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sábado, 11 de octubre de 2025

EXPRESIDENTE URIBE INTIMIDA A PERIODISTAS DE CUESTIÓN PÚBLICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Si algo dejó claro Álvaro Uribe Vélez durante sus ocho aciagos años de gobierno es que le incomodaba que la prensa le preguntara por hechos del pasado y confrontara sus decisiones, sus presuntos vínculos con grupos paramilitares y acciones de gobierno atadas a la aplicación de la seguridad democrática, la misma política que dejó 6402 crímenes de Estado, mal llamados falsos positivos. Ya el país sabe que entre 2002 y 2010 los periodistas que se atrevieron a criticarlo fueron perseguidos, chuzados y  llamados por el presidente Uribe como “amigos de los terroristas”.

Para infortunio del ahora expresidente, en el 2018 nació el medio alternativo digital Cuestión Pública, cuyo equipo de trabajo se caracteriza por editar serios informes periodísticos que no solo confrontan la mediocridad y los compromisos políticos e ideológicos de la prensa hegemónica, sino que incomodan al latifundista y domador de bestias nacido en Salgar, Antioquia.

Uribe Vélez, por el poder político que aún ostenta a pesar de estar condenado en primera instancia por graves políticos y de la pérdida del “teflón” que la prensa hegemónica le construyó por ser él una invención mediática, envió un derecho de petición a Cuestión Pública en el que le solicitaba a sus periodistas información financiera y contractual con figuras públicas con las que Uribe Vélez tiene controversias políticas y judiciales.

La inusual, irrespetuosa, extraña e intimidante solicitud del exmandatario, llamado por Juan Manuel Santos “rufián de esquina”, apuntaba a  saber si Cuestión Pública tenía “…vínculos contractuales, de servicios, consultoría, colaboraciones editoriales, donaciones o coautoría de proyectos con el periodista Daniel Coronell, el senador y precandidato presidencial Iván Cepeda, el abogado penalista Miguel Ángel del Río, el abogado defensor de derechos humanos Reinaldo Villalba y el exfiscal general y hoy ministro de Justicia, Eduardo Montealegre”.

La petición del ganadero y latifundista antioqueño se da por la evidente molestia que le produjo el cubrimiento periodístico que hizo Cuestión Pública del juicio en el que finalmente fue condenado por tres graves delitos. Y recientemente se disgustó el expresidente y expresidiario al momento de ser interrogado por los hechos relacionados con el caso conocido como el “Parqueadero Padilla”.

La respuesta, digna y consecuente de Cuestión Pública contrasta con el silencio y la tímida, por no decir nula solidaridad de los medios masivos, columnistas y reconocidos periodistas con los colegas por la  clara intimidación del exmandatario antioqueño.  Vamos a ser claros: no tenemos ni hemos tenido ninguna relación contractual o monetaria con las personas que menciona, salvo las de carácter periodístico realizadas con rigor y bajo todos nuestros estándares de calidad. Consideramos que su solicitud tiene un tono de censura, una presión que podría buscar influir en nuestro trabajo periodístico. En Cuestión Pública no nos vamos a dejar intimidar: seguiremos haciendo periodismo independiente, riguroso y valiente. Y, ojo, informar no es un delito”.

Desde La Otra Tribuna me solidarizo con los colegas de Cuestión Pública por el terror que debieron sentir una vez recibieron el conminatorio derecho de petición de un expresidente que usa su intimidante figura y poder para confrontar a los periodistas que buscan explicaciones y la escurridiza verdad, como si se tratara de un censor oficial.

Termino con esta frase que muy seguramente no le gusta al primer expresidente colombiano condenado por delitos no políticos. “El periodismo no debe ser neutral, sino comprometido con la verdad y la justicia” (Ryszard Kapuscinski).

Adenda: si por algo se distingue el gremio de periodistas es por la insolidaridad y la división entre quienes buscan la verdad y aquellos que optan por defender primero el salario, antes que apostarle a dar con esa quimera. 


Imagen tomada de la red internet. 

martes, 26 de agosto de 2025

ATENTADO TERRORISTA EN CALI Y CRIMEN DE MIGUEL URIBE: ¿DE VERDAD RETROCEDIMOS 30 AÑOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

El histórico rechazo a la violencia política y electoral vivida en Colombia en los años 90, que cobró la vida de tres candidatos presidenciales, siempre estuvo asociado a la preeminencia de la derecha como sector ideológico dominante.  Hasta el 2022 fue la única fuente de poder político legal de donde podrían brotar candidatos presidenciales.

De igual manera, los paradigmáticos ejemplos de la violencia electoral desatada por fuerzas narcoparamilitares, con la anuencia de agentes del Estado naturalizaron el desprecio de cualquier opción de poder surgida desde la izquierda, ampliamente demonizada por la prensa y la opinión pública al asociar a los candidatos presidenciales asesinados, Carlos Pizarro Leóngomez y Bernardo Jaramillo con las guerrillas nacidas en los años 60.

A pesar de que los hechos violentos en posteriores escenarios electorales no cesaron, los atentados criminales contra connotadas figuras presidenciales disminuyeron sustancialmente, a pesar de la operación de las estructuras armadas ilegales en pueblos y en ciudades que sufrieron las amenazas y las acciones militares conducentes a enrarecer las jornadas electorales.

Es posible que posterior a los tres magnicidios ocurridos en los 90 se haya generado confianza colectiva en las instituciones democráticas, de la mano de unas prácticas institucionales de parte de un Estado que en lo consecutivo pudo mejorar en algo su capacidad de proteger a los candidatos presidenciales. Volver atrás era un imposible social y político que fungía como una suerte de certeza de que como sociedad y Estado se habían superado las circunstancias que provocaron ese fatal desenlace político, usado por la prensa tradicional como dispositivo ideológico para indicar no solo la superación de esas formas de violencia, sino la llegada a soñados estadios de modernidad y civilidad.

Con la irrupción del progresismo y la izquierda como opción política y electoral, y en medio de un clima de polarización política y crispación ideológica originado en los resultados del plebiscito por la paz de 2016, la posibilidad de que como sociedad regresáramos a los 90 seguía estando lejana a pesar de los infundados miedos por el pasado revolucionario del presidente Petro.

Después del estallido social y el nefasto gobierno de Iván Duque Márquez, el progresismo y la izquierda democrática irrumpieron en la escena electoral de la mano del candidato presidencial y posterior jefe de Estado, Gustavo Petro Urrego. Las correlaciones de fuerza parecían cambiar y ajustarse a unos nuevos tiempos marcados por la tolerancia, el respeto a las ideas ajenas, pero, sobre todo, al convencimiento social y político de que jamás el país volvería a vivir algo parecido a lo que soportamos en los años 90 con el crimen de los tres candidatos presidenciales: Galán, Pizarro y Jaramillo.

Pero lo inesperado sucedió: entramos en una etapa de ataques ideologizados entre la izquierda y la derecha, en virtud de la llegada a la Casa de Nariño del primer presidente progresista y venido de la lucha armada: Gustavo Petro. Los medios masivos se consolidaron como actores políticos en oposición, la derecha, derrotada electoralmente, puso una marcha la estrategia de generar miedo en las audiencias apelando al fantasma del “comunismo” con la sentencia de que nos “convertiríamos en Venezuela” y por ese camino habría expropiaciones de viviendas y la nacionalización de la banca privada.

El objetivo del presidente de la República de priorizar la lucha contra las drogas, persiguiendo a las agentes políticos y económicos que hacen parte de lo que él llama la Junta del Narcotráfico, activó en los sectores comprometidos con el negocio del narcotráfico las viejas y ya naturalizadas relaciones con agentes económicos y políticos que dentro de la legalidad institucional  siempre garantizaron actividades de minería ilegal, incluido el negocio de las esmeraldas, y por supuesto, la producción y exportación de cocaína a los Estados Unidos, Europa y otros mercados.

