domingo, 10 de septiembre de 2023

EL HUMOR “NEGRO” DE FUCK NEWS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Si fuera cierto que “somos -o que fuimos- el país más feliz del mundo”, los humoristas, en todas sus modalidades y estilos, quizás no tendrían mucho trabajo en Colombia porque los colombianos no necesitarían burlarse de sus desgracias cotidianas para hacer más llevadera sus vidas. De la mano de los humoristas es posible evitar que los agobiantes problemas (societales, familiares o individuales) terminen en estadios de depresión, cansancio o de aburrimiento individual y colectivo.

Por fortuna, el humor, como práctica social, no es uno solo, de ahí que existan modalidades más o menos universales como el humor político, como el que en su momento practicó Jaime Garzón y que lo convirtió en objetivo militar de los paramilitares y de sectores de poder político que lo vieron como un peligroso generador de opinión pública divergente. Garzón lo intentó a través de la burla mordaz, la interpretación de los hechos públicos y la crítica velada o directa a específicos agentes de poder. Estoy seguro de que no todos los colombianos estuvieron en la capacidad de entender cuando con su personaje Godofredo Cínico Caspa dijo: “Qué orgullo patrio sentí al ver la revista esta Semana, que trae en la tapa al civilista gobernador de Antioquia, doctor Álvaro Uribe Vélez. Un hombre de mano firme y pulso armado. Líder que impulsa, con su aplomado cooperativismo, pacíficas autodefensas que él, iluminado por los soles de Faruk, llamó Convivir. Acierta Semana, en cabeza del diligente vástago de César Gaviria, Mauricio Vargas, al proyectar sobre el escenario nacional a la nueva neoliberal lumbrera. Álvaro vislumbra todo un país convertido en zona de orden público, como una sola Convivir donde la gente de bien pueda disfrutar en paz de la renta. Y será él quien traiga por fin a los redentores soldados norteamericanos para que humanicen el conflicto y hagan de Uribe Vélez el dictador que necesitamos". O cuando el mismo Jaime Garzón, en una conferencia en Cali (1995), dijo: “Álvaro Uribe es peligrosísimo”.

Entre tanto, el humor “negro” es otra modalidad culturalmente aceptada a través de la cual es válido burlarse de las desgracias humanas. Opera en los ámbitos público y privado, asegurado en buena medida por la doble moral de cientos y de miles de colombianos que ríen en privado con este tipo de humor, pero se atreven a censurar o limitar a los humoristas que lo practican en teatros y otros escenarios abiertos al público. El humor “negro” es catalogado como menos inteligente, si se le compara con el humor político. Suele despertar susceptibilidades por considerarse ofensivo y poco empático con quienes sufren accidentes, padecen enfermedades o mueren en circunstancias que facilitan a los humoristas mofarse. Pues bien, los jóvenes de Fuck News practican ese tipo de humor, que bien se puede calificar como “básico” y mucho menos inteligente que el humor político que otros practican.

En su reaparición, los presentadores de Fuck News (una parodia de noticiero que sirve para burlarse de los hechos que los medios convierten en noticia) aludieron al crimen de la DJ Valentina Trespalacios. Recordará el país que la joven fue asesinada por Jhon Poulos, un norteamericano que la metió en una maleta, dejando su cabeza por fuera. Posteriormente, la abandonó en un depósito de basura, huyó del país, fu e capturado en Panamá y devuelto a Colombia.

Los presentadores se burlaron del insuceso, lo que motivó el rechazo de algunos ciudadanos en redes sociales, que consideraron que es necesario ponerle límites a ese tipo de expresiones humorísticas. Hago las siguientes disquisiciones al respecto:

Hay un público que goza de ese tipo de humor, a juzgar por quienes llenaron el teatro y rieron a carcajadas por los comentarios burlones expresados por los presentadores de Fuck News. Al validarla socialmente, la burla en torno a los hechos que rodearon la muerte de la DJ adquiere o entra en una dimensión que en doble vía permite la descalificación de lo sucedido, esto es, la conducta y la acción criminal del victimario, al tiempo que la convierte en un antidepresivo, individual y colectivo, e incluso, en una forma de hacer conciencia en torno a los riesgos que corren las mujeres en una sociedad patriarcal y machista que legitimó, a través de la publicidad sexista y los ejercicios del poder político y económico, que los hombres las asuman como objetos sexuales, o como sujetos de seducción, dominación y sometimiento.

