domingo, 31 de agosto de 2025

MÁS ALLÁ DE LA POLARIZACIÓN POLÍTICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Casi todos los días los medios masivos de información hablan de polarización política y crispación ideológica como factores sobre los cuales se desarrollará el escenario electoral de 2026.

Esas mismas empresas mediáticas les niegan a sus propias audiencias la posibilidad de entender qué es lo que realmente viene pasando en el país con la irrupción del proyecto progresista como alternativa de poder y de cambio de las circunstancias y condiciones bajo las que ha venido transcurriendo la vida en Colombia. Y no hablo exclusivamente del proyecto político que orienta el presidente Petro, que con todo y errores ha logrado un despertar social, cultural y político en buena medida gracias a su discurso humanizador que, cargado de un populismo reivindicador de los derechos de los excluidos, permitió desenmascarar la mezquindad, la estolidez y la aporofobia de los miembros de la élite tradicional (política y económica) responsable de haber convertido a Colombia en uno de los países más desiguales del mundo, resultado de la naturalización de un incontrastable ethos mafioso.

Prefieren los directores y periodistas de esos medios insistir en reducir la complejidad que acompaña al ambiente de polarización política y crispación ideológica que bien pueden llevarnos a vivir una jornada electoral sangrienta sino logramos desescalar el lenguaje, atemperar los ánimos y bajarle a la pugnacidad alimentada especialmente por los voceros de las mesnadas uribistas interesadas únicamente en hacerse con  la Casa de Nari y de esa manera “recuperar el país”, consigna sostenida en dos propósitos: enterrar para siempre las ideas progresistas y regresar al país a los tiempos en los que la concepción minimalista del Estado caminaba de la mano de su privatización y su captura mafiosa en beneficio de unos pocos.

A esos medios les queda más fácil evitar ahondar en las diferencias abismales que existen entre quienes defienden ese anacrónico modelo de sociedad y de Estado que por más de 50 años ha operado en Colombia, y aquellos que le apuestan a superarlo por considerarlo premoderno, violento, deshumanizado y propio de sociedades que creen que han progresado y alcanzado un óptimo desarrollo bajo la orientación de unos señores neofeudales que acaparan tierras, construyen  carreteables para cobrar costosos peajes, concentran poder y riqueza a costa del bienestar de las grandes mayorías.

Los periodistas que están sometidos a las corporativas líneas editoriales de sus empresas informativas cumplen con lo que les ordenan sus propietarios: no hagan registros espectaculares de las acciones positivas ejecutadas por el gobierno Petro; por el contrario, visibilicen lo negativo e insistan en que el “país va mal, que vamos hacia el abismo”, ideas que por supuesto coadyuvan a que el gran relato de la polarización política y la crispación ideológica se imponga y resulte determinante y benéfico a las huestes uribistas a las que no les interesa que el país empiece a caminar hacia estadios de modernidad, lo que implica desprivatizar el Estado y el compromiso de proscribir el ethos mafioso que entre el 2002 y el 2010 se entronizó en los ámbitos público y privados.

Es tiempo de que los asesores del gobierno y el propio presidente de la República se concentren en diseñar estrategias de comunicación para poner en crisis ese mega relato de la polarización política y la crispación ideológica que niega la historia de un país sometido a los intereses de cuatro poderosas familias y le sirve a sus empresas mediáticas para reducir la complejidad a frases que solo sirven para generar miedo y desazón, en particular en la población menos formada para discutir, con argumentos,  asuntos públicos que nos interesan a todos; que suele ser la misma que aplaude a rabiar a quienes ofrecen “balín” , gritan “Ajúa” y prometen “destripar” a quienes piensan diferente.



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