Por Germán Ayala Osorio
De cara a las elecciones de 2026,
la derecha exhibe una progresiva mala imagen de sus militantes más prominentes,
por hechos ético-políticos que rodean sus actuaciones y decisiones públicas. El
mejor ejemplo de esa mala imagen que arrastra ese sector de poder es el
expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, figura descollante que sufre
un sistemático desvanecimiento del teflón mediático que la prensa afecta le
puso. Hoy está imputado por manipulación de testigos y fraude procesal. Uribe
Vélez nuevamente resulta salpicado por terceros por sus vínculos con los
paramilitares. Recién, la excongresista, Zulema Jattin, en documento entregado
a la JEP, hizo referencia a una reunión a la que asistieron el confeso paramilitar,
Salvatore Mancuso y Álvaro Uribe.
Veamos algunos nombres de uribistas
pura sangre. Empecemos con el congresista Miguel Uribe Turbay. Se trata de un
malogrado joven político que intenta erigirse como un faro moral y ético. Recientemente
el país conoció que recibió subsidios de gasolina en el 2022. Lo más llamativo de
todo es que este vástago del uribismo denunció a compañeros congresistas por
recibir ese tipo de subsidios, ocultando que él mismo los recibía. Vaya
cinismo.
El 23 de agosto del año en curso,
Portafolio recogió en un titular las denuncias del nieto del expresidente Julio
César Turbay Ayala, padre del siniestro Estatuto de Seguridad: “Los
senadores que tendrían subsidio de gasolina, según Miguel Uribe”. Un día
después, la revista Cambio hizo lo propio y tituló: “Miguel Uribe sí recibió
subsidios para la gasolina durante seis meses”.
Esa es su más reciente salida en
falso, pero en su vida pública el hecho más vergonzoso tiene que ver con la
manera machista, irresponsable y misógina con la que asumió el caso de Rosa
Elvira Cely. El país sabe que el Estado recibió una condena por el feminicidio
de la señora Cely.
Miguel Uribe Turbay busca a toda costa
agradar a Uribe Vélez, a quien ve como su patrón y quizás como su papá
político, hecho que le permite actuar con cinismo, cuando él mismo tiene “rabo
de paja”. Muy seguramente querrá ser presidente de la República, pues considerará
que, por ser nieto de expresidente, tiene más que ganado el derecho a gobernar
a Colombia. En eso guarda parecido con el inefable, Germán Vargas Lleras, otro que
hace cola de tiempo atrás, bajo los mismos términos de este “ahijado” de Uribe
Vélez. Muy seguramente, Uribe Turbay como presidente de la República, nos devolvería a los tiempos del Estatuto de Seguridad o la Seguridad Democrática. Sería un retroceso.
Dejemos de lado a este “pichón”
uribista y volvamos la mirada sobre otros uribistas pura sangre que buscan, con
desespero, reencaucharse para insistir en el objetivo final de llegar a la Casa
de Nari. Hablo de Federico Gutiérrez, quien aspira a gobernar la ciudad de
Medellín, con el apoyo directo del salgareño, Álvaro Uribe. Aunque luce aún las
quemaduras que le dejó la pasada campaña presidencial, Fico, a alias Fico, como
lo llama el abogado Daniel Mendoza Leal, no se puede descartar que en el 2026
el uribismo nuevamente lo ponga como presidenciable. Entre tanto, en la sombra
de un inminente retiro de la política, está Sergio Fajardo, un político tibio,
pero fiel a las ideas del uribismo. No se puede descartar que vuelva a la contienda
electoral este matemático que no aprendió a sumar.
A esta corta lista se suman Paloma
Valencia y María Fernanda Cabal, a pesar de las dudas que ellas les generan al
machista de Uribe Vélez, acostumbrado a relacionarse con machos a los que pueda
amenazar con “darles en la cara marica”.
Valencia arrastra también la mala
imagen de su abuelo, la misma que le recordó Gustavo Petro en el 2019: “Guillermo
Valencia, el abuelo de Paloma, con su violencia creó las Farc. Santos acabó las
Farc como guerrilla. Uribe y Duque, los amigos de Paloma, volvieron a crear las
Farc. Los creadores de las Farc son los mismos cavernarios de siempre",
trinó el jefe de la Colombia Humana (Tomado de El Tiempo). Se le suma a lo
anterior, dos expresiones que la dejan muy mal parada ante defensores de
derechos humanos y la opinión pública calificada para evaluar su papel en el
Congreso: la primera, cuando reconoció “que el Estado legítimo cometió
atrocidades” durante el estallido social; y la segunda, más reciente que la
primera, al votar un proyecto de ley con el que se busca reducir el salario de
los congresistas y el “mico” que abría la posibilidad de que los legisladores,
una vez reducidos los salarios, pudieran recibir dineros por actividades privadas.
Esto dijo la señora Valencia: “es inconstitucional, pero lo voté por cortesía”.
Entre tanto, la congresista María
Fernanda Cabal es una figura contradictoria y poco preparada para gobernar el
país. Su discurso de odio hacia la izquierda y a todo lo que huela a pobreza y a
reivindicación de derechos, la ubica muy cerca a las posturas de sus amigos del
partido español VOX. Cabal es una defensora acérrima de Uribe y de su política
de seguridad democrática. El Tiempo registró así apartes de una entrevista: “la
senadora afirmó que la Justicia Especial para la Paz debe publicar la lista de
6.402 víctimas porque "por lo menos más de la mitad no tiene que ver con
falsos positivos".
Las aspiraciones presidenciales de
Uribe Turbay, Federico Gutiérrez (una especie de Iván Duque, pero mal hablado),
Paloma Valencia y María Fernanda Cabal resultan más del desespero de la derecha
por recuperar la Casa de Nari, que por la consistencia de un proyecto de país
que de manera inteligente recoja las ideas que el presidente Petro no alcanzará
a concretar. Por el contrario, lo más probable es que una vez se hagan con el
Palacio de Nariño, intenten echar para atrás lo avanzado por el actual gobierno
en materia de reforma agraria, el manejo responsable de la SAE y de la UNP, dos
instituciones que, durante los gobiernos de Uribe, Santos y Duque, le sirvieron
a las sempiternas mafias asociadas a ese espectro ideológico.
Imagen tomada de Pulzo
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