El  humor  sería  un  aspecto  muy importante  para entender  el pensamiento  y los  aspectos  más profundos de  una cultura. Sería importante no caer en la dualidad de "serio/humor", ya que aunque el humor pueda relacionarse en un primer momento con lo jocoso, el hecho de que se esté usando,  así  como  lo  que  está  diciendo,  puede  estar  comunicando  consciente  o inconscientemente cosas “serias” (Abril 1991; Berger 1999)”.(Casado, María Isabel, 2017).

Siempre queda la opción de no consumir ese tipo de oferta cultural. De allí que proponer ponerle límites a ese tipo de humor constituye una forma antidemocrática de control en contra de un tipo de humor que está ancorado en lo que somos como sociedad: violenta, pero capaz de reírse de sus desgracias, producidas en buena medida, porque nuestros comportamientos y acciones cotidianas están soportadas en las negativas representaciones sociales que hemos construido sobre los demás.

El humor de los jóvenes de Fuck News es básico y retador, pero podría servir, si se hace una lectura más reposada, para que tragedias humanas, dentro de las cuales cabe el asesinato de Valentina Trespalacios, puedan hacerse más llevaderas para las familias víctimas de feminicidios y el resto de la sociedad. Y para lograrlo, todos debemos entender que los feminicidios son el resultado de una sociedad patriarcal, machista y misógina de la que hacemos parte todos. De ahí que todos, de alguna manera, somos responsables de los crímenes de Valentina Trespalacios, Rosa Elvira Cely y de Yuliana Samboní, entre otras más.



Imagen tomada de El Colombiano

QUIÉN MANDA EN COLOMBIA: URIBE O DUQUE?

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

 

A poco menos de un año de haberse instalado en la Casa de Nariño, la imagen de Iván Duque Márquez como presidente se mueve en el péndulo mismo de la confrontación política entre quienes insisten, desde el propio Establecimiento, en continuar apoyando el “proyecto político uribista”[1] y quienes desde orillas e instancias bien distintas desean pasar las páginas de la guerra y de los odios, pero  sobre todo, buscan superar o dejar atrás el ethos mafioso[2] que el señalado proyecto logró inocular en las institucionalidades privada y estatal. Es decir, para unos, Duque es el presidente de Colombia en propiedad y para otros, simplemente es alguien que fue puesto allí para cumplir con unas órdenes emanadas por quien realmente parece ostentar el poder: Álvaro Uribe Vélez.

Con la gobernabilidad mínima que entrega y asegura un Establecimiento históricamente capaz de mantener a flote a cualquier gobernante[3] a pesar de sus bajos niveles de aceptación social y política, Iván Duque Márquez intenta hacerle creer a una parte de los colombianos (a los que votaron por el Sí en el plebiscito) de que efectivamente es él quien gobierna en Colombia. A juzgar por los imaginarios individuales y colectivos y las ya negativas Representaciones Sociales (RS) que en torno a su imagen circulan a través de diversos discursos[4], pareciera que quien realmente señala derroteros, toma decisiones y le indica al presidente de la República cómo actuar, es el hoy senador, expresidente (2002-2010) y jefe único del Centro Democrático (CD).

Por ser el ungido de Uribe, Iván Duque ha expresado una inconveniente admiración por el político nacido en Salgar. Recuérdese que lo llamó “presidente eterno”, acto de habla que no es más que la expresión genuina, como diría el propio jefe de Estado, no solo de su veneración, lealtad y fidelidad, sino de la dependencia política y moral de quien claramente se “encontró” con la Presidencia de Colombia.

