Mostrando las entradas para la consulta subversivo ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta subversivo ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

miércoles, 8 de octubre de 2025

CINCO FACTORES QUE EXPLICAN LA POLARIZACIÓN POLÍTICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las condiciones en las que se firmó el Acuerdo de Paz de La Habana, el pírrico triunfo del No en el plebiscito de 2016, la conversión de la práctica paramilitar en una virtud sociopolítica, el sueño de consolidar un Estado militarista que ponga orden a una sociedad indisciplinada y la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño son los principales factores en los que se desarrolla la campaña electoral. Esos cinco factores por efecto de los medios de comunicación terminan reducidos a la polarización política y crispación ideológica, ideas que petristas y uribistas convirtieron en una especie de comodín lingüístico para atacarse, pero sobre todo para evitarse el trabajo de escudriñar de dónde vienen esas dos sensaciones que les impiden dialogar bajo condiciones de respeto.

Prueba de que esos cinco factores tienen su propio peso específico son las referencias a estos en la actual campaña electoral. Ya hay un grupo de personas que promueven un referendo para derogar el Acuerdo de la Paz de La Habana. El movimiento político Salvación Nacional está detrás de esa iniciativa que, por supuesto no tiene futuro jurídico, pero que sirve para confirmar la existencia de ese factor que después de tantos años aún genera conflictos, odios y divisiones entre los colombianos.

El segundo factor lo viene usando el precandidato presidencial Abelardo de la Espriella y otros agentes uribizados para atacar al expresidente Juan Manuel Santos. Lo acusan de desconocer el triunfo del No, de engañar al país y responsable de lo que se conoce como el “Petrosantismo”. Esos dos primeros factores aparecen como parte de la retórica electoral de los candidatos de una derecha desesperada por hacerse nuevamente con la Casa de Nariño (o de Nari).

Por el contrario, el factor número tres, esto es, la conversión del paramilitarismo en una virtud ético-política se expresó en la violenta arremetida de agentes civiles de la alcaldía de Medellín en contra de los manifestantes de pro-palestina. Los actos violentos ocurridos en la capital antioqueña dan cuenta del odio y de la inquina que siente el alcalde Fico Gutiérrez hacia todo lo que huela a Petro, agente político que animó las movilizaciones de rechazo al genocidio en Gaza justo cuando el 7 de octubre se cumplieron dos años de la masacre perpetrada por Hamas, grupo extremista y terrorista que desató la ira santa de Netanyahu.

De regreso a la retórica electoral, candidatos presidenciales como De la Espriella y Santiago Botero sueñan con un Estado militarista que los acerque a la figura de Nayib Bukele, referente moral y ético-político de la derecha uribizada que insiste en el pérfido lema Mano Firme, Corazón Grande, que no es más que una consigna aceptada por los dos señalados políticos que solo hablan de dar bala o balín, dar de baja, de someter, destripar e imponer. Sus violentos discursos no solo dan cuenta de su pobreza cultural, sino de un profundo machismo que en política se expresa en homofobia y transfobia.

El quinto factor, es decir, la llegada de Petro a la Casa de Nariño lo asume la derecha colombiana como una suerte de “pesadilla” a la que le queda poco tiempo de permanencia. El odio hacia Petro no lo justifican por la llegada del “castrochavismo” o el comunismo a Colombia, sino por su carácter subversivo que anima a cientos de miles de colombianos a salir a defender sus derechos y también causas lejanas como la suerte del pueblo palestino;  otros tantos,  agitan con rabia la bandera de Israel como símbolo del supremacismo con el que Uribe, Santos y Duque manejaron las relaciones con los pobres, población LGTBIQ+ indígenas, campesinos y negros. Baste con recordar la exhortación que le hizo Duque, el títere de Uribe, a la minga indígena: ¡regresen a sus resguardos!

La próxima vez que escuche hablar de polarización política y crispación ideológica recuerde estos cincos factores que son la base emocional, ética, étnica, política, social y política de ese par de comodines lingüísticos usados por los medios de comunicación y poderosos agentes de la sociedad civil para desvirtuar el camino alternativo que el progresismo propone para superar las infames condiciones en las que viene operando el orden establecido en un país como Colombia en el que efectivamente no cabemos todos por cuenta del clasismo, la aporofobia y del racismo.




Foto: Partido Comunista Colombiano, tomada del diario El País de Cali. 

lunes, 6 de octubre de 2025

PETRO: EL ETERNO SUBVERSIVO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En reciente columna la periodista Diana Saray Giraldo dijo que Petro es un “presidente que nunca dejó de pensar como insurgente”. Con la contundente frase la columnista expresa su aprobación del oprobioso orden establecido en Colombia al que Petro intentó cambiar cuando hizo parte del M-19 y años después de firmar la paz con el Estado, desde la Casa de Nariño. En su etapa de guerrillero, fracasó con rotundo éxito y en la de presidente quedan los intentos de reformar el corrupto sistema de salud, las condiciones de un mercado laboral en el que sobresalen algunos señores feudales y esclavistas y las de un sistema pensional oneroso y clasista.  

Realmente Petro es un revolucionario, populista, insurgente y un político que disfruta jugar a tratar de subvertir un orden que jamás cambiará porque deviene anclado a un asunto cultural y en específico a un ethos mafioso compartido por millones de colombianos, incluidos por supuesto los miembros de la élite social, política y económica que defiende Saray.

Creo que el concepto que mejor define a Petro es el de subversivo, esto es, un agente político, armado o no, que intenta subvertir un orden al que considera ilegítimo, violento y anacrónico porque está fundado en las actitudes, ideas, acciones y posturas clasistas y racistas con las que suelen realizar esos viajes de superioridad moral sus más reconocidas figuras y voceros. Y claramente, el orden establecido en Colombia tiene esas características. Otra cosa es que Saray, y en general la derecha colombiana se sientan a gusto con lo construido en 200 años en este territorio en el que aún estamos lejos de consolidar una verdadera República. Esos viajes de superioridad moral les permite aceptar que hay “guerrilleros del M-19 que son buenos, mientras que el único malo es Petro”.

Saray lo dice así: “Gustavo Petro tiene una necesidad profunda de subvertir el orden establecido. Necesita el caos. No le importa que la dignidad de su cargo encarne la unidad nacional y que ser presidente le implique ser la cabeza de una nación, sin importar la orientación política de sus habitantes. Petro nunca lo entendió. Jamás dejó de pensar como un ideólogo de izquierda; nunca pudo hacer la transición de opositor de gobierno a presidente de la república”.

Me detendré en el párrafo citado para decir que en parte la columnista tiene razón, en particular cuando dice que Petro jamás entendió cuál era su lugar y la dignidad que representa como presidente. En este punto se parece mucho a lo que hizo Uribe en sus ocho aciagos años como jefe del Estado: Uribe fungió como un capataz, un vulgar y violento mandamás y un montañero que a pesar de haber estudiado en Oxford apeló a todos los instrumentos y artificios ideológicos para mantener y extender en el tiempo las condiciones ignominiosas a las que Saray y millones de colombianos se acostumbraron a soportar porque jamás nadie les mostró, como lo hizo Petro, que había otras maneras de superar los conflictos, entender nuestro devenir como sociedad, así como a asumir los problemas estructurales de Colombia, una Nación a pesar de sí misma  como dijo David Bushnell.

El mismo autor, al recordar a López Pumarejo con su “Revolución en Marcha” nos permite acercar lo hecho por el entonces presidente a las buenas intenciones del Petro subversivo del que no habla Saray: “la principal contribución de López Pumarejo no consistió en haber entregado unos beneficios concretos a las masas, sino más bien en haber hecho que Colombia se enfrentara por primera vez a sus problemas sociales. Incluso aquellos que rechazaban las políticas y métodos de López ya no podrían ignorar tales problemas. Como parte de la misma contribución, hizo que amplios segmentos de la población trabajadora tomaran conciencia por vez primera del hecho de que no tenían que continuar ganándose la vida a duras penas, sino que podían mejorar su situación”.