Los positivos resultados en materia económica, pero en particular la demostración clara de que no se cambió el modelo económico, es decir, que no nos convertimos en un país comunista de poco sirvió para que la polarización disminuyera. De igual manera los avances en la recuperación del Estado para mejorar la vida de millones de colombianos en los sectores rurales y en los cordones de miseria de ciudades capitales, la reforma agraria y el impulso al turismo, entre otros logros y apuestas, despertaron miedos y preocupaciones en particulares agentes del Establecimiento político que ven como un riesgo la posibilidad de que el progresismo gane las elecciones en el 2026.

Entonces, al clima de polarización política y crispación ideológica se sumaron los miedos de la continuidad del progresismo en la Casa de Gobierno. Bajo esas circunstancias, el atentado sicarial contra Miguel Uribe Turbay se erige como una respuesta planeada de sectores ilegales y legales para deslegitimar al actual gobierno, generar miedo y zozobra llevando el país a sentir que retrocedimos 30 años de la mano y por culpa de un gobierno de izquierda. Sin lugar a duda, una lectura catastrofista que le conviene al viejo Establecimiento y al uribismo, fuerza política que sectores de la opinión pública asocian, con mucho de ingenuidad, con el camino de la salvación de Colombia por su lucha frontal contra los violentos. Lo que no perciben esas audiencias es que esa confrontación es selectiva porque prima el ethos mafioso y por supuesto la extensión en el tiempo de las relaciones entre ilegales y legales (narcos, contrabandistas y lavadores de dinero, entre otros, con políticos y empresarios).

El atentado terrorista en Cali facilita la narrativa catastrofista de la derecha y la prensa hegemónica que indica que efectivamente el país retrocedió 30 años. El objetivo es claro: generar miedo, de la mano de la consigna electoral que nos recordará en el 2026 que el “magnicidio” de Uribe Turbay y el cobarde ataque dinamitero en la capital del Valle del Cauca se dieron durante el primer gobierno progresista, de allí la necesidad de que la derecha uribizada regrese a la Casa de Nari, para “poner orden a un país descuadernado”.

No retrocedimos 30 años. El atentado terrorista en Cali y el crimen del político del Centro Democrático pueden no ser el resultado de un plan de la derecha en articulación con mafias y sus relaciones con los narcos de camuflado que aún insisten en llamarse guerrillas; lo que sí es cierto es que calzan perfecto con las lógicas de particulares agentes del Establecimiento colombiano afectados por un gobierno progresista que les esculcó sus madrigueras y sus fétidas relaciones con agentes del Estado.




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domingo, 24 de agosto de 2025

PATRIA Y MUERTE

 

Por Germán Ayala Osorio

 Las próximas elecciones en Colombia girarán en torno a dos fuerzas políticas diametralmente contradictorias: el uribismo y el petrismo. Eso nadie lo discute. Como tampoco parece haber discusión en torno a que la primera representa un oscuro pasado al que unos pocos privilegiados y cientos de despistados e ignorantes quieren regresar; mientras que la segunda, en proceso de consolidación, simboliza los deseos de construir por fin una verdadera República que supere el tenebroso sistema feudal y feudatario que impuso el condenado expresidente antioqueño, de la mano de una élite rentista que supo capturar el Estado para su propio beneficio y en contravía de lo prescrito en la carta de 1991 en torno a que Colombia debería de ser y operar como un Estado Social de Derecho.

La campaña presidencial arrancó de manera temprana y ya exhibe los derroteros éticos y morales de los precandidatos de la derecha uribizada ancorados a la presencia de Dios, al discurso patriotero y a la explotación política y electoral de la muerte del forzado mártir, Miguel Uribe Turbay.

Es tal el desespero por recuperar la Casa de Nari, que les falta poco para acercarse a la consigna lanzada en los años 60 por Fidel Castro Ruz, Patria o Muerte. Por supuesto que se trata de una acercamiento al inversa del sentido que el revolucionario de entonces le dio a la frase. Con los años, Castro Ruz se acercó al perfil del sátrapa al que derrocó en 1959.

Claro que desde la perspectiva del precandidato Abelardo de la Espriella, a quien Uribe alguna vez lo llamó “bandidito”, lo dicho por Castro Ruz cambiaría sustancialmente a Patria y Muerte, pues el abogado que al parecer no necesita de la ética para ejercer el derecho prometió “destripar a la izquierda”. La apuesta de la Espriella es compartida por cientos de seguidores de eso que se conoce el uribismo que suelen ofrecer bala o balín; o acabar con la “plaga de la izquierda”.

La explotación político-electoral del crimen de Uribe Turbay empezó desde el preciso momento en el que se produjo el atentado sicarial que meses después le costó la vida. Y se hizo de la mano de la fe religiosa y las peticiones al Señor (a Dios) no solo para que le salvara la vida, sino para que les diera fuerza a los uribistas para “recuperar el país, defender la democracia y recuperar el rumbo”, guiados por Miguel Uribe Turbay, quien  de seguro ya ocupa en lugar privilegiado en el reino de los cielos.

La despedida de estadista, héroe y mártir brindada a Uribe Turbay es posible por una combinación de factores mediáticos, religiosos y morales brindados por un pueblo creyente que colectivamente llora la partida de unos “líderes inmolados” creados y recreados en las salas de redacción de noticieros privados al servicio del uribismo y en contravía de los derechos del colectivo. Sobre el féretro del congresista asesinado, su propio padre, Miguel Uribe Londoño, depositó las ideas -dicen que el legado- del desaparecido político conservador, en las manos del condenado expresidente para que él “salvara la Patria”. Una vez recuperó la libertad el expresidente antioqueño su presencia en el lugar en el que cayó gravemente herido Uribe Turbay se daba por descontado.

En un lenguaje muy propio del paisa camandulero y rezandero, Álvaro Uribe Vélez espetó que “…en este lugar se simbolice una llama eterna, como el amor eterno de Miguel por Colombia, que quienes concurramos no veamos aquí un lugar de venganza, tampoco de falsa paz. Que nos comprometamos a animar la fe en Colombia y a estimular que germine la esperanza que no puede estar rota y que en el paso por este lugar Miguel inspire seguridad para que alguna haya paz”.

Ese discurso cifrado del condenado expresidente va y viene entre la política electoral, el sentido del poder y la religiosidad de quien sabe cautivar a esa Colombia puritana, gazmoña, clasista, racista, homofóbica y mezquina que todos los días se persigna y pone en las manos de Dios la vida de todos los colombianos.

Uno de los precandidatos presidenciales y ficha del uribismo neoliberal, Mauricio Cárdenas Santamaría también dejó ver que él está con Dios y con el pueblo creyente. Esa es la única manera que encuentra el hijo del vetusto establecimiento para acercarse al pueblo: “Ilumíname Señor de los Milagros. Dame la sabiduría para unir a esta gran familia que es Colombia y acertar en el rumbo que requiere”.

Es en esa Colombia feudal, premoderna, camandulera y patriotera en la que cobran sentido la película y la novela la Virgen de los Sicarios porque dan cuenta de las paradojas en las que se mueve aún el creyente pueblo colombiano, el mismo que practica la homofobia y la transfobia y otras formas de violencia que lo hace proclive a creer en falsos Mesías y en lo que a diario les dice la prensa hegemónica. Quizás por ello quienes creen gritan la consigna Patria y Muerte sienten que cuentan con la bendición de la Virgen y del Todopoderoso. ¡Ajúa!



alvaro uribe velez visitó el lugar del atentado contra miguel uribe - Búsqueda Imágenes


sábado, 23 de agosto de 2025

CARACOL NOTICIAS Y SUS "DIÁLOGOS PARA NO POLARIZAR"

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Caracol Noticias creó la sección Diálogos para no polarizaren la que la periodista Alejandra Giraldo habla con expertos que analizan, sin sesgos y sin intención política, la polarización del país y el odio que embarga a las redes sociales”.

Se trata de un espacio al que han acudido académicos, miembros de la curia, escritores (asumidos como intelectuales) y pedagogos, entre otros, para conversar con Giraldo alrededor de las circunstancias, razones y discursos que llevaron a que el país llegara a la polarización política y la crispación ideológica que hoy se registran en los medios tradicionales y redes sociales.