 

El proyecto político

 La administración de Iván Duque y el propio proyecto político de Uribe Vélez enfrentan hoy el desafío o quizás al enemigo más grande de la corta existencia de lo que se conoce como “el uribismo”: la construcción de la Paz. Es claro que para el ganadero y latifundista la consolidación de una paz estable y duradera es toda una provocación y obstáculo para el desarrollo del proyecto de país que de tiempo atrás tienen en mente no solo el senador y expresidente, sino los ricos empresarios, varios académicos, militares y exmilitares que lo respaldan.

Dicho proyecto de país tiene, por supuesto, varias dimensiones. En la dimensión política, sueñan con un Partido Único al mejor estilo de regímenes socialistas o estatista como el venezolano (Chávez y Maduro). En la dimensión económica, insisten en mantener y extender en el tiempo privilegios para las élites de poder y los mesocontratos con los que suelen asegurar la gobernabilidad autoritaria de la que habla Édgar Revèiz (1997). Es decir, creen en el mercado, pero en uno controlado que les permita exhibir una relativa competitividad. Desde esta dimensión, continúan promoviendo un desarrollo insostenible pues solo creen en el modelo de la gran plantación (monocultivo como práctica líder), en el fracking, en la ganadería extensiva (potrerización de zonas selváticas). Los grandes obstáculos a vencer son los pueblos indígenas y las comunidades afrocolombianas y campesinas.

Al final logran ordenar los viejos territorios nacionales con fines de especulación inmobiliaria por el crecimiento desordenado de ciudades capitales de aquellos departamentos en los que siguen en pie selvas y ecosistemas biodiversos, a pesar de la arremetida de enormes retroexcavadoras que militares y policías no ven pasar y mucho menos se percatan de su instalación, en ríos y bosques, para adelantar actividades de minería, legal e ilegal.

En la dimensión sociocultural, seguirán intentando la generación de estados de opinión asociados a la idea de un inquebrantable unanimismo ideológico[5] con el que sea posible abrazar y premiar  a quienes decidan instalarse en esa idea y de perseguir y castigar a todos aquellos que insistan en mantenerse por fuera de ese obligado círculo y critiquen lo peligroso que resulta para la democracia eliminar, simbólica y políticamente, a la diferencia.  

 

Objeciones, Santrich y la JEP

Lo que ha venido pasando en el país es un inocultable enfrentamiento entre instituciones del Estado[6], lo que claramente demuestra, de un lado, que el actual gobierno está empeñado en hacer trizas[7] el Acuerdo Final y del otro, que el presidente Duque, al mejor estilo de su mentor, desconoció los fallos de la Corte Constitucional cuando objetó[8] seis artículos del proyecto de ley estatutaria de la JEP.

Justamente, la más fuerte reacción en contra del proceso de construcción de una paz estable duradera la tuvo el gobierno de Duque debido a la decisión que en derecho adoptó la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en torno a conceder la garantía de no extradición al compareciente exguerrillero, Jesús Santrich[9].  Las reacciones de voceros y funcionarios de alto nivel en el gobierno buscaron generar una crisis institucional de tal magnitud, que los hizo pensar en la posibilidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente[10] y por esa vía intentar quitarle el ropaje y el estatus constitucional que tiene el Acuerdo Final II; y por ese mismo camino, pensaron en declarar la Conmoción Interior, buscando a toda costa saltarse el estado de derecho y extraditar a los Estados Unidos al controversial excomandante fariano.

En reciente publicación, el diario EL ESPECTADOR titula así una nota informativa:Uribe explica por qué Duque no decretó la conmoción interior[11]En otras circunstancias, el titular no tendría por qué generar suspicacias pues se trataría de una simple opinión política. Pero no nos llamemos a engaños: Uribe no es un político cualquiera. No solo indicó a sus admiradores[12], sino que acordó con empresarios que su candidato a la presidencia para el periodo 2018-      ) era Iván Duque Márquez. Al final, con el respaldo de unos y otros, esa parte de Colombia votó por el que dijo Uribe, bien por simpatía, conveniencia o por miedo a una eventual presidencia de Gustavo Petro Urrego[13].

