Por Germán Ayala Osorio
A pocas horas de terminar el 2024, la polémica en la red social X corre por cuenta de las fotografías de la luna de miel en París (Francia) de la congresista del Pacto Histórico, Martha Peralta Epieyú. Los agentes de la derecha que en esa red atacan a diario a sus similares del progresismo exhiben las imágenes de Peralta y su pareja asociadas al imaginario que indica que, al defender las ideas de la izquierda, el progresismo y ser indígena wayú se pierde el derecho a viajar, darse gustos como pasar noches en un hotel y alcanzar momentos de felicidad. Quizás, por defender esas ideas, los detractores de Peralta consideren que ella debió quedarse con su esposo en una de las rancherías de La Guajira o pasar unas noches en un hostal en cualquier municipio colombiano.
Sin duda alguna, los agentes derechosos exhiben su natural clasismo y racismo. No les cabe en la cabeza que una mujer indígena pueda darse esos gustos que parecen exclusivos de la élite que defienden a dentelladas los tuiteros de ese espectro ideológico.
Los derechosos le enrostran a
Peralta los históricos padecimientos del pueblo wayú (hambre, falta de agua
potable y el abandono del Estado) para invalidar su derecho individual a ser
feliz bajo las expectativas modernas de casarse, visitar la ciudad luz y
consumir bienes y servicios en la idealizada capital francesa. Que Peralta
Epieyú como congresista, con un salario mensual de 50 millones de pesos, se dé
gustos propios de consumados capitalistas constituye para sus detractores una
suerte de “delito ideológico” o por lo menos una despreciable contradicción en
el mismo sentido.
El enfrentamiento entre quienes
defienden a Peralta y aquellos que se ensañaron con ella tiene un elemento en
común: la sobreexposición de la vida privada en las redes sociales, rasgo
que da cuenta de la sistemática eliminación de los límites entre lo privado y
lo público. ¿Era necesario exponer las “pruebas” de esos momentos de máxima felicidad
y “éxito” que bien se pudieron haber quedado en el ámbito de lo privado?
Esos niveles de sobreexposición
individual hacen parte de lo que se conoce como La sociedad del espectáculo, de
Guy Debord. En dicho texto se lee: “El espectáculo no es un conjunto de
imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por
imágenes…El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el
resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento
al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la
sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda,
publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el
modelo presente de la vida socialmente dominante”.
Todos estamos inmersos en un sistema
mundo capitalista que nos vuelve esclavos del consumo frenético de bienes y
servicios, circunstancia esta que hace parte sustantiva de los factores que hoy
generan las pluricrisis climáticas. Bajo esas condiciones no hay forma de ser
coherentes. Quizás el ser conscientes de nuestra finitud sea el factor que nos
impulse como especie, bajo específicas condiciones económicas, a darnos el gusto
de pasar la luna de miel en Paris, en Villa de Leyva, San Andrés o en un hotel
sin estrellas en el mismo país de origen.
Las fotografías de la luna de miel de Peralta en París y el enfrentamiento ideológico en la red X hacen parte de esa sobreexposición individual y de los altos niveles de intolerancia y odio que sufre Colombia desde el 7 de agosto de 2022. En contraste, la Oposición y sus bodegas exhiben un bajo nivel de discusión en medio de un empobrecido escenario público (político).
Imagen tomada de la red X
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