El Petro que no entendió aquello de ser presidente como lo señala Saray rompió con la tradición de los jefes de Estado en Colombia, acostumbrados todos a dejarse manosear por los grandes magnates del país para mantener las afrentosas condiciones del orden establecido. En su proyecto populista Petro se puso del lado del poder constituyente para “echarle encima al pueblo” a esa misma élite a la que se enfrentó López Pumarejo.

A Petro lo acusan de fomentar el odio entre clases sociales y en alentar al caos, pero pocos hablan y mucho menos reconocen que los voceros y líderes de Establecimiento colombiano desdicen del proceso de mestizaje del que son hijos, de ahí la fuerte animadversión hacia las comunidades indígenas y negras.

Le cabe razón a Saray cuando dice que Petro en “su fantasía rebelde, decidió arengar contra el Gobierno de Estados Unidos en el corazón de Nueva York y pedirle a su Ejército que se alce contra su presidente, sin importarle por un solo segundo las repercusiones que esto tendría para Colombia”. Sin duda alguna, Petro se equivocó.

Con todo y errores y aciertos, el paso de Petro por la Casa de Nariño sirvió para exponer las pérfidas intenciones y ejecuciones que durante 20 años de uribismo sirvieron para consolidar la necesidad de seguir apostándole a subvertir el deshonroso, violento y anacrónico régimen de poder que defiende la columnista. Eso sí, para seguir con esa tarea con el noble y urgente objetivo de llevar a la Nación colombiana a verdaderos estadios civilizatorios hay que saber llegar a acuerdos. En eso fallaron Petro y la clase política tradicional. Para lograrlo, todas las partes involucradas deben deponer egos y bajarle al clasismo y al racismo. Y ahora que Petro insiste en una Constituyente, hay que recordar lo dicho por Bushnell: “El establecimiento colombiano no va a consentir que lo hagan a un lado por medio de la violencia. Todo lo demás queda sujeto a negociación, y de hecho se negoció en la pasada Asamblea Constituyente”.








viernes, 4 de julio de 2025

¿POR QUÉ INCOMODA TANTO GUSTAVO PETRO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 Véase: 🛑 ¿POR QUÉ GENERA TANTA MOLESTIA GUSTAVO PETRO? | OPINIÓN

Parece haber consenso académico, social y político alrededor de la idea de que Colombia es una nación compleja, de ahí que no resulte a veces fácil analizar y comprender asuntos y fenómenos como la violencia política en campos y ciudades que suelen agruparse bajo el nombre de conflicto armado interno y el actual escenario de confrontación política e ideológica entre la derecha y el progresismo.  Por lo anterior, todo ejercicio académico o periodístico que busque explicar las complejas realidades del país y de su sociedad siempre quedará incompleto.

En los últimos días dos hechos noticiosos han ocupado la atención de la opinión pública: el primero, la intentona golpista atribuida al excanciller Álvaro Leyva Durán por el diario El País de España, con una eventual aquiescencia de los Estados Unidos; y el segundo, la nueva tensión diplomática y política entre los gobiernos de Donald Trump y Gustavo Petro generada en buena parte por las insinuaciones del presidente de Colombia alrededor de la idea de que en Washington conocían los devaneos golpistas del exministro Leyva.

Más allá de si el gobierno de Trump vio en algún momento con buenos ojos los deseos golpistas del señor Leyva Durán, lo cierto es que el presidente Petro, desde su posesión el 7 de agosto de 2022 se convirtió para el Departamento de Estado de los Estados Unidos, la derecha nacional e internacional y para la Junta del Narcotráfico y sus aliados en Colombia en una persona incómoda, en un agente político indeseable y por lo tanto susceptible de sufrir ataques políticos, deseos de defenestrarlo e incluso de asesinarlo. Como esto último aún no sucedió, las arremetidas contra el presidente colombiano se han movido entre el desprestigio moral y la búsqueda de declararlo indigno para gobernar por una atribuida condición homosexual y la más grave, por el consumo incontrolado de cocaína.

Sin embargo, en el fondo del rechazo social y político que genera en agentes de poder hegemónico, esto es, en la élite que por más de 200 años manejó a su antojo el país, hay por lo menos 4 factores, asuntos o temas a los que Petro viene haciendo referencia en sus discursos dentro y fuera del país. El primero, sus críticas al modelo de desarrollo económico extractivo sobre el que se fundaron ideas de progreso, modernización y crecimiento que han servido para que el Norte opulento sea asumido por el Sur empobrecido como un deseable estadio “civilizatorio”.

El segundo asunto tiene que ver con las pretensiones emancipatorias de un presidente “sudaca” que además de haber sido guerrillero, cree que puede hablarle de “tú a tú” a mandatarios de países desarrollados acostumbrados a tratar con presidentes colombianos que en su actuar público siempre se dejaron ver como cipayos. El tercer asunto es que para una sociedad premoderna y una élite conservadora, violenta y goda que odia el proceso de mestizaje del que son hijos el proyecto político progresista les parece disruptivo, brusco y hasta subversivo, a lo que se suma que los tomó por sorpresa. Y el cuarto asunto es que nunca, desde la perspectiva progresista, un presidente de la República confrontó las tradicionales concepciones que el poder hegemónico impuso alrededor de conceptos como soberanía popular, estatal y dignidad humana. Este último deviene atado a un sorprendente orgullo étnico y a un sentimiento patriótico no asociado a temas de seguridad (democrática) o al amor irracional de los símbolos patrios (patrioterismo).

Todo lo anterior, atravesado por lo que en esta tribuna llamé la “sionización y la cacería étnica” desatada en los Estados Unidos contra los inmigrantes del Sur empobrecido y en la franja de Gaza, contra el pueblo palestino.

 

ASUNTOS POR LOS QUE PETRO GENERA URTICARIA

1.         CRÍTICAS AL MODELO DE DESARROLLO ECONÓMICO EXTRACTIVO.

 

 

 

 

2.         PRETENSIONES EMANCIPATORIAS DE UN PRESIDENTE “SUDACA”.

3.         EL DISRUPTIVO PROYECTO POLÍTICO PROGRESISTA.

4.         SOBERANÍA POPULAR, ESTATAL Y DIGNIDAD.

 

 


 petro, trump y macron - Búsqueda Imágenes

sábado, 31 de mayo de 2025

ASESINAR A PETRO: ¿POSIBILIDAD O PARANOIA?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El caso de las carcasas de lanzagranadas (basucas) encontradas por la Policía al sur de Bogotá y no asociadas institucional y protocolariamente a un posible atentado contra el presidente Petro activa nuevamente la narrativa presidencial que indica que de tiempo atrás hay un plan para asesinarlo. La orden está dada, aseguró el propio jefe del Estado.

Si la información recogida por la inteligencia policial y militar confirma la existencia de un plan criminal en contra del presidente Petro, el asunto a considerar no estaría tanto en la posibilidad de que la orden se cumpla estando en la Casa de Nariño, sino más bien una vez abandone el poder.  Asesinar a Petro en su calidad de presidente es un momento político o escenario que no convendría a quienes desde varios sectores societales desean ese fatal desenlace por todo lo que significaría para ellos que Francia Márquez Mina asumiera el poder en su calidad de vicepresidenta. Provocar una crisis política e institucional y un eventual levantamiento popular no le conviene al país y mucho menos a quienes harían parte del macabro plan e incluso, para quienes desde sectores privilegiados están deseando que eso ocurra sin hacer parte de ese concierto para delinquir.