Al revisar el contenido del artículo publicado en el diario bogotano, queda claro que en el alto gobierno sí se contemplaron escenarios jurídico-políticos para responder a ese desafiante enemigo en el que se convirtió tener que cumplir con lo establecido en el Tratado de Paz firmado entre el Estado colombiano y la entonces guerrilla de las Farc[14].

En dicho texto se lee lo siguiente: “Me preguntan que por qué Duque no decretó la conmoción interior. Porque el gobierno Santos prometió que no elevaría los acuerdos de La Habana a la Constitución, incumplió su promesa, los elevó y la conmoción interior no puede suspender la Constitución”, dijo Uribe. Con lo anterior, Uribe ratificó que la idea sí se puso sobre la mesa tan pronto se dio la decisión de la JEP, a pesar de que ese mismo día la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, desmintió los rumores surgidos al respecto”[15].

En cuanto a la convocatoria a una peligrosa Asamblea Constituyente, EL ESPECTADOR recoge así lo dicho por el expresidente Uribe: “La otra idea planteada abiertamente por el partido de Gobierno fue la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para derogar el sistema de justicia transicional. Una propuesta que acogió el expresidente Uribe pero que, al mismo tiempo, criticó por las condiciones que plantea la Constitución para convocarla. “La Constitución de 1991, incluyó la Constituyente. Sin embargo, creó tanto formalismo para convocarla que es casi una creación sin posibilidades de realidad”, dijo el expresidente”.

De lo publicado quedan varias conclusiones. La primera, que Uribe Vélez ostenta un inconveniente poder político que no solo afecta el buen juicio y contamina las decisiones políticas del presidente Duque, sino que debilita la institución presidencial y revive viejos enfrentamientos[16] entre el Ejecutivo y la rama judicial, en particular con las altas cortes, ocurridos durante el periodo 2002-2010.

La segunda, que las explicaciones dadas por Uribe Vélez debilitan aún más la imagen de un presidente que en casi un año de gobierno no ha podido imponer su propio estilo, o por lo menos fijar su propio proyecto político. A pesar de haber sido elegido bajo la sombra de Uribe, el entonces presidente Juan Manuel Santos[17] supo tomar distancia, por lo menos política, con el mayor elector que tiene hoy Colombia.

Al final, Santos se la jugó por ponerle fin al conflicto armado con las Farc y les dejó a los sucesivos gobiernos la obligación ética, moral, jurídico-política y constitucional de cumplir con lo acordado en La Habana.  Así entonces, lo que está esperando la Colombia no “uribizada” son dos cosas: la primera, que Duque tome la decisión de hacer a un lado a su “presidente eterno” para erosionar la consistencia de los negativos imaginarios y representaciones sociales que en torno a su talante se vienen consolidando en el país; y la segunda, que asuma como Jefe de Estado el compromiso de cumplir con lo que se firmó en el teatro Colón.  

Y la tercera conclusión es que esas explicaciones las debió dar el propio presidente Duque, o incluso, su gris ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez. El protagonismo de Uribe y su enfermiza necesidad de figurar como el principal y poderoso enemigo de la paz en Colombia termina no solo alimentando la polarización política, sino debilitando la imagen de su ungido.

Es apenas evidente que las negativas representaciones sociales que en torno al presidente Duque circulan en redes sociales y en los propios “mentideros políticos”, alimentadas, sin duda, por el humor político de caricaturistas como Vladdo y Matador, las reconocen dentro del llamado uribismo. De allí que las explicaciones dadas por el expresidente Uribe  y opiniones de la propia ministra del Interior, lo que hacen es confirmar de que Duque no parece actuar de manera autónoma.

