domingo, 17 de marzo de 2024

EL COLOMBIANO QUE LE LAVA LA IMAGEN AL EXPRESIDENTE URIBE VÉLEZ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El editorial del periódico El Colombiano, titulado Mancuso, el cínico, es una oda silenciosa al expresidente antioqueño, Álvaro Uribe Vélez. De manera soterrada, apelando a la fuerza de lo no dicho, el diario que representa a la godarria paisa defiende la “honorabilidad” del exmandatario, dejando de lado una realidad insoslayable: que está imputado de graves delitos, los mismos que llevaron a la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia a librarle orden captura. Aunque estuvo detenido en su hacienda y no en una cárcel, sobre su espalda pesa el haber sido reseñado por el Inpec bajo el número 1087985. Al final, logró enfrentar en libertad el proceso penal por fraude procesal y manipulación de testigos, lo que lo convierte en un expresidiario.  La Fiscalía, de manera cínica, ha solicitado en tres ocasiones la preclusión de ese proceso penal. Ahora sí, vamos al texto.

La férrea defensa del político antioqueño se da en medio de la lapidación pública que El Colombiano hace del confeso criminal, Salvatore Mancuso. Veamos algunos apartes del mencionado editorial, para dar cuenta de la intención del diario conservador de sacar incólume al nefasto político.

Dice el editorial: “Durante diez años, entre 1996 y 2006, Mancuso convirtió con sus bandas a Colombia en un triste y aterrador cementerio. Es investigado por crímenes de la mayor gravedad, entre ellos 12.315 homicidios en persona protegida, 2.050 desapariciones forzadas, 13.951 desplazamientos forzados, 880 crímenes de violencia basada en género y 4.997 crímenes de guerra y una larga lista de hechos delictivos que se pueden consultar en su expediente de Justicia y Paz”.

Lo que oculta o deja de señalar El Colombiano es que entre 2002 y 2006, Uribe Vélez fue presidente de la República. En el corte sincrónico que hace el editorialista olvida ese dato que resulta clave para comprender los hechos a los que hace referencia. Justamente, las declaraciones de Mancuso ante Justicia y Paz y luego ante la JEP, en las que involucra a Uribe con la operación de las estructuras paramilitares, se expone ese periodo de 4 años en el que se habrían dado los apoyos estatales a las AUC. Mancuso actuó como un general de facto, patrullando con tropas paramilitares, que las hacía pasar como Ejército nacional, con la anuencia de los altos mandos militares, en el marco de la política de seguridad democrática.

El editorialista pega un brinco en su proceso narrativo, para decir, a renglón seguido que “ahora viene a señalar con su dedo acusador al expresidente Álvaro Uribe con el argumento de que está involucrado en un proceso judicial de presunta manipulación de testigos. Dice Mancuso: “Nunca he llamado a nadie para orientar versiones ni testimonios, de hecho, no soy yo quien está involucrado en procesos judiciales por ese motivo, no soy yo el que tiene esas prácticas de enviar a terceros a inducir falsos testimonios”. De manera sinuosa, el responsable de este editorial pone en duda la existencia del proceso judicial del que hace parte el expresidiario y expresidente en calidad de imputado. No se puede negar que Uribe Vélez es agente procesal en ese tormentoso y mediático caso.

En otro párrafo, vuelve El Colombiano a ocultar información contextual relevante: “Lo cierto es que Salvatore Mancuso no había aterrizado en Colombia deportado desde Estados Unidos y ya estaba levantando una polvareda. El hombre, que hace 20 años entró al Congreso y pronunció un discurso que alentaba a pensar que en el país era posible la rendición de estas estructuras criminales en el marco de Justicia y Paz, regresó con el propósito de buscar beneficios en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en la que fue admitido el año pasado, y de paso cumplir una misión que le encomendó el presidente Gustavo Petro: ser gestor de paz”.

El diario les niega a sus lectores un dato clave: Mancuso llegó al Congreso gracias a dos congresistas uribistas, amigas de Uribe Vélez: Eleonora Pineda y Rocío Arias, ambas señaladas por Mancuso de ser cercanas a los paramilitares.

Este editorial constituye un buen ejemplo para entender cómo operan las funciones de informar (lo dicho) y ocultar lo que no conviene o pueda resultar inapropiado (lo no dicho). En esos dobleces del lenguaje, El Colombiano intenta lavar la imagen de un expresidente sobre el que pesan graves señalamientos y procesos penales en diferentes instancias: por ejemplo, en la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia, por los casos de las masacres de La Granja y El Aro y el crimen del defensor de derechos humanos, José María Valle. El mismo Mancuso declaró ante la JEP que Uribe “siempre estuvo al tanto de la masacre de El Aro”.

Está muy bien que El Colombiano califique a Mancuso de cínico, pero lo que no está bien es que intente librar al expresidente y expresidiario de responsabilidades penales y políticas por el solo hecho de ser paisa.

 


Imagen tomada de Canal 1

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