Por Germán Ayala Osorio
Con el ofrecimiento de 100 mil
dólares por información que permita capturar a Edmundo González, el régimen de
Nicolás Maduro Moros le dejó claro al mundo que sí sufrió derrota política y
electoral en las pasadas elecciones. El anuncio y la publicación del cartel
acerca al gobierno venezolano a los tiempos en los que en el Viejo Oeste americano
se imprimían volantes con los rostros y nombres de peligrosos delincuentes como
el recordado Jesse James o William H. Boney, alias 'Billy El Niño' o de Kid.
Al ponerle precio a la cabeza de
González, el gobierno venezolano deja ver la ansiedad que les produce a sus
agentes más visibles la llegada del 10 de enero, día en el que Maduro Moros
tomará juramento como presidente reelecto a pesar de que las actas que validó
el Centro Carter le dan el triunfo al perseguido Edmundo González. Con dicho
ofrecimiento el gobierno de Maduro Moros deja ver su desprecio por la
legitimidad social y la gobernabilidad, factores de una filosofía política inaplicables
cuando el control de las armas de la República está en función de defender una
única e indiscutible idea de Estado y pueblo.
Se trata de una torpe decisión
judicial que confirma el carácter dictatorial de un régimen que se fundó en los
principios del llamado socialismo del siglo XXI, pero que fue derivando en una
vulgar dictadura en manos de un civil que de manera cómica se viste de verde
oliva y vocifera como comandante militar. Esos actos histriónicos de Maduro
Moros confirman que la continuidad del régimen venezolano está garantizada internamente
por la captura mafiosa de las fuerzas armadas bolivarianas y externamente por
el respaldo de Rusia y China dado en función de sus reservas de petróleo y gas.
De esa manera, Diosdado Cabello y Maduro Moros creen de manera solemne en la
legitimidad y gobernabilidad que les brindan esas dos potencias. En lo interno,
el ponerle precio a la cabeza de González confirma el desprecio que sienten por
la oposición que representan María Corina Machado y Edmundo González en razón a
su origen de clase y porque son “blancos”.
La llegada de Hugo Rafael Chávez
Frías al poder estuvo fundada en buena medida por varios elementos de eso que
se conoce como el socialismo del siglo XXI: “democracia participativa, la
economía democráticamente planificada de equivalencias, el Estado no-clasista
y, como consecuencia, el ciudadano racional-ético-estético” (Dieterich,
2008: 3). Por supuesto que Chávez Frías no logró acercarse a esa utopía que
encarna el socialismo del siglo XXI expresado en la idea de un hombre nuevo, instituciones
reformadas, un Estado no-clasista y la superación de todas las desigualdades de
género y clase recreadas por la democracia liberal y la burguesía “blanca” que el
entonces coronel venció con un discurso de reivindicación étnica ancorado a su
condición de hombre “poco agraciado y mestizo”.
Con su muerte, ese proyecto político
quedó en manos de Nicolás Maduro, el clásico politicastro responsable en gran
medida del bíblico éxodo de venezolanos por todo el mundo. A pocos días de asumir
por otros seis años el poder del país petrolero, la utopía socialista sigue vigente
y pendiente como tarea de un régimen violento que, fundado en las riquezas que
guarda el subsuelo, el siempre oportuno antiimperialismo yanqui y el apoyo de
China y Rusia, no ha sido capaz de crear el “hombre y la sociedad nueva, reeditar
las ideas socialistas golpeadas fuertemente por la caída del Muro de Berlín y
el consecuente triunfo del capitalismo y mucho menos acercarse a un desarrollo
económico superlativo que ya alcanzaron las dos potencias que lo defienden del “inmoral”
ataque de los Estados Unidos.
Si no ocurre nada extraordinario,
este 10 de enero Nicolás Maduro Moros seguirá sentado en Miraflores gracias al
apoyo de las señaladas potencias económicas y militares, a un “pueblo” cada vez
más cooptado y el reconocimiento de
facto de países como Colombia cuyo gobierno le apunta a conservar las buenas relaciones
políticas, diplomáticas y comerciales por encima de las críticas de la derecha
colombiana a la que le encantaría volver a jugar con la vida de cientos de
miles de venezolanos y colombianos que viven y sobreviven de las actividades
legales e ilegales que se dan en la porosa frontera binacional. A partir del 10
de enero, Maduro Moros seguirá posando como militar de carrera y por primera vez
se vestirá de Sheriff.
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