Por Germán Ayala Osorio
De manera anticipada, los
colombianos saben o por lo menos intuyen que el escenario electoral de 2026 se caracterizará
por una mayor crispación ideológica y política, en buena medida aupada desde
los medios masivos tradicionales afectos al “viejo” régimen que fue derrotado en
las urnas por la alternativa de izquierda que hoy gobierna.
Sin importar cómo termine el
gobierno de Gustavo Petro, con sus luces y sombras, lo cierto es que varios
fantasmas ya no podrán usarse para asustar a esa parte del electorado que aún cree
en lo que les dicen RCN, Caracol, La FM, Blu radio, Semana, El País y El Colombiano,
entre otros medios afectos a lo que se conoce como el uribismo, es decir, la extrema
derecha. Esos espectros son: el “castrochavismo” y las manidas frases de campaña
de la que sacaron provecho durante varios años: “nos vamos a convertir en Venezuela”,
“Uribe es el muro que supo contener la llegada del comunismo”; y “le entregaron
el país a las Farc”.
De no suceder nada
extraordinario, llegaremos al 2026 para vivir y sufrir una jornada electoral
plagada de medias verdades y mentiras desplegadas desde las empresas mediáticas
que la derecha dispuso para deslegitimar al actual gobierno desde el 7 de
agosto de 2022.
Quizás el tema de la inseguridad
en las ciudades se convierta en la bandera de lucha electoral y en el elemento
clave para los “genios” del marketing político. Con lo que viene sucediendo en
el Ecuador, la problemática de las pandillas y las organizaciones criminales
tipo Tren de Aragua, los Chotas, Espartanos y el Clan del Golfo, entre otras,
se volverá un asunto político-electoral de especial trascendencia para quienes
en el 2026 aspirarán, desde la derecha, a recuperar la Casa de Nari para
quienes históricamente hacen parte del “viejo” establecimiento colombiano.
Si el actual gobierno no
desmantela para siempre todas las estructuras criminales que delinquen en
ciudades capitales desde donde se orquestan los discursos y las proclamas
electorales, la derecha hará todo lo que esté a su alcance para desatar viejas
y nuevas formas de violencia y por ese camino “bukelizar” el ambiente electoral
con el claro objetivo de evitar la continuidad del progresismo y la izquierda
en el poder.
Será muy difícil someter a todas
las agrupaciones delincuenciales, circunstancia que sectores de la derecha
sabrán aprovechar para facilitar, aupar o provocar asonadas y disturbios graves
en cárceles y en ciudades capitales. Poner al presidente Bukele como referente
de orden, disciplina y punto civilizatorio de inflexión será el gran objetivo ético-político
y electoral de la derecha, ante la desaparición del “castrochavismo y el comunismo”,
sus hasta ayer exitosos fantasmas.
Por todo lo anterior, el gobierno
Petro debe trabajar en estos dos años que le quedan, en consolidar la acción
estatal, combinando muy bien el garrote y la zanahoria. Sabemos que estructuras
criminales como el Clan del Golfo siempre operaron de la mano de fiscales,
jueces, militares, policías, políticos y empresarios. Romper esas relaciones será
el punto de quiebre. Y para lograrlo, el gobierno deberá contar con la nueva
fiscal general de la Nación, quien, por primera vez en mucho tiempo, su
elección no genera las suspicacias y sospechas que sí generaron la llegada a
ese cargo Luis Camilo Osorio, Néstor Humberto Martínez Neira y el saliente,
Francisco Barbosa.
Fortalecer la inteligencia militar
y policial para sacar del camino a los uniformados y otros agentes estatales
que de tiempo atrás trabajan de la mano con el Clan del Golfo y otras organizaciones
delincuenciales, disminuirá la posibilidad de que la derecha uribizada ambiente
escenarios caóticos como los que soporta por estos días el hermano país del Ecuador.
Yo creo que la mejor arma poderosa son los resultados cualitativos y cuantitativos que produzca este gobierno, lo demás es lo de menos!!!
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