Por Germán
Ayala Osorio
La inseguridad en
las calles es el tema recurrente en esta campaña electoral. Los candidatos a
gobernar las principales ciudades del país se ven compelidos a proponer lo
mismo de siempre: aumento del pie de fuerza (más policías) y vigilancia con
drones y helicópteros para confrontar, al mismo tiempo, a los ladrones
callejeros, bandas criminales del microtráfico, organizaciones sicariales al
servicio de varios sectores societales, pandillas en barriadas y la presencia
de milicianos de las disidencias farianas y del ELN, así como células
paramilitares.
Ciudades como
Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena y Barranquilla afrontan graves problemas de
seguridad porque en sus territorios confluyen los fenómenos delincuenciales
arriba señalados.
Por la
complejidad de la problemática, hay que decir que los candidatos a las alcaldías
más importantes del país caen en una mirada simplista de los fenómenos asociados
a la inseguridad. Ya varios de estos hablan de crear unidades especiales de policía,
con vehículos de control remoto de drones. Solo les falta proponer la llegada
de policías tipo Robocot para enfrentar la desesperante delincuencia callejera.
Desde un enfoque
sistémico, los escenarios delincuenciales que se presentan en las 5 ciudades
principales de Colombia guardan estrecha relación con el modelo económico, el
naturalizado ethos mafioso; el comportamiento errático de la élite gobernante; el
débil aparato productivo, la ausencia de una política criminal seria; una
crisis civilizatoria que debe conectarse con asuntos como la pobreza, la
discriminación, exclusión, pero también con motivaciones propias de masculinidades
que emergen bajo marcos inmorales que a su vez brotan del mal ejemplo que exhiben
la “gente de bien”.
Los raponazos en
calles y buses requieren de castigos aleccionantes que se muevan bajo la relación
Garrote-Zanahoria. Es urgente un ajuste en el código penal, asunto que los
candidatos a las alcaldías no proponen al legislativo nacional, para que las
penas por estos “delitos menores” realmente persuadan al delincuente. De manera
concomitante, hay que reformar el INPEC y la AUSPEC. En particular, el INPEC,
convertido en una entidad corrupta y deshumanizante a juzgar por las condiciones
en las que sobreviven los condenados e imputados por diversos delitos.
Hay un asunto sobre
el que guardan sospechoso silencio todos y todas las y los candidatos a ocupar
las principales alcaldías: la corrupción público-privada que permite la fácil circulación
de armas (traumáticas y de fuego). De igual manera, los centros de construcción
de changones (armas hechizas) con las que se cometen hurtos y asesinatos. Para
dar un ejemplo, en la capital del Valle del Cauca las armas se venden como si
se tratara de un mercado persa. Es tiempo de hablar sin ambages y empezar a
desmantelar las redes, legales e ilegales, que hacen posible la circulación
libre de armas. Piden y piden más pie de fuerza, pero poco se atienden los problemas
en el reclutamiento de policías, muchos de los cuales entran a la institución
para asociarse con bandas criminales.
Si todos los fenómenos
delincuenciales que confluyen la capital del Valle del Cauca y en otras
capitales de departamentos tienen como común denominador la compra y venta de armas
de fuego y traumáticas, entonces hay que atacar el problema develando las finas
relaciones que de tiempo están establecidas entre agentes estatales y privados.
Incluso, la fabricación de armas por parte de INDUMIL debe entrar a revisión y
control. En Cali se habla del fenómeno de “alquiler de armas oficiales” para cometer
todo tipo de delitos. ¿Entonces?
Otro asunto que se suma al complejo panorama delincuencial tiene que ver con el control de las migraciones. Hay que proponer acciones propias de la inteligencia militar y policial, junto con otras entidades, para tener un control efectivo del tipo de gente que flota en la ciudad y la que busca asentarse de manera temporal o definitiva. En definitiva, señores candidatos, vayan un poco más allá y arriésguense a combatir el problema de la inseguridad con un enfoque sistémico.