Expongo tres comentarios que tienen que ver directamente con lo que se viene exponiendo en esta columna. El primero sucedió durante la plenaria del senado en la que se hundieron las objeciones presidenciales.   En la misma plenaria del martes 30 de abril, el senador Uribe pidió la palabra y señaló lo siguiente: Hombre, respetemos al presidente Duque, él es dueño de su criterio jurídico. Él como senador fue a la corte a presentar la demanda contra el ‘fast track’; él con su criterio jurídico fue ahora a defender la necesidad de modular la sentencia sobre las fumigaciones. Yo creo que esa cosa de estar poniendo al presidente Duque como alguien susceptible a influencias extrañas, es un irrespeto, no solo a su persona sino a su persona y trayectoria”. Al salir en defensa del Presidente, Uribe no solo confirma que sabe de los comentarios que en redes sociales y otros espacios se viene construyendo la idea de que quien realmente manda en el país es el hijo de Salgar y no Iván Duque Márquez, sino que genera el efecto contrario al que ya produce en la opinión pública el imaginario social con el que se duda de la real capacidad del Presidente para gobernar y tomar decisiones”.

Y el segundo comentario lo hizo la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez. En entrevista concedida al diario El Espectador y ante la pregunta, “Finalmente, ¿siente que sus relaciones con el Centro Democrático están bien?, contestó: Las mejores relaciones, claro. Es mi partido, respeto a cada uno, obviamente somos parte de una visión de país y en eso nos movemos. La cabeza es el presidente Iván Duque y el presidente Álvaro Uribe[18]

Al parecer, estamos ante un gobierno bifronte que, en lugar de fortalecer la institucionalidad estatal, la debilita, por cuanto al final los colombianos que con sus votos eligieron a Duque, no saben si realmente es él quien gobierna[19].

Y termino con lo dicho por Uribe Vélez y que aparece consignado al final de la nota ya referida y publicada por EL ESPECTADOR. Dice el diario que “finalmente (Uribe), se refirió a las denuncias que publicó el diario estadounidense The New York Times que revelaron una directriz emitida por la alta comandancia del Ejército y con la que, presuntamente, se corría el riesgo de que regresaran los denominados ‘falsos positivos’ al país. El exmandatario aseguró que lo dicho por el periódico norteamericano no es más que una estrategia para desprestigiar no solo a las Fuerzas Armadas sino al Gobierno del presidente Duque “Duque, ahora que está recuperando el sentido de la autoridad, lo que quieren es desacreditarlo a él y al Ejército. Le entregaron el país al narcoterrorismo y ahora que hay un gobierno diferente lo que quieren es desacreditar a este gobierno y a los generales de la patria para que el país siga en manos del terrorismo”, señaló en referencia al comandante del Ejército, general Nicacio Martínez, cuyo ascenso está pendiente de ser aprobado en la plenaria del Senado la próxima semana”.

Ciertas o no las dudas que subsisten hoy en torno a quién gobierna o manda en Colombia, lo más probable es que el presidente Duque esté preso de una genuina admiración y lealtad por su mentor, lo que lo pone en desventaja a la hora de discutir asuntos de gobierno y otros que derivan en obligaciones que como jefe de Estado debe asumir, entre estas, gobernar para todos los colombianos y dejar de oponerse al proceso de implementación del Acuerdo Final II.



[2]   Ese ethos mafioso hace referencia a prácticas sinuosas que hicieron posible consolidar la idea de que en Colombia hay un “Doble Estado”. Véase:  https://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2018/04/doble-estado.html  Esas mismas prácticas permitieron que entre el 2002 y el 2010 funcionarios, empresarios, militares, académicos y ciudadanos del común actuaran bajo el principio del Todo Vale. Véase:http://laotratribuna1.blogspot.com/2010/01/se-impuso-el-todo-vale.html Durante ese periodo, una parte importante de la sociedad legitimó la trampa, la mentira y la corrupción, convencidos sus miembros de que el real y único problema del país eran las Farc (o lafar). De esa forma, la lucha “contra el terrorismo” fue la enorme cortina de humo con la que el gobierno de Uribe, con el concurso de la Gran Prensa, tapó el clientelismo y la corrupción y los desastres socio ambientales generados por quien mandó en el país más con criterio de latifundista y ganadero, que como el estadista que aún sigue esperando Colombia.

