Por Germán Ayala Osorio
La vigencia política del
expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez es, en sí misma, un fenómeno
social, ético-político y moral que da cuenta de la confusión moral y la
desviación ética de los sectores societales que tienen al político antioqueño
como un referente y un faro a seguir. Su actual condición de acusado en el
juicio al que está respondiendo por los delitos de fraude procesal y manipulación
de testigos parece haberle devuelto el “teflón” que acompañó a su imagen
presidencial durante los dos periodos en los que mandó en Colombia. Ese “polímero
sintético” fue expandido por las empresas mediáticas que lo elevaron a la
condición de “irremplazable” y asumieron como verdad inobjetable el reconocimiento
internacional como el Gran Colombiano.
Dentro del evidente desconcierto
moral y la desorientación ética la lealtad política se reconfigura de tal manera
que la sumisión y la complicidad aparecen como los más cercanos sinónimos sobre
los cuales se soportan las precandidaturas de los congresistas del Centro
Democrático (CD), María Fernanda Cabal, Miguel Uribe Turbay (nieto de Turbay
Ayala), Andrés Guerra, Paola Valencia (nieta de Guillermo León Valencia ) y Paola
Holguín (hija de Frank Holguín, señalado de ser testaferro del criminal Pablo
Emilio Escobar Gaviria), sumisos peones de la causa uribista que tiene como
objetivo fundamental usar el Estado para conculcar los derechos de los
colombianos a la salud y en general a llevar una vida digna.
En medio de la COP16 las
precandidaturas de estos 5 peonzas de Uribe Vélez se deben entender como la consolidación
de la narrativa negacionista de las pluricrisis que confluyen en lo que se
conoce como el cambio climático. A partir de esa negación, la entrega exprés de
licencias mineras, el debilitamiento de las instituciones ambientales, la
potrerización de las selvas y la imposición del modelo de la gran plantación y
por lo tanto la descampenización en la ruralidad devolverán al país a los
tiempos de una sostenibilidad funcional a un sistema político interesado en
someter y transformar de la manera más violenta a los ecosistemas naturales-
históricos. Sin duda alguna, esos son las consignas del proyecto económico que
cualquiera de los cinco precandidatos estará en total disposición de ejecutar
para cumplirle a Uribe Vélez, convertido de tiempo atrás en el mayor enemigo de
la biodiversidad y de la riqueza étnica de Colombia.
Ya veremos si el malhadado barón electoral le da el guiño a uno de sus 5 serviles peones o decide aliarse con los clanes Gnecco y Gilinski para apoyar la aventura electoral de Vicky Dávila de Gnecco. Eso sí, las candidaturas de la “periodista-periodista” y las aspiraciones de los 5 precandidatos se entenderían como el regreso a las circunstancias que rodearon a la administración de Iván Duque Márquez, convertida en un teatrino en el que Uribe fungió como el titiritero y Duque como su marioneta. Ya el país sabe cómo terminó esa maléfica “obra teatral”. También es posible que Uribe Vélez termine por apoyar al empresario Santiago Botero quien ya dijo que admira al político antioqueño. Como dicen por ahí, “se mueve la cosa política". Desde ya, al Patrón lo pusieron a "deshojar la margarita".
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