Por Germán
Ayala Osorio
Dentro del establecimiento
colombiano hay sectores de poder que vienen acostumbrados a que los presidentes
de la República obedezcan al pie de la letra sus demandas e imposiciones. Con la
llegada de Petro a la Casa de Nariño esos agentes de poder encontraron una
fuerte resistencia ideológica y de clase en el jefe del Estado, que en buena manera
explica la temeraria reacción del Consejo Nacional Electoral (CNE) de
investigar al presidente de la República, violando la Constitución.
Es claro que
detrás de esa retadora decisión están Germán Vargas Lleras y Álvaro Uribe Vélez,
dos alfiles de los sectores más godos y violentos de esa parte del
Establecimiento que está acostumbrada a manosear a los presidentes que a pesar
de resultar electos por el voto popular, están obligados a priorizar el cumplimiento
de los objetivos de los mecenas que patrocinaron sus campañas.
Bajo esas
condiciones, el presidente Petro optó por gobernar activando el espejo retrovisor,
lo que significó la reaparición del congresista aquel capaz de confrontar, sin
miedo alguno, a esos agentes del establecimiento acostumbrados a someter a los
presidentes a sus caprichos y formas de asumir la operación del Estado y el funcionamiento
de las variables económicas. Más claro: Petro decidió gobernar con el espíritu
retador del congresista que develó las relaciones criminales entre los paramilitares
y la clase empresarial y política. La política anti narcóticos, por ejemplo, no
se ve con buenos ojos dentro de varios de esos agentes de poder por cuanto están
sintiendo las afectaciones económicas por las sistemáticas incautaciones de
droga.
Esos agentes
del establecimiento se sienten en riesgo con Petro por el acceso que tiene el presidente
a información privilegiada, pero sobre todo, a hechos y acciones que los pueden
encochinar o poner en evidencia.
El caso
Pegasus, expuesto por Petro en aquella alocución, lo asumieron dentro del
Establecimiento colombiano como una mortal estocada e incluso como una jugada
política propia de un “enemigo interno” que desde la Casa de Nariño quiere
acabar de develar las relaciones mafiosas y criminales de quienes usaron ese software
para espiar a quienes le hicieron oposición a Iván Duque y legitimaron las
movilizaciones en el marco del estallido social. Pegasus sería apenas la punta
del iceberg de esas correlaciones de fuerza en las que de tiempo atrás
prevalece un ethos mafioso que, de la mano de los valores del neoliberalismo, han
servido para privatizar la operación del Estado y por esa vía, afectar la soberanía
y la autonomía alimentarias, la explotación de los recursos naturales sin
consideraciones ética ecológicas y el poco favorecimiento de los sectores
comunitarios y populares. Si se revisa con cuidado, el gobierno Petro le está
apuntando a revivir al campesinado, a cuidar los ecosistemas naturales en consonancia
con las crisis climáticas y a favorecer la economía popular y contratar el
mejoramiento de las vías terciarias con las Juntas de Acción Comunal. Todas,
acciones inaceptables para quienes hubiesen preferido a un presidente obediente
y sometido.
Así las
cosas, la decisión del CNE es la respuesta institucional de esos sectores del
Establecimiento que odian a Petro por querer gobernar en contra de sus mezquinos
intereses, pero, sobre todo, por desconocer la historia de sometimiento de los
jefes del Estado, convertidos en el pasado en simples marionetas de esos
agentes de poder que no están interesados en llevar al país a un estadio de
desarrollo superlativo. Por el contrario, les interesa que siga siendo la finca
que les da para mantener sus costosos niveles de vida.
Imagen toma de Semana.com
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