Pensar que a través de ese formato periodístico se puede reducir en algo esa polarización suena quimérico por dos razones fundamentales: la primera, porque los “expertos” invitados hablan desde lugares de enunciación que la periodista no cuestiona a pesar de las responsabilidades que les podría caber por la crisis democrática,  dialógica y de reconocimiento de la Otredad que se evidencia en la polarización política y crispación ideológica que viene desde el plebiscito por la paz de 2016 y el consecuente triunfo del No. Justamente, porque cada “experto” habla desde su particular lugar de enunciación, resulta poco creíble que sus “análisis” los hacen “sin sesgos y sin intención política”.

Noticias Caracol cree que su sección “Diálogos para no polarizar” en sí mismo es un espacio aséptico, esto es, previamente “esterilizado” de las siempre “inconvenientes ideas políticas” cuando eso es un imposible. Así entonces, esa tribuna parte de un engaño y de considerar la confrontación de ideas, discursos y opiniones como un asunto problemático, cuando lo que debería de alentarse desde ese tipo de secciones es el intercambio de ideas y el reconocimiento de que la naturaleza de nuestros conflictos está atada, por ejemplo, a las maneras como una élite privilegiada ha capturado el Estado para su propio beneficio.

Y la segunda razón y quizás la más importante es que al hacer parte del problema, en  el entendido de que se asume como tal la polarización y la crispación, con la sección Diálogos para no polarizar de manera olímpica Noticias Caracol toma distancia del problema, cuando como empresa y actor político tienen un enorme grado de responsabilidad en las formas de violencia discursiva que ocurren en las redes sociales y que la propia prensa registra y provoca con tratamientos periodísticos sesgados de hechos públicos que podrían cubrirse desde otras perspectivas.

En estos tiempos en los que la violencia física y discursiva se incrementan peligrosamente es cuando las empresas mediáticas deben entrar en un proceso de revisión de las lógicas periodístico-noticiosas atadas en grado sumo a los intereses de sus propietarios y a la política editorial derivada de estos. Es claro que ningún medio masivo lo hará porque lo que menos hay en los colegas periodistas es la autocrítica como primer paso para cuestionar y poner en crisis las dinámicas y las lógicas con las que se registran los hechos públicos (políticos) en y para una sociedad conservadora, mal educada,  que poco lee, clasista, racista y violenta como la colombiana que cree que lo que muestran los medios masivos en sus emisiones es la realidad, cuando lo que realmente se publican son interpretaciones de  unos hechos convertidos en noticia después de aplicar unos criterios de noticiabilidad engañosos y acomodaticios.

Los sesgos ideológicos y políticos en los que incurre a diario Caracol Noticias invalidan la apuesta con la señalada sección. Baste con revisar las maneras como cubrieron el ataque sicarial, la posterior muerte y el sepelio de Miguel Uribe Turbay para entender que el interés era aportar a que la polarización política se acrecentara.




ME SUENA CORCHO PRESIDENTA; CEPEDA, VICEPRESIDENTE

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la entrada de Iván Cepeda Castro a la baraja de precandidatos presidenciales del Pacto Histórico, la izquierda y el progresismo suman a una figura política que acumula simpatías políticas por haber enfrentado con serenidad, sin miedo y convencimiento al temido expresidente Álvaro Uribe, condenado por delitos no políticos gracias a la templanza del senador, la valentía de la jueza Sandra Heredia y la estrategia jurídica de su equipo de abogados que logró llevar a juicio y vencer en primera instancia al político antioqueño.

La experiencia congresional de Cepeda, sumado a una trayectoria política sin tacha, lo acerca a los pergaminos con los que llegó Petro a la presidencia de la República: la lucha contra la corrupción público-privada, la entronización del paramilitarismo en las correlaciones de fuerza y las acciones legislativas y el control político conducentes a minar el proyecto privatizador del Estado por parte de la derecha uribizada, hacen de Iván Cepeda un candidato de peso de cara a enfrentar a los débiles candidatos presidenciales que se asoman desde la derecha.

Los 5 precandidatos[1] del Centro Democrático, más Juan Carlos Pinzón Bueno, De la Espriella y un par de exministros de Hacienda poco carismáticos y además consumados neoliberales, confirman que la derecha llega al escenario electoral de 2026 en “desventaja”  frente a los candidatos del progresismo por varias razones a saber: de un lado, porque el país no se derrumbó como lo vaticinaba el uribismo, esto es, no nos convertimos en Venezuela, y del otro lado, porque parece haber un aprendizaje en las audiencias y en los sectores poblacionales históricamente golpeados por las prácticas neoliberales.

Diana Carolina Corcho Mejía e Iván Cepeda Castro se erigen como una interesante fórmula presidencial: el aplomo del senador y el vigor de Corcho, entre otras características, los convierten en una pareja que recoge las banderas del proyecto progresista y las de una izquierda democrática golpeada en el pasado por los poderes criminales de un Establecimiento colombiano que enfiló baterías para borrar a la izquierda del panorama político. Es más, si los demás precandidatos por el Pacto Histórico aceptan de buena manera la fórmula electoral Corcho presidenta y Cepeda, vicepresidente, esa colectividad podría ahorrarse el desgaste político que supondrá la consulta interna que se avecina. A todas luces, Corcho-Cepeda es la mejor combinación posible.

Gustavo Bolívar, Susana Muhamad, María José Pizarro, Daniel Quintero, Gloria Flórez, Alí Bantú Ashanti y Camilo Romero podrían hacer parte del equipo de gobierno de la pareja Corcho-Cepeda, lo que sin duda alguna aseguraría la consolidación desde los ministerios del proyecto que lidera el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego. En el caso de Quintero, puntualmente, sería la oportunidad para despejar las dudas que sobre el exalcalde de Medellín recaen desde la izquierda y el progresismo.

Ya veremos qué sucede, pero esta pareja y en ese estricto orden en los cargos a desempeñar podría atraer a más de un indeciso e incluso de la propia derecha por la inteligencia, el fuerte carácter y la formación académica de Carolina Corcho. El país sabe que la primera mujer presidenta está más cerca de darse del lado del progresismo, que de la derecha uribizada que sigue inspirada en el machismo, el sistema patriarcal y en eso que la escritora Carolina Sanín llamó el “cacorraje nacional”.

El progresismo y la izquierda deben ser pragmáticos a la hora de tomar decisiones políticas y electorales. La derecha da “cátedra” de pragmatismo. Enredarse en discusiones filosóficas y conceptuales es propio de la izquierda y el progresismo. Es tiempo de darle mayor relevancia a la utilidad práctica.



Imagen tomada de Semana.com 




[1] Miguel Uribe Londoño, padre del senador asesinado, es desde ya el quinto precandidato presidencial del Centro Democrático.

lunes, 18 de agosto de 2025

¿LA MUERTE DE MIGUEL URIBE ES UN MAGNICIDIO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Declarar el crimen de Miguel Uribe Turbay como un magnicidio, además del carácter simbólico que acompaña al calificativo, deviene con una suerte de clasismo político con el que la derecha y el Establecimiento en general buscaban consolidar la narrativa catastrofista que indica que fue “asesinado un gran líder social y político y con su desaparición, se mató la esperanza de los colombianos”. El uribismo necesitaba de un mártir para sacudirse moral y políticamente de la condena de 12 años de prisión domiciliaria proferida contra el expresidente Álvaro Uribe. Y para ese propósito, la gran prensa bogotana ayudó complacida.

Y la verdad es que la notoriedad política del finado siempre estuvo asociada a la manera sectaria y violenta con la que asumió la vocería de la oposición en un evidente afán por parecerse al expresidente Uribe Vélez. Miguel Uribe Turbay olvidó o quizás no le interesó jamás saber que un verdadero líder se construye apelando al pensamiento sistémico, pero sobre todo dando muestras de una gran comprensión de los problemas, ventajas y desafíos de un país complejo como Colombia.