[3] Los momentos críticos que soportó la institucionalidad estatal en los tiempos del proceso 8.000 son prueba clara de que el propio régimen de poder o el establecimiento actuó para proteger el orden institucional, así la institución presidencial se hubiese visto comprometida por la entrada de dineros de la mafia (Cartel de Cali) a la campaña Samper Presidente (1994-1998). Al final, la ínfima gobernabilidad con la que pudo medianamente gobernar Ernesto Samper Pizano provino de la tradición y de la inercia institucional de un régimen de poder que se auto reproduce y se autorregula sin que ello se traduzca en beneficio para los colombianos. Por eso quizás Álvaro Gómez Hurtado señaló en su momento que: “El régimen transa las leyes con los delincuentes, influye sobre el Congreso y lo soborna, tiene preso al Presidente de la República… Samper es una persona llena de buenas intenciones, pero está preso por el establecimiento. No puede hacer nada, está rodeado de intereses creados. Con los jueces pasa lo mismo… El régimen es un conjunto de complicidades. No tiene personería jurídica ni tiene lugar sobre la tierra. Uno sabe que el Gobierno existe porque uno va al Palacio y alguien contesta, que resulta ser por ejemplo el Presidente de la República, y va al Congreso y ahí sale su presidente, pero el régimen es irresponsable, está ahí usando los gajes del poder, las complicidades. El Presidente es el ejecutor principal del régimen, pero está preso. A mí me da pena repetirlo, pero el Presidente es un preso del régimen. El régimen es mucho más fuerte que él, tiene sus circuitos cerrados, forma circuitos cerrados en torno de la Aeronáutica Civil, de las obras públicas, de los peajes, y en ellos no deja entrar ninguna persona independiente”. Revista Diners 303, de junio de 1995.

[4] Pensado el humor como discurso, a través de este se insiste en proyectar la imagen de un presidente manipulado por los hilos del poder que controla Álvaro Uribe Vélez; el mismo discurso periodístico noticioso ha recogido en varias ocasiones esa imagen y la ha puesto en titulares y en informes.  En particular la prensa internacional. Véase: https://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2019/05/visados-morales.html

[5] Véase el libro De la democracia radical al unanimismo ideológico, medios y seguridad democrática, 2016.

[16] Recuérdese el episodio de las chuzadas a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que investigaban y condenaban a congresistas, cercanos a Uribe, por los hechos conocidos como la parapolítica.

LA JUGADITA DE URIBE

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social- periodista y politólogo

 

Con la renuncia a su condición de Senador, los abogados de Álvaro Uribe y el propio expresidente buscan zafarse de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia y por esa vía, hacer que su caso pase a la justicia ordinaria en cabeza de la Fiscalía General.

Antes de ir a examinar los hechos y las circunstancias sobre y con las cuales la misma Corte Suprema deberá definir si mantiene o no la competencia para seguir investigando a Uribe, hay que señalar que la dimisión del político antioqueño y su condición de reo, ponen a prueba los liderazgos al interior de una colectividad que ha funcionado más como una secta, que como un verdadero Partido Político. El carácter megalómano y autoritario de Uribe es quizás el factor que ha frenado que dentro de la misma bancada uribista en el Congreso sobresalgan otras formas de entender y asumir la política, esto es, más allá de la idolatría que todos profesan hacia este "Mesías". Así entonces, no se puede esperar que del Centro Democrático emerjan lideresas y líderes distintos, por cuanto han invertido años en adorar a su dios, en lugar de prepararse para asumir la dirección de una fuerza política que hoy tiene, nada menos que en sus manos, el manejo del Estado.

Vamos entonces a los hechos y a las circunstancias. Lo primero que hay que decir es que existe jurisprudencia de la misma Corte Suprema para enfrentar este tipo de argucias. En el contexto de la parapolítica, varios de los congresistas investigados por los entonces magistrados que hacían parte del alto tribunal, renunciaron a su curul, buscando lo mismo que hoy buscan Uribe y sus abogados: liberarse de su juez natural, pensando en buscar y alcanzar beneficios jurídicos en la justicia ordinaria. En esa ocasión, la Corte Suprema continuó procesando y profiriendo condena contra varios congresistas cercanos a Uribe, que aceptaron tener vínculos con grupos paramilitares.