La orden de la que habla el presidente Petro podría estar pensada para ser cumplida en su calidad de expresidente de la República, hecho político que no tendría los efectos políticos, sociales e institucionales si la muerte se produjera estando aún como inquilino de la casa de Gobierno. Si el plan es real y la orden de verdad ya fue dada como lo indicó Petro, los autores intelectuales y materiales, en asocio o no con los sectores políticos, sociales y económicos que vienen expresando su animadversión hacia el jefe del Estado, podrían estar considerando aplazar la acción criminal, para “bajarse a Petro” una vez abandone la Casa de Nariño, lo que significa que sus enemigos estarían pensando desde ya en el escenario electoral de 2026; es decir, le estarían apostando a evitar a que se consolide el petrismo como doctrina política, escenario que le preocupa a la derecha por la condición de caudillo popular y gran elector de la izquierda y el progresismo que ostenta ya Gustavo Petro.

Si Petro es asesinado en su calidad de expresidente, los efectos sociales y políticos serían diferentes si su crimen se produce fungiendo como jefe del Estado. Convertido en símbolo y mártir, su legado político se reforzaría siempre y cuando así lo decidan quienes estén dispuestos a recoger su proyecto político emancipador y subversivo (contrario al orden establecido). Y realmente no veo a nadie capaz dentro del progresismo cumplir esa función no solo por el miedo que generaría semejante “acción ejemplarizante” de la ultraderecha, sino por la inigualable capacidad discursiva, inteligencia y el carisma del hijo de Ciénaga de Oro.

La atención internacional sería igualmente diferente en la medida en que la gobernabilidad no se pondría en riesgo si la orden se ejecuta siendo expresidente de la República.

Cierto o no lo del plan para asesinarlo, el solo hecho de que se esté hablando del espinoso asunto en las redes sociales y en otros espacios da cuenta de la vigencia de una de las taras civilizatorias que caracteriza a la sociedad colombiana: la facilidad con la que se desprecia la vida de aquel que piensa diferente y se atrevió a desafiar a los amigos del régimen criminal que lleva años operando el Estado colombiano.

Huelga recordar que durante una de las movilizaciones ocurrida en abril de 2024 en contra de Petro y de su gobierno apareció un féretro con el que se simulaba la muerte del presidente. En su momento el jefe del Estado dijo que “Matar al presidente gritan estas personas ricas. Allí va un hombre negro y de bajos recursos ayudando a cargar el féretro. ¿Sabrá esta persona lo que le pasaría a Colombia y a su gente si el deseo de estas personas se cumpliera?

 

 


Imagen tomada de Infobae.

sábado, 18 de enero de 2025

CRISIS EN EL CATATUMBO: ¿QUÉ HACER?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los cruentos enfrentamientos entre miembros del ELN y una de las tantas disidencias de las Farc en el Catatumbo sirven para constatar que la naturaleza política del conflicto armado interno se transformó: de aquel escenario en donde se dieron luchas y discusiones ideológicas y políticas alrededor del Estado y el modelo económico ya no queda absolutamente nada.

A lo que asiste el país es a ver por televisión que unos y otros se buscan, puerta a puerta, para asesinarse como vulgares matones. Lo único que les quedó de su pasado subversivo es el discurso de algunos de sus más viejos y táparos comandantes como Antonio García y Pablo Beltrán del ELN, su retórica barata, los brazaletes y los fusiles. Lo demás es el desespero con el que actúan por el control de las economías ilegales que convirtieron la zona del Catatumbo en un infernal polvorín. ¿Qué hacer es la pregunta recurrente que se hacen analistas, políticos, periodistas y líderes comunitarios?  Mientras aquellos buscan respuestas al interrogante, la Oposición celebra y grita alborozada que la Paz Total de Petro fracasó porque saben que en la campaña electoral de 2026 van a ofrecer bala, bala y bala, es decir, van a ofrecer el regreso de la temida seguridad democrática.

Si bien la suspensión de los diálogos con el ELN ordenada por el presidente Petro es una medida políticamente correcta, sigue siendo tímida frente al evidente desinterés de la dirigencia de esa “guerrilla” de avanzar en una negociación política cuyo objetivo final sea la desmovilización de esa estructura criminal. Se entiende y se aplaude la insistencia del jefe del Estado por mantener las conversaciones de paz en beneficio de las comunidades que en varios territorios sufren confinamientos y la violencia simbólica y física ejercida por los elenos, pero ya va siendo hora de revisar si la instalación de una mesa de diálogo nacional es la estrategia adecuada para enfrentar los desafíos que plantean la notable despolitización del ELN y su consecuente transformación en una estructura narco militar. Es más: ¿Valdrá la pena seguir dialogando cuando no les sirven curules en el Congreso y mucho menos están dispuestos a entregar las armas?

En cada territorio las dinámicas políticas, sociales, ambientales y económicas son diferentes así compartan la presencia de elenos y disidencias disputándose el control de las economías ilegales. Quizás, entonces, sea el momento de diseñar una estrategia para el Catatumbo consistente en reordenar el territorio en función de los intereses del Estado. De esa manera se le debilitaría el discurso comunitario y popular que suelen enarbolar esos neo mafiosos de camuflado para darle algún sentido político a su lucha por el control de las economías ilegales.

En estos momentos de crisis humanitaria y de desplazamiento masivo de habitantes de las zonas en las que se enfrentan elenos y disidencias hay que pensar en soluciones “novedosas”. Refundar veredas, corregimientos y pueblos puede servir para que el Estado construya nuevas relaciones con la población civil, al tiempo que ataca con artillería pesada a esas estructuras armadas narcotizadas. Hay que llevarlos hacia zonas despobladas para ver si aún recuerdan cómo se combate bajo las condiciones de una guerra irregular.

La presencia en el tiempo de esos “ejércitos del pueblo” obedece en gran medida a que los procesos civilizatorios echados a andar en territorios como el Catatumbo jamás el Estado tuvo total control. Esa circunstancia contextual facilitó la llegada y la naturalización de formas de poder paraestatal a las que cientos de miles de ciudadanos les rendieron y rinden aún pleitesía.

De allí que las mesas regionales de paz podrían funcionar para pacificar territorios, quitándole así el carácter nacional que imaginan que tienen los del ELN. Dos objetivos deben justificar las conversaciones locales: el primero, ceses bilaterales al fuego y el segundo, iniciar los procesos de refundación de las relaciones Estado-comunidad, bien sea a través de procesos de reubicación de pueblos y metiéndole la mano a las maneras como se conciben la construcción de civilidad en regiones en las que los referentes a seguir están representados por bandidos de cuello blanco y armados.

Ya quedó claro que el ELN no firmará ningún armisticio con el Estado colombiano. No es equivocado insistir en pacificar el país por las buenas. Quizás el error original que cometió Petro fue pensar que, por su pasado en el M-19, los elenos lo verían como un camarada que logró vencer a la República oligárquica. García y Beltrán son dos fósiles que deambulan por una realidad paralela en la que ondean triunfantes la hoz y el martillo.




martes, 17 de diciembre de 2024

EFRAÍN CEPEDA: EL QUE JAMÁS EMPUÑÓ UN ARMA, PERO…

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el enfrentamiento político, institucional y personal que por estos días sostienen el presidente del Senado, Efraín Cepeda y el presidente de la República, Gustavo Petro nuevamente sirvió para exponer el pasado guerrillero del jefe del Estado como un factor que lo inhabilita ética y moralmente para criticar las actuaciones de los congresistas, incluidas por supuesto las de los miembros de las comisiones y las juntas directivas de Senado y Cámara, así como los fallos de las altas cortes (Consejo de Estado y Corte Constitucional).

Para el presidente de la República, Efraín Cepeda representa al típico politicastro colombiano, esto es, a aquel político mañoso, rastrero, malintencionado, inhábil y que apunta de hechos obscuros desea conseguir sus objetivos. Los fines turbios que le endilga Petro tienen que ver con su participación en un eventual “golpe parlamentario”, que sería una etapa más del llamado “golpe de Estado blando” que de manera temprana advirtió el jefe del Estado que le querían dar.