El finado siempre vivió en la burbuja que le proveyó ser nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala, circunstancia que para el caso colombiano de inmediato le da el “derecho natural” de aspirar a la presidencia de la República, sin la necesidad de haber labrado un camino de lucha por quienes sufren las consecuencias de haber consolidado en el país una sociedad y un modelo de desarrollo excluyentes, racistas y clasistas que a juzgar por sus últimos discursos y arengas en el Congreso, esas circunstancias poco o nada le incomodaban al conservador político uribista.

Por supuesto que la declaratoria de magnicidio que hizo la Fiscalía se pudo haber dado por la presión ejercida por los medios masivos que convirtieron el atentado y el posterior fallecimiento de Miguel Uribe en un reality show con el firme propósito de mover en las audiencias los sentimientos más primarios y por esa vía sembrar miedo, desesperanza y odio. Apelar a las emociones de los ciudadanos facilitó la tarea de convertir las afueras de la clínica en la que fue atendido en una especie de ermita de la derecha camandulera, clasista y racista que por esos días de vigilia fueron aportando para que finalmente se declarara magnicidio su execrable asesinato.

Con el politizado sepelio, la prensa bogotana, en particular el noticiero Caracol Noticias, logró elevar a Miguel Uribe a la categoría de proto estadista, héroe y líder. Al final, a empellones, el relato periodístico y los lamentos de los presentadores y comentaristas de radio y televisión lo metieron en el mismo lugar que ocupan Luis Carlos Galán Sarmiento y Jorge Eliécer Gaitán Ayala, quienes en el momento de caer asesinados ostentaban la calidad de candidatos presidenciales. Miguel Uribe era precandidato presidencial por el Centro Democrático y al interior de esa colectividad había recelos y enfrentamientos con Paloma Valencia y María Fernanda Cabal que se disputaban el guiño del dueño de ese partido.

La RAE define magnicidio como la “muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”.  La relevancia política de Miguel Uribe estaba en camino de consolidarse, pero el haberse instalado en una orilla ideológica caracterizada por el sectarismo le impidió recorrer los caminos hacia un liderazgo amplio ancorado al reconocimiento generalizado de la sociedad colombiana.

Adenda: Indepaz cometió una ligereza al elevar a Miguel Uribe Turbay a la condición de líder social y político. La organización retiró el trino con la imagen que indicaba que su asesinato correspondía al número 97 de los líderes ultimados en lo que va corrido del 2025.



miguel uribe turbay es un magnicidio sepelio - Búsqueda Imágenes


domingo, 17 de agosto de 2025

LOS RETOS DE LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL

   

Por Germán Ayala Osorio

 

El asesinato de Miguel Uribe Turbay y su aprovechamiento político, ideológico y mediático marcará la campaña presidencial de 2026. A partir de ese momento, los colombianos afrontaremos el colosal reto electoral de votar por la continuidad del proyecto progresista o por el regreso del dañino uribismo.

Se trata de un desafío monumental que servirá para medir si realmente hubo un cambio evidente e incontrastable en las audiencias a las que el gobierno Petro y su estrategia comunicacional intentaron convencer de las bondades del progresismo y de la necesidad de que el país siga caminando hacia el cambio cultural que conlleva la consolidación de un Estado y de una sociedad modernos. Más claro: si se logró fijar en la conciencia colectiva (popular) que el uribismo es el tenebroso pasado al que jamás se debe regresar.

Como todo reto, hay por supuesto riesgos que aparecen, especialmente cuando ya se propuso del lado del uribismo la amenaza de “destripar a la izquierda” y la que de manera natural se desprende de los discursos de odio y venganza promovidos por el expresidente Uribe y por quienes insistirán en señalar que Petro es responsable, políticamente hablando, del del crimen de Miguel Uribe Turbay. Los impulsa la idea de que a Miguel Uribe “lo asesinó la izquierda petrista”.

Ya el miedo de “convertirnos en Venezuela” murió como relato periodístico y político, a pesar de que el Gran Reo (Álvaro Uribe) siga inventando “categorías”. Después de haber creado la del “Castrochavismo”, ahora habla de “mordaza neocomunista” con el firme propósito de invalidar la legal y legítima decisión de la jueza Sandra Heredia de condenarlo a 12 años de prisión domiciliaria por delitos no políticos.

Si la economía va bien, si no hubo expropiaciones y mucho se nacionalizó la banca, ¿por qué no permitir que se consoliden las apuestas de este gobierno en materia agrícola, ambiental y turística? El hecho de que grandes empresas reporten millonarias ganancias durante el gobierno Petro debería de impulsar a los más poderosos agentes del Establecimiento a tomar la decisión de abandonar al expresidente Uribe para que afronte en soledad sus líos judiciales. Es hora de darle la estocada final al uribismo.

A la derecha uribizada solo le queda apelar a consignas un tanto abstractas y mendaces como “vamos a recuperar a Colombia”, “sin seguridad no hay paz” y “vamos a salvar la democracia de la dictadura”, que continúan siendo respaldadas por la prensa hegemónica y sus propietarios interesados en regresar a los tiempos del unanimismo ideológico y político que se impuso durante los 20 años en los que el uribismo mandó en el país.

Esos tres lemas de campaña apuntan a dos instituciones que resultaron claves para consolidar el uribismo y el ethos mafioso que los identifica: el Congreso y las Fuerzas Armadas.

Quienes vayan a votar por la continuidad del proyecto progresista deben comprender que sin mayorías en el Congreso no será posible consolidar los principios que orientan la promesa del cambio que, a pesar de los escandalosos hechos de corrupción al interior de la UNGRD, sigue siendo una oferta importante para lograr por fin vivir en una República.

Las instituciones castrenses serán el objetivo político-electoral de la derecha y la ultraderecha en la medida en que las estructuras criminales muy seguramente les darán un “empujoncito electoral” con atentados, secuestros, asesinatos de militares y policías, tomas de pueblo... Sin esa colaboración, la consigna “sin seguridad no hay paz” morirá rápidamente a pesar de los esfuerzos de la prensa tradicional de amplificar los hechos violentos que en adelante se presentarán para generar miedo y zozobra en las comunidades rurales, pero sobre todo en ciudades capitales.

La campaña electoral arrancó con el particular olor a gladiolo mustio. Ya veremos si como sociedad civilizada seremos capaces de dejar atrás ese aroma o si por el contrario lo asumiremos como la esencia de nuestras violentas e históricas maneras de resolver las diferencias y los conflictos.


PETRO Y LA DERECHA - Búsqueda Imágenes

sábado, 16 de agosto de 2025

¿JUAN CARLOS PINZÓN, “EL GENERAL SIN SOLES” QUE LE GUSTA A URIBE?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la muerte de Miguel Uribe Turbay el dueño del Centro Democrático deshoja margaritas en su lugar de reclusión mientras decide quién estaría deseoso de convertirse en su segundo títere. En su afán por mantener el poder político, el reo y expresidente Álvaro Uribe Vélez parece desesperado por encontrar una figura política dispuesta a ser su sirviente en la Casa de Nari tal y como lo fue Iván Duque Márquez, a quien el país recuerda como el subpresidente o el pasante que pernoctó por cuatro años en la casa de gobierno.

Al parecer, Uribe Vélez ya se habría decidido por el nieto de Turbay Ayala, quien había hecho méritos suficientes para ser el ungido y  llevar las banderas del uribismo: gritaba, insultaba, repetía como loro seguridad, seguridad y seguridad y se oponía sin argumentos a las reformas sociales del gobierno Petro. Además, le decía “presidente” al padre de la Seguridad Democrática.

Al no estar Miguel Uribe, el recién condenado se ve un tanto desesperado porque no ve en el panorama político a un hombre (macho) capaz de recoger las raídas banderas que identifican al uribismo: neoliberalismo, militarización del Estado y naturalización de un pérfido ethos.

