domingo, 6 de agosto de 2023

UN AÑO DE GOBIERNO, CRISIS ÉTICAS Y LECTURAS SELECTIVAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En medio del escándalo mediático-político que construyó la Fiscalía de Barbosa, con la ayuda de Nicolás Petro Burgos, analistas y medios de comunicación hacen balances del primer año de la administración del presidente Gustavo Petro. Previa a esta columna, ya había hecho mi propio balance (https://ayalalaotratribuna.blogspot.com/2023/07/balance-del-primer-ano-del-gobierno-de.html.).

Ramiro Bejarano, ex director del DAS y columnista, habla de un “cumpleaños fatal” y vaticina un desenlace forzoso: “El presidente Petro y su gobierno están tambaleando y no parece exagerado que tengan que contemplar la posibilidad de renunciar”.

Entre tanto, el editor político de El Espectador habla de unos “convulsos 12 meses”, en medio de un listado de logros que el gobierno expondrá en la ceremonia patriótica del 7 de agosto. En el portal Semana, convertido en una trinchera ideológica y política desde donde se bombardea todos los días al gobierno con noticias falsas y medias verdades, siguen enfrascados en el novelón del hijo de Petro, queriendo emular a Laura en América.

Lo cierto es que el país no se “convirtió en Venezuela”, no hubo expropiaciones masivas al estilo de la Cuba de Fidel Castro Ruz o de la Venezuela del comandante Hugo Chávez Frías. Es decir, no llegó el “castrochavismo” con el que Uribe asustó a millones de ignaros. La economía mejora, pues todos reconocen hasta ahora un manejo responsable de la regla fiscal e incluso, se atreven a decir que el gobierno de Petro sigue al pie de la letra las recomendaciones del FMI. Eso sí, querer mejorar las condiciones sociales y económicas de millones de colombianos que sobreviven en condiciones de marginalidad y miseria; tratar de hacer una reforma agraria y frenar la deforestación de las selvas; y haberles arrebatado una parte del Estado a mafias que llevan años enquistados en lo público, acabó de dividir a este país de éticas acomodaticias y de lecturas moralizantes y selectivas.

La mirada selectiva es, para el caso de los colombianos, un valor y casi una característica cultural. Quizás ser un país de regiones, fruto de un centralismo anacrónico, aporta a esa incapacidad de mirar la complejidad de los hechos y del propio país. Por ejemplo, la costa Atlántica es otro mundo, otro universo; y así, cada región se forjó al margen de los fallidos procesos de construir una nación. Justamente, desde esa preciosa costa norte del país llegan los vientos con los que el ethos mafioso se pavonea por Barranquilla, Santa Marta, Cartagena y La Guajira, territorios dominados por clanes políticos que operan con sus éticas particulares, sumatoria perversa de éticas individualistas, ancoradas a prácticas propias de mafiosos: carros de lujo, exhibición de poder y de mujeres como si fueran objetos sexuales, captura del Estado y conexiones con el “bajo mundo”.

Esa mirada selectiva se constituye, también, en una incapacidad nacional para asumir acciones conducentes a facilitar que se gobierne; y ello, conecta con la ética y da vida a una de carácter público muy propia del ethos mafioso que se naturalizó en Colombia a partir del 2002, pero que viene desde los primeros años de constituida formalmente la República.  

Édgar Revéiz habla de la existencia de “una ética de grupo (cooptación y concesión) que antecedió la construcción de la economía colombiana: un manejo eficaz de la política económica es incapaz en Colombia de crear una ética nacional” (Democratizar para sobrevivir, p. 90). El autor llega a esa conclusión, después de aludir (comparar) a la existencia de una ética nacional en el Japón (el confucianismo) que antecedió la construcción de la economía nipona.

Entonces, desde la ética de específicos grupos de poder económico se descalifica al actual gobernante. Ética, por supuesto, contaminada por un marcado clasismo y racismo y por las circunstancias que rodean a lo que se conoce como la “puerta giratoria” entre sectores estatales y privados, que terminan asegurando la captura mafiosa del Estado.

Vuelve Revéiz a poner los puntos sobre las íes al decir que “la crisis del Estado resulta, pues, de que existen éticas de grupos de interés (mesocontratos) y no de la nación: las instituciones públicas se crean y crecen por adivitidad. Cada nuevo grupo que adquiere poder crea nuevas instituciones con amplio grado de libertad”. Al final, el Estado opera como un orden fruto de la sumatoria de intereses sectoriales y de clanes políticos a los que lo que menos les interesa es la consolidación de un Estado nacional al servicio de todos los que viven y transitan por el territorio.

Pase lo que pase con la administración del presidente Petro, como sociedad seguiremos ahogándonos en las tierras movedizas que nosotros mismos construimos por nuestra incapacidad para construir nación y, sobre todo, una ética nacional que nos permita remar a todos hacia un mismo norte.

 



Imagen tomada del Polo Democrático. 

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