De manera directa Petro le dijo al más representativo godo que defiende la tradición y los intereses de los agentes más poderosos del establecimiento colombiano que frena el debate democrático. “Espero no termines tu vida parlamentaria como rémora de la historia. Si quieres ser presidente, no lo busques a través del golpe de estado: te odiaría el pueblo colombiano”.

La reacción de Cepeda se dio en estos términos: “jamás he empuñado un arma…”. En su respuesta, el ladino congresista no pudo dejar de enrostrarle al presidente su pasado subversivo, asumido por una parte importante de la sociedad como un acto imperdonable e injustificable a pesar de todos los procesos de paz, la dejación de armas, las peticiones de perdón y la reincorporación a la vida social, económica y política del país tal y como sucedió con el M-19, grupo armado ilegal en el que militó Gustavo Petro.

A pesar de su origen conservador,  Efraín Cepeda parece olvidar que fue el propio presidente Belisario Betancur Cuartas quien reconoció que había “unas causas objetivas” que en su momento legitimaron el levantamiento armado de las guerrillas en los años 60 y 70. La Comisión de la Verdad interpretó así la apuesta por la paz de Betancur Cuartas: “para él, las causas del conflicto armado se centraban en la pobreza y la desigualdad social y política, tal como lo había señalado desde finales de los años cincuenta la Comisión Investigadora de las Causas de la Violencia. Su gobierno se proponía ampliar la democracia y pagar la deuda social”.

Así como se asume que todo lo que diga Petro no se puede separar de su investidura y de lo que representa la figura presidencial dentro de un régimen presidencialista como el colombiano, lo dicho por Efraín Cepeda no se puede separar de su condición de presidente del Senado. Así las cosas, el máximo vocero del legislativo colombiano, en donde se legitimó el acuerdo de paz firmado en La Habana, sigue atado a la valoración inmoral a la que están atados millones de colombianos contra aquellos que en el pasado optaron por tomarse el poder a tiros. Esa apreciación de Cepeda hace pensar en que, de mantenerse esa línea moralizante, esa corporación no estaría dispuesta a tramitar normas conducentes a facilitar venideros procesos de paz. Y lo peor de todo es que esa tasación inmoral que hace Cepeda se extiende a todas las formas de arrepentimiento y peticiones de perdón e incluso a todas las actuaciones y decisiones que hayan tomado los exguerrilleros una vez reincorporados a la vida política, social y económica del país.

El hecho de “no haber empuñado un arma” le sirve a Cepeda para ocultar las causas objetivas que reconoció Betancur y para desestimar que justamente la responsabilidad política de los levantamientos armados en Colombia recae en políticos como él que se acostumbraron a legislar a favor de una élite mezquina a cuyos miembros jamás les interesó consolidar una democracia social, política y económicamente moderna y mucho menos, una República.

La inmoralidad de los grupos armados ilegales que se levantaron contra el Estado debería de asumirse como fenecida a partir del momento en el que se entregan las armas y se aceptan las reglas de la democracia. Por el contrario, y de acuerdo con lo dicho por Cepeda, insistir en que la impudicia de los guerrilleros del M-19 es insuperable, confirma que los tratados de paz terminan siendo insulsos documentos para congresistas y otros cientos de miles de colombianos que jamás estuvieron dispuestos a perdonar. “No haber empuñado un arma” es un acto de habla que exhibe rabia, incomprensión de la historia, pero sobre todo la nula empatía hacia los millones de colombianos víctimas de la República oligárquica que defiende Efraín Cepeda. Parece ser que la única violencia que acepta Cepeda es la política y económica que viene ejerciendo el establecimiento colombiano contra millones de colombianos. 



efrain cepeda y petro - Búsqueda Imágenes

viernes, 13 de diciembre de 2024

PETRO, SIMÓN BOLÍVAR Y LOS MALDITOS CONGRESISTAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La férrea, absurda, indolente, irresponsable, infantil y mezquina oposición política que la derecha le viene haciendo en el Congreso a las iniciativas legislativas presentadas por el gobierno de Petro están radicalizando de tal forma al presidente de la República que en sus trinos después de hundido el proyecto de la ley de financiamiento, parece estarse acercando al espíritu libertador de Simón Bolívar.

Con la sentencia “maldito el parlamentario que a través de las leyes destruye la prosperidad de su propia tierra, de su propio pueblo”, Gustavo Petro dejó ver su rabia por lo acontecido en el legislativo. La historia recogerá la señalada locución para explicar que en el siglo XXI hubo un presidente que quiso “liberar al país del yugo de la derecha neoliberal que privatizó el Estado” por más de 30 años, sometiendo al pueblo a vivir en medio de la pobreza y la desigualdad, la informalidad laboral y a los designios de unos pocos que siempre gozaron de beneficios sociales, políticos y económicos propios de una democracia tan imperfecta, como procedimental como la colombiana. La llamativa y fuerte expresión presidencial hizo recordar la célebre frase atribuida a Simón Bolívar: “maldito el soldado que apunta su arma contra su pueblo".

Aunque las dos frases hacen parte de contextos bastante disímiles, comparten el sentido emancipador, libertario, disruptivo y subversivo con el que Petro quiere ser recordado. Aunque deje avances en materia de entrega de tierras, la gran reforma agraria no la logrará porque los grandes terratenientes seguirán apostándole a la producción de “comida para los carros” (bioetanol), a la ganadería extensiva, así como al crecimiento urbanístico insostenible que ya tiene hoy a la capital del país padeciendo racionamiento de agua.

Al ser la prensa hegemónica el notario de la historia, los titulares que recogieron la expresión presidencial ayudarán a los historiadores y a los analistas políticos a explicar lo que sucedió un día de diciembre de 2024. El Universal tituló Petro trató de “malditos” a congresistas que hundieron reforma tributaria. Entre tanto, Blu radio, La FM y W radio, todos medios que le hacen oposición política al gobierno, titularon de manera parecida.

Ante semejante coyuntura y al reconocer que a pesar de ser gobierno no tienen el poder, a Petro le quedan dos caminos: el primero, radicalizarse aún más y gobernar por decreto y el segundo, posicionar la narrativa que señala que por culpa de unos “malditos congresistas” su obra de gobierno no se pudo ejecutar. Lo más probable es que extienda la descalificación a la oligarquía que patrocina a los congresistas para que legislen a favor de los intereses de sus poderosos miembros.

Al tratar a los congresistas de “malditos”, el jefe del Estado rompe cualquier posibilidad que desde el ministerio del Interior se intenten acciones conducentes a recomponer las maltrechas relaciones entre los dos poderes públicos. Al llamarlos de esa manera, Petro busca “echarle encima al pueblo” que él cree que lo sigue y que está dispuesto a movilizarse para defender el proyecto político que la derecha congresional está decidida a frenar con el único objetivo que los mueve: evitar a toda costa que al gobierno y al país le vayan bien porque ello le allanaría el camino al petrismo para volver a triunfar en las urnas en el 2026.

El malestar social que puede estarse incubando por cuenta de las confrontaciones políticas alimentadas desde el Congreso y desde la propia Casa de Nariño y el visible odio visceral que se respira en las redes sociales pondrán a prueba tanto a ese pueblo, como a la misma derecha cuando en algún momento se presente un nuevo estallido social. 




Petro se descompuso, llamó ´malditos´ a los parlamentarios - HOY DIARIO DEL MAGDALENA


miércoles, 7 de agosto de 2024

ELN: DE GRUPO SUBVERSIVO, A GRUPO ARMADO ORGANIZADO

 

Por Germán Ayala Osorio


La historia política dice y dirá en lo consecutivo, que el Ejército de Liberación Nacional (ELN) es un grupo complejo en su estructura operativa y complicado a la hora de conversar de paz. Sus máximos voceros siempre se mostraron ante el país y la prensa arrogantes, caprichosos, sagaces, tercos y con una férrea convicción ideológica y política que hace posible pensar en que realmente, como organización, jamás les interesó dejar las armas. 