Lo segundo, y ya sobre el caso en particular, la Corte deberá explicar por qué debe mantener la competencia. El primer elemento señala que los delitos por los cuales es investigado y procesado el caballista y exgobernador de Antioquia deben estar anclados a su función de congresista. Y en este punto, hay disímiles lecturas de penalistas. Por supuesto que dentro de la función de este tipo de aforados no está manipular testigos y apelar a prácticas que lo hagan incurrir en fraude procesal. Y aquí vale la pena hacer varias  disquisiciones eminentemente políticas y no jurídicas: estamos ante un operador político y legislativo que traspasó no solo los límites éticos y morales que rodean a la condición de congresista, sino que actuó como congresista, para intentar con evidente celeridad, a juzgar por lo que se conoció del documento que dio vida a la decisión de la Sala de Instrucción, presionar a testigos claves en procesos que reposan en la misma Corte Suprema, relacionados con el paramilitarismo y la comisión de masacres, entre otros delitos.

Hay otro elemento político que me parece clave e incluso de superior jerarquía a todos los que en esta columna se hace referencia: su condición de expresidente y de exjefe de Estado no solo está por encima de su rol como congresista, sino que le exige los más altos estándares de eticidad en su vida pública y privada. Resulta inaceptable para una sociedad moralmente confundida como la colombiana, que un expresidente participe y haga parte de prácticas mafiosas, dolosas y ruines que lo llevaron a que la Sala de Instrucción lo procese hoy por los delitos de fraude procesal y compra y manipulación de testigos y haya considerado su detención domiciliaria, porque concentra poder político y económico para entorpecer la investigación penal que se le adelanta. Resulta repulsivo ver imágenes y escuchar al expresidente rodeado de bandidos, hablando con bandidos e incluso, usando su propio lenguaje. 

Ahora bien, hay elementos y factores que, fondeados de manera directa a sus funciones legislativas y de control político, harían posible y viable que la Corte Suprema  de Justicia decida mantener la competencia para continuar con el proceso legal. Estos elementos o factores son: el primero, su decisión de demandar al senador Cepeda por supuestamente manipular testigos para que declararan en su contra, se dio en el marco de un debate político, escenario que está directamente relacionado con su función de senador de la República. El segundo, el uso de recursos de su UTL (Unidad de Trabajo Legislativo) para hacer sus “vueltas” con el abogado Cadena. La Corte deberá explicar en qué circunstancias de tiempo, modo y lugar se dieron esos usos indebidos de su UTL, para enlodar a su contradictor, el senador Iván Cepeda. Estos dos elementos hacen parte sustantiva del cargo y deberían de ser suficientes para que el alto tribunal decida mantener la competencia para seguir adelante con la investigación y  en poco tiempo, adoptar la decisión de si llama  o no a juicio al ganadero y latifundista.

Hay otro factor que  emerge  y que podría tener en cuenta la Corte Suprema de Justicia para insistir en la potestad de continuar al frente del caso Uribe. Y este tiene que ver con la posibilidad de que, una vez llamado a juicio por los delitos de fraude procesal y compra de testigos, y declarado culpable, esa circunstancia permita mover y sacudir los folios de cerca de 30 demandas o casos que reposan en ese mismo tribunal, en los que Uribe es sujeto procesal, demandado, investigado o iniciado, por paramilitarismo, la comisión de masacres y homicidio. Es decir, que una vez debilitado políticamente y judicialmente vencido, los magistrados que están por encima de los que hacen parte de la Sala de Instrucción, se llenen de valor para dar trámite y acelerar esos procesos que hoy duermen el sueño de los justos. 

Es posible que en 24 ó 48 horas el país conozca si el proceso sigue en manos de la Honorable Corte Suprema de Justicia o si pasa a la justicia ordinaria que, en cabeza de un Fiscal General amigo del presidente y cercano a Uribe, es garantía de preclusión de la investigación. Veremos entonces en qué queda esta jugadita de Uribe.