Todo el país sabe y en particular dentro del Centro Democrático que al Gran Reo le gustan las mujeres en la política para organizar eventos o para arengar, pero no como candidatas presidenciales. A Uribe no le convencen sus precandidatas María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín. Quizás las asuma como animadoras del debate político, esto es, una especie de “bastoneras” que gritan en coro “fuera Petro y vamos a recuperar el país”. Andrés Guerra viene siendo como una especie de monaguillo. Uribe no cuenta con él para nada.

Mientras deshojaba las margaritas, a su finca-prisión llegó quien al parecer sería el candidato presidencial que realmente convence al “presidente eterno” y exdirector de la Aerocivil: Juan Carlos Pinzón. Esto dijo el condenado expresidente:

Me he reunido con el Dr. Juan Carlos Pinzón. Tengo el más alto concepto sobre él. Trabajó en nuestro gobierno como representante de Colombia en el Banco Mundial y viceministro de Defensa. Pido a nuestros compañeros militantes del Centro Democrático que se supere cualquier prevención porque fue ministro de Defensa en el Gobierno que me sucedió, que hizo bastante daño a Colombia y también al Dr. Pinzón. He explicado al Dr. Pinzón la realidad del partido, que tiene cuatro candidatos que estaban en emulación con el Dr. Miguel Uribe Turbay, nuestro mártir. También manifesté al Dr. Pinzón que la candidatura del Centro Democrático tendrá el compromiso de contribuir a una coalición que gane la elección de 2026 para hacer transición hacia la recuperación democrática de Colombia. Con el Dr. Pinzón identificamos puntos comunes fundamentales en seguridad, exigencia de transparencia, impulso al emprendimiento privado, Estado austero y pequeño y política social”.

Juan Carlos Pinzón Bueno es un político con poco carisma, monotemático (solo habla de seguridad y bala), piensa y habla como chafarote y es un admirador de Uribe Vélez, condiciones estas suficientes para llevar las banderas del uribismo. Ya veremos qué decisión toma el expresidente, caballista, hacendado y domador de bestias. Cualquiera sea su ungido, el país sabe que Uribe Vélez gobernará en cuerpo ajeno como lo hizo con el subpresidente Iván Duque Márquez y ya sabemos cómo terminó el “gobierno” de Iván Duque. Lo cierto es que la trayectoria política de Pinzón Bueno no da para ubicarlo como una persona formada para administrar lo público y mucho menos conocedor de los problemas del país. Eso sí, se ve arrogante, clasista, racista y obediente defensor del vetusto Establecimiento. Igualito a Iván Duque.

En las 2 Orillas se publicó en el 2015 un perfil de Pinzón bajo un titular que hoy le debe gustar mucho a Uribe: Juan Carlos Pinzón, un general sin soles. En la nota periodística se lee que “Juan Carlos Pinzón nació con los sonidos militares de La Diana en el hospital militar de Bogotá. Incluso, aprendió a caminar a los tres años -por allá en 1974- en la sede de la Infantería Mecanizada ‘General Antonio Nariño’ en Barranquilla, justo cuando su papá, Rafael Pinzón, había sido trasladado para trabajar en el departamento administrativo de dicha guarnición. Incluso, el coronel (R) Rafael Pinzón también pasó toda su infancia en batallones porque su progenitor, Roberto Pinzón, estuvo en el Ejército hasta finales de 1950. Su abuelo y su padre siempre se vistieron con los camuflados del Ejército colombiano, imagen con la que creció el ministro de Defensa”.



Álvaro Uribe Vélez y Juan Carlos Pinzón durante la reunión en la que el expresidente destacó coincidencias políticas y abrió la puerta a una posible alianza de cara a 2026 - crédito Álvaro Uribe Vélez/X

viernes, 15 de agosto de 2025

EDITORIAL DE TEP A PROPÓSITO DE LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY

 

MURIÓ MIGUEL URIBE TURBAY: DOLOROSO, PERO EL PAÍS SIGUE ADELANTE


Escuchen la versión de este editorial aquí: 🛑 EDITORIAL TEL | EL USO POLÍTICO DEL ASESINATO DE MIGUEL URIBE 


La muerte del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay no puede usarse como instrumento político e ideológico para ahondar el clima de polarización que vive el país, el mismo que supieron aprovechar los autores intelectuales del atentado sicarial para generar caos, miedo, animadversión, incertidumbre e incluso, intentar desestabilizar al actual Gobierno.

Como en anteriores editoriales, desde TEP noticias exhortamos a los candidatos presidenciales y a los colegas de los medios masivos de información a no instrumentalizar el doloroso suceso para sacar réditos políticos los primeros y mejorar el rating, los segundos.

Buscar las reacciones de los políticos, expresidentes de la República y líderes empresariales hace parte de la lógica periodística, circunstancia que termina sirviendo para fijar titulares llamativos que muy seguramente serán leídos en clave de odio y venganza.

Al decir que con el fallecimiento del senador Miguel Uribe Turbay “Mataron la esperanza", el negativo mensaje que se envía a la sociedad alimenta sentimientos catastrofistas que alientan la incertidumbre, la rabia y la venganza en una sociedad que exhibe graves problemas en sus procesos civilizatorios, a juzgar por las maneras como históricamente venimos tramitando las diferencias políticas.

Por supuesto que el asesinato de Miguel Uribe Turbay es trágico y doloroso, pero no puede usarse para alentar el pesimismo y mucho menos estimular el siempre primitivo sentimiento de la venganza.

Como colectivo exhibimos graves problemas para reconocer al Otro como un sujeto de derechos, entre los que se encuentran los de poder disentir, contradecir y opinar en condiciones de igualdad y seguridad. Ese Otro que piensa y actúa distinto lo estamos mirando como un potencial enemigo al que debemos someter o desaparecer. Y como en el fondo estamos hablando de diversidad y pluralidad, huelga recordar la frase de Carlos Pizarro Leóngomez: “que la vida no sea asesinada en primavera”.

Paz en la tumba de Miguel Uribe Turbay y desde este canal periodístico enviamos a su esposa y a su extenso grupo familiar y de amigos un mensaje de solidaridad.

jueves, 14 de agosto de 2025

¿A QUÉ VIENEN REALMENTE LOS CONGRESISTAS GRINGOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La llegada de la delegación gringa para asistir al sepelio de Miguel Uribe Turbay deviene con un tufillo intervencionista en los asuntos internos y de aprobación electoral al que apela el uribismo y en general la derecha colombiana para imponer la narrativa que señala que las ya tensas relaciones entre Washington y Bogotá podrían entrar en una crisis irreversible si el progresismo vuelve a ganar las elecciones en el 2026. Ese escenario complejo se daría no solo por los acercamientos con China a través del acta de entendimiento firmada en el contexto de la nueva Ruta de la Seda, sino por el rechazo del presidente Petro al genocidio perpetrado por Israel en Gaza y patrocinado por los Estados Unidos.

Los congresistas Bernie Moreno (Republicano) y Rubén Gallego (Demócrata), con raíces colombianas, así como Christopher Landau, subsecretario de Estado de Estados Unidos, y John McNamara, encargado de negocios en Bogotá, no llegaron al país a fortalecer las relaciones bilaterales como les dijeron a la prensa: su presencia en Colombia hace parte de un plan orquestado desde el Departamento de Estado, en cabeza de Marco Rubio, para “medirle el aceite” a Petro y vigilar de cerca lo que acontecerá en el país en materia electoral en el 2026.

La reunión que sostendrán los congresistas “americanos” con empresarios, precandidatos presidenciales, mandatarios locales y con el presidente Petro bien podrá servir para “limar asperezas”, o por el contrario para dejar una “diplomática amenaza” al mandatario colombiano. Ya sabremos este 15 de agosto si Petro se dejó amedrentar de Bernie Moreno durante la reunión privada que sostendrán o si se extenderán en el tiempo las ya enrarecidas relaciones bilaterales. Lo que trascienda de esa reunión será clave para imaginar cuál será el papel que jugarán los Estados Unidos en las elecciones de 2026 y hasta dónde el presidente de la República está dispuesto a hacer para demostrarles a los gringos que él no es comunista y que mucho menos de continuar su proyecto político Colombia será una “segunda Venezuela o una Cuba” como creen en Washington, gracias a los viajes  de los representantes del uribismo al país del Norte para ambientar este tipo de intrusiones en los asuntos internos de Colombia.




