lunes, 8 de abril de 2024

LO PRIVADO ES SINÓNIMO DE PROBIDAD: RELATO QUE MUERE DE LA MANO DE LAS EPS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la crisis del sistema de salud, la narrativa que señala que lo privado es sinónimo de pulcritud, eficiencia, eficacia y efectividad se hace añicos, se pulveriza, se desvanece. El desvío de 9 billones de pesos durante la pandemia, que habrían hecho varias EPS, de acuerdo con la Contraloría General de la República y el colapso de más de 100 EPS en 30 años de funcionamiento del sistema de aseguramiento en salud, desmienten ese relato con el que políticos neoliberales justificaron la privatización del Estado, por ser este ineficiente, corrupto, paquidérmico e incapaz de prestar servicios sociales y de competir en el mercado.

Claro que no se puede negar que el Estado colombiano es ineficiente, corrupto y paquidérmico. Y es así, porque a las entidades oficiales, capturadas por partidos políticos, políticos clientelistas y gobiernos neoliberales llegaron y llegan malos profesionales, pero también algunos idóneos que terminan aceptando las dinámicas de corrupción o simplemente dejando que sus responsabilidades las asuman las “corbatas” que suelen poner los políticos cuando sus partidos y candidatos ganan las elecciones. Esa dinámica se vive en los ámbitos local, regional y nacional. De ahí la imposibilidad de superar la corrupción público-privada por cuanto “hacerse con el Estado” lo asumen las fuerzas políticas de la misma forma como los narcos celebran cuando envían droga al exterior: “coronamos”.

Las secretarías, los departamentos administrativos, ministerios y cuanta entidad estatal exista o que sea creada, terminan manejadas por congresistas o políticos que le hacen campaña a alcaldes, gobernadores o presidentes de la República. Al final, el Estado funge como un gran empleador, en medio de un débil aparato productivo que se alimenta del narcotráfico y del lavado de activos.

Al volver sobre la crisis del sistema de salud y su inminente colapso hay destacar que dicho modelo de aseguramiento se montó sobre la amarga experiencia del Seguro Social, pero con un objetivo claro: entregarle el negocio de la salud a familias poderosas, a corporaciones locales e internacionales y a congresistas que usufructuaron los billones de pesos girados por el Estado, convertido y asumido por estos agentes económicos y políticos como la “gallina de los huevos de oro”, al servicio de unos pocos.

A esos agentes de poder jamás les interesó consolidar instituciones estatales sólidas y eficientes. Para qué, si la receta neoliberal les indica que las agencias y entidades públicas deben ser vendidas o coadministradas por actores privados, presentados como probos, cuando responden a los mezquinos intereses de unas cuantas familias guiadas por el ethos mafioso.

El sistema de salud de Colombia no se demoró 30 años en colapsar. No. Desde hace varios años viene la crisis de un modelo de aseguramiento en salud fundado sobre la falsa idea de que lo privado es sinónimo de probidad, cuando la corrupción al interior de las EPS, las ya desaparecidas, las intervenidas y las que no demoran en caer, demostró la enorme impudicia con la que pueden llegar a operar y actuar los agentes involucrados en la operación de un sistema que nació torcido, enfermo y sucio. Lo que pasó es que sucesivos gobiernos, con sus ministros de Salud, le siguieron inyectando recursos económicos a sabiendas de que se los iban a robar o a desviar en la compra de clínicas para aumentar las ganancias de presidentes y miembros de juntas directivas y de políticos propietarios de IPS. Funcionó muy bien el "tapen tapen". Hasta hoy, cuando el primer gobierno de izquierda le puso freno al naturalizado y legitimado desangre del erario. Veremos si la entrega de dineros a las IPS, sin la intermediación de las perversas EPS, disminuye la corrupción en el sector y se logra, por fin, que la salud se asuma como un derecho  y no simplemente como un vil y criminal negocio. 

Es tan retorcido el sistema de salud en Colombia, que las EPS que patrocinaron campañas de candidatos al Congreso, convirtieron a esos congresistas en lobistas con fuero, en sus empleados, en sus mandaderos. Muchos de estos se opusieron y votaron el hundimiento del proyecto de reforma.

El problema del país no está en el Estado, sino en el tipo de gente que llega a este, en particular las sucias corbatas que llegan con el único propósito de aceitar y operar con toda eficiencia el sistema de corrupción política que de tiempo atrás montaron los partidos políticos tradicionales y las nuevas agrupaciones políticas dirigidas por políticos neoliberales.  


Imagen tomada de EL COLOMBIANO.COM 


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