 





Imagen tomada de Pulzo

DESPUÉS DEL ENCUENTRO ENTRE URIBE Y LA COMISIÓN DE LA VERDAD

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista, politólogo Y PhD en Regiones Sostenibles

 

Después del histórico, accidentado, pero diciente encuentro entre los miembros de la Comisión de la Verdad y el expresidente-hacendado, Álvaro Uribe Vélez, bien vale la pena reflexionar sobre dos asuntos, a saber: la vigencia política del 1087985, que confirma que en un número importante de colombianos sobrevive una atracción hacia las figuras mesiánicas, sin importar su altura moral. Y el segundo asunto, la supremacía del discurso del Gran Macho en una sociedad que parece renuente a proscribir el machismo y la violencia contra las mujeres.

Nadie discute que Uribe Vélez es un “animal político” sagaz y temible. Sin embargo, su vigencia obedece en gran medida al vaciamiento de sentido de la política y a la emergencia de un ethos mafioso compartido por el grueso de los colombianos que caminan a la deriva en medio de una inocultable confusión moral. Se suma a lo anterior, la crisis de los partidos políticos, colectividades que fungen más como micro empresas electorales y de empleo, que como instancias de pensamiento. No hay al interior de estos, intelectuales capaces de erigirse como faros éticos. La filosofía política hace rato dejó de caminar por las sedes de los históricos partidos. Por el contrario,  cada vez llegan a sus estructuras políticos vulgares, poco leídos, e interesados solo en vivir de la política y no para la política.  La vigencia de Uribe, en tanto invención mediática, está asociada, además, a los entramados clientelares que pudo lograr en sus 12 años de gobierno (incluido el periodo 2018-2022). Las empresas mediáticas y los periodistas-estafetas uribizados, están orientadas a mantener la ramplonería, la vulgaridad y la incapacidad de pensar, filosóficamente hablando, de los operadores políticos.  Por todo lo anterior, su validez y su fuerza no están soportadas en principios universales que le sirvan a la sociedad para que sus miembros sean más virtuosos, sino, y por el contrario, están ancorados en valores sectoriales de grupos de poder que exhiben un carácter premoderno, muy propio de repúblicas bananeras en las que se destacan capataces y hombres rurales con músculo económico, pero con una mínima estructura moral y ética, pero por sobre todo,  con una enorme incapacidad para liderar procesos civilizatorios y emancipatorios que le permitan al país abandonar esa condición de ser un <<platanal con bandera>>.

Muy de la mano de lo anterior, aparece la sociedad patriarcal y el machismo que, para el caso del encuentro entre el padre Francisco de Roux y dos de sus comisionados, se vio en todo se esplendor. Los colombianos pudieron apreciar a un violento capataz, a un vulgar hacendado, acostumbrado a imponer su verdad a gritos, para de esa manera consolidar un relato en el que pueda ocultar sus responsabilidades políticas. Refugiado en su hacienda, este macho cabrío increpó e irrespetó a la comisionada,  Lucía González, con la ayuda de sus hijos, en razón a que sigue convencido que el papel de las mujeres sigue estando asociado a labores domésticas y reproductivas.

No se evidenció en la transmisión si sus compañeros comisionados (hombres), salieron en su defensa, pues claramente, hubo una actitud hostil tanto del “Rufián de Esquina” como llamó Santos al entonces director de la Aerocivil y exgobernador de Antioquia. Así, después del tenso encuentro entre el más grande representante de la vieja y anacrónica Colombia, y los tres comisionados que buscan construir un relato que le permita al país pasar las amargas páginas de esta guerra fratricida interna, no solo quedó claro el incivilizado, vulgar y peligroso talante del 1087985 y el de sus vástagos, sino lo lejos que estamos como sociedad de trascender, porque aún quedan cientos de miles de colombianos que aplauden la displicencia, el cinismo, la mentira,  la vulgaridad y lo que es peor, la violencia simbólica(discursiva) contra las mujeres.

Hace unos días presenciamos el (des) encuentro entre tres seres que buscan la luz en la verdad y un individuo que morirá en la oscuridad en la que optó vivir, para mentirle al país.


Imagen tomada de la Comisión de la Verdad. 


“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...