Por Germán Ayala Osorio
El 19 de enero de 2018 la
periodista Claudia Morales puso al país a especular alrededor de la identidad
del hombre que la violó. Han pasado ya seis años largos de cuando informó en su
columna Una
defensa del silencio que el violador “era un hombre relevante en
la vida nacional. Ahora lo sigue siendo y, además, hay otras evidencias que
amplían su margen de peligrosidad”.
Morales guardó silencio sobre la
identidad del asqueroso que la accedió de manera violenta. Lo llamó "Él", para proteger
su vida y la de su familia de una posible reacción del malandro que vulneró su cuerpo. Me
pregunto: ¿Qué representa para Colombia el violador de la periodista Claudia
Morales? Intentaré responderme el interrogante.
Considero que "Él" representa con
lujo de detalles a la sociedad machista colombiana. A esa misma que a través de
la publicidad sexista, los chistes callejeros de doble sentido, el humor en
televisión y radio y el poder concentrado en la figura masculina convirtió el
cuerpo de la mujer en un territorio en disputa, en el objeto de deseo de
cientos de miles de hombres que sí o sí están decididos a “comprarlo u
obtenerlo”. Al de Claudia Morales, "Él" accedió porque así lo decidió y porque su
comportamiento contaba con el respaldo de la cultura dominante.
El violador de Claudia Morales es
hijo de la Colombia violenta que desea el mal para el país, porque si a Colombia le va mal, a la derecha le va bien. Su comportamiento está más que naturalizado
en empresas, universidades, colegios y hasta en el Congreso en donde bajo
relaciones de poder, hombres en posiciones de privilegio se creen en el derecho
de tocar, manosear y “morbosear” a las subalternas. Morales fue víctima de su
jefe y de la sociedad que legitimó la incontrolable cachondez masculina como el
paso previo al acceso carnal violento. Morales describió así la macabra escena:
“Una mujer joven termina su jornada laboral, llega a su hotel, se baña y se
arregla para salir a cenar con una pareja de amigos. Alguien golpea en su
habitación. Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, “Él”
la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio”.
Aunque Morales no volvió a referirse
al asunto es probable que la “relevancia y la peligrosidad” asociada a su
violador sigan presentes. Las sospechas que recayeron sobre varios de sus jefes
permitieron a cientos de miles de colombianos entrar en el juego de las especulaciones.
Quizás cuando "Él" muera, Claudia Morales decida revelar su identidad. Eso sí, no
importa si el país logra confirmar que efectivamente el maldito violador es el
poderoso político que millones de colombianos creen que es el victimario. La cultura
dominante buscará las maneras de disculparlo por ser Hombre y por no haber sido
capaz de controlar su cachondez. Los agentes legitimadores, entre ellos los
medios de comunicación hegemónicos sabrán decir que ese Hombre fue “provocado” por Claudia
Morales. De lo que sí estoy seguro es que la “relevancia y peligrosidad” del
violador de la periodista dice mucho de lo que somos como colectivo.
Si realmente fuéramos solidarios con Morales y con otras tantas de las mujeres violadas en Colombia, todos los días deberían de escribirse columnas de opinión o grafitis preguntando por la identidad del maldito, protervo, perverso, sucio, asqueroso, repulsivo, repugnante, inmundo, siniestro y malévolo personaje que la violó.
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