La metodología planteada para llevar a cabo las conversaciones de paz constituye un claro obstáculo si se piensa en la obligada transición hacia un partido político.  A no ser que estén pensando en que el Estado los reconozca como parte de las estructuras armadas legales, con presencia en los territorios en los que siempre han hecho operado y ganado algo de legitimidad social, sobre la base de la intimidación y el miedo. 

Eso de querer jugar como mediadores entre el Estado y las organizaciones de la sociedad civil para resolver problemas estructurales que están inexorablemente conectados con el vigente modelo económico y político, suena más a una estrategia dilatoria, que a una seria y viable para superar la pobreza y los problemas de infraestructura social y física en extensos territorios. Así las cosas, jugar a ser mediadores terminará por mostrar que no tienen una real voluntad de firmar un armisticio. De hecho, han dicho que no les interesan las curules  y mucho menos dedicarse a sembrar comida, como lo aceptaron los firmantes de las entonces Farc-Ep. ¿Entonces, qué será lo que quieren los señores del ELN?

Ahora están pegados del remoquete con el que la doctrina castrense los reconoce, a pesar de estar sentados en la mesa de diálogo con el gobierno: los GAO, Grupos Armados Organizados. Los voceros del ELN exigen que el gobierno expida un decreto en el que no solo se deje de llamar así al grupo al margen de la ley, sino que les den el estatus político que su historia político-militar les entrega de forma "natural". 

Que las FFMM, el enemigo natural del ELN los llame GAO, tiene la clara pretensión de eliminarles cualquier espíritu revolucionario y político que ponga en crisis la neutra identidad política del Ejército y el resto de las fuerzas. Y eso está dentro de la lógica militar del conflicto armado interno. ¿Por qué justamente ahora que el régimen venezolano afronta graves problemas de legitimidad social y electoral les indigna el uso de esa nomenclatura?

Realmente los voceros del ELN no están interesados en firmar ningún acuerdo de paz con el primer gobierno de izquierda que ha tenido Colombia. En la lectura maliciosa que hacen del mote con el que los militares los reconocen emerge un espíritu revolucionario que hace rato perdieron. Sesenta años levantados en armas borra de un plumazo cualquier lucha social, política y económica. Deberían más bien sentarse a pensar en que el uso del vocablo GAO realmente constituye una crítica no expresada por agentes políticos y una parte importante de la sociedad que hace rato los dejaron de ver como una guerrilla o un grupo subversivo, para verlos en su santa dimensión: como un Grupo Armado Organizado (GAO) como el Clan del Golfo y las disidencias de Iván Mordisco y la Segunda Marquetalia. Al final, y en la práctica, en eso se convirtió el ELN. Todos secuestran civiles, trafican con drogas, atacan objetivos civiles y violan los derechos humanos. 

La fractura interna que se expuso con la facción Comuneros del Sur confirma lo que hace rato se venía ventilando: el carácter federal de su operación terminaría en una disidencia. A lo mejor los comandantes del frente que hoy dialoga con el Gobierno entendieron que una lucha armada de 60 años poco o nada tiene de revolucionaria, pero si mucho de anacrónica. 

Imagino que los sempiternos voceros del ELN ya aceptaron que van a morir de viejos haciendo la guerra y hablando de paz, pues saben que allí siempre estarán los gobiernos y los medios para dar cuenta de los hechos bélicos y los que hacen posible pensar en pacificar el país a través del diálogo y la desmovilización de los grupos al margen de la ley. Señores García y Gabino, entre otros, tienen la oportunidad de pasar a la historia como unos verdaderos revolucionarios que entendieron que jamás pudieron tomarse el poder a tiros, si hacen dejación de las armas y se reincorporan a la sociedad. La sociedad colombiana les reconocerá siempre la dejación de las armas como un gesto gallardo, valiente y consecuente. Hacer lo contrario, hará que esa misma sociedad los mire como simples Grupos Armados Organizados, destinados a joderle la vida a los colombianos y colombianas, porque, simplemente, les dio la gana hacerlo. 



Imagen tomada de EL TIEMPO.COM


sábado, 11 de mayo de 2024

PETRO O DUQUE: ¿CUÁL ES EL "TERRORISTA"?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El reciente rifirrafe entre el presidente Gustavo Petro Urrego y el expresidente Iván Duque Márquez obedece a dos lecturas ideologizadas en torno a dos conceptos: terrorismo y terrorismo de Estado. El jefe del Estado llamó “terrorista” a Iván Duque por cuenta de los crímenes que cometieron agentes estatales que, bajo sus órdenes y mando, violaron los derechos humanos. Las cifras hablan de 60 ciudadanos asesinados, violación de mujeres, torturas y afectaciones en los ojos a otros 60 jóvenes que se movilizaron en el contexto del estallido social.

Cuando mueren 60 jóvenes asesinados por el Estado, quemados, torturados, la pregunta es quién fue el terrorista y el presidente tiene que decir que el terrorista no fue la juventud, fue el Estado de Colombia y particularmente el Gobierno del entonces presidente. Sí señor Duque, los 60 asesinados en Cali por usted, no fueron terroristas, el terrorista fue usted, espetó el presidente Petro.

Sin duda alguna, le cabe responsabilidad social y política a Iván Duque porque en calidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas permitió los desmanes y la comisión de los crímenes. Pudo ser diferente si hubiese asumido la actitud de dialogar y escuchar a los jóvenes, en lugar de pensar que le iban a dar un golpe de Estado. Bajo esa excusa, acudió a la figura de la “asistencia militar” y la plasmó en el Decreto 575 del 28 de mayo, a todas luces inconstitucional. Las movilizaciones y las violentas protestas que se dieron en el marco del estallido social jamás se convirtieron en un movimiento social y político capaz de provocar semejante quiebre institucional.

Petro califica de esa manera a Duque porque usa ideológicamente la categoría Terrorismo de Estado. Sin duda alguna el Estado colombiano ha operado como un orden criminal, con prácticas y acciones propias de lo que se conoce como terrorismo de Estado. Las ya varias condenas internacionales proferidas por la CIDH contra el Estado colombiano hacen pensar en que, como mínimo, bajo ese orden de dominación se asesinaron a comunidades en contubernio con grupos paramilitares. Baste con recordar la masacre de Trujillo y el genocidio contra la UP para entender el sentido de los calificativos que de tiempo atrás usa Petro para referirse al actuar violento y criminal del Estado.

Durante los gobiernos de Turbay Ayala y Álvaro Uribe, el régimen estatal actuó bajo las condiciones y las características que dan vida a esa nomenclatura de terrorismo de Estado. Lo que sucede es que el Estado terrorista del que habla Petro suelen verlo y sufrir exclusivamente quienes militan en la izquierda o aquellos que tienen una formación política que les permite calificar a un orden establecido como terrorista. El Estado terrorista actúa sobre específicos sectores sociales, torturando, persiguiendo y desapareciendo a cientos de ciudadanos a manos de agentes de inteligencia, policías y militares. El genocidio de la UP es propio de un Estado terrorista porque sucesivos gobiernos jamás aceptaron el pensamiento divergente que representaba ese partido de izquierda y mucho menos la cercanía ideológica y política con las entonces Farc-Ep. Hay que recordar que durante el gobierno de Belisario Betancur se acordó que miembros de la UP llegaran al Congreso, en el marco de un proceso de paz. Ello incluyó la presencia en el Congreso de guerrilleros activos, como Braulio Herrera.

Insisto entonces en que la categoría con la que Petro descalificó a Duque tiene un uso menos universal y por lo tanto, la opinión pública en general no lo tiene presente para examinar a su luz, los hechos a los que Petro hizo referencia. Lo contrario sucede con el vocablo con el que el expresidente-títere usó para responderle el agravio que le lanzó el actual presidente de la República. Esto dijo el fatuo e infantil expresidente de la República: “nunca haber militado en grupos armados ilegales o terroristas”, nunca haber “hecho apología del terrorismo enarbolando banderas de grupos armados ilegales…”.