HABLEMOS DE PRECANDIDATOS PRESIDENCIALES POCO SERIOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La violencia política, pero sobre todo la verbal que desde los tiempos del plebiscito por la paz viene incrementándose en redes sociales y en otros espacios societales, no van a detenerse por cuenta de los llamados que se hacen desde partidos, el sector empresarial y los propios medios de comunicación, estos últimos responsables en gran medida de la polarización política la misma que están ayudando a extender hasta las próximas elecciones.

En el sepelio de Miguel Uribe Turbay quedó claro que no habrá desescalamiento de la violencia verbal y en la pugnacidad ideológica. Y ese parece ser el escenario predilecto para los precandidatos Daniel Quintero, Vicky Dávila y Abelardo de la Espriella.

Ya las audiencias reconocen que los tres políticos le están apostando a caldear más los ánimos con sus actos de habla cargados de animosidad y desinterés por presentar sus propuestas de gobierno, en caso de que resulten elegidos en las consultas internas de sus colectividades como candidatos presidenciales. Los une la irresponsabilidad, la ligereza, pero sobre todo la ceguera para leer la actual coyuntura política, aún más enrarecida con el fallecimiento y el politizado sepelio de Miguel Uribe Turbay y el declive del uribismo.

Si los comportamientos públicos y la “verborrea” de Quintero, Dávila y De la Espriella son el fruto de las recomendaciones recibidas de sus asesores de campaña, entonces hay que decir que están muy mal asesorados. Que Dávila y el abogado defensor de DMG lo hagan hace parte de las formas como la ultraderecha y el uribismo suelen plantear soluciones a los problemas del país: bala, señalamientos y viajes de superioridad moral que lo único que dejan ver es el cinismo de los intrépidos viajeros, reconocidos por su clasismo y racismo.  

Pero si Quintero quiere recoger las banderas del progresismo, sus acciones simbólicas le están quitando seriedad a las ideas políticas y a toda la narrativa reivindicante y contestataria con la que el presidente Petro viene confrontando a los agentes del vetusto Establecimiento colombiano.

Eso de viajar hasta el Amazonas a izar la bandera de Colombia en la disputada isla de Santa Rosa y aparecerse con la bandera de Palestina en la asamblea de la Andi pueden resultar espectaculares al ojo de los fanáticos, pero resultan poco serias y convenientes porque, de un lado, aumenta las tensiones diplomáticas entre Perú y Colombia; y del otro, acrecienta el odio de los empresarios hacia todo lo que huele a progresismo. Y claro que son legítimos los reclamos que hace el político antioqueño, el problema está en las maneras como pretende luchar por las dos causas.

Eso sí, la campaña de Carolina Corcho está sirviendo para consolidar la imagen de una mujer aplomada, inteligente y formada para el debate de las ideas. Todo lo contrario están haciendo el exalcalde de Medellín, el maltratador de gatos y la periodista-periodista. Los tres están construyendo una imagen de políticos inmaduros e incapaces de discutir con argumentos porque sus incontrastables egos los están llevando a hacer el ridículo.

 



abelardo de la espriella, daniel quintero y vicky davila - Búsqueda Imágenes

miércoles, 13 de agosto de 2025

El POLITIZADO SEPELIO DE MIGUEL URIBE TURBAY

Por Germán Ayala Osorio

 El expresidente Álvaro Uribe Vélez, la prensa hegemónica y Miguel Uribe Londoño, padre del asesinado precandidato presidencial convirtieron el sepelio del recién ungido “héroe y mártir” del uribismo, Miguel Uribe Turbay, en un acto electorero, cargado de consignas que en lugar de apuntar a desescalar el lenguaje y la pugnacidad ideológica, invitan a la venganza política, de la mano del Estado militarista que operó en Colombia entre 2002 y 2010. Con el politizado sepelio de Miguel Uribe Turbay, la contienda electoral de 2026 inició con olor a gladiolo mustio y el aroma triste de los tintos que sirven en las funerarias.

Tanto el discurso enviado por el exmandatario antioqueño, como las palabras del padre del senador conservador constituyen un llamado a regresar al pasado, esto es, a los tiempos de la temida política de seguridad democrática, la misma que dejó 6402 jóvenes asesinados por militares que monetizaron sus vidas siguiendo aquella instrucción presidencial con la que se pedía “más y mejores resultados operacionales y que aquel que no los diera, que fuera pidiendo la baja”.

El papá del senador mandó un mensaje claro al caballista, reo, exdirector de la Aerocivil y domador de bestias: “Este país nunca saldrá de donde está sin seguridad […], en los próximos meses escojamos el triunfo abrumador de ese liderazgo, que tome las banderas de Miguel para que en Colombia vuelva la seguridad. Esta guerra tiene culpables y responsables, lo sabemos, no tenemos ninguna duda de dónde viene la violencia, no tenemos duda de quién la promueve, no tenemos duda de quién la permite. Tenemos que plantar cara a esto y decir no más, no más y no más…”

Mientras transcurrían las honras fúnebres, los periodistas de varias empresas mediáticas optaron por cubrirlas con un lenguaje periodístico lastimero con el claro objetivo de mover las fibras y las emociones de las audiencias para irlas llevando, de la mano de los discursos del expresidente recién condenado y del adolorido padre de Miguel Uribe Turbay, hacia sentimientos primitivos como la venganza y el odio, muy propios de las huestes uribistas desde donde brotaron frases tristemente célebres como en “donde lo vea le voy a dar en la cara marica, se callan  o los callamos”, o las más recientes, “a la izquierda hay que destriparla o son una plaga y la vamos a exterminar en el 2026”.

Ya el uribismo imaginó y le propuso al país cómo quiere que transcurra el escenario electoral de 2026. Ahora solo falta que los colombianos decidan cómo van a pintarlo, si de color rojo como la sangre que se derramó en los años 90 o de verde esperanza. Ya veremos si el 7 de agosto de 2026 los colombianos deciden poner en la Casa de Nariño a un president@ con espíritu gansteril o si por el contrario eligen a quien con un genuino ánimo conciliador le dé a la sociedad la oportunidad de superar y proscribir esa enfermedad que corroe los cimientos de la civilidad y la razón: el uribismo. Razón le cabe al expresidente Santos y al presidente Petro cuando aseguran que Uribe Vélez está cargado de odio. “Álvaro Uribe está lleno de veneno, desconoce el genocidio de la UP y la participación del estado en él”, dijo el jefe del Estado.





Imagen de Mauricio Alvarado Lozada, tomada de El Espectador.com

martes, 12 de agosto de 2025

LA PRENSA BOGOTANA HACE POLÍTICA CON LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los tratamientos periodísticos heroizantes y lastimeros que la gran prensa bogotana está haciendo del fallecimiento del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay apuntan al logro de tres objetivos interconectados: el primero, “relanzar” a la derecha uribizada por estos días golpeada por la sentencia condenatoria contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez y por supuesto por la  pérdida del precandidato presidencial de esa colectividad, quien de todos sus compañeros, era el  que más quería parecerse al expresidente antioqueño y propietario del Centro Democrático.  

El segundo, insistir en equiparar el crimen de Uribe Turbay al de líderes de la talla de Gaitán y Galán y de esa manera posicionar el catastrofista relato de que el país retrocedió a los tiempos de la violencia política de las estructuras narcoparamilitares que terminaron con la vida de tres candidatos presidenciales. Y el tercer y último objetivo consolidar el imaginario colectivo que indica que el “héroe nacional y esperanza del país”, Miguel Uribe Turbay, fue asesinado por el discurso de odio del presidente Petro. Más claro: fue asesinado durante el gobierno de izquierda, lo que significa que esa orilla ideológica es “mala”, por lo que sus militantes y defensores deben aniquilarse por ser una “plaga infame”.

