales.
No hay razones que puedan “justificar”
el secuestro de civiles, sean estos extranjeros, periodistas, empresarios o familiares
de deportistas. El plagio de seres humanos es un crimen aberrante y execrable
que cometen estructuras delincuenciales con débiles propósitos políticos. El
ELN es hoy una estructura armada lumpenizada y anacrónica en la que confluyen dos
o tres comandantes con alguna formación política y un cuerpo armado
representado por ignorantes y estúpidos que se comportan como sicarios,
ladrones de billeteras o abigeos.
Imagen tomada de Las 2 Orillas.
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