Iván Duque, como era de esperarse, se ubica un plano moral superior cuando se jacta de que jamás militó en un grupo armado ilegal, como si ello le permitiera deslegitimar la lucha armada que decidieron librar quienes creyeron que se podían tomar el poder a tiros.  Duque insiste en demonizar a las guerrillas, en particular al movimiento M-19 del que hizo parte Petro durante su juventud. Mientras que el vocablo terrorismo de Estado se remonta a los años 60 y se entiende bajo las circunstancias propias de esa ebullición política e ideológica de las turbulentas décadas de los 60, 70 y 80, la nomenclatura “terroristas” está atada temporalmente a los hechos del 11S de 2001 en los Estados Unidos. De igual manera, Petro se ubica en otro plano moral superior, porque sigue pensando que la guerrilla del M-19 siempre representó la salida o la solución a los problemas históricos del país, causados por una "oligarquía inmoral, premoderna y corrupta". Petro aún piensa como subversivo, a pesar de que manera temprana dejó las armas. 

Volvamos a Duque. Lo que sucedió con los atentados terroristas contra el World Trade Center en los Estados Unidos que provocaron las caídas de la emblemáticas Torres Gemelas es que le permitió a la derecha americana y a la internacional consolidar el discurso antiterrorista de la mano de la “cruzada contra el terrorismo” representado en la persecución contra Osama Bin Laden, el supuesto responsable de los atentados terroristas. El entonces candidato presidencial y posterior presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez “compró” el discurso del presidente Bush para dar vida a su Política de Seguridad Democrática con la que desconoció el origen político del conflicto armado interno. Entonces, el país empezó a hablar de “amenaza terrorista”, lo que por supuesto hizo posible empezar a (des) calificar a las guerrillas de la época como grupos terroristas. Lo anterior, con la ayuda y el beneplácito de las agencias de inteligencia de los Estados Unidos. Eso sí, no se puede desconocer que las Farc-Ep y el ELN incurrieron en prácticas y hechos terroristas, en tanto sus objetivos estaban dirigidos a generar miedo y terror en la población civil. Pero tampoco se puede obviar que las listas de grupos terroristas construidas por los Estados Unidos y la Unión Europea obedecen a cálculos políticos y militares, resultado de las relaciones de dominación Norte-Sur.

Las acciones político-militares del M-19 no podrían calificarse como terroristas por cuanto el uso universal de esa categoría inicia en el 2001 y para ese momento ya ese grupo subversivo había desaparecido pues firmó la paz en 1990 con el gobierno de Virgilio Barco Vargas (1986-1990). Ni siquiera la toma del Palacio de Justicia por parte de una célula del M-19 podría ser calificada como terrorista, por ese elemento temporal. No se pretende ocultar los horrores y las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la toma y la retoma. El país saber que particular durante la retoma del edificio por parte del Ejército nacional se presentaron las mayores y ejemplarizantes violaciones a los derechos humanos. 

En esa misma línea argumental del petimetre de Iván Duque, entonces, podríamos calificar a los Estados Unidos como un orden terrorista y como tal al entonces presidente Harry Truman por las dos bombas atómicas que lanzaron contra Hiroshima y Nagasaki (Japón) con las que se puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Para aquella época, ese hecho bélico se entendió como parte de la lógica de la guerra que en ese entonces libraron los Estados Unidos y los aliados para frenar al régimen nazi. 

Así entonces, en el rifirrafe entre Petro y Duque cada uno hace una lectura ideologizada y moralizante que los pone en orillas irreconciliables. Mientras que el presidente de la República reconoce el carácter político de los hechos acaecidos durante el estallido social, Duque jamás aceptó y aceptará las razones y las circunstancias históricas y objetivas con las que se legitimó el levantamiento de las guerrillas en los años 60 y 70.

Convendría que el presidente Petro evitara descalificar a sus detractores y enemigos, en especial a los expresidentes. Su condición y dignidad así se lo exigen. Aunque el gobierno de Duque arrastra una nefasta recordación, sigue representando a esos sectores de poder que siempre estarán dispuestos a ponerse moralmente por encima de los demás a pesar de haber cohonestado con la operación criminal de los grupos paramilitares. Es tal su cinismo, que insisten en el débil argumento de que “jamás hice parte de un grupo armado ilegal”, para sacar pecho y presentarse como los "elegidos" para continuar gobernando a Colombia. 


Imagen tomada de EL TIEMPO.COM

miércoles, 27 de marzo de 2024

MILEI ARREMETE CONTRA PETRO Y GENERA CRISIS DIPLOMÁTICA

 

Por Germán Ayala Osorio

Por cuenta del lenguaje procaz, violento e inamistoso de Javier Milei, presidente de la Argentina, el gobierno de Gustavo Petro ordenó la expulsión de miembros de la diplomacia argentina con presencia en Colombia. Es probable que Milei responda de la misma manera o quizás de una vez decida romper relaciones diplomáticas y comerciales. Lo cierto es que estamos ante una grave crisis diplomática, por cuenta de la intemperancia verbal del presidente argentino. Al final, son los pueblos y los agentes económicos los que sufrirán las consecuencias por la destemplanza verbal del “loquito” Milei.

La Cancillería colombiana, en su cuenta de X, señaló que “en nombre del Gobierno de Colombia, repudia declaraciones hechas por el sr. Javier Milei, Pdte. de Argentina, en entrevista al canal CNN en las que se expresa de forma denigrante en contra del Primer Mandatario de los colombianos

Por tercera vez Milei arremete contra su homólogo, Gustavo Petro, a quien llamó “guerrillero, comunista y asesino terrorista”. Sin duda alguna, estamos ante un presidente gaucho desencajado y alejado de la sindéresis a la que está obligado mantener por ser el presidente de una República hermana, con la que Colombia sostiene históricas relaciones diplomáticas, comerciales y políticas.

Milei actúa como un burdo machito camorrero que, acosado por las complejas circunstancias socio económicas que afronta la Argentina, con una inflación incontrolada, opta por distraer la atención nacional e internacional, ofendiendo la dignidad del presidente de Colombia.

Los tres epítetos que usó Milei para referirse al presidente Petro dejan entrever no solo la actitud hostil del presidente argentino y el comportamiento propio de miembros de barriadas infestadas de ignorantes, sino el desconocimiento general del pensamiento político y económico del jefe del Estado colombiano. ¿Petro comunista? Todo lo contrario. Petro cree en el mercado y su pensamiento es funcional al capitalismo. Otra cosa es que Petro sueñe con un Estado de Bienestar para un país como Colombia en donde priman el clasismo y el racismo, y opere un proyecto político oligárquico y feudal que capturó el Estado para favorecer a unos pocos, en detrimento de la calidad de vida de las mayorías. Ya en una ocasión el presidente colombiano invitó a Milei a discutir qué es eso de comunismo.

Acierta Milei en llamarlo “guerrillero”, categoría que alude a los tiempos en los que Petro se levantó en armas contra el Estado, haciendo parte del movimiento M-19, pero que también sirve para señalar la actitud y el discurso subversivo que aún mantiene Gustavo Petro. Subversivo, en el sentido en el que se busca subvertir un orden establecido de tiempo atrás.  En este punto, hay que decir que Petro busca subvertir el orden político mundial. Ya lo hizo en su discurso ante la ONU (sesión 77 de 2023), en el que confrontó al Norte opulento por sus negativos aportes a las crisis climáticas que se congregan alrededor de lo que se conoce como el Cambio Climático.

