Por Germán Ayala Osorio
La actitud negacionista, fascista
y retardataria del alcalde de Medellín frente al mural “Las cuchas tenían
razón” deviene atado al sistema cultural en el que se ancla el poder
masculino.
El vocablo “cucha” está
territorialmente amarrado a las comunas más pobres de Medellín y Cali para nombrar
dos urbes que comparten el uso cotidiano de dicha palabra porque deviene atada
a la vida de cientos de jóvenes que sueñan con tener la oportunidad de “comprarle
una casita a la cucha”.
Por el contrario, las lecturas
clasistas y feministas consideran que la palabra “cucha” es despectiva por
cuanto deviene asociada al desprecio de las mujeres cuando envejecen. Ante la “dictadura
de la juventud” impuesta por la moda, las firmas de maquillaje y en general la
publicidad sexista, llegar a “cucha” resulta ser una situación indeseable y
para muchos casi que un “crimen estético”.
Baste con recordar lo dicho por
Margarita Rosa de Francisco para entender lo duro que puede resultar para las
mujeres envejecer en un país machista como Colombia. “El espectáculo de mi
propio envejecimiento es algo que no me quiero perder, no quiero ponerme más
botox ni rellenos. Estoy curiosa de ver cómo es el proceso de mi
envejecimiento. Antes, cuando tenía antes como 40 y pico, sí me
alcanzó a dar esa crisis de vejez y me puse relleno en los labios y botox en
todas partes".
El machismo hace posible pensar en
que las únicas que se “arrugan” y se ponen “feas” son las mujeres. Baste con
recordar la idea que hizo carrera en el país y quizás en el mundo occidental
que señala que “los hombres canosos” se ven “interesantes”, mientras que una
mujer con el cabello pintado de gris expresa “descuido” y un estado de “abandono”
socialmente mal visto. De allí que en relación con los hombres “maduros o
viejos”, la palabra “cucho” no tiene el poder de recordación y mucho menos produce
los daños psicosociales que genera el uso despectivo del vocablo “cucha” en los
estratos medios y altos.
Gracias a la polémica desatada en
Medellín, el término “cucha” termina reivindicando a las madres que desde hace
30 años vienen diciendo y gritando que allá en La Escombrera pueden estar sus
hijos enterrados. Lo llamativo es que los responsables de lo ocurrido en la
Comuna 13 son hoy “cuchos” que exhiben “razones” institucionales soportadas y
derivadas del Estado paramilitar que se consolidó entre 2002 y 2010. Así
entonces, la razón que el mural les reconoce a las “cuchas” colisiona ética y
moralmente con las “razones de Estado” que siempre izaron aquellos machitos que
entraron a la Comuna 13 de Medellín echando bala a diestra y siniestra no tanto
para recuperar el territorio, sino para consolidar el machismo como sistema cultural.
El alcalde Federico Gutiérrez es un
claro exponente de ese sistema cultural fundado en el poder los machos
violentos, aquellos capaces de “dar en la cara marica” y de desaparecer jóvenes
cuyas vidas despreciaron porque eran pobres. En Colombia hay cientos de miles
de “cuchas” que siempre tuvieron la razón y “cuchos” que tuvieron el poder
suficiente para burlarse de ellas y hasta de tratarlas como “viejas” locas. Colombia
siempre fue manejada por machos cabríos que siguen creyeron que tienen la razón
en todo lo que hacen, piensan y deciden. Varios de los agentes del establecimiento
colombiano hoy son “cuchos” violentos que no se cansan de defender la causa
paramilitar, responsable de los falsos positivos y de las víctimas enterradas en
La Escombrera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario