jueves, 24 de agosto de 2023

PAZ TOTAL Y RECONCILIACIÓN NACIONAL EN UN PAÍS MORALMENTE CONFUNDIDO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Basta que el presidente de la República, Gustavo Francisco Petro Urrego haga públicas propuestas asociadas a la paz y la reconciliación, para que la derecha salte a despreciarlas, anclando sus alcances a la impunidad, usada como caballito de batalla por quienes durante años se vienen beneficiando de las dinámicas del conflicto armado interno, incluidas actividades propias de las economías ilegales: ganaderos, latifundistas, clanes políticos,  comerciantes de armas y fabricantes de pertrechos militares; militares y policías que le venden armas a las guerrillas y a los paramilitares; importadores de precursores químicos cercanos a los mafiosos; miembros de familias “de bien” que lavan recursos de sus amigos los narcotraficantes; esmeralderos amigos de mafiosos y despojadores de tierra; gerentes de bancos y banqueros que se hacen los “pendejos” ante procesos de lavado de dinero y hasta quienes se benefician del “pitufeo”, estrategia esta asociada a la llegada al país de “remesas untadas de narcotráfico”, entre tantas otras circunstancias y realidades que tocan incluso, a entidades como la DEA, las relaciones y el orden internacional, y por supuesto, a quienes agencian moralmente, cualquiera de los dos sistemas de dominación: capitalismo y socialismo.

Quienes se oponen a leyes de punto final y de sometimiento de narcotraficantes lo hacen quizás, porque de manera directa o indirecta se benefician de las economías ilícitas. Es más, un país como Colombia, con un débil aparato productivo, fruto de la avaricia y la pobreza de criterio de sus élites, es el escenario propicio para las actividades ilegales y criminales. Es claro que esos dineros mal habidos permean la economía y el sistema financiero, así que quienes se oponen a políticas de sometimiento de narcos no lo hacen necesariamente por una genuina preocupación moral. Quizás lo hagan porque ese es el juego de la Oposición: decir no a todo lo que provenga del gobierno de Petro, para evitar, justamente, que, bajo un gobierno progresista, se alcance la esquiva y quimérica paz de la que se habla. O también porque al asumir una actitud hipócrita y cínica, ocultan sus verdaderos intereses.  

Lo cierto es que la Paz Total y la “reconciliación nacional” devienen con un carácter totalizante y maximalista que hace pensar en que el gobierno y en particular el presidente Petro olvida las circunstancias contextuales que permitieron la consolidación, desde los años 80 en Colombia, de un régimen criminal y mafioso del que se benefician clanes políticos, familias y líderes políticos que no están dispuestos  a jugársela por la paz y la reconciliación, exponiendo sus trayectorias al momento en el que sus amigos los narco-paramilitares le cuenten a la JEP o al nuevo tribunal que se cree las finas relaciones que sostienen con organizaciones al margen de la ley.

Jamás habrá reconciliación en el país mientras siga vigente el régimen criminal que se instaló en el país desde los años 80, que es el mismo que capturó el Estado. Antes de proponerle al país salidas jurídico-políticas a expresiones de violencia y actores violentos, lo que tiene hacer el gobierno de Petro es recuperar para el Estado y la sociedad aquellas instituciones que de tiempo atrás están al servicio de bandas criminales. La fiscalía general de la Nación es una de esas instituciones permeadas por organizaciones criminales como el Clan del Golfo. Hasta tanto no se desmonten las finas relaciones entre fiscales e investigadores con grupos criminales, no será posible hablar de paz y de reconciliación. De igual manera, es urgente que aquellos miembros de clanes políticos en todas las regiones del país sean procesados en juicios justos, pero con penas ejemplarizantes: deben pagar en cárceles y no burlarse del país y de la justicia, “veraneando” en batallones.  Y para ello, hay que depurar a la Corte Suprema de Justicia, corporación que actúa con lentitud frente a casos públicos de operadores políticos que han tenido y tienen relaciones mafiosas con organizaciones delincuenciales. Todos saben de quién en particular estoy hablando aquí.

Por supuesto que hay que limpiar también a las fuerzas armadas, permeadas por todo tipo de prácticas dolosas, que en particular se naturalizaron desde el 2002. El país está en una profunda crisis moral y ética. Baste con señalar que el gran banquero colombiano reconoció ante autoridades americanas el pago de millonarios sobornos (coimas) para hacerse a los contratos de la Ruta del Sol II. La penetración mafiosa que gobiernos anteriores permitieron en la SAE y en la UNP hacen posible pensar en que no se trata simplemente de proponer salidas jurídico-políticas, cuando la putrefacción viene atada a apellidos de esa “gente de bien” que lleva años privatizando el Estado, para acrecentar sus fortunas y de esa forma, ocultar su inmoralidad.

A lo mejor, por estar inmersos en una sociedad moralmente confundida, que aún no toca fondo, cualquier propuesta de paz y reconciliación será imposible de discutir y tramitar. Quizás debamos aceptar que el ethos mafioso guía la vida de encopetados banqueros y empresarios; de generales y almirantes; de rectores de universidades públicas y privadas; de gremios de profesores; de congresistas clientelistas y de gremios de la producción; curas y jerarcas de las iglesias;  ciudadanos del común; de periodistas-estafetas que vendieron su dignidad…en fin...




No hay comentarios:

Publicar un comentario

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...