Por Germán Ayala Osorio
Con la crisis del sistema de salud,
la narrativa que señala que lo privado es sinónimo de pulcritud, eficiencia,
eficacia y efectividad se hace añicos, se pulveriza, se desvanece. El desvío de 9 billones de
pesos durante la pandemia, que habrían hecho varias EPS, de acuerdo con la
Contraloría General de la República y el colapso de más de 100 EPS en 30 años
de funcionamiento del sistema de aseguramiento en salud, desmienten ese relato
con el que políticos neoliberales justificaron la privatización del Estado, por
ser este ineficiente, corrupto, paquidérmico e incapaz de prestar servicios
sociales y de competir en el mercado.
Claro que no se puede negar que
el Estado colombiano es ineficiente, corrupto y paquidérmico. Y es así, porque a
las entidades oficiales, capturadas por partidos políticos, políticos clientelistas
y gobiernos neoliberales llegaron y llegan malos profesionales, pero también
algunos idóneos que terminan aceptando las dinámicas de corrupción o simplemente dejando que sus responsabilidades las asuman las “corbatas” que suelen poner
los políticos cuando sus partidos y candidatos ganan las elecciones. Esa
dinámica se vive en los ámbitos local, regional y nacional. De ahí la
imposibilidad de superar la corrupción público-privada por cuanto “hacerse con
el Estado” lo asumen las fuerzas políticas de la misma forma como los
narcos celebran cuando envían droga al exterior: “coronamos”.
Las secretarías, los
departamentos administrativos, ministerios y cuanta entidad estatal exista o que
sea creada, terminan manejadas por congresistas o políticos que le hacen
campaña a alcaldes, gobernadores o presidentes de la República. Al final, el
Estado funge como un gran empleador, en medio de un débil aparato productivo
que se alimenta del narcotráfico y del lavado de activos.
Al volver sobre la crisis del sistema
de salud y su inminente colapso hay destacar que dicho modelo de aseguramiento
se montó sobre la amarga experiencia del Seguro Social, pero con un objetivo
claro: entregarle el negocio de la salud a familias poderosas, a corporaciones
locales e internacionales y a congresistas que usufructuaron los billones de
pesos girados por el Estado, convertido y asumido por estos agentes económicos
y políticos como la “gallina de los huevos de oro”, al servicio de unos pocos.
A esos agentes de poder jamás les
interesó consolidar instituciones estatales sólidas y eficientes. Para qué, si
la receta neoliberal les indica que las agencias y entidades públicas deben ser
vendidas o coadministradas por actores privados, presentados como probos,
cuando responden a los mezquinos intereses de unas cuantas familias guiadas por
el ethos mafioso.
El sistema de salud de Colombia no
se demoró 30 años en colapsar. No. Desde hace varios años viene la crisis de un
modelo de aseguramiento en salud fundado sobre la falsa idea de que lo privado
es sinónimo de probidad, cuando la corrupción al interior de las EPS, las ya
desaparecidas, las intervenidas y las que no demoran en caer, demostró la enorme
impudicia con la que pueden llegar a operar y actuar los agentes involucrados
en la operación de un sistema que nació torcido, enfermo y sucio. Lo que pasó es que sucesivos gobiernos, con sus ministros de Salud, le siguieron inyectando recursos económicos a sabiendas de que se los iban a robar o a desviar en la compra de clínicas para aumentar las ganancias de presidentes y miembros de juntas directivas y de políticos propietarios de IPS. Funcionó muy bien el "tapen tapen". Hasta hoy, cuando el primer gobierno de izquierda le puso freno al naturalizado y legitimado desangre del erario. Veremos si la entrega de dineros a las IPS, sin la intermediación de las perversas EPS, disminuye la corrupción en el sector y se logra, por fin, que la salud se asuma como un derecho y no simplemente como un vil y criminal negocio.
Es tan retorcido el sistema de
salud en Colombia, que las EPS que patrocinaron campañas de candidatos al
Congreso, convirtieron a esos congresistas en lobistas con fuero, en sus empleados,
en sus mandaderos. Muchos de estos se opusieron y votaron el hundimiento del
proyecto de reforma.
El problema del país no está en
el Estado, sino en el tipo de gente que llega a este, en particular las sucias
corbatas que llegan con el único propósito de aceitar y operar con toda
eficiencia el sistema de corrupción política que de tiempo atrás montaron los
partidos políticos tradicionales y las nuevas agrupaciones políticas dirigidas
por políticos neoliberales.
Imagen tomada de EL COLOMBIANO.COM
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