miércoles, 21 de febrero de 2024

BALACERAS Y ATRACOS EN BOGOTÁ: ¿LA SOLUCIÓN ES ARMAR A LOS “BUENOS”?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los recientes atracos a mano armada en restaurantes y un par de balaceras en Bogotá vuelven a encender la polémica entre quienes creen que la inseguridad se enfrenta y se acaba entregándole armas a las “personas de bien” para que defiendan su patrimonio y aquellos que, por el contrario, consideran que “armar a los buenos”, para enfrentar a los “malos”, agravaría la situación de violencia que se vive en ciudades como Cali, Medellín y Bogotá, entre otras.

Quienes abogan por la primera opción, guardan silencio alrededor de una circunstancia que parece no preocuparles: el origen de las armas, traumáticas y de fuego, usadas por atracadores y sicarios. Es decir, no se preguntan por ejemplo quiénes permiten la circulación de las armas en las calles de Cali, Bogotá y Medellín. ¿De dónde sale tanto “fierro” es otro interrogante que los “amigos de armar a los buenos” no se hacen y al que las mismas autoridades de policía tampoco pueden dar una respuesta clara?

En Cali, por ejemplo, hay armas que la policía incauta a criminales, y luego, las mismas, aparecen en manos de otros victimarios. ¿Cómo puede suceder eso? La respuesta es clara: corrupción institucional, o la existencia de una red de alquiler y venta de armas de fuego, incluidas las traumáticas que desbordó la capacidad de la inteligencia policial para detectar sus movimientos.

No. La solución no está en “armar a los buenos”, la real solución está en quitarle las armas a los delincuentes, a los sicarios. Y para ello, se requiere el desmonte de las oficinas de cobro que existen en las ciudades capitales, cuyos servicios son contratados, curiosamente, por “gente de bien” que necesita eliminar enemigos, cobrar millonarias sumas, borrar cabos sueltos de torcidos que deben permanecer ocultos, o sacar del camino a personas incómodas.

Hay que explorar si existe conexión entre los proveedores de pertrechos, balas y armas para las “guerrillas” y bandas criminales, y funcionarios estatales que facilitan la circulación de los fierros con los que a diario atracan en Cali y Bogotá.

Abrir la posibilidad para que cada ciudadano porte una pistola o un revólver nos podría llevar al aumento de homicidios por la generación de conflictos callejeros que alguien creyó que era mejor resolverlos asesinando al contradictor o en el peor de los casos, a quien le pareció sospechoso y peligroso, solo por la “pinta”. En un potencial escenario en el que todos estemos con un arma en la cintura, es probable que discusiones bobas sobre asuntos políticos, religiosos y de los que conciernen al fútbol colombiano, terminen en homicidios.

Lo que tienen que hacer los gobiernos, en nombre del Estado, es crear las más difíciles condiciones para aquellos a los que hoy les queda relativamente fácil alquilar una pistola o comprarla en las barriadas de Cali, Bogotá y Medellín. Como sociedad civilizada, conseguir un arma debe ser igual o más difícil que obtener uranio enriquecido para crear armas nucleares.

Lo curioso es que, en los cubrimientos periodísticos de los más recientes atracos en restaurantes de la capital del país, ni los periodistas cuestionan a las autoridades sobre la circulación de las armas y mucho menos los policías salen a explicar lo sucedido, dando cuenta de las actividades desarrolladas para desmantelar las redes, legales e ilegales, de distribución de los “fierros” con los que se están cometiendo todo tipo de crímenes.



Imagen tomada de Vanguardia. 

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