Sobre la mala hora del uribismo, los medios hegemónicos abrirán en adelante sus micrófonos y encenderán sus cámaras en función de ayudar a esclarecer el panorama político y electoral de la secta uribista. Quién será el candidato que finalmente recibirá el guiño del condenado líder del Centro Democrático es la pregunta sobre la que las empresas mediáticas relanzarán ideas como la seguridad democrática, la negación a buscar salidas negociadas con la estructuras armadas ilegales y por esa vía el escalamiento del conflicto, lo que terminará por afectar la vida de las comunidades rurales con una declaratoria de una “guerra total” contra las “guerrillas”. Es decir, el país necesita de una “mano firme y de un corazón grande”, esto es, de un macho que ofrezca, como lo hizo Uribe en el 2002, acabar con la izquierda armada de una vez por todas. Esa estrategia de “guerra total” servirá a los propósitos de echar para atrás la mini reforma agraria que está impulsando el gobierno Petro.

Poner a Miguel Uribe Turbay en el mismo nivel de importancia política, legado, oratoria y comprensión de los problemas y necesidades del país que identificaron a Luis Carlos Galán Sarmiento y a Jorge Eliécer Gaitán Ayala constituye una jugada propia de los laboratorios del marketing político. La pretensión es clara: minimizar las debilidades discursivas, de formación académica e incluso las capacidades para gobernar a Colombia que exhiben María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y Andrés Guerra. Quizás esa sean las mayores preocupaciones del expresidente y reo, Álvaro Uribe Vélez si compara los perfiles de sus cuatro fichas con la formación académica de precandidatas como Carolina Corcho e incluso la misma Claudia López Hernández con quien podría acercarse Uribe en segunda vuelta, pues la exalcaldesa de Bogotá tiene muchas cosas en común con la derecha.

Y finalmente, al insistir en el relato que indica que durante el gobierno de Petro fue “asesinada la esperanza de Colombia” y ultimado un “héroe”, los medios masivos le apuntan a generar miedo e incertidumbre entre los votantes en torno a la posibilidad de que la izquierda continúe en la Casa de Nariño. Estamos ante el surgimiento de un “nuevo coco”: pasamos del miedo al comunismo o a la “mordaza neocomunista” de la que habló recientemente el Gran Reo desde su lugar de reclusión, al terror de regresar a lo que los colombianos sufrieron en los años 90. La idea que nos está vendiendo la presa bogotana es clara: no se puede “reelegir” un gobierno que promueve odio, que no es capaz de garantizar la vida y que es responsable político del asesinato de Miguel Uribe Turbay, un “hombre joven que quería transformar al país”.



miguel uribe turbay en camara ardiente - Búsqueda Imágenes

¿QUIÉN ORDENÓ ASESINAR A MIGUEL URIBE TURBAY?

 

Por Germán Ayala Osorio

Convendría que la Fiscalía pusiera toda su capacidad investigativa a tratar de dar con los autores intelectuales que ordenaron asesinar a Miguel Uribe Turbay. Como en otros casos, lo más seguro es que se llegue a conclusiones genéricas como que lo mandaron a matar “las disidencias de Iván Márquez, la Segunda Marquetalia”, la histórica “mano negra responsable de otros crímenes políticos”, o un “sector de la derecha o de la izquierda”. 

O lo que puede resultar para muchos escandaloso e improbable: la comunión de esfuerzos entre esas estructuras criminales y sectores de poder político de la capital del país.  Lo más probable es que el caso Miguel Uribe termine en una de esas conclusiones que terminan por no aclarar quiénes están detrás y qué fue lo que realmente pasó.

No se puede descartar que la Junta del Narcotráfico esté detrás del crimen del político neoliberal y conservador. 

Lo que sí parece unir a todas esas líneas de investigación es el interés de desestabilizar al gobierno Petro y ponerle la enorme mácula que ya varios candidatos presidenciales, con la anuencia de la prensa hegemónica, poco a poco convirtieron en una narrativa conclusiva: Petro es el responsable político del “magnicidio” de Miguel Uribe Turbay. La candidata uribista de los clanes Gilinski y Gnecco, Vicky Dávila ya dijo que Petro es el “responsable político” del crimen del precandidato presidencial del Centro Democrático.

Vamos a suponer que las disidencias de Iván Márquez ordenaron el crimen. ¿Cuál podría ser su objetivo? ¿Imaginaron acaso que con su muerte se generaría en el país una “guerra civil” o un movimiento desestabilizador tan fuerte que terminara sacando de la Casa de Nariño a Petro? No creo que hayan sido tan estúpidos- que lo son- de imaginar semejante escenario, justamente porque Miguel Uribe Turbay no era el líder político, ni mucho menos ostentaban un gran poder o era el caudillo popular que hoy le reconocen al momento de calificar su asesinato como un magnicidio. El finado congresista no tenía tal dimensión social y política. Eso sí, estaba haciendo carrera para reemplazar en el corto plazo a su patrón Álvaro Uribe.

Es posible que los señores de la Segunda Marquetalia decidieron sacar del camino electoral a Miguel Uribe al considerar que se convertiría en presidente de la República en el 2026. En cualquier caso, si esa línea de investigación permite a las autoridades concluir que efectivamente son los responsables del crimen, ese cierre seguirá siendo genérico y proclive a ocultar la identidad de los determinadores políticos que, a lo mejor, usan corbata perfumada y se mueven a sus anchas en los círculos de poder de Bogotá.

Lo que sí queda claro es que el crimen de Miguel Uribe Turbay tendrá efectos políticos y electorales en las elecciones de 2026. La derecha lo usará como bandera ideológica para hacerse nuevamente con la Casa de Nari; al progresismo le quedará muy difícil quitarse de encima la mácula que la prensa hegemónica ya les puso. De allí que se requerirá mucha inteligencia de parte de los precandidatos del Pacto Histórico para soportar y erosionar la narrativa lastimera que los medios tradicionales ya crearon para ambientar las elecciones de 2026 que sin duda girarán en torno al crimen del político conservador. Eso sí, todos los que están en la contienda electoral corren el riesgo de sufrir atentados similares porque a la histórica “mano negra” no le convendría otros cuatro años más de progresismo en la Casa de Nariño.

Los candidatos que ofrecen “balín y destripar a la izquierda” podrían tener éxito electoral en un escenario en el que el odio y la venganza terminen imponiéndose en una sociedad que a pesar de las evidencias, aún no reconoce que entre los colombianos nos odiamos gracias al clasismo y al racismo estructural que nos hace propensos a tramitar nuestras diferencias a madrazos y  balazos, siempre con la intención de eliminar al diferente, al que no piensa igual que nosotros. 

Adenda: el 18 de agosto el ELN, en respuesta a un señalamiento del presidente Petro, negó haber ordenado el asesinato de Miguel Uribe y soltó la tesis de que el crimen se habría producido por un lío del padre del congresista asesinado con una red de esmeralderos. "El debate en torno al magnicidio de Miguel Uribe Turbay sumó un nuevo y controvertido capítulo. En la mañana del 18 de agosto de 2025, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se desligó del crimen contra el senador y precandidato presidencial, ocurrido el pasado 7 de junio en Bogotá, y lanzó una grave acusación: según la guerrilla, detrás del atentado podrían estar involucrados esmeralderos". 



Imagen tomada de El Espectador. Así puede asistir a la velación en cámara ardiente de Miguel Uribe en el Congreso

lunes, 11 de agosto de 2025

SI LA PRENSA NO CAMBIA, LA POLARIZACIÓN CONTINUARÁ

 

Por Germán Ayala Osorio

Los llamados a “desescalar el lenguaje o a despolarizar el país” que están haciendo varias figuras públicas, obligados política y moralmente por el fallecimiento de Miguel Uribe Turbay, lo hacen de manera cándida de la mano de uno de los actores responsables de los altos niveles de crispación ideológica y polarización política que se respiran en el país: las empresas mediáticas, que actúan más como actores políticos, que como medios de información masiva.

