Por Germán Ayala Osorio
Las condiciones en las que se firmó
el Acuerdo
de Paz de La Habana, el pírrico triunfo del No en el plebiscito de 2016, la
conversión de la práctica paramilitar en una virtud sociopolítica, el sueño de consolidar
un Estado militarista que ponga orden a una sociedad indisciplinada y la
llegada de Gustavo Petro
a la Casa de Nariño son los principales factores en los que se desarrolla la
campaña electoral. Esos cinco factores por efecto de los medios de comunicación
terminan reducidos a la polarización política y crispación ideológica, ideas
que petristas y uribistas convirtieron en una especie de comodín lingüístico
para atacarse, pero sobre todo para evitarse el trabajo de escudriñar de dónde vienen
esas dos sensaciones que les impiden dialogar bajo condiciones de respeto.
Prueba de que esos cinco factores
tienen su propio peso específico son las referencias a estos en la actual campaña
electoral. Ya hay un grupo de personas que promueven un referendo para derogar el
Acuerdo de la Paz de La Habana. El movimiento político Salvación Nacional está
detrás de esa iniciativa que, por supuesto no tiene futuro jurídico, pero que sirve
para confirmar la existencia de ese factor que después de tantos años aún
genera conflictos, odios y divisiones entre los colombianos.
El segundo factor lo viene usando
el precandidato presidencial Abelardo de la Espriella
y otros agentes uribizados
para atacar al expresidente Juan Manuel Santos. Lo acusan de desconocer el triunfo
del No, de engañar al país y responsable de lo que se conoce como el “Petrosantismo”.
Esos dos primeros factores aparecen como parte de la retórica electoral de los
candidatos de una derecha desesperada por hacerse nuevamente con la Casa de
Nariño (o de Nari).
Por el contrario, el factor número
tres, esto es, la conversión del paramilitarismo en una virtud ético-política
se expresó en la violenta arremetida de agentes civiles de la alcaldía de
Medellín en contra de los manifestantes de pro-palestina. Los actos violentos ocurridos
en la capital antioqueña dan cuenta del odio y de la inquina que siente el alcalde
Fico Gutiérrez hacia todo lo que huela a Petro, agente político que animó las
movilizaciones de rechazo al genocidio en Gaza justo cuando el 7 de octubre se
cumplieron dos años de la masacre perpetrada por Hamas, grupo extremista y
terrorista que desató la ira santa de Netanyahu.
De regreso a la retórica
electoral, candidatos presidenciales como De la Espriella y Santiago Botero
sueñan con un Estado militarista que los acerque a la figura de Nayib Bukele,
referente moral y ético-político de la derecha uribizada que insiste en el pérfido
lema Mano Firme, Corazón Grande, que no es más que una consigna aceptada
por los dos señalados políticos que solo hablan de dar bala o balín, dar de
baja, de someter, destripar e imponer. Sus violentos discursos
no solo dan cuenta de su pobreza cultural, sino de un profundo machismo que en
política se expresa en homofobia y transfobia.
El quinto factor, es decir, la
llegada de Petro a la Casa de Nariño lo asume la derecha colombiana como una
suerte de “pesadilla” a la que le queda poco tiempo de permanencia. El odio hacia
Petro no lo justifican por la llegada del “castrochavismo” o el comunismo
a Colombia,
sino por su carácter subversivo que anima a cientos de miles de colombianos a
salir a defender sus derechos y también causas lejanas como la suerte del
pueblo palestino;
otros tantos, agitan con rabia la bandera de Israel como símbolo
del supremacismo con el que Uribe, Santos y Duque manejaron las relaciones con
los pobres, población LGTBIQ+ indígenas, campesinos y negros. Baste con
recordar la exhortación que le hizo Duque, el títere de Uribe, a la minga
indígena: ¡regresen a sus resguardos!
La próxima vez que escuche hablar
de polarización
política y crispación ideológica recuerde estos cincos factores que son la
base emocional, ética, étnica, política, social y política de ese par de comodines
lingüísticos usados por los medios de comunicación y poderosos agentes de
la sociedad civil para desvirtuar el camino alternativo que el progresismo propone para superar las infames condiciones en las que viene operando el orden establecido
en un país como Colombia en el que efectivamente no cabemos todos por cuenta del
clasismo, la aporofobia y del racismo.
Foto: Partido Comunista Colombiano, tomada del diario El País de Cali.