En sus palabras, Petro les dijo a los líderes de ese Norte arrogante y a los miembros de sus sociedades mezquinas, que “nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad, que los lleva a vivir en medio de las burbujas de las drogas”. En su intervención, Petro exhibió el carácter subversivo que aún lo acompaña y con el que busca subvertir, perturbar o molestar el orden hegemónico, criminal y obtuso que impusieron los países desarrollados, el mismo con el que han logrado dominar a los países de un Sur sumiso, por cuenta de jefes de Estado que, en el pasado, llegaron a plegarse a esa forma de dominación, apenas llevando consigo unas raídas rodilleras.

Por supuesto que Milei no entiende esa acepción de “guerrillero”, pues él debe odiar a Petro porque el político colombiano le recuerda la historia de la guerrilla de los Montoneros que operó en la Argentina y Uruguay, así como las movilizaciones de las Madres de la Plaza de Mayo.

En cuanto a la categoría de “terrorista asesino”, el machito gaucho estira en el tiempo, equivocadamente, el sentido del término terrorista. En la época en la que Petro se levantó en armas, ese concepto no se usaba para (des) calificar la operación de las guerrillas de izquierda que surgieron en América Latina en el convulsionado contexto de los años 60. Así que, el uso que hace Milei del epíteto “terrorista” obedece más a su odio visceral hacia Petro, que a un señalamiento que dé cuenta del pasado revolucionario del hoy presidente de los colombianos. Fue a partir de los atentados del 9/11 en los Estados Unidos que ese concepto se universalizó. 

El presidente argentino parece seguir un guión cuyo objetivo es congraciarse con la derecha local de su país y la que opera en este hemisferio, ancorada a la derecha europea, en caso de que sus medidas económicas y sociales no sirvan para sacar del fango a la Argentina. Ante un eventual fracaso de su programa neoliberal de reducir el Estado a su mínima expresión, Milei esperaría un apoyo denodado de la derecha internacional, en caso de que haya en su país un ruido de sables que permita el regreso de los militares al poder político.   



Imagen tomada de Youtube.com

miércoles, 20 de marzo de 2024

DISIDENCIAS DE IVÁN MORDISCO Y SU GUERRA CONTRA LOS NASA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El crimen de Carmelina Yule Paví, lideresa Nasa, a manos de miembros de las disidencias de Iván Mordisco provocó la ruptura del cese al fuego bilateral firmado entre los delegatorios del Gobierno de Gustavo Petro y los de esa estructura armada ilegal.

El presidente Petro debió ir más lejos y ordenar el levantamiento de la mesa de la delegación gubernamental, pues ese grupo “guerrillero” viene usando el cese bilateral del fuego para armarse y reclutar menores de edad, en particular adolescentes indígenas. Justamente, en un intento por recuperar a un menor plagiado, con fines de reclutamiento forzoso, comuneros Nasa y miembros de la Guardia fueron atacados a tiros. Al final, el doloroso balance deja a la señora Yule Paví muerta y herido a Rodrigo UI Musicué. 

En el mal llamado Estado Mayor Central (EMC) hay “guerrilleros” con una nula formación política y académica, si se les compara con los perfiles de Alfonso Cano y Manuel Marulanda Vélez, líderes que en varios procesos de paz sentaron sus tesis bajo las cuales justificaron el levantamiento armado en los años 60. Por el contrario, Néstor Gregorio Vera Fernández, alias Iván Mordisco, es un personaje violento y poco leído, que representa la decadencia de la lucha armada. El mismo presidente Gustavo Petro llamó a alias Iván Mordisco “traqueto vestido de revolucionario”.

El alias de Iván Mordisco dice mucho del talante de este “subversivo”.  Su perfil se acerca más a la altura moral y política del Mono Jojoy o de alias el Negro Acacio. InSigth Crime dice de Vera Fernández que “es conocido por ser un líder especialmente violento, que desprecia a la población civil. Como comandante del Frente 1 desde 2012, Mordisco estuvo detrás de delitos como la extorsión de comerciantes, agricultores y otros habitantes rurales, así como de la minería ilegal. Las autoridades colombianas también le acusaron de reclutar menores de edad”.  

La decisión valerosa de la Guardia Indígena de salir en la búsqueda de otros menores plagiados por la "Dagoberto Ramos" o la "Jaime Martínez!, con fines de reclutamiento, así como de los cabecillas que asesinaron a Carmelina Yule, los expone aún más a las retaliaciones de un grupo armado ilegal que exhibe un enorme desprecio por la población civil, circunstancia esta que deviene atada a la nula formación política de los auto llamados “revolucionarios”. En esa línea argumentativa, el actuar de los “guerrilleros” está ancorado al espíritu violento de unos “machitos” a los que, internamente, solo les interesa demostrar fiereza y arrojo para descrestar a sus comandantes; en el plano externo, su rabiosa testosterona está dirigida a intimidar mujeres y menores de edad y dado el caso, provocar a hombres indígenas capaces de salirles al ruedo, acompañados solamente de sus bastones de mando.

El insuceso, ocurrido en Toribío (Cauca), puede inscribirse en la tesis planteada por Daniel Pécaut, “Guerra contra la sociedad”. El autor francés propuso esa denominación a los múltiples fenómenos de violencia, incluida la guerrillera, lo que confirmaría la desaparición de tensiones sociales. La llegada de un exmiembro del M-19 al Solio de Bolívar debió asumirse por las disidencias de las Farc y el propio ELN como una oportunidad histórica para facilitarle las cosas al primer gobierno de izquierda. Insistir en la violencia armada confirma su anacronismo y el interés de mantener una lucha armada, más por las ganancias que les entregan la economía ilegal (narcotráfico y minería), que por el loable propósito de luchar por asegurar los cambios que el país necesita.   

Para el caso que nos ocupa en esta columna, lo que estaría sucediendo en los resguardos del Cauca es una “guerra contra los Nasa”, declarada por Iván Mordisco. Lo curioso es que dentro de las filas de ese grupo armado ilegal que obedece a Néstor Gregorio Vera hay mestizos e incluso, hombres con aspecto indígena a los que les queda muy fácil “mimetizarse” entre los comuneros y la población que vive en los alrededores de los resguardos indígenas del Cauca.

El Estado colombiano tiene la obligación de proteger a las comunidades indígenas. Los sistemáticos ataques de la "Dagoberto Ramos" y la "Jaime Martínez" a los Nasa del Cauca le restan legitimidad a la mesa de diálogo. Tanto los Nasa, como las autoridades, deben prepararse para enfrentar de manera conjunta el desafío social, militar y político que el EMC viene consolidando en el departamento del Cauca. El gobierno debe levantarse de la mesa de diálogo, así ello signifique pasar del anhelo maximalista de la Paz Total, al retorno a una vieja condición que loa colombianos ya conocen: la Guerra Total. No hay tiempo para tibiezas.  

 


Imagen tomada de EL TIEMPO.COM

sábado, 16 de diciembre de 2023

LOS MILITARES Y PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

A partir del 7 de agosto, las fuerzas armadas colombianas tendrán como comandante supremo a Gustavo Francisco Petro Urrego, ex miembro de la guerrilla del M-19. Aunque esa circunstancia no debería de ser un problema ético y doctrinal para los militares activos, es probable que oficiales y suboficiales en servicio activo se hayan dejado influenciar por sus profesores en la academia, asumiendo como propio el odio que hacia dicho grupo subversivo se profesaba desde los tiempos del robo de las 5 mil armas del cantón norte, la sustracción de la espada de Bolívar y por supuesto, por la toma y retoma del Palacio de Justicia.

Aquellos que dentro del cerrado mundo castrense insistan en operar bajo la influencia de la doctrina del enemigo interno, tendrán la oportunidad o quizás la obligación de entrar en la discusión de conceptos como posconflicto o posacuerdo, con el firme propósito de avanzar hacia la transformación misional que deberán sufrir las instituciones militares, en particular, el Ejército nacional. Si se logra concretar un proceso de paz con el ELN, la paz completa será una realidad, a pesar de la insistencia de las acéfalas y anacrónicas disidencias.