Por supuesto que hay que cuestionar a quienes insisten en promover un discurso de odio, pero antes de hacerlo hay que revisar el papel que vienen cumpliendo los medios hegemónicos, convertidos por sus propietarios en máquinas de hostigamiento y linchamiento moral en contra de todo lo que huela a petrismo, progresismo y a izquierda. Es claro que el país requiere de un pacto político entre todas las fuerzas y sectores de poder político y económico, pero lo primero que habría que hacer es cuestionar las formas en las que las empresas mediáticas están asumiendo el ejercicio periodístico y aceptar que efectivamente se vienen cometiendo excesos jamás vistos en el pasado como la promoción del sicariato moral en contra del presidente de la República: no lo bajan de borracho, dictador, drogadicto y homosexual. Lo desprecian como ser humano.

Quienes creen que es posible desescalar el lenguaje sin cuestionar el papel que vienen jugando medios como Semana, El País de Cali, El Colombiano y El Tiempo; así como los noticieros Caracol y RCN y espacios radiales como La FM, Blu radio y La W, están tan perdidos como aquellos que buscan los cadáveres río arriba.

Los magnates que compraron esos medios de comunicación para convertirlos en agencias de propaganda política que simulan informar a los colombianos se equivocaron de cabo a rabo. Las audiencias cambiaron, aunque haya sectores poblacionales que aún creen que las noticias son la realidad, lo cierto es que ya no se consume la información de la misma manera. Hay colombianos que saben muy bien que los hechos noticiosos son una construcción artificial de las salas de redacción en donde se define qué es noticia y qué no lo es.

De esa manera, las realidades que a diario construyen los medios masivos de información están soportadas en los intereses económicos y políticos de los mecenas que saben muy bien que tienen en sus manos a un poder históricamente incontrastable, hasta que irrumpieron las redes sociales y los creadores de contenido que vienen contrarrestando los relatos periodísticos investidos de realidad. Pero, sobre todo, cuando se encontraron de frente con un presidente distinto que desde su cuenta de X los deja en evidencia, los confronta y corrige. Han caído tan bajo los colegas de varios de los medios hegemónicos que lo único que  les falta decir es que la ética nada tiene que ver con el periodismo. 

Ningún pacto o salida política que se plantee para superar el clima de animadversión entre uribistas y petristas funcionará si los propietarios de los medios masivos asumen el error que cometieron al comprar empresas mediáticas para convertirlas en sus apéndices ideológicos y por esa vía arruinar la credibilidad que les demoró años consolidar. Hablo en particular de medios como El Tiempo y Semana, convertidos hoy en agencias de desinformación y laboratorios electorales en donde se maquillan los candidatos presidenciales que sus propietarios desean patrocinar para luego ponerlos en la Casa de Nari en calidad de sirvientes.

Adenda: y al clima de polarización viene contribuyendo Alfredo Saade, jefe de despacho del gobierno Petro, con sus alocadas propuestas de "cerrar los medios y el Congreso". No, así no, señor Saade. El presidente Petro debería de llamarle la atención al pastor evangélico, quien le hace daño a la imagen del gobierno porque sirve de comidilla a los periodistas. Con Saade en ese cargo, Petro le "da papaya" a los medios que lo odian por el solo hecho de existir. 




LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY Y SU INSTRUMENTALIZACIÓN POLÍTICA Y MEDIÁTICA

  

Por Germán Ayala Osorio

 

Como era de esperarse, el fallecimiento del precandidato presidencial del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay está siendo utilizado por la prensa hegemónica y por la oposición para caldear aún más los ánimos y el ambiente de polarización política y crispación ideológica que se respira en el país desde los tiempos del plebiscito por la paz.

El reo y expresidente Álvaro Uribe Vélez desde su lugar de reclusión espetó que "Mataron la esperanza". Nadie niega que el crimen del precandidato es una tragedia y un hecho prepolítico que sirve para reconocer que como sociedad afrontamos graves problemas en los procesos, casi truncos, de construcción de civilidad y de las condiciones mínimas para vivir en democracia, esto es, reconocer y respetar a los que piensan y actúan distinto. Pero de allí a decir que con su fallecimiento se desvaneció la esperanza de todo el país constituye una exageración y un peligroso llamado a la venganza, a la rabia y la desesperación. Hay que recordar que Uribe Turbay ostentaba la condición de precandidato presidencial y que al interior de su partido-secta había un duro enfrentamiento con Paloma Valencia y María Fernanda Cabal en torno a una encuesta al parecer pagada por el nieto de Turbay Ayala. Las dos “tigresas” del expresidente antioqueño dijeron que su compañero estaba corriendo la línea ética. Vicky Dávila, la otra “tigresa” del Gran Condenado también confrontaba a Miguel Uribe enrostrándole su linaje, tal y como lo hizo también en su momento el presidente Petro. Esto dijo la candidata de los clanes Gilinski y Gnecco, quien además lo llamó "candidatito": “algunos nietos de políticos se sienten con derechos adquiridos como en el usted no sabe quién soy yo, serían triturados por la izquierda en una segunda vuelta”.

Los tratamientos periodísticos lastimeros, ideologizados y tendenciosos que viene haciendo la prensa de la mano de los candidatos presidenciales y otras “personalidades” de la vida pública del país que salen a dar su opinión sobre la muerte del precandidato aportan a la consolidación de la narrativa que indica que el responsable del crimen es el actual gobierno y en particular el presidente Petro por el lenguaje con el que confrontó al combativo senador del Centro Democrático.

Y no se trata de negar que hay trinos que el presidente de la República lanzó que pueden ser leídos en clave de estigmatización. Quizás el carácter contestatario de Petro explique de alguna manera el sentido de sus pronunciamientos en la red X. Eso sí, los ataques moralizantes que viene sufriendo el presidente y su familia hablan muy bien del tipo de oposición que el Centro Democrático y la derecha política y mediática decidieron hacer. Petro ha sido señalado de “borracho, drogadicto y homosexual”, condiciones estas con las que desde el mismo partido de Miguel Uribe se pidió declarar indigno al jefe del Estado.

En el marco de la discusión de la consulta popular, Petro y Miguel Uribe se cruzaron estos actos de habla que deben mirarse a la luz de un debate político caldeado. Esto dijo el presidente: “¡Dios mío! ¿el nieto de un presidente (Julio César Turbay Ayala) que ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional?” La señora Dávila le recordó su condición de “nieto”, pero eso no es considerado como una actitud estigmatizante. La respuesta de Uribe Turbay fue esta: “Nosotros no nos vamos a rendir y le pedimos a ustedes que tampoco lo hagan. No podemos caer en los juegos de intimidación y amenazas de este Gobierno. Lo que está en juego es Colombia y la vamos a defender”.

En ese camino de poner al asesinado precandidato como la “esperanza del país” ya la prensa hegemónica habla de “magnicidio”. Se trata, sin duda, de un apelativo exagerado, clasista y periodísticamente tendencioso. Que la Fiscalía lo califique de esa manera quizás obedezca a una lectura políticamente correcta, para evitar cualquier señalamiento desde las mesnadas uribistas muy dadas a deslegitimar las instituciones cuando sus decisiones no les conviene. El fallo condenatorio contra Uribe Vélez se produjo en una fiscalía distinta a la de Francisco Barbosa, quien, huelga recordar que usó todo su poder para defender la cuestionada honorabilidad del hoy condenado expresidente de la República.

Miguel Uribe siempre quiso parecerse a su jefe, el recién condenado caballista y domador de bestias: vociferaba, gritaba y hacía una oposición sectaria y con visos de clasismo y racismo. Por supuesto que esas características no justifican el atentado criminal y cobarde del que fue víctima. Paz en la tumba del periodismo por cuenta de los tratamientos tendenciosos de la prensa hegemónica. Y para Miguel Uribe, que “brille la luz perpetua”. 


LA IMPERFECTA PAZ EN GAZA

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