La violación sistemática de los derechos humanos por parte de miembros del Ejército, asociada a los falsos positivos y a otras prácticas institucionalizadas, fruto de la política de seguridad democrática y de los caprichos de Uribe Vélez, quedarán proscritas, si se entiende en un amplio sentido lo que dijo el presidente electo en el sentido en que militares con récord de violaciones a los DDHH no cabrán en la nueva cúpula. Así entonces, en la cadena de mando, quienes hagan parte de la cúpula, tendrán la obligación de limpiar las filas de todos aquellos subalternos proclives a violar la constitución y en particular a aquellos que vienen acostumbrados a hacerlo, siguiendo el ejemplo de generales que hoy gozan de sus soles, gracias a que en el pasado ascendieron por cumplir con los objetivos de la intimidante política de seguridad democrática. Quedará pendiente sacar del ministerio de la Defensa a la Policía nacional, cuerpo armado que deberá acercarse a las transformaciones que demanda el posconflicto.

Las relaciones entre el presidente entrante y las fuerzas armadas serán definitivas y claves para la ampliación de la democracia. De muchas maneras, la operación del régimen democrático en Colombia viene pasando por el talante de los miembros de la cúpula militar. Desde los tiempos de Belisario Betancur y los del estado de sitio de Turbay Ayala, los militares fueron una rueda suelta que, de acuerdo con decisiones político-militares, terminó golpeando garantías democráticas no solo en términos del respeto por los derechos humanos y en todo lo concerniente a la real sumisión al poder civil, sino en la extensión en el tiempo del conflicto armado interno y el aplazamiento de la paz.

Con Uribe Vélez, las fuerzas militares entraron en una etapa de sometimiento a los caprichos del latifundista. Al final, terminaron no solo asesinando vilmente a 6402 civiles, sino operando bajo el carácter privado que el hijo de Salgar le dio a su lucha contra las guerrillas. Santos intentó cambiarles el chip a los altos oficiales que venían de los aciagos años en los que les pedían “más y mejores resultados operacionales”. Logró conformar una cúpula más cercana a la paz, lo que les permitió sentarse, frente a frente, en mesas técnicas, con los miembros de las entonces Farc-Ep. Con el regreso de Uribe al poder, en los “huesotes y las carnotas” de Iván Duque, regresó el viejo talante que inoculó en las filas en el Gran Imputado.

Petro sabe que dentro del Ejército quedan varios “zapateiros”, de acuerdo con lo que expresó el mismo comandante, Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda. La nueva cúpula tendrá la tarea de ir frenando sus ascensos, si deciden insistir en comportarse de la manera como lo hizo el saliente oficial, famoso por lamentar la muerte del asesino serial, alias Popeye y por su expresión “ajúa”. Además, de investigaciones en su contra por corrupción. Eso sí, espero que Petro Urrego no caiga en la tentación de apropiarse de dicho grito, como lo hizo el infantil y fatuo del Iván Duque Márquez.


Imagen tomada de Infobae


miércoles, 6 de diciembre de 2023

RETENCIONES O SECUESTROS: DISCUSIÓN “SEMÁNTICA” DE UNA GUERRILLA QUE NO ESTÁ LISTA PARA FIRMAR LA PAZ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Uno de los efectos políticos del secuestro del señor Luis “Mane” Díaz, padre del reconocido jugador del Liverpool, “Lucho” Díaz, está en que obligó a los plenipotenciarios de Petro en la mesa de diálogo a poner de presente el tema del secuestro; el mediatizado plagio también sirvió para consolidar el rechazo de la sociedad colombiano hacia el ELN, grupo subversivo que reconoció la responsabilidad en la comisión del crimen.

Después de liberado el señor Díaz, y en el inicio del 5º ciclo de conversaciones de paz con el ELN, uno de sus comandantes, Antonio García, dijo en su cuenta de X que “el ELN no hace secuestros. Hay diferentes acciones de privación de la libertad, pero son diferentes: prisioneros, rehenes, retenidos, secuestrados y desaparecidos”.

No estamos ante un asunto de semántica política y “revolucionaria”. Por el contrario, estamos ante una cínica, arrogante, displicente, retadora, irresponsable e inaceptable postura de quien envejeció al frente de una guerrilla que jamás mostró una real voluntad de paz. Una guerrilla anacrónica, liderada por comandantes que, además de mesiánicos, han sido incapaces de asumir la coyuntura que dejó el tratado de paz de La Habana como la oportunidad para ponerle fin al conflicto armado que por más de 50 años sostienen con el Estado.

Lo que dijo el anacrónico comandante del ELN hace pensar en la urgente necesidad de que en la mesa de conversaciones haya acuerdos conceptuales con los plenipotenciarios del gobierno, con el fin de facilitar la comunicación, pero, sobre todo, proscribir el secuestro de civiles con fines extorsivos.

Lo dicho por García debe servir como oportunidad para que en la mesa de diálogo no solo se aborde el tema del secuestro, sino que se exponga la discusión conceptual que, a pesar de su cinismo, está planteando el comandante del ELN. Eso sí, dicha discusión convendría que no trascendiera socialmente, porque la gente del común no suele hacer matices, ni lecturas diferenciadas del secuestro y mucho menos es conveniente plantear ese tipo de disquisiciones en medio de la crispación ideológica que a diario alimentan los medios masivos que no acompañan la solución pacífica y política al conflicto armado entre el Estado y el ELN.

Privar de la libertad, por razones económicas o políticas, constituye un grave delito que García justifica amparado en la necesidad de financiar su aparato criminal, en particular cuando secuestran civiles con el fin de exigir el pago de sumas millonarias para devolverlos a sus familias.

La propuesta de que el Estado y agentes internacionales los “financien” para evitar que sigan secuestrando tiene sentido siempre y cuando esa guerrilla demuestre una real voluntad de paz. Por ahora, dicha voluntad no se ve con claridad, lo que hace inviable, por ahora, el ofrecimiento de “pagarles” para que cesen el abominable crimen del secuestro.

Eso sí, hay que hacer distinciones conceptuales en la mesa de diálogo. Las retenciones de militares y policías las asumen los del ELN bajo la categoría de “prisioneros” en el marco del conflicto armado interno y las normas legales internacional que se aplican para conflictos internos.

Las retenciones de militares y policías, como resultado de combates, deben asumirse como circunstancias y sucesos propios del conflicto interno, cuyo desenlace se debe dar en el ámbito político y militar, lo que obliga a que haya una comisión atenta a generar las condiciones para lograr la rápida liberación de los uniformados. Cuando esas mismas privaciones a la libertad de policías y militares se den cuando estos estén vestidos de civil y desarmados, los tratamientos y los reconocimientos de la acción militar perpetrada por esta guerrilla no pueden ser asumidos de la misma manera como se asumen cuando los plagiados fueron privados de la libertad dentro de la dinámica de un combate.

Así las cosas, urge que en la mesa de negociación se den discusiones conceptuales y se proscriba el delito del secuestro. El ELN debe entender que pasar ciertos conceptos por su propio rasero “revolucionario” y a la luz del Protocolo II de Ginebra, no garantiza la total comprensión de la sociedad.

Jamás será lo mismo secuestrar civiles, en particular mujeres y hombres ancianos, y privar de la libertad a militares y policías que participaron de combates y operaciones hostiles. Baste con recordar el caso de la sargento Karina Ramírez, quien, con su hija y el perro, fueron abordados por guerrilleros del ELN y privados de la libertad. Así la sargento vaya vestida con su uniforme, se trata de un vil y cobarde secuestro. Esas diferencias no deben asumirse como una especie de “glosario” de la guerra, sino como partes claves dentro de unos mínimos protocolos.



Imagen tomada de El Nuevo Siglo

LA NOVELADA LLEGADA A OSLO DE LA PREMIO NOBEL DE PAZ

  Por Germán Ayala Osorio   La llegada de María Corina Machado a Oslo (Noruega) a recibir el Premio Nobel de Paz contó con un cubrimiento ...